"Tres años después del inicio de la crisis, esta sigue semejando a las muñecas rusas: de cada una de ellas sale otra, y muchas veces se confunden. No bien las autoridades públicas han tratado de atajar el problema principal en cada momento, emerge el siguiente sin que el anterior haya quedado definitivamente saldado: burbuja inmobiliaria e hipotecas locas, escasez de materias primas (sobre todo, petróleo) e hiperinflación, falta de liquidez y de solvencia en la banca, recesión en la economía real con paro y deflación, multiplicación de la deuda soberana y ahora, last but not least, nueva fase de desconfianza de la salud de las entidades financieras.
En relación con los desequilibrios de las cuentas públicas -debidos, no hay que cansarse de repetirlo, a las billonarias ayudas a la banca y a los planes de estímulo que trataban de evitar que la Gran Recesión deviniese en Gran Depresión- el mercado del crédito está fuertemente distorsionado y dañado. No se trata solo del precio al que se renegocian y se conceden más préstamos, vinculado al riesgo país de cada lugar, sino de la escasez del mismo, de su sequía. No es que no llegue a las empresas o a las familias, sino que, como en el otoño de 2008 (cuando las autoridades americanas dejaron caer a Lehman Brothers siguiendo el principio del riesgo moral y de que cada palo aguante su vela), los bancos no se prestan entre sí.
En relación con nuestro país, los bancos extranjeros no prestan a los españoles y éstos, cuanto más grandes son, menos prestan a los medianos ni a las cajas de ahorro pequeñas. Cuando tienen puntas de liquidez prefieren depositarlas en el Banco Central Europeo que utilizarlas en el interbancario. Lo reconoció el primer banquero español, Emilio Botín, en la junta general del Santander, la pasada semana: "La economía española y su sistema financiero están atravesando serias dificultades en el acceso a la financiación". (JOAQUÍN ESTEFANÍA: Nadie se fía de nadie (otra vez). El País, ed. Galicia, economía, 14/06/2010, p. 20)
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