"Las niñas y jóvenes que se ofrecen por unas pocas rupias en los prostíbulos gigantescos de Kamathipura y Falkland Road, en Bombay, no son muy diferentes de las adolescentes del este europeo encerradas en clubes de alterne de Mestre, cerca de Venecia. O de las jóvenes nigerianas retenidas, bajo amenaza de muerte, en cortijos perdidos entre los invernaderos de Almería, como las que liberó la policía hace unos días.
Unas y otras son esclavas sexuales. Un término aparentemente desfasado en pleno siglo XXI que describe, por desgracia, una realidad nada infrecuente. Más de un millón de adolescentes y de mujeres jóvenes alimentan hoy este sórdido negocio que proporciona a quienes lo explotan miles de millones de euros de beneficios al año. Mujeres vendidas, engañadas o raptadas por los propios grupos mafiosos que controlan el tráfico sexual.
¿Cómo se desarrolla la trata en el mundo global? ¿Quiénes son sus víctimas y quiénes los verdugos? "Las víctimas son mujeres jóvenes, pobres, muchas pertenecen a minorías étnicas, o proceden de países inestables y están desesperadas por emigrar. También los campos de refugiados son terreno propicio para reclutarlas", explica Siddharth Kara, en conversación telefónica desde su casa de Los Angeles.
Es autor de un libro sobre el tema, Tráfico sexual. El negocio de la esclavitud moderna, que publica ahora Alianza Editorial. Kara, de 35 años, ex empleado del banco de negocios Merrill Lynch, dejó su lucrativo trabajo para iniciar en el año 2000 una serie de viajes por el mundo que le llevarían a través de tres continentes al corazón del tráfico sexual.(...)
Dramas como el de Mallaika, una ex esclava sexual que Kara encontró en Bombay. Casada a los 13 años, tras parir dos hijos muertos, el marido la vendió a un proxeneta cuando apenas había cumplido los 16 años. Mallaika trabajó toda su juventud como esclava sexual, obligada a satisfacer a decenas de clientes al día. En el gigantesco burdel imperaba la ley más brutal.Todos los días morían violentamente esclavas como ella. Después pasó a trabajar como prostituta por el sistema indio de adhiya. La mitad de lo que ganaba era para el dueño del prostíbulo. Infectada con el virus del sida cuando Kara la encontró, Mallaika era consciente de que sus días estaban contados. (...)
"Calculo que ahora mismo hay en torno a 1,3 millones de esclavos sexuales, la mayoría mujeres y niñas", dice Kara. "Pero no debemos olvidar que son muchas más las personas atrapadas como esclavas en el negocio de la prostitución".
Kara cree que una de las razones del auge de este comercio es su rentabilidad, sólo superada por el tráfico de drogas. Pero con un riesgo mucho menor. ¿Por qué se arriesgan menos a ser detenidos los mafiosos que controlan el tráfico sexual? "Hay varias razones. La corrupción policial, la de los guardias fronterizos, la del sistema judicial.
Tampoco hay fondos para atender a las esclavas que consiguen liberarse y es difícil que denuncien a los traficantes. Además, las fuerzas encargadas de luchar contra esta lacra no tienen medios, ni están coordinadas globalmente".
Por no sé que razón la lucha contra la trata está subordinada a otros problemas, como el terrorismo, el tráfico de drogas, o la inmigración. Aparte de que hay una apatía institucional histórica a la hora de reconocer las dimensiones de este problema y darle una solución. Seguramente porque las mujeres están todavía discriminadas en el mundo, reciben menor atención".La vida de las esclavas sexuales está dominada por un mismo horror, ya sea en Oriente o en Occidente, al Norte o al Sur. Kara ha entrevistado a jóvenes que sobreviven medio drogadas en los prostíbulos más sucios de Bombay y a chicas del este europeo obligadas a hacer la calle en Roma, y ha encontrado trágicas similitudes. "Podría parecer más sórdida la situación de las esclavas sexuales en India, pero el trato que reciben estas jóvenes tiene aspectos comunes en ambos países.
Todas sufren continua violencia, son torturadas y amenazadas constantemente, y obligadas a mantener relaciones sexuales con decenas de individuos al día. En India, la prostitución está prohibida y todo se hace a escondidas, mientras que en Italia, la prostitución callejera está autorizada salvo para las chicas menores de edad".
En la ciudad santa de Benarés Kara se encontró con Devika, una adolescente con una historia estremecedora. "Cuando tenía 13 años, un día un hombre, al que conocía por el nombre de Raj, me abordó camino de la escuela. Me cogió de la mano y me dijo que me mataría si gritaba pidiendo ayuda. Me llevó a su casa y me violó. Abusaba de mi todos los días y traía a otros hombres para que tuvieran relaciones sexuales conmigo". Hasta que pudo ser rescatada, Davika pasó meses trabajando en la casa-prostíbulo de Raj que la obligaba a tener relaciones sexuales con más de 20 hombres al día.
Su historia, salvando las enormes distancias culturales y geográficas, se parece a la de Tatyana, una chica moldava de 18 años que pasó 26 meses como esclava sexual en Italia.
El error de Tatyana (los nombres que cita Kara en su libro no son auténticos) fue presentarse al anuncio publicado por un diario de su ciudad natal, Chisinau (Moldavia), en el que se solicitaban chicas para trabajar en el servicio doméstico en Italia. "Nada más salir de mi casa, mis compañeros me violaron, y luego me tuvieron varios días sin comer. Me obligaron a orinarme encima", relata en el libro. Su primera parada fue Serbia, donde fue comprada por traficantes albaneses.
Más tarde fue vendida de nuevo en Albania. De allí pasó a Grecia, donde los mafiosos que la acompañaban la subieron a un ferry rumbo a Italia. "Allí los albaneses la metieron en el maletero de su coche", relata Kara en su libro, "y la llevaron directamente a Milán, donde fue vendida al propietario de un club nocturno". Todas las noches tenía que alternar con los clientes, y satisfacerles sexualmente. "Cuando no quería beber, el propietario me inyectaba tranquilizantes para animales".
La oferta de esclavas sexuales en Italia es tan abundante, que los precios del acto sexual se han reducido a la mitad. La clientela se ha multiplicado. Hoy día, constata Kara en su libro, "frecuentar prostitutas está cada vez más integrado en la cultura italiana". Después de ser explotadas en los tugurios de Roma, Turín, Mestre o Milán, muchas de estas mujeres son enviadas a otros países de Europa donde continúa su calvario.
Clientes no les faltan. Según Kara, en el mundo entero, entre el 6% y el 9% de los hombres mayores de 18 años compran sexo de esclavas al menos una vez al año. Reconoce que ya sea por entretenimiento, por impulsos violentos o por cualquier otro propósito, no hay rincón del mundo donde los hombres no acudan a los prostíbulos. Estados Unidos, con leyes prohibicionistas muy estrictas e implacablemente aplicadas, es uno de los lugares donde el comercio sexual parece tener menos éxito. Pero no deja de ser una excepción.
"La globalización ha sido un agravante enorme. La trata de seres humanos es una de las consecuencias más horribles del capitalismo global, que ha generado enormes desigualdades económicas. Porque se produce un trasvase neto de riqueza y recursos de las economías pobres a las ricas junto a otro fenómeno, el de la falta de derechos humanos en los países en desarrollo". (...)El autor de Tráfico sexual ha seguido con interés las leyes liberalizadoras de la prostitución en algunos países europeos, caso de Holanda. Y no parece convencido de que sirvan para erradicar la trata de mujeres. "La legalización de la prostitución es mala porque se utiliza como una pantalla, un escaparate detrás del cual se desarrolla el mismo comercio sexual con esclavas en las condiciones más terribles".
Siddharth Kara relata en su libro sus recorridos por los barrios más degradados de Bangkok donde abundan los prostíbulos inmundos. Allí se encuentran auténticas esclavas, adolescentes que cobran apenas cuatro euros la hora de sexo, y donde la atmósfera es deprimente y sórdida hasta extremos inauditos.
También hay prostíbulos suntuosos para los turistas ricos y hombres de negocios que llegan al país en busca precisamente de eso. Lugares de lujo para los ricos, y tugurios para los pobres. Sexo de pago para todos. Hasta los esclavos traídos de Birmania, Laos y Camboya, para construir carreteras y edificios de viviendas, recibían un salario minúsculo, "con el que podían permitirse el sexo con esclavas", señala Kara.
Frente a este panorama desolador, el autor propone más que soluciones nuevos enfoques del problema. Lo primordial, en su opinión, es hacer la vida de traficantes y explotadores mucho más difícil. Que las mafias no operen con la impunidad actual, que sufran persecución y cárcel. Que la cosecha anual de esclavas sea cada vez más incierta y escasa. ¿Y una mayor concienciación de los clientes? Siddharth Kara lo ve menos factible. Mientras la oferta exista, la demanda no decaerá nunca." (El País, Domingo, 30/05/2010, p. 14)
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