22.10.10

Resumiendo... estamos así...

"Las verdaderas novedades de los últimos ocho meses han sido la paulatina aceptación por parte de economistas y gobernantes de la triste imagen del futuro contra la que yo previne: una “nueva normalidad” con elevadas tasas de desempleo, menor crecimiento y menos servicios públicos en los países industriales avanzados.

La prosperidad ha sido substituida por un malestar à la japonesa sin final divisable. Pero al menos en la “década perdida japonesa”, a despecho del bajo crecimiento, el desempleo se mantuvo bajo y la cohesión social, alta. (...)

A pesar de estas duras perspectivas para la economía mundial, no tardaron Wall Street y los mercados financieros en lanzar vociferantes exigencias de reducción de los déficits. Su miopía dio origen a esta crisis, y ahora son igualmente miopes al exigir políticas que no pueden sino traer consigo la persistencia de la misma.

Exigen recortes presupuestarios. Sin esos recortes, advierten –de consuno con las agencias de calificación—, subirían los tipos de interés, se cortaría el acceso al crédito y a los países no les quedaría otra solución que volver a recortar.

Pero, no bien anunció España recortes presupuestarios en mayo pasado, las agencias de calificación y los mercados respondieron: dijeron, yo creo que fundadamente, que los recortes dañarían las posibilidades de crecimiento. (...)

La crisis ha empujado al mundo hacia una terra incognita preñada de incertidumbres. Pero hay una cosa de la que podamos estar absolutamente seguros: si los países industriales avanzados siguen por el camino que parecen haber emprendido hoy, la probabilidad de que volvamos a tener algún día no lejano una economía robusta es nula; las posiciones económicas y políticas relativas de Europa y Norteamérica quedarán muy disminuidas, así como nuestra capacidad para enfrentarnos a cuestiones de largo plazo de las que depende crucialmente nuestro futuro bienestar. (...)

El problema real hoy sigue siendo el desempleo y una insuficiente demanda agregada, precisamente el problema al que se enfrentó John Maynard Keynes hace 75 años, durante la Gran Depresión. La política monetaria, entonces como ahora, había llegada a sus límites: ulteriores rebajas de los tipos de interés, cuando no eran imposibles, carecían de efecto estimulante sobre la economía.

No nos queda sino usar políticas fiscales para restaurar la salud de la economía. Las pruebas de que eso funciona son abrumadoras. China puso por obra uno de los mayores paquetes de estímulos del mundo y ha tenido una de las recuperaciones más robustas, a pesar de que su economía se enfrenta choques nada despreciables.

En Europa y en Norteamérica, los paquetes de estímulos fueron demasiado pequeños como para desactivar la onda de choque procedente del sector financiero; pero de no haber andado esos estímulos de por medio, las tasas de desempleo serían ahora mucho más altas.

Los ataques de los mercados financieros contra Grecia muestran que los déficits no pueden ser ignorados. Grandes déficits pueden llevar a incrementos en las tasas de interés pagaderas por la deuda pública, lo que empeora los problemas fiscales del país en cuestión.

Pero la respuesta ingenua a esa situación –recortemos el gasto y/o aumentemos los impuestos— todavía hace peores las cosas, como ha tenido ocasión de verse harto dramáticamente con la respuesta de los mercados a las nuevas políticas de austeridad del gobierno de España. (...)

Hay una vía para salir de este aparente brete. Las preocupaciones por la dimensión de la deuda deberían llevar a un cambio en las pautas del gasto público: a un gasto público que trajera consigo elevados rendimientos económicos.

También debe cambiar la estructura fiscal, que debe orientarse hacia un mayor crecimiento y a menores déficits. Por ejemplo: hay aumentar los impuestos a los ingresos empresariales de aquellas empresas que no reinviertan en su negocio, y disminuir los impuestos a aquellas empresas que sí invierten (a través, pongamos por caso, de créditos fiscales de inversión). (...)

Pero esas son las reglas del juego: España tiene ahora que recortar el gasto, lo que casi con toda seguridad elevará todavía más su tasa de desempleo. A medida que se encoja su economía, la mejora de su posición fiscal sólo puede ser mínima.

España podría estar entrando en el tipo de espiral mortal que afligió a la Argentina hace ahora una década. Sólo cuando Argentina rompió su vínculo con el dólar logró empezar a crecer y a reducir su déficit. Hasta ahora, España no ha sido objeto de ataques especulativos, pero eso podría ser sólo cuestión de tiempo. (...)

La primera década del siglo XXI ha quedado ya registrada como una década perdida." (Sin Permiso, 17/10/2010, citando a "Un balance de 2010: la crisis se enquista, la supervivencia del euro está gravemente amenazada y la política de austeridad fiscal podría llevar a España a un callejón sin salida como el experimentado por la Argentina hace 10 años; de Joseph Stiglitz)

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