"Cuando una persona es desahuciada es
habitual oír que la culpa es suya, por haber firmado la hipoteca. ¿Qué
hay de cierto en eso?
Lo primero que respondería es que la gente
afectada no renuncia a asumir parte de su responsabilidad. El problema
está en que la única que está asumiéndola, e incluso más de la que le
toca, es precisamente la gente afectada. Es decir, ya es suficiente
perder la propiedad de la vivienda, pero que además tengas que quedarte
con una deuda de por vida y en la calle mientras la vivienda se queda
vacía, no es de recibo.
El del banco y el de las personas afectadas son
dos niveles de responsabilidad distintos.Además de todo eso, hay que
recordar en qué situación se firmaron esas hipotecas, donde no es verdad
que existiera una libertad para firmarlas. Era un contexto en el cual
había políticas públicas muy agresivas que incentivaban el acceso a la
vivienda a través de la hipoteca.
Fiscalmente desgravaba la compra, no
el alquiler, estaba liberalizado el mercado del crédito y por tanto los
bancos podían prestar todo el dinero que quisieran, como quisieran y a
quien quisieran, porque el alquiler no era una alternativa real.De
hecho, estamos entre los países donde el alquiler es más inestable, ya
que a los cinco años te pueden echar, te pueden triplicar el precio,
etc.
Cualquiera que quiera hacer un plan tan legítimo como es hacer un
plan de vida estable, formar un hogar, evidentemente no quiere al cabo
de cinco años tener que trasladarse con todo. Entonces, en esas
condiciones, decir que tú libremente elegiste comprar una vivienda no es
del todo cierto. (...)
A veces era más fácil hipotecarse que alquilar un piso, como en el caso
de la población inmigrante, contra la que había un racismo brutal en el
alquiler, mientras que con los bancos, desde el momento en que
decidieron que en el crédito inmobiliario estaba el negocio, todo eran
facilidades.
Eso de que la gente se volviera loca, de que los españoles
querían ser propietarios, vivir por encima de sus posibilidades, es
mentira. En los años 50 más de la mitad de la población vivía en régimen
de alquiler, y si en pocas décadas se ha experimentado un cambio tan
dramático es porque ha habido unas políticas muy agresivas que han
impulsado ese cambio.(...)
Por otro lado, las dos partes firmantes del contrato no son iguales. Son
contratos de adhesión, donde una parte marca todas las condiciones, y
tú o lo firmas o no lo firmas. El banco tiene toda la información y tú,
que eres panadero, mecánico, o lo que sea, se supone que tienes que
tener un máster en economía o en derecho para hacer algo tan básico como
es acceder a una vivienda que, recordemos, no es un capricho sino un
bien de primera necesidad.
Entonces, te encuentras con que, para acceder
a algo que es un derecho, tienes que firmar un contrato hipotecario,
que está escrito en un lenguaje totalmente incomprensible, seguramente
de forma expresa, y que todas las condiciones las dicta la parte fuerte,
que es quien tiene toda la información, quien tiene economistas,
abogados y conoce las tendencias de los mercados internacionales. Hay
que recordar cómo se dieron estos contratos en la época de la burbuja. 8...)
Todo el mundo relata lo mismo, ibas al notario y te leía de forma rápida
una parte del contrato. La gente no se enteraba de nada, pero el banco
te decía: "o lo coges ahora o si no va a venir otro y se lo vendo".
Parecía que habías perdido una oportunidad por cada día que pasaba.
Lo
más increíble es que cuando todo esto estalla, la parte fuerte, que es
el banco, no tiene que asumir ningún tipo de responsabilidad, sino que
la única recae en la parte más débil. La persona hizo eso porque
necesitaba una vivienda, no quería un bien de lujo. La gente normal es
la única que ha pagado la responsabilidad de la locura de la burbuja.
¿Por qué se han permitido entonces esos contratos?
Ha
habido una estafa generalizada. Esa parte fuerte se ha enriquecido
-mobiliarias, bancos, promotoras, constructoras, tasadoras,
notarios...-, han hecho miles de millones de beneficios, mientras que la
otra parte ha perdido todo para siempre. No es sólo cuestión de
responsabilidades, sino de quién ha salido ganando y quién perdiendo.
Es
el negocio del siglo. Durante los años de la burbuja, la gente ha
pagado intereses. Más tarde, cuando la cosa va mal, no sólo se te
acumulan las cuotas que no puedes pagar, sino que te empiezan a cobrar
los intereses, que son abusivos. Inmediatamente la deuda empieza a
crecer y cuando llega el momento de la subasta puede darse el caso de
que la deuda sea igual al momento inicial, tras los años que has pagado.
¿Qué le queda a una persona desahuciada?
Normalmente,
el deudor es deudor de por vida. Aunque trabaje veinticuatro horas al
día jamás va a pagar esa deuda. Es la forma de extorsión y de esclavitud
perfecta. El banco se queda con todo lo que ha ingresado, con la
vivienda a un precio ridículo, la cual inmediatamente puede poner en el
mercado más cara -de hecho lo hacen a menudo-, y encima a ti te siguen
reclamando el cobro de la deuda. Es la versión contemporánea de la
esclavitud." (Público, 01/05/2012)
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