"Durante los últimos meses no han dejado de aparecer noticias sobre la
mejora del sector exterior de la economía española. Esas noticias han
dado alas a quienes, como Juan Rosell,
presidente de la CEOE, afirman que “la salida de la crisis en España
tiene un nombre: exportación”.
Sin embargo, un análisis pormenorizado de
lo que se encuentra detrás de la evolución de las estadísticas
de comercio exterior muestra que dicha afirmación no es sino una
mentira con la que se trata de justificar el brutal ajuste salarial que
se nos está imponiendo.
Tal y como ya han expuesto Gabriel Flores y Vicenç Navarro,
muy difícilmente las exportaciones van a hacer posible que salgamos de
la crisis. Y, sin embargo, el falso intento de mejorar la
competitividad de nuestra economía por medio de la reducción de
salarios va a hacer que nos sigamos empobreciendo. (...)
Entre 2007 y 2011 las exportaciones se
incrementaron un 16,3% y el déficit comercial de la economía española
se redujo en más de un 50%. En septiembre de 2012 la cifra de
exportaciones se ha incrementado otro 3,7% respecto al mismo mes del
año pasado. Todo esto ha permitido, además, que la caída del PIB se
haya ralentizado en varias décimas,
¿por qué, entonces, no somos más
optimistas respecto a las contribuciones que el sector exportador puede
hacer para sacar a la economía de la crisis? Pues por múltiples razones:
La primera porque, según los datos recopilados
por el Consejo Económico y Social, en el año 2010 apenas el 3,3% de las
empresas españolas exportaban, es decir, que los beneficios logrados
con la exportación se concentran en un segmento reducido del tejido
productivo.
La segunda, porque el
sector exterior español ha reforzado su dependencia del turismo. Éste
sigue siendo el único sector capaz de compensar el déficit comercial de
la economía (...)
La tercera, porque el
déficit comercial se está reduciendo debido, en buena medida, al
descenso de las importaciones (de un 7,7% desde 2008) consecuencia de
las caídas del consumo de las familias, el gasto público y, como
resultado, las importaciones de las empresas españolas provocadas por
las políticas de ajuste. Sin embargo, si la mejora de las exportaciones
llegase hipotéticamente a permitir que la economía se recuperase,
dichas importaciones volverían a incrementarse.
La cuarta, porque ni
siquiera el incremento de los ingresos por exportaciones y turismo más
la caída de las importaciones ha permitido que la economía española
logre un superávit en su balanza por cuenta corriente (la cual recoge
el saldo del comercio de bienes y servicios y la transferencia de
rentas entre nuestro país y el resto del mundo).(...)
La quinta, porque como bien explica el citado Gabriel
Flores las exportaciones sólo son equivalentes a un 40% de la suma del
consumo de las familias y el gasto público. (...)
La sexta, porque dado que la producción de los bienes
exportados por las empresas españolas demanda una gran cantidad de
importaciones, los márgenes que las exportaciones dejan son muy bajos. (...)
La séptima, porque aunque, según los datos
de la Organización Mundial del Comercio, la cuota de mercado acaparada
por las exportaciones españolas en el total de exportaciones mundiales
apenas se ha reducido del 1,8% en 2007, al 1,7% en 2011, la posible
mejora de este indicador se ve limitada por el hecho de que todos
nuestros competidores principales están llevando a cabo las mismas
políticas de ajuste, anulando recíprocamente los supuestos efectos
positivos de dichas políticas sobre la competitividad externa de las
economías.
La octava, porque para
poder mejorar sustancialmente dicha cuota exportadora la única
solución sería transformar la especialización productiva de la
economía, una tarea para la que sería imprescindible un decidida apuesta
por la inversión en I+D+i. Sin embargo, para lograr que dicha apuesta
fuese eficaz, el volumen de recursos públicos a movilizar (ya que las
cifras muestran que esta tarea la lidera el sector público) sería
enorme. Esto haría imprescindible romper con las políticas de austeridad
del gasto público impuestas desde la UE. (...)
La novena, porque
incluso, en el caso de que se llegase a hacer esa apuesta, el esfuerzo a
realizar en términos de I+D+i no sólo tardaría años en dar sus frutos,
sino que, como dice Flores, debido al “reducido tamaño de la industria
manufacturera española”, difícilmente las mejoras logradas “pudieran
tener un impacto importante sobre el conjunto de la economía”.
La décima, porque, si a
pesar de esas dificultades, el impacto positivo de esa política
llegase a ser significativo, las exportaciones españolas son tan
dependientes de la importación de combustibles fósiles que ni logrando
un (muy improbable) aumento radical de la energía procedente de fuentes
renovables se podría proveer de toda la necesaria para sostener el
incremento de la actividad exportadora.
Más aún, la justificación de la
estrategia de salida de la crisis a través de la exportación se basa en
una falsa concepción de la competitividad internacional, según la cual
ésta se explica por la evolución de los salarios de los trabajadores.
Sin embargo, el indicador de costes laborales por unidad producida
(utilizado habitualmente) depende no sólo de la evolución de dichos
salarios, sino también de la productividad.
Desde la puesta en marcha
del euro, dicho indicador creció más que en el resto de la unión
monetaria. Sin embargo, como explica Ángel Laborda,
los salarios reales se incrementaron mucho menos que la productividad
y, además, esta diferencia entre ellos fue mayor que en el resto de
países, permitiendo que, medido en términos reales, el indicador
evolucionase favorablemente para España.
Por lo tanto, lo que en
realidad explica el incremento de los costes de nuestra economía no son
los salarios, sino la mayor inflación de precios que alimentó los
beneficios empresariales. (...)
Dado que, como explicaba Alberto Garzón,
la economía española es una economía guiada por los salarios, esas
políticas están agravando la recesión, hasta tal punto que incluso los
beneficios empresariales han sufrido caídas.
Sin embargo, ni a la
patronal ni al gobierno les importa porque saben que ese es un efecto
temporal y, mientras tanto, están logrando su objetivo de aprovechar la
crisis para provocar un debilitamiento aún mayor de la posición de
todas aquellas personas que viven de su propio trabajo." (Ricardo Molero Simarro, Econonuestra, en Economía Crítica y Crítica de la Economía, 13/12/2012)
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