"El
capitalismo popular inmobiliario basado en el aumento del precio de los bienes
inmuebles, es un intento de acomodar políticamente a los países del sur de
Europa al marco neoliberal definido por Maastricht precisamente porque dicho
marco hace imposible su desarrollo sobre bases productivas sostenibles.
Su
colapso a partir de 2008 ha arrastrado todo un sistema económico, político,
institucional, todo un sistema de valores tras de sí que incluye la tolerancia
frente a la corrupción a cambio de saciar el hambre crónica de trabajo de
muchos ciudadanos.
A partir de mayo de 2010 se produce un quiebro en la opinión
pública española provocado por la negativa alemana a darle una salida solidaria
a la crisis, y ese mismo mes el colapso de las finanzas públicas griegas abre
la perspectiva de un desmembramiento de la Unión Europea.
Pero la apoteósica
subida de Syriza en Grecia y el hundimiento de sus dos partidos principales
también abren la perspectiva de un cambio político profundo en el sur de Europa
pilotado por la izquierda, de creación de un eje de poder con capacidad de
imponerse a Merkel y a los grandes exportadores que convierten el proyecto europeo
en una carrera sin fin de todos contra todos.
Es
también a partir de ese momento -hacia los años 2009 y 2010- que irrumpe
una nueva cultura política impulsada por los hijos de las clases medias
urbanas faltos de perspectiva profesional aliados con los sectores más
politizados de las clases populares. (...)
Lo
que queda de estos vertiginosos cambios son tres cosas:
a.) el neoliberalismo y
su versión mediterránea del capitalismo inmobiliario no son capaces de fidelizar
de forma sostenible a las clases populares y a sectores cada vez más amplios de
las clases medias instruidas;
b.) el perfil de las clases medias urbanas
en vías de depauperación fuerzan una nueva cultura más participativa y un
fuerte recelo hacia la profesionalización de la política;
c.) en una sociedad
tan compleja como la española, sólo va a ser posible darle una salida
progresista a la crisis creado espacios muy amplios de unidad y convergencia.
Por diferentes razones, la oportunidad de empezar a poner todo ello en práctica
eran las elecciones europeas. (...)
Muchos ciudadanos votaron a la Izquierda Plural porque en ella estaban representadas sus organizaciones. Otros lo hicieron tapándose la nariz y por una “disciplina histórica” que les honra. Pero otros muchos no lo hicieron y votaron a Podemos.
Unos por el fuerte formalismo del
mensaje unitario de la de la Izquierda Plural, otros por la forma de elegir al
candidato y el candidato mismo, otros fueron seducidos por Pablo pero muchos
otros simplemente quisieron castigar a todos sin pensar muy bien lo que estaban
votando. (...)
El resultado de Podemos demuestra que en mayo 2014 había llegado la hora y todo demócrata tiene que alegrarse de que haya sucedido.
¿Qué
hacer después del 25-M? Seguir con el mismo guión de antes sólo que ahora se
juega en tres campos de juego distintos, solo que ahora se ha roto un monopolio
que frenaba las cosas: el campo que gira alrededor de IU, el que gira alrededor
de Podemos y el que gira alrededor de aquella parte de izquierda nacionalista
que no sucumbe al enfrentamiento entre territorios.
La convergencia entre los
tres espacios sólo será posible si en cada uno de ellos no se imponen los
sectores que pueden bloquear la unidad (...)
Tienen poco tiempo y las cosas no pintan bien; (2) en Podemos deben imponerse los
que piensan más en el objetivo
compartido que en su propia persona o en nuevas endogamias. La ventaja de
tantos votos y de una estructura democrática es que estimula la responsabilidad
y que se permanece en contacto con la sociedad. El peligro es la infiltración organizada
de sectas que intenten desviar las opiniones mayoritarias (...)
Aunque el problema central es el mismo que hace
cuatro años: hacer converger la diversidad de regímenes de vida y de
trabajo, de culturas políticas, de procedencias individuales y colectivas, de
códigos y símbolos identitarios en un mismo proyecto estructurado de forma
horizontal y plural: la creación de una izquierda mosaico con capacidad de dar
un salto en las formas de hacer política.
La izquierda mosaico no es una sopa
de letras ni una escaramuza electoral, sino un monumental acto de creatividad
política, de producción conjunta y masiva de algo nuevo lleno de piezas,
colores y rincones distintos. La búsqueda persistente, y a veces nada fácil, de
espacios políticos comunes y la organización conjunta de resistencias son sus
dos grandes herramientas.
El acto de creatividad política tiene que
incluir un acto de creatividad cultural e identitaria que cree complicidades:
la izquierda mosaico tiene que darse una identidad plurilingüe, multinacional,
republicana y solidaria.
Sólo así podrá imponer un proyecto similar en la sociedad
que pretende transforma, sustituir el españolismo por un republicanismo
multicolo, sustituir la compactación identitaria de territorios para pegar más
duro hacia fuera por alianzas destinadas a cooperar mejor con sus hermanos de
fuera, a crear una sociedad solidaria con una economía al servicio de las
personas y de la naturaleza." (Armando Fernández Steinko, Piensa y actúa, 09/06/2014)
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