"Hoy participo en un programa donde se cuestionará si el final de la
crisis es real. Esto es algo que desde hace años se cuestiona. Es como
si por repetirlo vaya a suceder. De hecho hace tres años ya lo respondí
en la propia Contra de La Vanguardia.
Sigo pensando igual que entonces y, algunas de las cosas que temía se
están dando lo que no hace más que ratificar que por aquel entonces se
entró en una dinámica de parálisis definitiva a pesar del estribillo
ridículo y pueril que los ministros sucesivos se esforzaron en pintar de
colores diversos.
De hecho, ahora mismo se cuestiona si hemos salido de la crisis, o
estamos saliendo, porque los datos de empleo y algún otro, así ‘lo
demuestran’. La llamada recuperación está llegando dicen.
Tal vez, pero maldita recuperación
si de lo que hablamos es de recuperar lo que ya teníamos, de retomar la
senda del absurdo acumular ladrillos por todas partes y darle valor por
el mero hecho de intercambiarlos de mano mientras miles de personas
pierden sus viviendas al mismo tiempo. Eso es lo que viene.
No se ha hecho nada, la oportunidad histórica
que teníamos ante nosotros está pasando como pasan los trenes de
mercancías que no paran nunca. La realidad que persiste tras esas cifras
de papel cartón es siniestra. Huida de jóvenes y no tan jóvenes, de una
sociedad esclerotizada, de una clase media hundida y de una política
plomiza e intratable, descubres que no ha pasado casi nada. La reacción
es mínima y ahora, incluso, inexistente.
Es tanto el pavor a perder lo
poco que nos queda que hemos enmudecido. Es tanta la inspiración que
supone recuperar el modelo productivo improductivo que lo vamos a
repetir.
El silencio de los corderos. Tenemos tan poco que pensamos
indispensable vivir conservando la nada más absoluta. Nos estamos
quedando sin libertad pero con más ladrillos en la sala de espera. Se
nos pasa la cuenta de nuestro cambio de modelo como en otros países si
están asumiendo y tomando en cuenta.
Cuando nos dicen que ‘estamos saliendo de la crisis’
porque el empleo mejora es de aurora boreal. Probablemente mejore todo,
inclusive el consumo, pero quemar la tierra ya quemada hace apenas unos
años la convierte en desierto tarde o temprano.
El sector que se llevó la economía y la sociedad por delante, por
aquello de que culturalmente en España es bueno tener propiedades, jugar
con ellas y especular con su acumulación, porque todos podían ser
promotores y todos vendedores, traders de viviendas o lo que
fuera, ahora es el motor del nuevo empleo.
Ya lo es. No lo es la
tecnología, ni lo dependiente de una economía moderna y actualizada. Se
nos llena la boca a todos de ‘futuro’ pero construimos pasado. (...)
El sector ha pasado de destruir empleo a crearlo a un ritmo
equivalente en términos anualizados de cerca del 9%. No digo que sea
malo crear empleo, en cualquier sector es bueno, pero cuando es
desequilibrado otra vez, dependiente de unos factores concretos y a la
vez expulsa de ese crecimiento a los que deben llevarnos a ser
competitivos en el mundo que se está creando, la cosa es grave. Muy
grave.
Es un empleo volátil y temporal. Con gran rotación y de baja
cualificación. Por no decir lo absurdo de iniciar la conquista
inmobiliaria en un país donde hay más de medio millón de viviendas
vacías. No se aguanta por ningún sitio que sigamos pensando que eso es
una recuperación o salida de la crisis.
Vamos a convertir lo que es un cambio de época, un nuevo modelo
socioeconómico al que podíamos subirnos, no sin sufrimiento, no sin
esfuerzo, en nada. Vamos a dejar pasar la oportunidad de dejar a
nuestros hijos un mundo mejor a cambio de dejarles un nuevo ‘pack’ de
hipotecas. (...)
El empleo cae en los servicios en 136.000 personas y en la
agricultura (-9.000); mientras que aumenta en la construcción (en 30.000
personas) y en la industria (3.000). Porcentualmente asusta. La
gente preparada y joven se va, los que necesitan un empleo aunque sea
precario se apunta a la lista de la próxima obra. (...)
¿Y que deberíamos haber hecho? Que se debía haber tenido en cuenta en
este tiempo, en el futuro inmediato tal vez, mucho más. Asumir el
momento y haber aprovechado que la dureza de un parto social,
revolucionario, de entrada a un mundo distinto requería de poner
cimientos para ello. Además veníamos de las vacas gordas, había pasta
para cambiarlo todo, pero daba miedo parar la máquina que finalmente se
paró y ahora quieren arrancar de nuevo. (...)
Crear empresas,
con nuevos planteamientos era la clave. Si no se estimula las políticas
que apoyen a la creación de empresas con base tecnológica o vinculadas a
la nueva economía, todo este ‘resurgir’ serán fuegos artificiales que
nos van a quemar a todos.
Algunos ya no están, se fueron, y nos fuimos
donde hay oportunidades para retomar proyectos que se ajustan
socialmente a lo que es un momento extraordinario de la historia. Hay
paises que lo dejarán pasar y cambio dirán que están ‘recuperando’ no
sabemos que, otros, a cambio, las pasarán putas para subirse al tren del
futuro. (...)" (Marc Vidal, 30/04/2015)
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