"Resulta prácticamente imposible evaluar el progreso de la economía de
Estados Unidos en los últimos 40 años sin sentirse desilusionado. Desde
la perspectiva del norteamericano medio, casi un tercio del potencial
productivo del país se ha despilfarrado en un gasto que no suma nada a
la riqueza real o destruida por la crisis financiera de 2008. (...)
Estados Unidos gasta 10% más de lo que gastaba antes en facilitarles a
los ricos la tarea de acumular riqueza, pero ha recortado la inversión
pública en capital físico y humano en aproximadamente el 4% del PIB,
comparado con lo que se habría esperado si los patrones de gasto
hubiesen seguido las tendencias históricas.
Hace 40 años, por ejemplo, Estados Unidos gastaba alrededor del 4% de
su PIB en finanzas. Hoy, gasta el doble que eso. Y los resultados han
sido catastróficos.
A pesar de los argumentos plutocráticos de que los
jefes de las compañías financieras y otros consejeros delegados merecen
sus paquetes de compensación cada vez más desmesurados, no existe
ninguna evidencia de que estén haciendo un mejor trabajo que antes en lo
que concierne a dirigir sus empresas o asignar capital de manera más
eficiente.
Por el contrario, la mayor cuota de responsabilidad por las
continuas dificultades económicas se puede asignar tranquilamente al
sector financiero hipertrofiado y disfuncional de Estados Unidos.
Este redireccionamiento de la inversión se suele atribuir a los
esfuerzos por fomentar el crecimiento. Y, sin embargo, más allá de
cuánto distorsionemos los puntos de partida o manipulemos los puntos de
referencia, es claro que ha fracasado.
En verdad, cuesta ver las
decisiones de los últimos 40 años como algo que no sea un profundo
fracaso por parte de las instituciones públicas responsables de forjar
el progreso económico del país.
Este es un hecho sorprendente. Hasta los años 80, estas instituciones
eran claramente de primera categoría. Durante más de 200 años, el
gobierno de Estados Unidos fue sumamente exitoso en cuanto a expandir
las oportunidades y alimentar el crecimiento económico.
Desde la
insistencia de Alexander Hamilton de promover la industria y las
finanzas, hasta la construcción de infraestructura que se propagó por el
continente y la introducción de la educación pública, las inversiones
del gobierno se amortizaron generosamente.
De hecho, el gobierno, en
repetidas ocasiones, empujó a la economía a lo que se creía eran las
industrias del futuro, lo que resultó en una expansión económica y una
clase media más grande y más pudiente.
Sólo hace relativamente poco tiempo se empezaron a hacer apuestas
equivocadas. Los últimos 40 años de políticas no han logrado producir
una sociedad más rica; sólo han generado una elite más rica. (...)
El pobre desempeño económico de Estados Unidos no es el resultado de
alguna ideología particular, sino de permitir que los ideólogos guíen
las políticas públicas. (...)" (J. Bradford Delong , El País ,6 MAR 2016)
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