"(...) 2016 ha significado una tormenta histórica considerable, (...) Año que algunos comparan, por su densidad, con 1989, cuando cayó el muro de Berlín, o 1992, en que se produjo la implosión de la Unión Soviética.
Solo me atrevo a poner en contexto, tratando de explicar el año
excepcional y sorprendente que concluye, advirtiendo que son muchas las
preguntas que aún no tienen respuesta. ¿Ha acabado la hegemonía
americana? ¿Occidente ha iniciado su decadencia? (...)
Y llegó Trump, la elección que no vimos venir,
y mandó parar la globalización, aislar a EE UU, volver al pasado
proteccionista, América primero, retar a China con Taiwán como moneda de
cambio para lograr el reequilibrio comercial y ensalzar la autocracia
de Putin.
Sin duda, el personaje del año, como lo ha elegido la revista
Time, que lo califica de presidente de los Estados Divididos de América.
Acaba 2016, el año en que los insurgentes asaltaron el sistema, el año
de los demagogos, del vapuleo a los expertos y a las élites, del asalto a
la verdad: el diccionario de Oxford nominó a la posverdad como la palabra del año.
Permitió a Trump presentarse como el líder de los desheredados, “yo
represento a los trabajadores del mundo”.
Bienvenidos a una época de
desconcierto, de desorientación y perplejidad, que dará paso a otro
orden internacional diferente al estable, cierto, que nos resultaba
demasiado cómodo, nacido de la posguerra de 1945, en el que los
perdedores no podrán seguir siendo siempre los mismos." (Francisco G. Basterra, El País, 24/12/16)
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