"El caso de las camareras de piso en los boyantes hoteles españoles
resume muy bien el espíritu de la reforma laboral que ya ni siquiera el
PSOE pretende derogar. Los defensores de esta nueva forma de esclavitud
son variados, pero les une una máxima: el factor trabajo es una
mercancía y como tal debe ser tratado.
Por ello debe primar la ley de la
oferta y la demanda y el resultado es un salario de miseria, llamado de
equilibrio por la jerga neoclásica, y unas condiciones laborales tan
leoninas que permiten que el sector pueda presumir de cifras
estratosféricas, mientras sus camareras de piso son adictas a la
morfina.
Esta nueva forma de esclavitud,
disfrazada de flexibilidad, es consentida y favorecida por empresarios
del sector hotelero, salvo contadas excepciones como Antonio Catalán de
AC, según su propia versión, pero sobre todo por los economistas y
Centros de Pensamiento (FEDEA, FUNCAS, FAES etc) que están encantados
con esta nueva realidad laboral.
Las recomendaciones de este tipo de
lobbys de pensamiento único llevaban mucho tiempo arengando sobre la
imperiosa necesidad de terminar con los convenios de sector y favorecer
los convenios de empresa, porque ello favorecería a las empresas más
pequeñas, y más vulnerables, y así los trabajadores podrían preservar
sus puestos de trabajo, a consta eso sí, de menores salarios y peores
condiciones laborales.
Pero no solo ha sido la terminación de los convenios de sector lo que ha
generado una pérdida de calidad del empleo y la salud laboral. La
tolerancia en la capacidad de subcontratar por parte de muchas de estas
empresas, deja a los trabajadores sin apenas capacidad de
reivindicación, sin derechos y al albur de empresas que acaban pagando
en forma de peonadas: 2,5 € por habitación.
Esta ha sido la gran
conquista de las empresas hoteleras. Han dejado de tener trabajadores en
plantilla, lo que les ahorra el coste laboral presente y el pasivo
laboral futuro, y han trasladado el riesgo hacia empresas
multiservicios, que, a su vez, lo transfieren a terceros, perdiéndose
todo rastro para una posible reivindicación.
Ahondando más en la consideración de mercancía, la reforma laboral
también permite despidos objetivos por sucesivas bajas por enfermedad,
tratando de insuflar en el trabajador la sensación de que es un vago y
utiliza el absentismo como fórmula de cobrar y no trabajar. Esta
falacia, sin menoscabo que exista picaresca, pero nunca se puede
generalizar, se topa con la realidad de la situación de las camareras de
piso.
Estas trabajadoras, a las que nadie
defiende desde la administración, sufren lesiones crónicas, dolores
permanentes y cuya calidad de vida, pero también su dignidad, se ha
visto reducida y ninguneada, con el beneplácito del mundo empresarial y
académico.
Esto revela que el tratamiento del factor
trabajo como una mercancía no tiene en cuenta la salud laboral, ya que
las mercancías no enferman, y sólo hay que tener en cuenta su caducidad
en el caso de las perecederas.
La dinámica de este sector es clara. La propia norma les permite
utilizar mano de obra esclava que obliga a limpiar habitaciones a razón
de 20 minutos cada una, con el objetivo de llegar a las 400 si quieren
alcanzar un salario de 800€. (...)
Las empresas así escapan de tener que cumplir el convenio de hostelería
que prevé diversas medidas para preservar el descanso y la salud laboral
de las trabajadoras, y obligando a pagar un salario mínimamente digno.
Las empresas contratistas, que adquieren el derecho a limpiar los
hoteles, transforman estos derechos en condiciones mucho peores,
asignando este colectivo a convenios propios, normalmente del sector de
limpieza, manifiestamente peor pagados que el de hostelería, generando
pingües beneficios para ambas partes.
Lo testimonios de algunas valientes de este colectivo, siempre fuera de
cámara por miedo a las represalias, son escalofriantes. Mujeres que van
todos los días a trabajar con dolores, dopadas de morfina y trato
despectivo por parte de muchos empresarios, pequeños y grandes, que han
visto como la reforma laboral les abre un filón de beneficios futuros,
con niveles de conflictividad laboral nulos.
El miedo a perder un
salario de miseria en esta población pobre es un seguro de vida para
continuar esta forma de capitalismo salvaje, siempre dentro de la
legalidad. La falta de reconocimiento de enfermedades profesionales en
este colectivo les aboga a trabajar en condiciones lamentables, sin que
nadie presione para que acabe una práctica que, en cualquier sociedad
civilizada, debería estar prohibida.
Cuando alguien pregunte cuál es al valor
de la negociación colectiva sectorial, frente a la empresarial y la
subcontratación en cadena, que analice el segmento de las camareras de
piso en los hoteles, tal vez el mejor exponente de la nueva forma de
esclavitud laboral.
Los ideólogos de esta forma de relaciones
laborales, mayoritarios hoy entre los legisladores, empresarios,
inspección de trabajo y académicos, han logrado que nos creamos que
somos mera mercancía que no se puede poner enfermo y que somos los
responsables de la competitividad de nuestra economía. (...)" (Alejandro Inurrieta, Vox Populi, 27/02/17)
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