"(...) Que haya desempleo o no –y cuánto en el caso de haberlo– es una decisión
política. Cualquier comunidad puede organizarse política y
económicamente de forma que no quede ninguna persona sin participar en
las actividades económicas que tengan lugar en su seno. (...)
Hay mil formas de lograr que no haya desempleo, y evidentemente no todas
son igual de aceptables que otras desde un punto de vista de justicia
social, pero lo importante es entender que si se quiere, se puede evitar
el desempleo, al contrario de lo que nos intentan vender en nuestras
sociedades capitalistas cuando insisten en que, aunque el paro es una
lacra, es prácticamente inevitable. (...)
Pero es que a esta falsa creencia de que el paro es inevitable se le
ha unido una nueva moda que ha cobrado mucha fuerza en España, y
lamentablemente también desde sensibilidades de izquierda. Consiste en
pensar que la robotización es en cierta medida culpable de que haya
desempleo, y como se presupone que este proceso es inexorable, la
conclusión es que jamás podremos conseguir el pleno empleo. Pero este
planteamiento es profundamente erróneo.
En primer lugar, los beneficios
que producen los robots son exclusivamente para sus propietarios, de lo
que se trata en todo caso es de socializar esos frutos del avance
tecnológico y acabar con el hecho de que sólo una minoría saque tajada
de ellos.
En segundo lugar, la robotización suele destruir muchos
empleos (los que engloban actividades rutinarias), pero también crea
otros muchos (alguien tiene que diseñar los robots, programarlos,
fabricarlos, repararlos, obtener los materiales y el suministro
energético para su producción, etc).
En tercer lugar, hay empleos que
jamás van a poder ser sustituidos por robots: aquellos que son más
artísticos, creativos, políticos, humanos, etc; por lo que
independientemente del desarrollo tecnológico de los robots siempre
quedarán actividades que tendrán que ser cubiertas por trabajo humano.
En cuarto lugar, no hay recursos naturales ni energía suficiente en
nuestro planeta para producir tantos robots como trabajadores hay en la
actualidad, ergo la sustitución nunca podría darse de forma completa.
En
quinto lugar, la evidencia empírica muestra que los países con más
robots por trabajadores (Corea del Sur, Taiwán, Japón y Alemania) tienen
tasas de paro muy reducidas, por lo que parece que es compatible tener
poco desempleo y muchos robots.
Por muchos robots que se creen cualquier comunidad puede lograr que
no haya desempleo. Bastaría con hacer algo tan sencillo como repartir
todo ese trabajo que hoy día se está realizando (y que nunca va a ser
sustituido por las máquinas).
Basten unos datos para ejemplificar este
asunto. En España cada ocupado trabaja de media 1.691 horas al año,
mientras que un empleado holandés trabaja 1.419 horas y un alemán 1.371.
Si repartiésemos el trabajo que hoy día se realiza y lográsemos que
cada empleado español trabajase el mismo número de horas que un
trabajador holandés crearíamos 3,5 millones de empleos y la tasa de paro
bajaría al 3,4%. Si hiciésemos lo mismo al nivel de horas alemanas,
entonces no tendríamos tantos parados para ocupar los nuevos puestos de
trabajo que crearíamos. Así de sencillo y así de potente.
Pero es que además en la actualidad hay muchas necesidades sociales y
ecológicas no cubiertas: cuidado a niños y niñas, a adultos
dependientes, a enfermos, a ancianos y ancianas, a la fauna y la flora,
al medio ambiente, servicios culturales, de ocio y recreativos, etc.
Si
decidiésemos ponernos manos a la obra y ampliar este tipo de actividades
y servicios no sólo lograríamos mayor bienestar en nuestras comunidades
sino que habríamos creado cientos de miles de puestos de trabajo. Pero
claro, para ello no podemos confiar en el sector privado, que sólo
creará los empleos cuando le sea rentable hacerlo (y ya vemos lo bien
que le va); sino que tenemos que activar todas las palancas del sector
público que sean necesarias para crear directamente empleos públicos y
garantizar así a todo el mundo el derecho a trabajar.
Gracias a esta
política de Trabajo Garantizado el desempleo no sólo desaparecería, sino
que necesitaríamos muchas más manos de las que hoy día están
disponibles. (...)" (Eduardo Garzón Espinosa, Mundo Obrero)
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