"No existe candidato que represente de forma más apropiada el intento por
redefinir el ideal del capitalismo en el siglo XXI como Emmanuel
Macron. (...)
La nación francesa parece volver a marchar a la vanguardia de su
tiempo bajo la curiosa dicotomía presentada por las élites mediáticas e
intelectuales: el nuevo fascismo del Frente Nacional o ese joven heraldo
de un capitalismo renovado. Léase, digitalizado. “Emmanuel Macron o
Marine Le Pen, elijan”.
En un tiempo en el que el temor a la
robotización planea sobre nuestras cabezas, los algoritmos y la
inteligencia artificial comienzan a reemplazar la decisión individual,
Emmanuel Macron idealiza la automatización en la gestión política. Es un
“autómata, un robot construido en un laboratorio para que parezca un
ser humano agradable”, ha apuntado Suzi Weissman.
Pero algo no
pinta bien. Y ese algo es el inconformismo con la dialéctica del
“sentido común” con el que trata de venderlo el establishment europeo.
No es de extrañar entonces que Weissman también expresara que el
candidato francés le recuerde a Tony Blair.
Recientemente, el exprimer
ministro británico resumió en el New York Times la nueva agenda que el
centro político tendría a bien implementar: “Debe haber una alianza
entre los que impulsan la revolución tecnológica, tanto en Silicon
Valley como en otros lugares, y los responsables de las políticas
gubernamentales”. (...)
Después, ya convertido en ministro de Economía, Industria y Digital,
propuso la Ley de Nuevas Oportunidades Económicas (NOÈ), una suerte de
flexibilización digital del mercado laboral para ensalzar aún más la
figura del emprendedor. “El emprendimiento encarnado por la tecnología
francesa es parte de la solución a la crisis de nuestra sociedad”,
declaró.
Se trataba de incorporar en el marco jurídico lo que
Pierre Dardot y Christian Laval definieron en términos foucaltinos como
la “gubernamentalidad emprendedora”. Así, el discurso neoliberal de
Macron no se articula con un llamamiento al mercado sino que, con la
excusa del mundo digital, trata de convertir la actividad estatal en la
continuación de un autogobierno en el que los ciudadanos se comportan
cual empresarios.
Como lo expresaron ambos autores, el modo de
gobierno específico en esta forma de entender el neoliberalismo
“promueve la empresa al rango de modelo de subjetivación: todo el mundo
es manejado como una compañía y es diseñado como capital para dar un
fruto”.
Según señala una información de L’Expansion, para
promocionar aquella legislación, el entonces cargo público realizó un
maratón por Palo Alto en la que mantuvo encuentros, entre otros, con
Astro Teller, director de Google X (rama semisecreta de la multinacional
que se ocupa de los proyectos más futuristas), o el CEO de Apple, Tim
Cook -con quien no trató el delicado tema de su ingeniería fiscal-.
Tampoco es casualidad que se reuniera con Paul Duan, un emprendedor que
utiliza los datos para resolver los problemas de la sociedad y que
afirmó poder reducir el desempleo en Francia en un 10% gracias a un
algoritmo de “matching profesional”.
Si el intelectual bielorruso
Evgeny Morozov denunció en La locura del solucionismo tecnológico (Clave
Intelectual, 2015) ese pensamiento mágico que trata de resolver todos
los problemas del mundo con el uso de la tecnología o la mediación
algorítmica, Morozov ofrece en un libro que se publicara en otoño la
teoría de un “capitalismo del click” fundamentado por el “extractivismo
de datos”: el intento de Silicon Valley por recoger toda nuestra
información para ofrecer después a las instituciones respuestas a
funciones que corresponden a las políticas públicas. Ambas ideas parecer
encajar con el pensamiento del candidato de En Marche!
Libertad, igualdad, fraternidad… e innovación
Pese
a que aquella ley fuera denegada finalmente por el Elíseo, como
aspirante no ha dejado pasar algunas oportunidades para reiterar sus
intenciones. Cuando Donald Trump firmó su polémica orden ejecutiva sobre
migración, el candidato francés se solidarizó con los emprendedores
asentados en California. “Quiero que todos aquellos que representan la
innovación y la excelencia en Estados Unidos escuchen lo que les
decimos: desde el próximo mayo, tendréis la puerta abierta de Francia”,
dijo.
En este sentido, el filósofo francés Éric Sadin ha sido
quien mejor ha sabido entrever lo que trasciende a las ideas del más que
posible futuro presidente de la República. En un ensayo reciente
publicado y editado en francés expone lo que define como “la
siliconización del mundo”, la inevitable convicción de que el modelo de
Silicon Valley representa el horizonte insuperable de nuestro tiempo.
“Se
trata de adornar un nuevo tipo de capitalismo con virtudes igualitarias
en el que todo emprendedor tiene la capacidad de conectarse y
florecer,” explica Sadin. “Pero, en realidad, es un modelo de
civilización basado en la mercantilización completa de la vida y la
organización de la sociedad automatizada mediante la fibra de alta
velocidad”. (...)
Como si fuera la viva imagen de las teorías denunciadas por Morozov y
Sadin, el programa de Macron presenta soluciones semejantes para
afrontar los cambios del nuevo siglo. “Lo digital no es una industria:
es una transformación profunda de la forma de producir, consumir,
aprender, trabajar; de vivir con sencillez,” reza su propuesta para
digitalizar la organización social francesa, incluidos los servicios
públicos.
Sus planteamientos ofrecen pocos visos para creer que
revertirá la estructura de privatización de los últimos años, pero sí
para pensar que la retorcerá cediendo los datos de los ciudadanos para
lo que espera sean “los nuevos titanes tecnológicos franceses”, como ya
ha sucedido con el partenariado firmado entre el Servicio Nacional de
Salud británico y Google DeepMind.
En suma, los planes de Macron
están lejos de establecer un sistema social que afronte los riesgos
derivados de la modernidad, sino de otorgarles un espacio digital
privatizado dentro del cual los ciudadanos puedan asumir y afrontar
dichos riesgos. Y una vez “liberada la innovación” de sus grilletes,
quien no triunfe no merecerá ser sostenido por el Estado.
Así lo
captó el corresponsal Rafael Poch durante un mitin reciente: “Hay que
liberar las energías, dejar de proteger a los que no pueden y no tendrán
éxito”, dijo Macron. Que este “manifiesto producto del marketing del
establishment para hacer pasar continuidad por ruptura triunfe, sería
algo sin precedentes en la historia de este país”, observaba Poch.
También
que, por primera vez, la teología de Silicon Valley para la transición
hacia un neoliberalismo digital pueda calar con tanta fuerza en una
jefatura de Estado europea." (Ekaitz Cancela, Socialismo21, 23/04/17)
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