"En la Francia sumida en una campaña electoral bien accidentada por
los escándalos de dinero de políticos caraduras, aparece una frase que a
todos da que pensar: “¿Se imaginan al General de Gaulle investigado por la justicia?”.
La dijo François Fillon, candidato de la derecha antes de que le
acusaran de haber ingresado alrededor de un millón de euros durante una
década con los empleos, que se creen ficticios, de su esposa e hijos.
Efectivamente, el General está en las antípodas del actual espectáculo que ofrecen el Penélopegate,
las sombras sobre la declaración del patrimonio del niño bonito de la
escena, Emmanuel Macron, también muy opaco en la financiación de su
campaña, o en los crónicos fraudes de Marine Le Pen. De Gaulle vivía
como un espartano en el Elíseo.
Todo lo que no era estricta
representación, lo pagaba de su bolsillo: las facturas de gas y
electricidad de sus aposentos privados, incluidas. Su mujer, Yvonne,
compró una vajilla corriente para no utilizar las del Elíseo en el
comedor privado de la pareja.
Y cuando se iban de fin de semana a
Colombey-les-deux-Eglises, el General pagaba la gasolina de su bolsillo,
explicaba hace veinte años su amigo Michel Jobert. De Gaulle rechazó
conceder a su hijo el título de Compagnon de la Libération, pese a que respondía sobradamente a los criterios. Eludía cualquier posibilidad de nepotismo. (...)
Jacques Vendroux, sobrino-nieto del General, recuerda las llamadas
que De Gaulle hizo para que sus hijos y sobrinos no pudieran eludir el
servicio militar, explicaThomas Snégaroff en un reportaje difundido esta
semana por FranceInfo. A Vedroux que le tenía que haber tocado la mili
en París, lo mandaron a la Guayana. Integridad hasta el extremo de una
discriminación positiva.
Cuando murió, De Gaulle dejó escrito en su testamento lo siguiente:
“No quiero funerales nacionales, ni presidente, ni ministro, ni
secretariado de la Asamblea Nacional ni representación corporativa. No
se pronunciarán discursos ni en la iglesia, ni fuera. Nada de oración
fúnebre en el parlamento.
Ningún puesto reservado durante la ceremonia a
excepción de mi familia, de mis compañeros de la Orden de la Liberacion
y del consejo municipal de Colombey. Declaro por anticipado rechazar
toda distinción, promoción, dignidad, cita, condecoración, sea francesa o
extranjera”. Y punto.
“Quiso ser enterrado como la gente del pueblo, por eso propuse que
fueran los jóvenes del pueblo quienes llevaran el ataúd, fabricado por
el carpintero local como el de cualquier otro vecino”, explicaba hace
unos años Jean Raulet, alcalde de Colombay-les-Deux-Eglises, en el
mencionado reportaje.
Una figura que va a más
Todo esto se explica estos días en París, a propósito del mencionado
cargado ambiente electoral, pero la invocación nostálgica a De Gaulle va
mucho más allá, por la simple razón de que la figura del General se
crece con el tiempo.
Mitterrand, que no le llegaba ni al tobillo, dijo
de De Gaulle que fue, “el último de los grandes hombres del siglo XIX”.
Hoy se tiende a pensar, siguiendo al filósofo Régis Debray que en
realidad De Gaulle fue más bien, “el primer gran hombre del Siglo XXI”. (...)
La figura de De Gaulle crece, va a más, tanto a izquierda y derecha,
no solo al ser comparada con los gestores de la rutina y las relaciones
públicas determinadas por los sondeos de opinión, que son los actuales
políticos, sino también por haber sido un hombre de Estado, es decir
“alguien capaz de asumir riesgos”, según la propia definición del
concepto que ofreció él mismo.
En el actual gallinero político global (un espacio dominado por
mediocres gallinas al servicio de las finanzas) ¿Quién destaca por
asumir riesgos? De Gaulle era un político con sus propios criterios, que
pasaba de los periodistas en lugar de ser un esclavo de los medios.
Claro, el Estado aún estaba entonces por encima de las finanzas, otro
motivo de nostalgia.
Con De Gaulle había política exterior. Francia no era
una potencia seguidista más entre otras, y en el mundo se la respetaba
por ello. Fue el primero en reconocer a la China de Mao, trataba
directamente con Moscú, tenía una visión propia de Europa de Lisboa a Vladivostok, echó a los militares americanos de Francia… (...)
Y eso que la calidad política de Francia sigue estando por encima de la
media europea. ¡Pobre Europa! ¿Alguien se imagina al General de Gaulle
sometido a la disciplina alemana del 3% en déficit público?" (Rafael Poch, La vanguardia, 20/03/17)
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