"La economía europea consolida su recuperación, sin que se despejen las
dudas sobre su futuro. A corto plazo, la mayoría de los indicadores
apuntan en sentido favorable. La actividad crece más de lo esperado.
Para este año, se prevé un crecimiento del 1,7%, una décima más que en
la anterior previsión. Y ese crecimiento se mantendría en el 2018.
(...) los europeos exportan más de lo que compran en otros países, y se prevé
que la balanza externa arroje un superávit que rondaría los 350.000
millones de euros durante los próximos dos años. Sin embargo, las
perspectivas a medio plazo son menos halagüeñas. Las familias están
gastando a un ritmo que no es sostenible. Prueba de ello es que se prevé
que el consumo se incremente más que los ingresos de que disponen las
familias.
Esto provoca una caída del ahorro en la mayoría de los países europeos.
(...) la inversión privada evoluciona de forma moderada. Algo
sorprendente, teniendo en cuenta los sólidos márgenes empresariales y el
abaratamiento del crédito bancario, y que sin duda es debido a que
muchas empresas todavía prefieren desendeudarse, antes que renovar su
capacidad productiva o ampliar el negocio.
La propia Comisión reconoce
que el principal escollo es que las empresas se enfrentan a unas
perspectivas de demanda inciertas.
El poder adquisitivo apenas aumenta entre las clases medias
europeas, menoscabando el potencial de expansión de los mercados
nacionales, y el repunte del comercio internacional no logra compensar
las debilidades internas. (...)
La consecuencia es un paupérrimo crecimiento de la
productividad, al que se añade el declive demográfico. Los expertos de
la Comisión estiman que, cuando acabe la fase de recuperación, a partir
del 2018, Europa se enfrentará a un crecimiento potencial del 1,2%. Sin
medidas adicionales, el objetivo del pleno empleo parece difícil de
alcanzar para la mayoría de los países.
El caso de Italia es especialmente preocupante. Desde que
existe el euro, el país ha entrado en una larga fase de estancamiento
económico. Además tiene que financiar una deuda pública elevada y a la
vez hacer frente a un sector bancario frágil, que no consigue completar
su saneamiento. La tarea es colosal y amenaza la cohesión de la zona
euro.
Con todo, lo que ponen de relieve las nuevas previsiones de la
Comisión es la necesidad de un mayor protagonismo de la política fiscal,
en particular en materia de inversión pública. Más audacia en las
reformas orientadas a la productividad, y un mayor equilibrio en la
distribución de la renta a favor de las rentas del trabajo." (Raymond Torres, El País, 14/05/17)
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