"Desde estas páginas hemos venido destacando el creciente descontento de amplios sectores de las sociedades con sus élites, un fenómeno que viene de antiguo pero que la crisis de 2008-2009
y el potencial colapso del euro en 2011-2012 situaron en el centro del
debate político europeo. Desde entonces, aquella irritación no ha dejado
de aumentar, expresándose en un crecimiento constante de los movimientos populistas.
Retengan, solo a título de ejemplo, que los Verdaderos Finlandeses
alcanzaron el 18% del voto en el 2015; que la ultraderecha austriaca se
quedó a un tris de la presidencia del país en el 2016; que el Partido
por la Libertad, de Geert Wilders, se situó en segundo lugar en las elecciones holandesas del 2017; que Marine Le Pen en Francia se acercó al 40% en las presidenciales de mayo; y que las expectativas de voto de Beppe Grillo
y de la Lega Norte en Italia dan miedo.
A este populismo de derechas
añadan el de izquierda, que plantea igualmente soluciones simples a
problemas extraordinariamente complejos.
Porque la razón última del tsunami político que barre Europa, y también Estados Unidos, es material: la caída del nivel de vida de importantes grupos sociales, el aumento de la desigualdad y
la reducción de oportunidades de un futuro mejor. Unas tendencias
difíciles de corregir, porque son el resultado del 'dumping' social de
la globalización y de los negativos efectos del cambio técnico. (...)
¿QUÉ HACER?
Frente a ello, ¿hay algo que se pueda hacer?
Si la disyuntiva no es tanto el crecimiento del PIB sino el de la
distribución de sus frutos, la solución debe proceder de políticas que
contribuyan a un mejor reparto de la renta. Y, en lo tocante a esta y
dados los escasos márgenes de maniobra del sector privado para hacer
frente a la competencia global, una mejor distribución del crecimiento
debe proceder de la fiscalidad.
Todo lo anterior viene a cuento de los resultados electorales británicos: en contra de todas las previsiones, el desahuciado Jeremy Corbyn
ha sido capaz de galvanizar a jóvenes y exvotantes del Labour y
conseguir unos resultados que nadie esperaba. Y no es que sus propuestas
(«Para la mayoría, no para unos pocos») hayan prometido la luna.
Aunque
es cierto que, por estos pagos, algunas de ellas parecerían radicales
(renacionalización de la red ferroviaria y de correos, además de la
distribución de energía y la del agua, anulación de las tasas
universitarias o impulso a una banca regional pública), lo cierto es que
el programa forma parte de un centro moderadamente escorado a la izquierda.
Por ejemplo, en el ámbito fiscal destaca la defensa del equilibrio presupuestario y
la utilizacón del déficit solamente para financiar inversión pública,
al tiempo que propone elevar la imposición para el 5% con mayores
ingresos y, con ello, financiar la mejora de la sanidad.
Otras medidas tendrían un amplio apoyo social: elevación del gasto en Investigación y Desarrollo
hasta el 3% del PIB, un máximo de 30 alumnos por aula entre 5 y 7 años o
comedor escolar gratuito en la etapa de primaria, financiado con la
eliminación de la exención del IVA a las escuelas privadas.
PROGRAMA REFORMISTA
En el ámbito laboral destacan las iniciativas para incentivar el aprendizaje de los jóvenes
en las empresas y la supresión de los contratos de cero horas (aquellos
sin número de horas fijado ni conocido con antelación).
Finalmente, un
programa de incentivos a la construcción de viviendas, tanto para ampliar la propiedad y facilitar el acceso de los jóvenes a este mercado como para frenar el aumento de sus precios. En conjunto, un programa reformista que recuerda, un tanto suavizado, a los de los años 60, 70 y 80 del antiguo laborismo británico.
Corbyn
ha ganado en estas últimas elecciones mucho más que unos 30 diputados.
Con su parcial victoria, ha liquidado el debate acerca de hacia adónde
debería dirigirse el socialismo europeo para hacer frente a los problemas de desigualdades y falta de oportunidades, que son las verdaderas raíces de la marea populista
de estos años.
Por ello, para las élites políticas del resto de Europa,
socialistas o no, la 'victoria' de Corbyn es un importante aldabonazo:
hay que reconocer que ha acertado, tanto en el diagnóstico como en el
conjunto de sus propuestas. ¿Regreso al pasado? Sí. Pero, ¿quién dijo
que lo nuevo es siempre mejor?" (Josep Oliver Alonso , UAB y EuropeG, El Periódico, 14/06/17)
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