"Es normal ver a una multitud en la playa de West Kirby el
día del bote salvavidas, cuando se recauda dinero para el servicio de
rescate marítimo. Pero no para un mitin político de un líder laborista
de los más radicales, que defiende la renacionalización de las empresas
privatizadas bajo los gobiernos de Margaret Thatcher y Tony Blair, el fin de la austeridad,
aumentos del salario medio a la vez que fuertes subidas de los
impuestos sobre el 10% más rico.
“Jamás había visto eso: la gente
llegaba casi hasta Red Rocks (las rocas rojas)”, dijo uno de los
participantes en el acto, que el jueves llamaba a las puertas para pedir
el voto para los laboristas.
Aquel día, Jeremy Corbyn había
sido vitoreado por 20.000 jóvenes en un concierto del conjunto The
Libertines en un estadio de fútbol, cerca del viejo astillero de Cammell
Laird. Pero, si cabía, el mitin en la playa de West Kirby fue aún más
extraordinario. A fin de cuentas, estos suburbios residenciales, a ocho
kilómetros de las ruinas postindustriales de la orilla sur del río
Mersey, eran hasta hace algunos años un feudo conservador.
Pero el mitin
de Corbyn no sólo estaba lleno de jóvenes estudiantes, motivados como nunca por el líder laborista y por su compromiso por eliminar las matrículas. Había gente de todas las edades, y diversas clases sociales. Maestros, enfermeras, comerciantes, parados, pequeños empresarios cuya oficina es una furgoneta. (...)
En los comicios del jueves, los laboristas se impusieron en
el escaño correspondiente a West Kirby y alrededores, con una ventaja
sobre los conservadores que ha pasado de 400 a 5.000 votos. Es uno de
los escaños del codiciado noroeste que Theresa May había elegido como
blanco por el fuerte apoyo al Brexit. Pero lejos de perder escaños en el
noroeste, los laboristas ganaron cinco.
Los cientos de
mítines que Corbyn ha dado durante la campaña son la prueba de que la
segunda fase del asalto al poder de la izquierda británica se encuentra
en fase bastante avanzada. Ya se había logrado incorporar a cientos de
miles de nuevos activistas al Partido Laborista que, tras años de
apatía, ya cuenta con medio millón de afiliados, el partido político más
grande de Europa. (...)
Tras la victoria de Corbyn, los diputados blairistas y los
medios de comunicación denunciaron que el partido había sido secuestrado
por la izquierda radical. Con un programa basado en nacionalizaciones,
un enorme aumento del gasto en servicios públicos (40.000 millones de
euros en la sanidad) y otras medidas de la izquierda dura, advirtieron,
los laboristas jamás volverían a ganar las elecciones.
Hasta forzaron
otras primarias tras la victoria del Brexit, acusando a Corbyn de
incompetencia o complicidad con los euroescépticos. Pero –con el apoyo
de un nuevo movimiento de activistas altamente disciplinados conocido
como Momentum– volvió a ganar.
En la campaña electoral,
Corbyn aplicó el mismo modelo de campaña que utilizó en las primarias.
Habló en cientos de mítines públicos, donde defendió un manifiesto
basado en la transformación social y la igualdad.
“Corbyn ha apostado
por el modelo de la izquierda latinoamericana: enormes movilizaciones,
una campaña gigantesca de reclutamiento y un excelente manifiesto”, dice
el escritor Tariq Ali, excompañero de Corbyn en las manifestaciones de
los años setenta.
Lejos de diluir su discurso en las
elecciones, Corbyn hasta se atrevió a resaltar tras los atentados de
Manchester que el terrorismo, por inexcusable que sea, tiene que ver con
la participación británica en las guerras en Oriente Medio. The Sun lo
tachó de yihadista. Pero Corbyn fue subiendo en los sondeos.
Luego
llegaron los resultados explosivos de ayer. Corbyn no puede formar un
gobierno, pero nadie duda de que él es el ganador de las elecciones. Los
laboristas han logrado 13 millones de votos, igual que en los años de
los gobiernos de Tony Blair, tras una subida disparada de la
participación, sobre todo de jóvenes, motivados por la campaña. “Corbyn
ha sacado a la izquierda de su gueto”, afirma Alex Nunn, autor de The
candidate (Or Books).
Paradójicamente, la ambigüedad de
Corbyn respecto al Brexit ha ayudado. Los laboristas no perdieron sus
escaños en los viejos feudos laboristas del norte, focos del apoyo a la
salida de la UE. Hasta lograron atraer a algunos votos del
ultranacionalista UKIP. Esto pese a que Corbyn se niegue a hacer
concesiones a la xenofobia o a poner límites numéricos a la inmigración.
Al mismo tiempo, sacaron resultados excelentes en Londres y otros
centros metropolitanos más eurófilos.
¿Puede ser
Jeremy Corbyn el próximo inquilino del número 10 de Downing Street? Todo
es posible en la coyuntura política de la poscrisis. Librado de los
constantes amotinamientos blairistas, podrá dedicarse a atacar a un
gobierno conservador sumamente frágil.
“Hay un recuento de Kensington. ¡Kensington!”, dice Tariq Ali, en
referencia al feudo tory en Londres que, increíblemente, los laboristas
aún pueden ganar. “Si hay otras elecciones en el próximo año, Jeremy
será el primer ministro”. (Andy Robinson
, La Vanguardia, 10/06/2017)
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