"Llamo a Gloria, otra compañera desahuciada este mes,
para preguntarle cómo está. Lleva desde su desahucio sin aparecer en las
asambleas y nos preocupa. “Estoy en casa de mi abuela y me siento como
muerta”, responde.
Es madre de tres hijos, mellizos de 13 años y una
niña de nueve años de los que se ocupa sola, y trabaja de sol a sol
limpiando casas. No cotiza, porque no le hacen contratos, ni tiene
horarios ni lugares fijos de trabajo: le mandan al lugar de Madrid en el
que la necesitan según el día, y las horas de trabajo varían al antojo
de la empresa.
La situación es insoportable para toda la familia.
Gloria lleva luchando por tener un sitio digno para vivir desde la
burbuja inmobiliaria, y es un caso ejemplar de las cadenas de expulsión
creadas por esa dinámica.
Vino de Sevilla hace dos años para poner fin
al maltrato que sufría por parte del padre de sus hijos. Ya había,
además, perdido su casa. Tuvo un piso comprado con una hipoteca del que
la desahuciaron en 2015. (...)
Cuando vino a Madrid y ocupó un piso que en aquel
entonces era propiedad de Bankia, Gloria lo hizo sabiendo que su paga
precaria no llegaba para alquilar una vivienda a precio de mercado. En
la Empresa Municipal de la Vivienda (EMVS) le dijeron que, como no
llevaba el tiempo suficiente empadronada en la capital, no tenía derecho
a solicitar una vivienda social.
Después de un año viviendo en el piso
recuperado, dos intentos de desahucio fallados mediante, Bankia le avisó
que iba a vender el piso. Y unos meses después, Gloria encontró en su
puerta una nota escrita a mano: “Soy María, la nueva propietaria del
piso, llámame.”
En realidad, quien había comprado el piso era la
empresa inmobiliaria Claxton Gestión. En el registro mercantil de
Madrid, la PAH de Vallecas comprobó que no tiene ni un año de antigüedad
y que su Administrador Único, Eduardo Ratón Aspiunza, también es
administrador de otras tres empresas de compraventa inmobiliaria y
consultoría empresarial, y también apoderado en dos más empresas de
inversión e activos bancarios.
La notita de María en la puerta, sin embargo, dejó la
impresión de que se trataba de una compradora particular, y Gloria la
llamó para contarle su situación. María fue evasiva, aunque habló en
términos generales sobre los alquileres sociales. Las dos quedaron un
par de veces para hablar, pero María nunca apareció.
Un mes más tarde, a
Gloria le llegó la orden de lanzamiento sin más aviso. Habían
conseguido que se ejecutase dentro del mismo proceso que inició Bankia,
con lo cual se redujeron las posibilidades de negociación. “’Te tienes
que ir ya. Pero ya’, me dijeron”, y el 12 de mayo dejó el piso para no
vivir la violencia del despliegue policial.
En la casa de su abuela octogenaria, donde ahora está
con sus hijos, también vive su tío, que no pudo encontrar dónde vivir
después de separarse, y su tía con sus tres hijos. Así, la casa, de
renta antigua, aloja a una familia extensa de cuatro adultos y
seis menores en la que solo hay una fuente de ingresos mínimo. “La
convivencia es tensa”, lamenta Gloria.
“La abuela no quiere que estemos
tantos. Es entendible, le preocupan los gastos que no puede pagar.” Así
que ya no hay gas, la frecuencia del uso de la ducha está bajo disputa, y
por las noches utilizan velas para iluminar la casa.
“Estoy a punto de no poder ir a trabajar porque me
pongo a llorar en todos los sitios”, dice Gloria cuando la invito a
volver a las reuniones de la PAH. “En asamblea siempre me sentía más
fuerte, ahora me siento como un trapito, no sirvo para nada”, responde. (...)" (Saltamos.net)
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