"La economía global se encuentra exactamente en una situación parecida a
2006-2008. Occidente solo sabe crecer vía inflaciones de activos,
alimentada por una deuda total que no para de crecer; la inversión
productiva ni está ni se le espera; los salarios no aumentan; la
productividad de los factores continúa cayendo; el sistema bancario
mundial es profundamente frágil; y la inestabilidad financiera elevada.
La mayoría de las economías desarrolladas se han vaciado, mantienen
enormes déficits comerciales, y todo lo que producen son trabajadores
desempleados y ciudadanos insatisfechos. Como resultado, se ha producido
un aumento de la pobreza, y el mayor proceso de acumulación y
adquisición de riquezas por todo el globo en favor de unos pocos.
Hemos llegado hasta aquí como consecuencia de la implementación de un
sistema de gobernanza económico que hoy se encuentra completamente roto,
el neoliberalismo. Sus cuatro políticas económicas más significativas
han fracasado.
Nos referimos, por un lado, al abandono del pleno empleo
como objetivo político deseable y su reemplazo por objetivos de
inflación. En segundo lugar, al aumento de la globalización de flujos de
personas, capital, y comercio. En tercer lugar, a un enfoque
empresarial basado exclusivamente en la maximización del valor para los
accionistas, en lugar de la reinversión y el crecimiento económico.
Finalmente, a la búsqueda de mercados laborales flexibles con la
disrupción de sindicatos y trabajadores. Es un proyecto que beneficia a
unos pocos a expensas de la mayoría. Esto se refleja en una clase mimada
de individuos de altos ingresos.
La solución óptima pasa por revertir cada una de estas 4 políticas
económicas. La pregunta es cómo. Se requiere una combinación de
políticas económicas de medio y largo plazo; y la implementación de
ciertas políticas transitorias que permitan corregir los efectos más
negativos de las políticas actuales –marginalidad, exclusión, y pobreza-
hasta que se alcance los objetivos de medio y largo plazo.
En primer lugar debemos recuperar el objetivo de pleno empleo (...)
Para ello es fundamental entender el concepto de soberanía monetaria, la base de la Teoría Monetaria Moderna, detrás de la cual se encuentran economistas postkeynesianos estadounidenses, británicos, australianos, nórdicos, españoles, italianos…
Y el instrumento básico vinculado a la Teoría Monetaria
Moderna es el trabajo garantizado (0%
desempleo).
Tras la ruptura de Bretton Woods en 1971, la mayoría de
gobiernos empezaron a emitir sus monedas mediante decretos legislativos
bajo un tipo de cambio flotante. Un tipo de cambio flexible libera a la
política monetaria de tener que defender una paridad fija. Por lo tanto,
las políticas fiscal y monetaria pueden concentrarse en garantizar que
el gasto doméstico sea el suficiente para mantener altos niveles de
empleo.
Los gobiernos que emiten sus propias monedas ya no tienen que
financiar su gasto, ya que los gobiernos emisores de moneda nunca pueden
quedarse sin dinero. Pero desde el momento en que los emisores de
dinero, los Estados, empiezan a ser gobernados democráticamente, las
élites decidieron sin titubear crear y difundir mitos que se han ido
extendiendo, y que en el momento actual están muy arraigados en la
intuición colectica.
El objetivo no era otro que mantener sus
privilegios convirtiendo la economía en una especie de religión.
Es necesario y fundamental incrementar el salario mínimo.
Uno de los dogmas asociados a la flexibilidad del mercado de trabajo es
que no debe haber salario mínimo. El argumento contra el salario mínimo
es idéntico al argumento contra los sindicatos: el salario mínimo
constituye una barrera arbitraria para trabajadores y empleadores que
forman los acuerdos sobre lo que debe ser el salario.
Pero de nuevo la
historia no encaja con los hechos. Ya vimos como James Montier y Philip
Pilkington desmontaron esta falacia. ¡Es el principio de demanda
efectiva!
Es necesario diseñar un sistema impositivo que bajo el principio de equidad redistribuya la riqueza de los más acaudalados a los más pobres sin castigar la actividad productiva,
en definitiva, la creación de riqueza. Si se diseña adecuadamente daría
margen amplio para bajar los impuestos al factor trabajo, al factor
capital, y, sobre todo, permitiría reducir de manera ostensible ese
impuesto tan injusto que se ceba especialmente sobre los más débiles, el
IVA.
Pero para ello hay que tener voluntad política e ir a por lo que
en su momento denominamos buscadores de renta. La solución ya fue ideada
hace más de 100 años por un economista de San Francisco, Henry George.
Se trata de establecer un impuesto sobre el valor de la tierra.
¡Qué
vergüenza observar como en nuestro país los alquileres en general, y los
turísticos en particular, están diezmando y expulsando a los habitantes
históricos de determinados barrios!
Finalmente, otro elemento muy útil, tal como se puede observar en distintas experiencias exitosas en países nórdicos, sería el reparto de trabajo sin reducción de salarios.
Es cierto que se está aplicando en países netamente exportadores e
industriales, y que nuestro país en líneas generales no tiene ese
perfil, pero sí en determinados segmentos muy competitivos.
En una sociedad segmentada, con fuerte precarización y
con una distribución desigual del empleo, la propiedad y las rentas, se
debe reafirmar el derecho universal a una vida digna, el derecho
ciudadano a unos bienes y unas rentas suficientes para vivir. Por lo
tanto, serían necesarias unas rentas sociales o básicas para todas las
personas sin recursos, para evitar la exclusión, la pobreza y la
vulnerabilidad social.
Una renta básica universal, como elemento de transición al pleno empleo, sería muy útil.
Sin
embargo, conviene hacer una advertencia. Frente a los talibanes
defensores de la renta básica universal, si solo aplicamos la misma sin
desmontar la actual gobernanza dominante con sus cuatro pilares básicos,
no resolveríamos nada.
Todo lo contrario. Los salarios continuarían
cayendo, la renta y riqueza agudizaría su concentración en pocas manos, y
los servicios públicos serían completamente privatizados. En
definitiva, seríamos esclavos del 1% más rico. Como dice un lector de
este blog, acabaríamos en los “Juegos del Hambre”. (Juan Laborda, Vox Populi, 28/05/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario