"Los países no desaparecen, pero a veces sí se
enfrentan con tormentas perfectas. No amenazan su existencia, pero
pueden representar desafíos importantes para su bienestar e integridad.
México podría estar al borde de una tormenta perfecta mientras empieza
un nuevo año lleno de riesgos y pocas oportunidades.
Tres nubarrones amenazan el futuro de México en 2018:
el ajuste fiscal de Donald Trump, el posible fin del TLCAN y una
elección presidencial que podría dar lugar a una era de agitación e
incertidumbre para la economía y la sociedad en general.
La primera amenaza tiene poco que ver con las políticas internas de México y está fuera de su control. (...)
De acuerdo con algunos economistas, es muy probable que la reforma fiscal de Trump implique tres desventajas considerables para México.
La primera es que los conglomerados mexicanos podrían
decidir cambiar su sede y residencia legal a Estados Unidos para
aprovechar la tasa del impuesto corporativo, que ahora es mucho más baja
(el 30 por ciento en México en comparación con el 21 por ciento en Estados Unidos).
Si bien esto no necesariamente moverá empleos de un
país a otro, podría desalentar la inversión extranjera, o incluso la
doméstica, en México. Si las grandes multinacionales mexicanas como
Cemex, Bimbo, Televisa o Mexichem se reubicaran al norte de la frontera,
¿por qué las empresas más pequeñas, o posibles empresas nuevas, no
deberían hacer lo mismo?
La segunda es que las corporaciones estadounidenses
con grandes inversiones en México podrían optar por aprovechar otras
disposiciones favorables, además de las diferencias entre tasas con la
reforma fiscal, y repatriar dinero y empleos a Estados Unidos.
Por último, el paquete fiscal fácilmente podría
disuadir a las empresas estadounidenses de invertir en México, lo cual
es en parte lo que se propone hacer, incluso si en última instancia no
se incluyó un impuesto fronterizo ni un impuesto al valor agregado de
importación. (...)
En teoría, México podría contrarrestar estas acciones
con cambios al estilo Trump en su sistema fiscal, pero el golpe a los
ingresos gubernamentales sería devastador. Hoy en día, México tiene una
de las tasas de impuestos más bajas entre los países que forman parte de
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Disminuir los impuestos crearía un problema tributario delicado. En
especial debido a que, en México, pocas personas serias creen que
recortar impuestos aumente los ingresos.
La segunda posibilidad amenazadora que se asoma en el
horizonte de México es el fin del TLCAN, o, en el mejor de los casos, la
postergación indefinida de la renegociación, algo que perpetuaría la
incertidumbre.
La nueva ronda de negociaciones está programada para
marzo o abril, pero por las elecciones presidenciales en México el 1 de
julio y las elecciones intermedias de noviembre en Estados Unidos, sería
imposible que un acuerdo hipotético se ratificara antes de principios
de 2019 en ambos congresos o en el parlamento canadiense.
Esto frenaría la inversión extranjera por lo menos
hasta que se determinen las nuevas reglas y permitiría que el gobierno
de Trump siga amenazando con ponerle fin al TLCAN para obtener
concesiones de México en otros temas. (...)
El gobierno de Trump quiere renegociar las reglas de
origen del tratado y exige, por ejemplo, que al menos el 50 por ciento
de un automóvil fabricado conforme al TLCAN se componga de piezas hechas en Estados Unidos.
Washington también quiere que las controversias se resuelvan en los
tribunales estadounidenses (y no en los organismos de arbitraje neutros
que establece el tratado), así como establecer límites en la exportación
de algunos productos agrícolas de México a Estados Unidos y que el
acuerdo se revise completamente cada cinco años.
Con estos puntos álgidos sobre la mesa, los negociadores del presidente Trump podrían invocar cualquier día de estos el artículo 2205 del TLCAN, que establece una salida del tratado por parte de los firmantes en seis meses.
Aunque México sobrevivirá sin el TLCAN, el impacto en
la inversión extranjera, mucho más que en el comercio, sería devastador
durante los primeros años. Estas no son buenas noticias para una
economía cuyo crecimiento se espera que sea inferior al dos por ciento
en 2018, y que ha venido creciendo en los últimos tiempos a una tasa
promedio de apenas dos por ciento anual. Un crecimiento menor significa
menos empleo, lo cual, entre otras cosas, podría motivar una mayor
migración de México a Estados Unidos.
La tercera borrasca que se avecina es la elección
presidencial. Esta será la quinta elección democrática consecutiva en la
historia de México. Eso, en sí mismo, es un logro monumental. Además,
la elección promete ser, en esencia, libre y justa: otro logro.
Sin
embargo, el resultado, al menos según las encuestas más recientes,
promete ser problemático. La razón es Andrés Manuel López Obrador, el
político de izquierda y candidato presidencial de Morena mejor conocido
como AMLO.
El problema no es tanto si López Obrador, el exjefe de gobierno de Ciudad de México, ganará —es el claro líder de las encuestas—,
sino si la comunidad empresarial extranjera y nacional cree que lo
hará. Parece que sí y que ya están actuando en consecuencia, con lo cual
están propiciando el inicio de una profecía autoproclamada.
Más allá de
si las predicciones de que sería otro Hugo Chávez
o Luis Echeverría —el presidente populista en México de la década de
los setenta— sean válidas o no; la cuestión es si los inversionistas
creen en ellas. También parece que sí, y están retrasando sus proyectos
en curso o posponiendo los nuevos hasta después de la elección. (...)
Uno de sus recientes compromisos más intrigantes, la
amnistía a los campesinos que cultiven drogas y la negociación con los
líderes de los cárteles, si bien resulta innovador y audaz, podría
considerarse un anatema en Washington. Nuevamente, estas promesas
podrían ser maniobras de distracción, por así decirlo, pero si las
suscriben suficientes personas que toman decisiones, su efecto sería el
mismo que si se hicieran realidad.
Lo que estos tres nubarrones dejan ver para México es
un periodo largo de crecimiento insignificante, después de un periodo de
crecimiento mediocre. Quizá conlleve al aumento del cultivo de drogas,
de la migración y de la violencia. La pobreza y la desigualdad, que
habían disminuido levemente en los últimos quince años, aumentarán de
nuevo.
Estas no son buenas noticias para México. En
circunstancias internacionales idóneas, sería un reto formidable; con
Donald Trump en la Casa Blanca, puede ser una pesadilla. Al margen de
que ocurra algún milagro —que la economía estadounidense, a diferencia
de Wall Street, esté ante un auge extraordinario; que China salga al
rescate de México; que la erradicación de la corrupción en México
resuelva todos los problemas— no hay alternativas plausibles. (...)"
(Jorge G. Castañeda fue secretario de Relaciones Exteriores de México de 2000 a 2003, The New York Times, en Revista de prensa, 11/01/18)
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