1.3.18

Con la prohibición de que los bancos centrales financiaran a los gobiernos... los bancos europeos habrán recibido anualmente 350.000 millones en intereses por la deuda asociada a la financiación de los estados

"(...) Podríamos decir que los verdaderos ganadores de Maastricht fueron el capitalismo líquido y especulativo de las finanzas que, mediante el artículo 104 del tratado, consagró la prohibición de que los bancos centrales financiaran a los gobiernos, una condición que solo ha beneficiado a la banca privada; desde que se ratificó el Tratado de Maastricht,  se calcula que con esta medida los bancos europeos habrán recibido anualmente alrededor de unos 350.000 millones euros en concepto de intereses por la deuda asociada a la financiación de los estados. 

Un dinero que, en lugar de haberse dedicado a financiar el desarrollo del cambio de modelo productivo europeo o políticas sociales, ha sido el que ha alimentado la especulación financiera. 

Precisamente, en los intereses financieros y no en el gasto social se encuentra el verdadero origen de la deuda de los países del sur, que las instituciones europeas han querido combatir a base de recortar derechos y democracia.

Si bien es cierto que el Tratado de Maastricht apuntaba también a la necesidad de promover la convergencia productiva y social, este objetivo solo ha quedado en una mera declaración de intenciones, sepultada por el rigor del pacto de estabilidad presupuestaria.  (...)

 Se suponía –también erróneamente– que se produciría una transición desde la convergencia nominal a la estructural. Justo lo contrario de lo que ha acontecido: las disparidades productivas y sociales entre los países del norte y del sur, del centro y de la periferia se han ensanchado.

 Las medidas de signo estabilizador –acompañadas de las políticas de oferta y estructurales antes mencionadas– han penalizado sobre todo a las economías más rezagadas, caracterizadas por tejidos productivos y posiciones competitivas más frágiles.

 Porque sin ningún tipo de forma democrática de compartir recursos o sin estrategia de desarrollo común, la unión monetaria se ha convertido en un mecanismo perverso que drena recursos de los pobres hacia los países ricos.  (...)

En la Europa que surge del Tratado de Maastricht y que se consolida con la implantación de la moneda única –en realidad, en la Europa que se reconoce en el relato neoliberal que triunfó con la revolución conservadora encabezada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher o en el “neoliberalismo progresista” de la Tercera Vía de Blair– encontramos más empleo precario y más trabajadores pobres, más desigualdad y menos equidad, unos salarios que se estancan o que apenas crecen, paraísos fiscales que sangran las finanzas públicas permitiendo una evasión a gran escala de multinacionales y multimillonarios, unas estructuras tributarias cada vez más injustas y regresivas, donde la carga fiscal es cada vez más soportada por las rentas medias y bajas. 

Encontramos, en fin, una Europa con unas instituciones cuya agenda ha estado determinada por los lobbies empresariales y las economías más poderosas.

Realmente, Maastricht fue la primera gran alerta de cómo el neoliberalismo imperante en la construcción de Europa que allí se ponía en marcha no necesitaba la democracia, más bien le molestaba, y que, por tanto, con el Tratado comenzaba su desmantelamiento real.(...)"                  (Miguel Urbán, Fernando Luengo, CTXT, 14/02/18)

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