"(...) La Unión Europea y Alemania en particular, necesitaban un relato
positivo del resultado de las medidas de austeridad. Hubiera sido
políticamente desastroso para Merkel - que mantuvo las políticas de
dumping salarial y recortes sociales - permitir un escenario en el que
la austeridad sólo se pudiera implementar en una situación de crisis
social y política extremas o - peor aún - permitir la posibilidad de que
un partido de izquierda abandonase la austeridad.
Los males de Portugal
eran la mejor oportunidad para demostrar que la austeridad podía
funcionar, si se aplicaba en una situación de baja movilización social y
obediencia acrítica a los dictados de la troika.
Portugal pidió un rescate en 2011, un año después de Grecia, y desde el principio, fue tratada como “el buen estudiante.” [2]
“Portugal no es Grecia” se repetía una y otra vez. Y es verdad. Desde
finales de 2014 al Banco Central Europeo, a través del Banco de
Portugal, se le permitió comprar bonos de deuda pública portuguesa
directamente, una forma de flexibilización cuantitativa.
Esto tuvo dos
resultados positivos: bajó las tasas de interés de la deuda, y una parte
de las tasas de interés pagadas por el gobierno portugués, por lo
tanto, podían ser pagada al Banco de Portugal, volviendo a inyectar así
dinero en la economía portuguesa. Las instituciones europeas nunca
permitieron que el gobierno de Syriza en Grecia recurriera a la
flexibilización cuantitativa.
Más tarde, en 2016, aunque el nivel de déficit estaba por encima del límite impuesto por el pacto fiscal [3],
la Comisión Europea decidió no aplicar sanciones a Portugal y España.
Fue una decisión política diseñado no sólo para permitir al gobierno
portugués cierto margen de maniobra, sino -más importante- para evitar
la llegada al gobierno de la izquierda en España en un escenario en el
que la austeridad impuesta por Europea amenazaba con agravar la crisis
política [4] .
Por otra parte, en marzo de 2018,
el gobierno portugués llegó a un acuerdo con la Comisión Europea para
que el dinero gastado en la recapitalización de la banca pública Caixa
Geral de Depósitos no se contabilizase en su déficit.
A pesar de esta
decisión, la agencia de estadísticas de la UE Eurostat cifró el déficit
portugués en un 3 por ciento, por encima del límite del Tratado
presupuestaria y muy por encima del pronosticado 0,9 por ciento del
gobierno (lo que hubiera supuesto el nivel de déficit más bajo de su
historia).
Una vez más, la Unión Europea mostró su verdadera cara: juega
sus fichas como le convenga, según sus objetivos políticos, mientras
que los actores políticos en la periferia están sometidos a las reglas
impuestas por el centro.
En este sentido, es justo decir que
Portugal no es Grecia. Si Grecia iba a ser el ejemplo de lo que sucede
cuando no se siguen las normas, Portugal estaba destinado a ser un
ejemplo positivo en Europa.
Y esta decisión política, que se adoptó en
una situación más general de recuperación económica, permitió la
aparición de un nuevo “centro-izquierda” en el poder, que no sería la
punta de lanza de ninguna resistencia seria a la imposición de las
medidas de austeridad. (...)" (Catarina Principe
, Sin Permiso, 15/06/2018)
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