"(...) Tras casi tres décadas de neoliberalismo, las sociedades están
reaccionando en el sentido previsto por Polanyi. Millones de personas lo
han perdido todo y asisten atónitas a la desintegración de sus
comunidades sociales. La miseria se extiende cada día y la juventud
carece de horizonte.
¿Acaso puede sorprender el auge que el populismo de
derechas está experimentando en Europa? ¿Puede extrañar la reaparición
de demandas de soberanía, de seguridad, de protección frente a las
consecuencias deletéreas del mercado autorregulado? Cada vez más
ciudadanos apelan al Estado y reivindican un marco nacional porque saben
que es el único en el que pueden intervenir y vencer.
Tildarlos de
“fascistas” es no entender, o no querer entender, la verdadera
naturaleza de la Unión Europea, su carácter jerárquico y destructivo, su
orientación profundamente antidemocrática.
La re-nacionalización de la
política europea no es un efecto coyuntural de la competencia entre
partidos, sino el producto histórico de la globalización capitalista y
de la forma específica que ésta ha adoptado en Europa. (...)
El europeísmo y el globalismo pueden todavía cautivar a las
clases medias intelectuales, pero no frenarán el avance del populismo de
derechas. Para ello se necesita una nueva síntesis política que sea
capaz de interpelar a los estratos populares con ideas fuertes, con
pasión e imaginarios radicales.
La clave es unir un discurso dirigido a
las grandes mayorías sociales con un programa orientado a la defensa de
la dignidad de las clases populares y trabajadoras: la recuperación de
la soberanía como base de la democracia; la reindustrialización de
España a partir de la intervención pública en la economía; una política
orientada al pleno empleo; y una profunda transformación del Estado en
un sentido republicano, federal y democrático.
Naturalmente, ello
exigirá un replanteamiento de las alianzas internacionales y una nueva
unión entre los países europeos que respete la soberanía de los Estados:
una Europa confederal. De fondo, la posibilidad real de una gran
alianza entre las clases trabajadoras, los estratos medios empobrecidos y
las pequeñas y medianas empresas golpeadas por la globalización. Si no
la construye la izquierda, no lo hará nadie.
El
soberanismo ha venido para quedarse. Lo que estamos viendo sólo son los
primeros vientos de la tempestad que se avecina. A estas alturas, la
única pregunta relevante es quién hegemonizará las fuerzas sociales que
ha desencadenado la globalización y que demandan protección, seguridad,
identidad.
La inquietud de las élites neoliberales europeas resulta
comprensible: es el correlato lógico de su hostilidad al Estado y a la
democracia. Por el contrario, la postura de algunos intelectuales de
izquierda es muy difícil de entender. Las personas que nos han criticado
estos días soslayan que el control de la soberanía es una condición
indispensable de la democracia.
No parecen comprender el carácter
dependiente y subalterno del país en que viven. Rechazan, en fin,
cualquier posibilidad de realización histórica concreta de las
aspiraciones populares. Hermann Heller escribió algunas páginas
luminosas sobre esta contradicción del movimiento socialista.
La única
alternativa real al populismo de derechas es una síntesis política que
anude soberanía, democracia y socialismo como respuesta a los
sufrimientos sociales provocados por el neoliberalismo. Pero una cosa es
segura: el futuro de los pueblos se construirá sobre las cenizas de
esta Unión Europea."
No hay comentarios:
Publicar un comentario