"(...) en la inconclusa y estancada construcción europea, hay unos
ganadores y unos perdedores. Los ganadores y beneficiarios son sólo un 20% de
los europeos, que conforman la élite política y económica (los eurófilos). Sin
embargo, los perdedores son la inmensa mayoría de los ciudadanos (el 80%), que
no han notado, en su día a día, ningún beneficio personal y tangible,
propiciado por el proceso de construcción europea (los eurófobos).
De ahí que,
entre los ciudadanos de a pie, exista la percepción cierta de que las políticas
europeas favorecen más a las clases pudientes que a las populares. Y esto ha
ahondado cada vez más la brecha de las “desigualdades
sociales” y ha provocado una real “crisis
de legitimidad social” de la UE.
El desafecto hacia las instituciones y
hacia todo lo que huela a Unión Europea es una realidad.
Para darse cuenta de
esto, basta con pensar en el Brexit, en el crecimiento generalizado y constante
de los euroescépticos, de los eurocríticos y de los eurófobos, así como en
la resurrección de los nacionalismos y de los partidos de extrema derecha en la
mayor parte de los estados miembros.
· Ante este statu quo y para relanzar e impulsar el
proceso de integración de una auténtica “Europa
de los ciudadanos”, como preconiza J. Arregui, habría que, entre otras
cosas, potenciar una revitalización de la
democracia, reinventándola, para poner coto a los burócratas europeos y a
la casta política.
Por otro lado, se tendrían que implementar “políticas inclusivas” y de “solidaridad redistributiva”, para
reducir y acabar con la brecha, cada vez mayor, de las desigualdades
económicas, sociales y culturales entre europeos. Además, se tendrían que sustituir
y/o compaginar las “identidades locales y
nacionales” con una “identidad
europea común”.
Así se podría ir más allá de lo económico e instrumental y
contrarrestar el auge de los eurófobos y el resurgimiento con fuerza de los
nacionalismos. Por otro lado, se tendrían que abandonar las declaraciones
retóricas y políticamente correctas (“la
langue de bois”) para pasar a los actos, a la “política de las cosas” (“Facta,
non verba”). (...)
Sin la vista puesta en la “Europa de los ciudadanos”, gracias a la implementación, entre otras muchas, de las medidas desgranadas ut supra, no se podrá avanzar en la necesaria y vital construcción europea, que debe ser algo más que mercado.
La “nascitura” Unión Europea o es algo más
que mercado y economía, aunque también, o no será. De esto depende que los malos
presagios de la arquitectura de la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo
sean sólo augurios y no realidad." (Manuel I. Cabezas González, Honestidad radical, 21/11/18)
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