"La indignación social ha encontrado con el movimiento de los "chalecos amarillos" una expresión sin precedentes.
El carácter neopoujadista
y anti-impuestos que parecían dominar hasta una semana y los intentos
de su instrumentalización por la extrema derecha y la derecha extrema se
han visto relativizados por la dinámica del movimiento, que ha crecido
considerablemente, y la conciencia de que el aumento de impuestos sobre
la gasolina ha sido "la gota que ha colmado el vaso."
Algunos excesos homófobos o racistas, marginales pero no obstante detestables, y algunos incidentes, a veces graves, no empañan su sentido. Este movimiento de auto-organización popular es un punto de referencia y es una buena noticia.
El movimiento de los “chalecos amarillos" es
ante todo síntoma de una crisis generalizada, la de la representación
social y política de las clases trabajadoras. El movimiento obrero
organizado ha sido durante mucho tiempo la fuerza que cristalizó el
descontento social y le dio un sentido, un imaginario emancipador. El
poder del neoliberalismo ha debilitado progresivamente su influencia en
la sociedad, no dejándole otra función que la de acompañar la regresión
social.
Una situación fluida
Más recientemente, el desarrollo de las redes
sociales ha apoyado esta profunda transformación, permitiendo la
coordinación informal sin pasar por las organizaciones. La arrogancia
del gobierno Macron ha hecho el resto con el cinismo de quienes dominan y
que siempre valoran a “los primeros de la cordada" contra "los que
fuman cigarrillos y conducen vehículos de diesel”.
Los “chalecos amarillos" son también el
producto de una serie de fracasos del movimiento social. Estos fracasos
se han multiplicado desde la batalla de 2010 sobre las pensiones hasta
el movimiento contra la Ley del Trabajo o la huelga de los
ferrocarriles, y tienen razones estratégicas todas ellas relacionadas
con la incapacidad de refundarse política, organizativa e
ideológicamente tras Guerra Fría, la globalización financiera y el
rechazo de cualquier compromiso social de las clases dominantes. Todos
somos responsables, activistas y líderes de la izquierda política,
sindical y asociativa, de estos fracasos.
En esta situación fluida, la respuesta de la
izquierda emancipadora debe ser la politización popular.(...)
Este movimiento plantea dos cuestiones: la
creciente miseria social, especialmente en los barrios populares de las
áreas metropolitanas, los desiertos rurales y las regiones
ultraperifericas; y el de la gravedad de la crisis ambiental y climática
que amenaza las condiciones de existencia de una gran parte de la
humanidad y principalmente de los pobres.
Debemos responder a estas dos preguntas con la
conjunción de un proyecto, prácticas sociales y una perspectiva
política que una indisolublemente la cuestión social y la cuestión
ecológica, la redistribución de la riqueza y la lucha contra el
calentamiento climático global. El anclaje de la izquierdo emancipadora
en las clases populares es condición previa para alentar una coalición
de la mayoría por la justicia social y ambiental."
(Annick Coupé, Patrick Farbiaz, Pierre Khalfa, Aurélie Trouvé
, miembros de Attac y de la Fundación Copernic, Sin Permiso, 25/11/18. Fuente: Le Monde, 20 de Noviembre 2018)
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