"(...) cuántas de las falsedades de Vox han estado legitimando los medios y
muchos de sus analistas con total impunidad en tertulias y entrevistas (...)
Llevamos meses escuchando mentiras sobre falsos porcentajes de
delincuencia de emigrantes, injustificadas alarmas sociales por la
llegada de refugiados, acusaciones infundadas de denuncias falsas de
violencia machista, denuncias de ayudas y subvenciones inexistentes a
minorías religiosas y étnicas, datos
falsos sobre bondades sociales del franquismo, negaciones de crímenes y
represiones que están absolutamente documentadas durante la dictadura (...)
Vox ha descubierto que los políticos
podían mentir sin problema en sus discursos públicos, en las
entrevistas, en los medios y no pasaba nada. ¿Por qué no mentir cinco
veces más con mentiras cinco veces más gordas?
En cuanto los partidos, organizaciones de
izquierda y sus militantes deben de aprender que no resulta eficaz el
mensaje simplista de que viene el fascismo y vamos a combatir a la ultraderecha.
Eso supone poner en la agenda su protagonismo en lugar de los problemas
que acucian a la sociedad y, ojo, algunos de ellos, perfectamente
identificados por la ultraderecha (corrupción, paro...).
Tenemos
entonces una izquierda que desplaza sus propuestas políticas por
combates tan épicos como intangibles de lucha contra el fascismo,
mientras la ultraderecha presenta problemas (reales o imaginados) con
"soluciones" (otra cosa es que ninguna sea aceptable desde un mínimo
sentido de la democracia o que no solucione nada, pero poseen la
capacidad de convencer a algunos). (...)
Con un prestigio de los grandes medios
por el suelo, unas posibilidades tremendas para la difusión ciudadana,
una emotividad y simplificación total del mensaje político y con una
impunidad total para las fake news,
se dan las condiciones perfectas para que un discurso fascista avance
entre los sectores de la población más desfavorecidos a través de una
planificada y diseñada estrategia en redes sociales.
Las estructuras tradicionales de
organización social de la izquierda no han sabido manejarse en las
redes. Sindicatos, colectivos y partidos de izquierda necesitan tiempo y
espacio para reflexionar y explicar, debaten entre sus militantes,
procuran formarse en escuelas, necesitan espacio físicos para
organizarse (fábricas, centros vecinales, locales sociales...).
Todo
ello ha sido dinamitado por las nuevas formas de comunicación y las
redes sociales. Es verdad que Podemos ha desarrollado mucho esas formas
de comunicación pero juega con desventaja frente a la ultraderecha
porque lo que triunfa es el mensaje simple, que apele a las emociones
arcaicas y tradicionales, que identifique enemigos de forma sencilla,
preferiblemente débiles para que se sientan más empoderados los
convencidos, y, por supuesto, sin importar si lo que se dice sea verdad o
no, basta con que sea efectivo.
Para todo esto las redes sociales en
manos de la ultraderecha son perfectas: no hay que demostrar la
veracidad de nada, los mensajes son breves y escuetos, la complejidad
argumental no existe; y la emoción y la ira son el mejor combustible
para su difusión. Ha servido para Trump, para Salvini, para Bolsonaro.
Todos ellos se han presentado víctimas de los medios de comunicación
sabedores de que ya estaban desacreditados, han invertido esfuerzo y
dinero en las redes en lugar de en los medios tradicionales (...)
Una vez más la eterna pregunta: ¿Qué hacer desde los medios o desde la ciudadanía a través de las redes sociales? Algunas ideas:
Es necesario recuperar en nuestras redes
el argumento y el razonamiento en el debate político frente a la
simplificación de la arenga y la emoción. Con el simplismo pierde la
inteligencia y gana el fascismo. (...)
A título individual no deberíamos dejar
pasar ni una sola mentira en nuestras redes. No me refiero a reaccionar
con indignación y rabia, pero sí a desmontar el bulo con rigor y
precisión. Pero también esto hay que hacerlo con inteligencia. Explicaba
en un brillante hilo del periodista Javier Salas
que si nos ponemos a desmentir la afirmación de Vox de que los
emigrantes son un problema ya estamos introduciendo esa idea a la gente
de partida.
Como dice Salas,
darle espacio al discurso de Le Pen, aunque sea para desmontar sus
mentiras, no funciona. Estás dejando que se hable de "lo suyo", que es
lo que quieren. Salas propone que hagamos caso a George Lakoff,
"primero, empezar titulando con la verdad. Después, contar la trola (o
la cifra discutible). E inmediatamente después, explicar que es una
patraña y por qué".
La izquierda no debería renunciar a
seguir difundiendo su propio programa de propuestas, no debería
desplazarlo para colocarse al rebufo de la ultraderecha creciente y
dejar que ella imponga la agenda. Igualmente debe llamar la atención
sobre la gravedad de que amplios sectores inconformistas de izquierda
adopten en sus discursos comunicacionales la abstención como forma de
rebeldía.
Es esa abstención la que ha permitido la victoria de Trump en
Estados Unidos, la de un "Sí" al Brexit en el Reino Unido de mano de la
derecha o la llegada de Vox al Parlamento andaluz. (...)
Por último, no olvidemos responsabilizar también a los gobernantes
actuales del avance de la ultraderecha. Si la opción a Trump era una
candidata que como Secretaria de Estado llevaba a EEUU a la guerra
contra Libia o Siria, si e
n Italia las política laborales de los gobiernos anteriores no fueron
mejores que las del gobierno en el que participa la ultraderechista Liga
Norte de Salvini, y si en España bajo un gobierno socialista los banqueros se jubilan con 110 millones entre finiquito y plan de pensiones, es normal que muchos no muevan un dedo para defender el modelo vigente y no les preocupe lo que venga, aunque pueda ser peor." (Pascual Serrano
, eldiario.es, 14/01/2019)
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