23.6.20

Para los prestamistas, que se frotan las manos ante este pandemia, no hay solidaridad que valga; la deuda permite colocar y rentabilizar los capitales es un mercado gigantesco y están dispuestos a aprovecharlo... La otra alternativa, la que apenas se explora y que, sin embargo, debería convertirse en el nudo gordiano para salir de esta profunda crisis, consiste en movilizar los recursos de los ricos, de los titulares de grandes patrimonios y de las grandes corporaciones. Un camino cerrado con candado durante las últimas décadas

"(...) La alternativa de la deuda es la que se impone y no por casualidad. ¡A quién le sorprende! Esta es, en definitiva, la clave del entramado de intereses que ha gobernado nuestras economías desde hace décadas y que las gobierna en la actualidad.  (...)

Una cosa es que tanto el déficit público como la deuda aumenten como consecuencia de la profunda recesión económica, de la pérdida de capacidad recaudatoria de los gobiernos y de los programas de gasto público puestos en marcha para hacer frente al COVID-19… y otra muy distinta es montar toda una estrategia de intervención sobre la base del endeudamiento, porque los canales de financiación alternativos están cerrados o son manifiestamente insuficientes… o porque no se tiene el coraje suficiente de explorar otras opciones.

Como siempre, como deberíamos saber de memoria, los mercados están gobernados por las grandes corporaciones, por un reducido número de empresas y milmillonarios que tienen su propia hoja de ruta, que casi siempre es la que siguen, voluntaria o involuntariamente, por acción o por omisión, los gobiernos.  (...)

Para los prestamistas, que se frotan las manos ante este panorama, no hay solidaridad que valga; la deuda permite colocar y rentabilizar los capitales es un mercado gigantesco y están dispuestos a aprovecharlo. Es cierto que los tipos de interés son muy bajos y posiblemente permanecerán en esos niveles en el futuro, pero nada ni nadie puede asegurar que esta situación de mantendrá en el tiempo. En todo caso, los préstamos hay que devolverlos y en ese proceso de devolución se abre una puerta para influir, condicionar y beneficiarse de las políticas de las administraciones públicas.

La otra alternativa, la que apenas se explora y que, sin embargo, debería convertirse en el nudo gordiano para salir de esta profunda crisis, consiste en movilizar los recursos de los ricos, de los titulares de grandes patrimonios y de las grandes corporaciones. Un camino cerrado con candado durante las últimas décadas, tal ha sido el poder de los de arriba, que han conseguido trasladar la carga fiscal a las clases populares y a las pequeñas y medianas empresas, dando lugar a una estructura tributaria profundamente regresiva.  (...)

Recientemente, han visto la luz diferentes propuestas -exigir de la banca el dinero de los rescates, aplicar un gravamen especial sobre las grandes fortunas y patrimonios, gravar las transacciones digitales, aplicar una tasa sobre las grandes empresas contaminantes, introducir un impuesto sobre una parte de las transacciones financieras, limitar el pago de dividendos a los grandes accionistas, controlar las retribuciones de los altos directivos…-. Este es el camino. 

El denominador común de todas ellas es que miran en la dirección adecuada, a los que atesoran poder y privilegios, y que los seguirán teniendo, aunque se apliquen esas medidas… pero en menor medida. Hay que redistribuir, no sólo porque es justo, no sólo porque es urgente hacerlo, sino porque la deuda, finalmente, es la alternativa de las elites. Está es, en mi opinión, la prueba del algodón de una política progresista."                   (Fernando Luengo, Otra Economía, 12/05/20)

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