"La pandemia ha desorganizado profundamente la economía mundial. Más
que tratar de hacer previsiones, este artículo pretende mostrar por qué
esto sería un ejercicio imposible.
En efecto, la lógica de esta crisis
es inédita y la manera de salir de ella dependerá de factores no solo
económicos, sino también sanitarios y sociopolíticos. Insistiremos más
en las consecuencias de esta crisis para la gestión de las deudas en
Europa.
La desarticulación de la economía
Esta crisis es de una brutalidad inaudita (...)
En una contribución anterior recordamos que “el coronavirus no contamina
un organismo sano, sino un organismo ya alcanzado de enfermedades
crónicas” (Husson, 2020 a). Sin embargo, el impacto de la crisis no se
explica totalmente por las flaquezas del sistema realmente existente.
Por cierto que cabe imaginar que la pandemia habría tenido de todas
maneras efectos violentos incluso en una economía sana. Esta crisis no ha nacido en la esfera financiera, sino directamente en la llamada economía real.
Por tanto, no se puede analizar de la misma manera que la crisis
precedente, la de 2008. En efecto, esta vez se han quedado bloqueadas
directamente las relaciones productivas y, por tanto, las vías de
transmisión son completamente diferentes. (...)
El confinamiento tiene por efecto inmediato la caída del consumo y de la
producción: empresas cerradas, que por tanto no producen nada,
comercios cerrados y consumidores confinados.
Las inversiones, a todas
luces, se hallan en punto muerto debido a la ausencia de pedidos y
también a la incertidumbre sobre las perspectivas. En fin, el comercio
mundial se ha contraído. Se ve perfectamente la interacción indisoluble
entre oferta y demanda, que las previsiones oficiales no tienen en
cuenta.
Nada de recuperación en V
Partiremos aquí de las últimas previsiones de la Comisión Europea (las del FMI no son cualitativamente diferentes) (...) la Comisión prevé, en todos los países, una recuperación en V,
es decir, una caída en 2020 seguida de un relanzamiento en 2021: –7,7%
en 2020 y +6,3% en 2021 en la zona del euro, y –9,4% y +7% en España. (...)
En la intimidad, los economistas están angustiados (o deberían estarlo) ante esta economía del agujero negro 3/.
En todo caso, sus previsiones para 2021 son absolutamente ridículas. En
efecto, parten de que el desconfinamiento será total a partir del
segundo semestre de 2020. Sin embargo, esto es ignorar una
característica fundamental de esta crisis, que combina dos mecanismos:
el parón de la economía –una recesión que cabría calificar de normal
si no fuera de una violencia excepcional– y una crisis sanitaria que
induce un ciclo específico.
Dicho de otro modo, la recuperación se verá
frenada por factores extraeconómicos que podrían dar lugar a
fluctuaciones de tipo ondulatorio. Esta era la hipótesis formulada en
una contribución anterior (Husson, 2020 b) y que ha sido corroborada por
un estudio reciente (...)
“Todas nuestras previsiones en forma de V las hemos dejado de lado”, reconoce un economista de empresa 5/.
O sea, parece descartada una recuperación en V porque el parón de la
economía ha sido brutal, mientras que el desconfinamiento será
necesariamente progresivo. A esto se añaden factores propiamente
económicos que obstaculizan una recuperación rápida.
El confinamiento mundial
La desarticulación de las cadenas de valor mundiales bloqueará
duraderamente los intercambios de mercancías. La crisis precedente ya
había frenado duraderamente su progresión: a partir de 2011, la
tendencia es inferior a la que marcó el periodo de 1990 a 2008 (...)
A esto se añaden las repercusiones de la crisis en los países del
Sur. Contrariamente a lo que cabía temer, y por fortuna, la pandemia se
ha extendido relativamente poco en África, de momento. Pero en un gran
número de países del Sur preocupa más el hambre que el virus, porque la
crisis reduce la actividad económica y los recursos disponibles 7/. Además, las cadenas de abastecimiento de alimentos, muy globalizadas, han quedado tan desorganizadas como las demás 8/.
“El choque de la Covid-19 no hace sino sacar a la luz lo que ya era
una crisis de la deuda soberana que evoluciona rápidamente en los países
en desarrollo”, señala la CNUCYD (Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarrollo, o UNCTAD por sus siglas en inglés) 9/. (...)
Es cierto que el FMI ha decidido suspender el reembolso y los
intereses de la deuda para este año y el siguiente, y que el Club de
París, que agrupa a los principales acreedores, ha aprobado lo mismo
para este año con respecto a los países africanos.
Sin embargo, la CNUCYD subraya con razón que esta suspensión “parte
de la hipótesis heroica de que el choque de la Covid-19 será de corta
duración y de que la normalidad volverá en 2021”. Lanza un llamamiento
solemne a la anulación de las deudas porque “la devastación que puede
provocar la crisis, si no se adoptan medidas decisivas, sería un motivo
suficiente para que la comunidad internacional se orientara por fin a un
marco coherente y completo para abordar la deuda soberana
insostenible”.
De manera más general, la reconstitución de las cadenas de valor
globales se verá igualmente frenada por la voluntad de numerosos
gobiernos de ayudar concretamente a sus empresas y favorecer la
relocalización de las producciones. Aunque sin duda estos intentos
resultarán vanos, ilustran de nuevo la imbricación de las dimensiones
sanitaria y económica de la crisis.
La otra deuda: las empresas
El endeudamiento de las empresas ya había alcanzado un nivel elevado
de cerca del 110% del PIB en la zona del euro, o sea, más que la deuda
pública. (...) la crisis del coronavirus conducirá a un nuevo ascenso del
endeudamiento, que llevará a las empresas a tratar de desendeudarse
frenando los salarios y la inversión (pero no los dividendos, claro, hay
que tener contentos a los accionistas).
Los obstáculos a una recuperación normal
Entre los obstáculos que dificultan una recuperación rápida, todavía
habría que mencionar la deformación de la estructura sectorial de la
demanda en detrimento de los bienes industriales, las existencias a las
que hay que dar salida y las pérdidas de productividad del trabajo, sin
hablar ya del riesgo de reaparición de la austeridad presupuestaria. Nos
limitaremos a reproducir aquí la conclusión de una contribución
anterior ya citada (Husson, 2020 b):
1. Las empresas, endeudadas y con inciertas salidas de mercado, dudarán en invertir y tratarán de reducir empleos y salarios.
2. Los hogares, empobrecidos o inquietos, reducirán su consumo,
favorecerán los ahorros preventivos o pospondrán sus compras de bienes
duraderos.
3. Los Estados eventualmente buscarán sanear las finanzas públicas.
4. Las cadenas de valor están desorganizadas y el comercio internacional se ralentizará.
5. Los países emergentes, afectados por las fugas de capitales y la
caída de los precios de los productos básicos, contribuirán a la
contracción de la economía mundial.
La cuestión del endeudamiento público
El efecto inmediato de la crisis es un aumento espectacular de los
déficits públicos y por tanto un aumento de las deudas públicas, debido a
las pérdidas de recursos derivadas del descenso de la actividad y al
aumento del gasto en apoyo de los hogares y las empresas. Esto ocurre en
todos los países de la zona del euro (...)
Estas cifras son evidentemente provisionales, pero permiten calibrar
la magnitud del choque. En España, el déficit público debería pasar del
2,8% del PIB en 2019 al 10,1% en 2020. En cuanto a la deuda pública
contraída, seguramente pasará del 95,5% del PIB en 2019 al 115,6% en
2020.
Todo se reduce entonces a saber cómo se pagará esta deuda
pública. Existen diversos métodos, que podemos enumerar rápidamente:
inflación, reestructuración, anulación, monetización, fiscalidad,
austeridad. (...)
La austeridad solo puede tener efectos desastrosos para la mayoría de
la población, como han demostrado suficientemente las recientes
experiencias de Grecia, España o Portugal. Sin embargo, si de momento
parece descartada la austeridad presupuestaria, es probable que se
imponga la austeridad salarial. Una de las apuestas de la salida de la
crisis consistirá en hacerlo todo para impedir que “la financiación de
hoy sea la deuda de mañana, y los ajustes estructurales (recortes) de
pasado mañana”, para retomar la formulación muy acertada de Daniel
Albarracín (2020).
La reestructuración de la deuda consiste en reducir su peso real
mediante una negociación con los acreedores. La anulación es, a su vez,
una medida unilateral. Volveremos sobre estas opciones más radicales
después de haber examinado las que están más presentes en el debate
público.
¡Gracias a dios, está el BCE!
La primera propuesta consiste en utilizar el Mecanismo Europeo de Estabilidad (European Stability Mechanism, ESM)
creado con motivo de la crisis precedente. Dispone actualmente de
410.000 millones de euros, pero podría emitir nuevas obligaciones en
caso de precisar más recursos. Sin embargo, nos volveríamos a encontrar
en una situación en que los países que lo soliciten tendrían que aceptar
a cambio un protocolo de acuerdo (MoU, Memorandum of Understanding),
parecido a los de siniestra memoria que se impusieron en especial a
Grecia o a España. Los países deberían someterse en la práctica a las
instituciones europeas, que se verían empujadas a reclamar rápidamente
medidas de austeridad. (...)
La segunda opción consiste en prolongar lo que ya practica el BCE, y
que ya es considerable. Después de un paso en falso de Christine
Lagarde, su presidenta, al afirmar que el BCE no tenía que preocuparse
de las spreads (las diferencias entre los tipos de interés de
cada Estado de la zona del euro), se ha optado finalmente por lanzar un
programa de recompra de obligaciones de 750.000 millones de euros, el
Programa de Compras de Emergencia frente a la Pandemia (Pandemic Emergency Purchase Programme,
PEPP).
El BCE podrá recomprar títulos de deuda de los Estados miembros
en el mercado secundario y no tendrá que atenerse a la regla anterior
sobre las proporciones que había que respetar según el peso de cada
Estado en el capital del BCE. Además, se han suspendido las reglas
previstas por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento en materia de
déficit y de endeudamiento público.
Se trata en realidad de una ruptura de las reglas, una manera de
eludir los tratados europeos. Los jueces del tribunal de Karlsruhe (el
Tribunal Constitucional Federal alemán) no se han equivocado al tratar
de frenar esta iniciativa del BCE. Esta es la ocasión de rendir al BCE
un homenaje ciertamente nada habitual: de momento ha sabido responder
mejor, y con mayor rapidez, que durante la crisis anterior: “¡Gracias a
dios, existe el BCE!”, como han expresado su alivio los responsables del
Ministerio de Finanzas francés 12/.
Coronabonos
La tercera propuesta sería la emisión de coronabonos, retomando la de
los eurobonos, que ya se planteó sin éxito con motivo de la crisis
anterior. Los títulos de deuda pública se emitirían directamente a nivel
europeo. Dicho de otro modo, se trataría de una deuda europea y no ya
de una deuda española, francesa, etc. Esta mutualización tendría la
ventaja de suprimir las diferencias de tipos de interés entre países y
evitar de este modo toda crisis específica de los países más frágiles,
como sucedió durante la crisis de las deudas soberanas en Europa. El
tipo de interés único se situaría sin duda a mitad de camino entre el de
Alemania y los de Italia o España, pero tal vez más cerca del de
Alemania si los mercados se sienten amparados por la garantía común.
Esto no quita que esos eurobonos, o coronabonos a la sazón, seguirían
estando sometidos al arbitrio de los mercados. Además, si este
dispositivo se limitara a las nuevas obligaciones asociadas a la crisis,
no suprimiría todos los riesgos. En efecto, los distintos países emiten
cada año nuevas obligaciones destinadas a reembolsar las que vencen y
es con motivo de esta refinanciación de la deuda cuando los mercados
podrían presionar e introducir nuevas diferencias entre países. En fin,
el dinero pagado por el BCE cuando recompra títulos de deuda pública en
el mercado solo puede alentar un aumento de las compras de activos
financieros y por tanto de su precio, y esta es, por cierto, la razón
por la que las bolsas, tras una caída vertiginosa, han recuperado cerca
de la mitad de lo que habían perdido.
El non-paper español
Una de las propuestas más innovadoras es la que ha presentado tímidamente el gobierno español en forma de non-paper 13/.
Se crearía un fondo de apoyo, financiado mediante una deuda perpetua
europea; debería abarcar del orden de 1,5 billones de euros, lo que
equivale a alrededor del 10% del PIB europeo. Se concederían
subvenciones, no préstamos, a los Estados miembros, a través del
presupuesto de la Unión Europea, en proporción a los perjuicios sufridos
por cada uno de ellos (porcentaje de la población afectada, caída del
PIB, aumento del paro).
Hay varios aspectos importantes en el plan español. El primero es la
propuesta de una deuda perpetua. Como su nombre indica, se trata de una
deuda que no se devuelve nunca: solo se pagan los intereses. Cabría
imaginar que fuera cada Estado miembro el que emitiera sus propias
obligaciones perpetuas (o con vencimiento muy alejado en el tiempo, a 50
o 100 años). Es lo que, dicho sea de paso, propuso sin éxito Yanis
Varoufakis, el ministro de Hacienda griego, a comienzos de 2015. El
presupuesto de la eurozona, eventualmente ampliado, serviría de
garantía. Pero haría falta que los mercados financieros aceptaran
suscribir estas emisiones: seguirían teniendo en sus manos la última
decisión.
La idea suplementaria del plan español es que esta deuda perpetua se
emitiría a nivel europeo y que los intereses se pagarían con cargo a
nuevos impuestos establecidos también a escala europea. Para el Financial Times, los méritos de este proyecto son “irrefutables” 14/.
En primer lugar está a la altura de la crisis. La magnitud del fondo
propuesto es, en efecto, del mismo orden que el choque previsto para la
actividad económica: el 10% del PIB. Por debajo de esta cota, se
trataría de una “respuesta presupuestaria insuficiente a la recesión de
la Covid-19”. La segunda gran ventaja de este plan es que permite
reducir las divergencias entre países y promover la idea de una
armonización fiscal a escala europea.
Y no podemos sino compartir la advertencia del Financial Times:
“El único argumento real contra este proyecto es muy simple: hay
quienes preferirían que cada gobierno se encargara por sí solo de cubrir
las necesidades de sus propios ciudadanos. Pero deberían mostrarse
honestos en cuanto a las consecuencias de lo que preconizan. Si la
respuesta a la crisis sigue siendo sobre todo nacional, Europa se verá
sometida a divergencias económicas todavía más pronunciadas y tal vez de
forma permanente. Si se produce esto, será por decisión consciente y no
por accidente”. Es cierto que hay pocas posibilidades de que se
implemente este plan: basta recordar la disputa entre Estados a
propósito del presupuesto europeo, de cuantía casi diez veces menor que
la propuesta española.
¿Hacia una anulación discreta?
¿Hay que ir hacia una anulación, total o parcial, de las deudas
públicas? Esto se ajustaría, según Alain Minc, a la “lógica
intelectual”. El hecho de que este admirador de la globalización feliz
y consejero discreto de Macron haga semejantes afirmaciones también es
un efecto de la crisis. Sin embargo, puesto que la anulación de las
deudas sería una provocación inaceptable para los mercados, Minc se
contenta con una propuesta que, después de todo, tiene sentido: “La vía
más natural sería que el Banco Central cambiara bonos del Tesoro por
títulos de bajo tipo de interés, perpetuos o a 50 o 100 años. La deuda
pública quedaría así dividida en dos partes: una deuda privada [que
operaría como de costumbre] y una deuda pública, perpetua o con
vencimiento a muy largo plazo, que no afectaría a la solvencia del
deudor” 15/.
Se ha formulado una propuesta análoga que tiene interés porque
vincula la cuestión de la deuda con la lucha contra el calentamiento del
planeta. El dispositivo “consistiría en una anulación de las deudas
públicas que detenta el BCE, que se condicionaría al compromiso, por
parte de los Estados, de invertir sumas equivalentes en sistemas de
bajas emisiones de carbono” 16/.(...)
La alternativa es tal vez, al final, la siguiente: o bien se adopta esta solución racional o se rompe la eurozona. (...)
Que paguen los ricos
No hay que olvidar que el aumento de las deudas públicas, antes de la
crisis, era en parte consecuencia de una autorreducción de los ingresos
fiscales de los Estados. Hay que inspirarse también en este principio
para plantear la gestión de los déficits asociados a la crisis. Es la
ocasión de revertir décadas de contrarreformas fiscales reintroduciendo
en el nivel necesario la imposición del capital, de los beneficios y de
los dividendos de las grandes empresas y de las rentas altas. Las
circunstancias reclaman una reforma fiscal duradera que permita absorber
el impacto de la crisis y acompañar una alternativa social y ecológica.
Lo ideal sería evidentemente realizar esta reforma a escala europea, a
fin de evitar fugas de capitales y un dumping fiscal.
Por mucho
que esto puede estar fuera del alcance, hay que afirmar la necesidad y
el derecho de cada Estado de emprender tales reformas y de batallar al
mismo tiempo por que se extienda al mayor número posible de países. Sin
duda es útil sacar adelante una medida ejemplar como el restablecimiento
del ISF (impuesto sobre la fortuna) en Francia, o la instauración de
una tasa Covid, cuya formulación actual, sin embargo, es limitada, en la
medida en que se trata de un impuesto excepcional y propuesto
directamente en el plano europeo (Urbán, 2020; Moreno y Garí, 2020).
La insumisión frente a los mercados
La cuestión de las deudas revela muy bien los desafíos que afronta
Europa. Tras los debates sumamente técnicos se esconden cuestiones
eminentemente políticas. La primera es la que plantea el principio de
mutualización, cualquiera que sea su forma instrumental. La alternativa
es la siguiente: o bien cada país se las arregla solo ante sus
problemas, o bien se procede a un grado más de integración con ocasión
de esta crisis, lo que a todas luces sería la solución racional frente a
una pandemia que no conoce fronteras.
Ahora bien, existe el riesgo de
que no se recorra esta etapa y asistamos a un repliegue sobre los
supuestos intereses nacionales, sustentado por orientaciones políticas
de tipo soberanista. Por otro lado, esto comportaría una creciente
divergencia entre los países de la Unión Europea, con tendencia a una
vasallización de los países del Sur (a imagen y semejanza de Grecia),
que a su vez podría llevar al estallido de la eurozona, del que cabe
suponer que sería un desastre para todos.
El segundo reto es la relación con los mercados, es decir,
las potencias financieras y económicas. Toda la construcción europea se
hizo de acuerdo con el principio de la sumisión a dichos mercados, a los que hay que tranquilizar
constantemente, sobre todo en la gestión de la deuda pública y en
materia fiscal.
La crisis ha llevado al BCE a sustraerse, al menos
parcialmente, de esta sumisión, pero existe el riesgo de que esta infracción
no sea más que temporal. Al menos la crisis sanitaria plantea en
términos muy concretos esta cuestión fundamental: un Estado debe poder
aplicar las políticas públicas que considera adecuadas para producir bienes comunes como la salud, sin tener que rendir cuentas a intereses privados representados por los mercados.
Finalmente, la condicionalidad debería ser una exigencia fundamental.
En el momento álgido de la crisis, los gobiernos apoyan a los hogares y
las empresas, cosa que evidentemente es útil. Sin embargo, las ayudas a
las empresas deberían estar sujetas al menos a ciertas condiciones,
como por ejemplo en el caso de los 7.000 millones de euros que el
gobierno francés se dispone a entregar a Air France. Más que tratar de
retornar a la situación anterior, sería mejor reestructurar toda una
serie de sectores, una vez nacionalizados.
Las orientaciones más favorables para el bienestar de los pueblos
chocarán también con los dogmas de la economía dominante y los
llamamientos al esfuerzo y las restricciones. Sin embargo, tras estos
dogmas se perfilan, como siempre, los intereses de los acaudalados, cuyo
egoísmo y codicia pueden combinarse con la invocación de los intereses
nacionales. Por eso es imposible hacer previsiones económicas en
periodos de tormenta social. Por eso también la salida de la crisis será
motivo de confrontaciones sociales y políticas."
(Michel Husson es economista y militante de la izquierda radical. Economía crítica y crítica de la economía, 07/08/20; fuente: Viento Sur, 01/08/20)
Para
luchar contra las epidemias y como alternativa a la salida del euro de los países del Sur, o
como salida de emergencia ante la (más probable) ruptura de la UE por parte de los países del
Norte... hay que conseguir la soberanía financiera... implantando una moneda digital paralela de circulación interna, en paridad 1:1 con el euro (¿europeseta electrónica?),
en España:
La propuesta de Garzón, basada en el Trabajo Garantizado:
Cómo aplicar el Trabajo Garantizado en ayuntamientos y autonomías... financiándolo con créditos fiscales municipales
Para Ecuador:
Hacia una "moneda electrónica paralela" para afrontar la crisis... en Ecuador (o en España) ¿Por qué y cómo hacerlo?
Para conseguir un monopolio financiero mundial, Facebook propone su propia moneda digital... LIBRA
Otras propuestas:
Susana Martín Belmonte propone una 'coronamoneda' digital para potenciar la renta de cuarentena... una renta vehiculada a través de una moneda ciudadana digital descargable de una app y con respaldo del Banco de España.
Enlace: http://ojeandoelestadodelpais.blogspot.com/2020/04/coronamoneda-digital-para-potenciar-la.html
El prometedor dinero fiscal
Emitir 'GREUROS'. Entre la salida del Euro, y la aceptación de la austeridad de la Troika, existe una tercera vía que se basa en la recuperación parcial de la soberanía monetaria
Existe una descripción con mucho humor, de economía-ficción, sobre los beneficiosos efectos que se producirían si en Italia, el gobierno impusiera una moneda digital (la sitúa en el 2020), para salir de la quiebra económica y política a la que la permanencia en el euro habría llevado al país. El objetivo se conseguiría rápidamente.
Los únicos perjudicados, los especuladores de la deuda. Ver: J. D. Alt: ‘Europa, 2020: una ucronía iluminadora’. http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5467 )
Los artículos de Juan José R. Calaza, Juan José Santamaría y Juan Güell muestran con gran claridad las ventajas de una europeseta electrónica de circulación interna:
- Para entender la europeseta electrónica. Qué es y, sobre todo, qué no es. Enlace: http://www.farodevigo.es/opinion/2012/12/02/entender-europeseta-electronica/720458.html
- Para salir de la crisis sin salir del euro: España debe emitir europesetas (electrónicas). Enlace: http://www.farodevigo.es/opinion/2011/11/27/salir-crisis-salir-euro-espana-debe-emitir-europesetas-electronicas/601154.html
- Las europesetas electrónicas, complementarias al euro, estimularán el crédito sin efectos colaterales perversos. Enlace: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=165815
Juan Torres insiste en que es necesario emitir una moneda complementaria al euro. Sus artículos:
-Marear la perdiz. Enlace: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/02/08/andalucia/1360327224_588117.html
- Hay alternativas, incluso dentro del euro. Enlace: http://juantorreslopez.com/publicaciones/hay-alternativas-incluso-dentro-del-euro/ mmmm
Más información en: 'Si Grecia, España, o Andalucía emitiesen una moneda digital, respaldada por la energía solar instalada en sus tejados, alcanzarían la soberanía financiera. La de dar créditos a familias y empresas': http://comentariosdebombero.blogspot.com.es/2014/06/si-una-autonomia-o-una-gran-ciudad.html
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