Daniel Bernabé @diasasaigonados
Una playa de Gaza, a orillas del Mediterráneo, el mismo mar que comparten nuestras costas.
Una excavadora del ejército israelí con el cadáver de un hombre palestino colgando de su pala, las piernas se bambolean como las de un muñeco de trapo.
La escena se graba. Se comparte en redes con emoticonos sonrientes y fondo de música pop.
Vivimos un tiempo atroz y pueril. Esta vez las violaciones sistemáticas a la dignidad humana apenas han necesitado de rebuscadas justificaciones ideológicas: la estupidez digital se adapta bien al brutal escenario.
La diferencia entre cometer un crimen y ocultarlo o jactarte de ello es algo más que un matiz. Supone que el autor se siente convencido, seguro y arropado por su sociedad a la hora de derramar sangre.
¿Cómo enferma un país?¿Cuánto tarda en volverse peligroso? El caso Israelí debería ser observado con atención.
La frontera entre la normalidad y la barbarie es cada día más estrecha. La línea se mide por la ligereza con la que lo abyecto se confunde con lo divertido. Con la que el horror camina de la mano de caritas sonrientes.
Cuando esto empieza a suceder nadie está a salvo.
Cae la tarde del primer sábado de verano de 2024.
9:18 p. m. · 22 jun. 2024 28,6 mil Reproducciones
No hay comentarios:
Publicar un comentario