Claro que el poderío militar depende tanto o más del dinero y la tecnología como del número de efectivos militares. El gasto militar de EE UU equivale al 50% del total de lo que gasta el resto del mundo. China y Rusia representan el 8% y el 5%, respectivamente, del total mundial. Sólo 25 países, casi todos los de Oriente Próximo, tienen un gasto militar que, en proporción al tamaño de su economía, es mayor que el de EE UU. La superpotencia es también el principal vendedor de armas: controla el 68% del total mundial.
Sin embargo, como sabemos, estas enormes cifras no han sido suficiente para derrotar a los enemigos más amenazantes de Estados Unidos. Al Qaeda, talibanes y piratas somalíes están en la mente de todos los que se ocupan de la seguridad. Al Qaeda, debilitada y con muchos de sus líderes muertos, inhabilitados o capturados, no ha dejado de ser una amenaza. Y es una amenaza más por su capacidad para inspirar a individuos o pequeños grupos a actuar por su cuenta, emulando a otros terroristas islámicos, que por su capacidad para actuar de manera coordinada y centralizada.
Por su parte, los talibanes han obligado al Ejército más grande y tecnológicamente avanzado del mundo a buscar alternativas de diálogo y concertación, ya que resulta obvio que su derrota militar es imposible o demasiado onerosa en vidas y costes. Los piratas que operan en el Golfo de Adén siguen haciendo de las suyas a pesar de tener que enfrentar la flota multinacional más sofisticada de nuestro tiempo.
Durante las últimas tres décadas, los conflictos armados entre países han venido disminuyendo. En cambio, las guerras civiles, insurgencias, rebeliones y todo tipo de enfrentamientos entre actores que no van a reuniones como las de Múnich, han aumentado. Estos conflictos, y no una China en ascenso, continuarán siendo la principal amenaza a la paz mundial." (MOISÉS NAÍM: Hablemos de guerra. El País, ed. Galicia, internacional, 07/02/2010, p. 5)
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