29.3.17

En Noruega, la realidad es que la explotación de los trabajadores y su creciente impotencia apenas encuentrtan eco en el debate público. “Lloramos todos los días en el trabajo”, informaba un raro artículo sobre el personal que limpia las habitaciones del hotel Oslo Plaza

"(...)  No cabe duda de que Noruega todavía se encuentra en la cubierta superior del barco global del bienestar, pero todo indica que se trata de la cubierta superior del Titanic.

En pocas palabras, podemos resumir diciendo que las desigualdades sociales también aumentan en nuestro país y que en los lugares de trabajo se instalan relaciones más autoritarias, entre otros factores a través de la americanización de los modelos organizativos y de gestión, como ha documentado tan bien el Instituto Público de Investigación Laboral. 

El aumento salarial de los escalones inferiores se ha estancado. Un boletín publicado por la Confederación de Sindicatos de Noruega (LO) resume muy bien esta evolución en un artículo reciente basado en un nuevo informe del instituto de estudios independiente Fafo:

Si la tendencia actual se mantiene, Noruega conocerá pronto desigualdades tan grandes como Alemania y el Reino Unido. Un nuevo informe del Fafo muestra que Noruega ya no es un país de poca desigualdad. 

Noruega está cambiando rápidamente, y los peor pagados son los perdedores. Los salarios de los niveles inferiores en el sector público prácticamente no han variado desde 2008 […] cada vez menos trabajadores que perciben los salarios más bajos tienen un convenio colectivo.” (11/09/2016)

Al mismo tiempo, nos enfrentamos a patronos cada vez más ofensivos y agresivos, que, entre otras cosas, eluden su responsabilidad empresarial mediante la subcontratación y el empleo creciente de trabajadores de agencias de empleo temporal, debilitando así a los sindicatos. 

Además, las empresas se benefician enormemente de la política cada vez más antisindical de la UE y del EEE y sus tribunales, que contribuyen mucho a socavar los derechos sindicales. 

En la batalla persistente por controlar el proceso productivo, el trabajo queda cada vez más vacío de contenido en muchas partes del mercado laboral. Está cada vez más fragmentado y estandarizado y los trabajadores están siendo sometidos a un mayor control, al tiempo que aumenta la intensidad del trabajo. 

El profesor Sten Gellerstedt ha documentado esto muy bien con respecto a Suecia, mientras que Eurofound ha documentado un fuerte incremento del trabajo rutinario en Dinamarca (citado en Ugebrevet A4, 31/10/2016), y hay buenas razones para creer que la situación es más o menos la misma aquí en Noruega:

Los daneses realizan alrededor de un 30 % más de trabajo rutinario de lo que hacíamos nosotros hace 20 años. […] Es interesante observar que el trabajo rutinario aumenta más en las clases de trabajo que tradicionalmente no se asocian a la rutina. En particular, son los gestores, profesionales y oficinistas los que ahora ejecutan cada vez más trabajos rutinarios.”

Además, la ideología que vincula bienestar y trabajo contribuye enormemente a desviar la atención de las estructuras organizativas y las relaciones de poder a favor de la individualización, con sermones moralizantes, suspicacias y un brutal régimen de sanciones contra los individuos. De este modo se han revertido los cambios en el mundo del trabajo para la gran mayoría de los trabajadores en nuestra sociedad.

Por supuesto, la base de esta evolución se halla en la crisis económica. (...)

En Europa está cada vez más claro que entre los principales objetivos de esta política se incluye el desmantelamiento del Estados de bienestar y la derrota de los sindicatos. En cualquier caso, eso es lo que está ocurriendo bajo la dirección política de las instituciones de la UE realmente existentes. Que millones y millones de trabajadores de todo el mundo sean los “perdedores” en este proceso no debería extrañar a nadie. 

Ni tampoco que al final reaccionen con desconfianza, rabia y ciega rebelión. Esta parte de la clase obrera –a falta de partidos políticos de izquierda que aporten análisis, políticas y estrategias para abordar y afrontar la crisis y la ofensiva de las fuerzas capitalistas– se siente atraída por la retórica antiélite y antisistema de la extrema derecha, cosa que se puede entender en este contexto. (...)

Lo que es importante comprender es por qué muchos de los más explotados y desposeídos de la sociedad se sienten atraídos por la retórica antiélite de extrema derecha. Hemos de indagar en los motivos de que esto ocurra. 

 Tratando de entenderlo, hemos de tener presente cómo las relaciones de fuerza en los lugares de trabajo han cambiado drásticamente a favor de la patronal, cómo aumenta la brutalización del trabajo y cómo crece la inseguridad para grandes grupos de trabajadores. Esto será decisivo si queremos desarrollar una política basada en los intereses de la gente que responda a estos desafíos.

La realidad es que la explotación de los trabajadores y su creciente impotencia y subordinación apenas encuentrtan eco en el debate público. Los partidos socialdemócratas han cortado mayormente el vínculo con su antigua base electoral.

 En vez de recoger el descontento generado por un mercado laboral más brutal y politizarlo y canalizarlo hacia una lucha basada en el interés de los trabajadores, los partidos de izquierda de clase media ofrecen poca cosa más que los sermones moralizantes y el desprecio.

 De este modo, hacen poco más que empujar a amplios grupos de trabajadores a los brazos de los partidos de extrema derecha, que sí recogen el descontento y hacen todo lo posible por canalizar la furia de le gente contra otros grupos sociales (inmigrantes, musulmanes, gays, gente de color, etc.) y no contra las causas reales de sus problemas.  (...)

Por mucho que las masas explotadas apenas tengan hoy en día alguna voz organizada en el debate público, todavía logramos colgar pequeños incisos en los medios de comunicación sobre la otra realidad en los lugares de trabajo.

 Como cuando el diario Dagbladet (20/03/2016), bajo el título de “Lloramos todos los días en el trabajo” publicó un artículo sobre el personal de la multinacional de servicios ISS que limpia las habitaciones del hotel Oslo Plaza en condiciones extremadamente duras. 

O cuando nos encontramos con un número creciente de artículos anónimos en la prensa, escritos por trabajadores de distintos organismos públicos que nos informan de la existencia de regímenes de control cada vez más autoritarios al estilo del New Public Management (Nueva gestión pública), que destruye el entorno de trabajo y elimina lo último que quedaba de satisfacción en el trabajo.(...)

En resumen, la relación de fuerzas en el lugar de trabajo ha cambiado drásticamente, en detrimento del trabajo, los sindicatos y los órganos democráticos y a favor del capital, las empresas multinacionales y las entidades financieras. 

A lo largo de unas pocas décadas, los intereses capitalistas han conseguido abolir las principales normas que hicieron posibles el Estado de bienestar y el modelo nórdico: la cooperación monetaria internacional, el control de capitales, el control de inversiones y otras regulaciones del mercado. En esta situación, la idea de la colaboración social (es decir, la insistencia en los intereses comunes como ideología frente al creciente conflicto de intereses que tiene lugar en el mundo real) constituye una barrera a la lucha sindical y política.

El principal reto a que se enfrenta la izquierda actualmente es el de organizar la resistencia frente a esta evolución. Es la única manera de hacer retroceder al populismo de derecha. Una vez más, debemos ser capaces de construir un cielo sobre nuestra lucha, es decir, perspectivas y visiones de una sociedad mejor, una sociedad con una redistribución radical de la riqueza, en la que se ponga fin a la explotación y las necesidades humanas constituyan la base del desarrollo social.

 No es cuestión de utilizar declaraciones, manifestaciones y llamamientos a una cooperación tripartita que constantemente se vacía de contenido. Es una cuestión de poder: poder económico y político. Esto exigirá una movilización social masiva al estilo de cómo los sindicatos construyeron su fuerza para conquistar poder e influencia a comienzos del siglo pasado. (...)"                

(Asbjørn Wahl es asesor de la Campaña Noruega por el Estado de Bienestar. Artículo publicado en noruego en el diario Klassekampen el 28 de enero y en danés en el diario Dagbladet Arbejderen el 21 de febrero, en Viento sur, 23/03/17)

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