"(...) No cabe duda de que Noruega todavía se encuentra en la cubierta
superior del barco global del bienestar, pero todo indica que se trata
de la cubierta superior del Titanic.
En pocas palabras, podemos resumir diciendo que las desigualdades
sociales también aumentan en nuestro país y que en los lugares de
trabajo se instalan relaciones más autoritarias, entre otros factores a
través de la americanización de los modelos organizativos y de gestión,
como ha documentado tan bien el Instituto Público de Investigación
Laboral.
El aumento salarial de los escalones inferiores se ha
estancado. Un boletín publicado por la Confederación de Sindicatos de
Noruega (LO) resume muy bien esta evolución en un artículo reciente
basado en un nuevo informe del instituto de estudios independiente Fafo:
“Si la tendencia actual se mantiene, Noruega conocerá pronto
desigualdades tan grandes como Alemania y el Reino Unido. Un nuevo
informe del Fafo muestra que Noruega ya no es un país de poca
desigualdad.
Noruega está cambiando rápidamente, y los peor pagados son
los perdedores. Los salarios de los niveles inferiores en el sector
público prácticamente no han variado desde 2008 […] cada vez menos trabajadores que perciben los salarios más bajos tienen un convenio colectivo.” (11/09/2016)
Al mismo tiempo, nos enfrentamos a patronos cada vez más ofensivos y
agresivos, que, entre otras cosas, eluden su responsabilidad empresarial
mediante la subcontratación y el empleo creciente de trabajadores de
agencias de empleo temporal, debilitando así a los sindicatos.
Además,
las empresas se benefician enormemente de la política cada vez más
antisindical de la UE y del EEE y sus tribunales, que contribuyen mucho a
socavar los derechos sindicales.
En la batalla persistente por
controlar el proceso productivo, el trabajo queda cada vez más vacío de
contenido en muchas partes del mercado laboral. Está cada vez más
fragmentado y estandarizado y los trabajadores están siendo sometidos a
un mayor control, al tiempo que aumenta la intensidad del trabajo.
El
profesor Sten Gellerstedt ha documentado esto muy bien con respecto a
Suecia, mientras que Eurofound ha documentado un fuerte incremento del
trabajo rutinario en Dinamarca (citado en Ugebrevet A4, 31/10/2016), y hay buenas razones para creer que la situación es más o menos la misma aquí en Noruega:
“Los daneses realizan alrededor de un 30 % más de trabajo rutinario de lo que hacíamos nosotros hace 20 años. […] Es
interesante observar que el trabajo rutinario aumenta más en las clases
de trabajo que tradicionalmente no se asocian a la rutina. En
particular, son los gestores, profesionales y oficinistas los que ahora
ejecutan cada vez más trabajos rutinarios.”
Además, la ideología que vincula bienestar y trabajo contribuye
enormemente a desviar la atención de las estructuras organizativas y las
relaciones de poder a favor de la individualización, con sermones
moralizantes, suspicacias y un brutal régimen de sanciones contra los
individuos. De este modo se han revertido los cambios en el mundo del
trabajo para la gran mayoría de los trabajadores en nuestra sociedad.
Por supuesto, la base de esta evolución se halla en la crisis económica. (...)
En
Europa está cada vez más claro que entre los principales objetivos de
esta política se incluye el desmantelamiento del Estados de bienestar y
la derrota de los sindicatos. En cualquier caso, eso es lo que está
ocurriendo bajo la dirección política de las instituciones de la UE
realmente existentes. Que millones y millones de trabajadores de todo el
mundo sean los “perdedores” en este proceso no debería extrañar a
nadie.
Ni tampoco que al final reaccionen con desconfianza, rabia y
ciega rebelión. Esta parte de la clase obrera –a falta de partidos
políticos de izquierda que aporten análisis, políticas y estrategias
para abordar y afrontar la crisis y la ofensiva de las fuerzas
capitalistas– se siente atraída por la retórica antiélite y antisistema
de la extrema derecha, cosa que se puede entender en este contexto. (...)
Lo
que es importante comprender es por qué muchos de los más explotados y
desposeídos de la sociedad se sienten atraídos por la retórica antiélite
de extrema derecha. Hemos de indagar en los motivos de que esto ocurra.
Tratando de entenderlo, hemos de tener presente cómo las relaciones de
fuerza en los lugares de trabajo han cambiado drásticamente a favor de
la patronal, cómo aumenta la brutalización del trabajo y cómo crece la
inseguridad para grandes grupos de trabajadores. Esto será decisivo si
queremos desarrollar una política basada en los intereses de la gente
que responda a estos desafíos.
La realidad es que la explotación de los trabajadores y su creciente
impotencia y subordinación apenas encuentrtan eco en el debate público.
Los partidos socialdemócratas han cortado mayormente el vínculo con su
antigua base electoral.
En vez de recoger el descontento generado por un
mercado laboral más brutal y politizarlo y canalizarlo hacia una lucha
basada en el interés de los trabajadores, los partidos de izquierda de
clase media ofrecen poca cosa más que los sermones moralizantes y el
desprecio.
De este modo, hacen poco más que empujar a amplios grupos de
trabajadores a los brazos de los partidos de extrema derecha, que sí
recogen el descontento y hacen todo lo posible por canalizar la furia de
le gente contra otros grupos sociales (inmigrantes, musulmanes, gays,
gente de color, etc.) y no contra las causas reales de sus problemas. (...)
Por
mucho que las masas explotadas apenas tengan hoy en día alguna voz
organizada en el debate público, todavía logramos colgar pequeños
incisos en los medios de comunicación sobre la otra realidad en los
lugares de trabajo.
Como cuando el diario Dagbladet (20/03/2016), bajo
el título de “Lloramos todos los días en el trabajo” publicó un artículo
sobre el personal de la multinacional de servicios ISS que limpia las
habitaciones del hotel Oslo Plaza en condiciones extremadamente duras.
O
cuando nos encontramos con un número creciente de artículos anónimos en
la prensa, escritos por trabajadores de distintos organismos públicos
que nos informan de la existencia de regímenes de control cada vez más
autoritarios al estilo del New Public Management (Nueva gestión
pública), que destruye el entorno de trabajo y elimina lo último que
quedaba de satisfacción en el trabajo.(...)
En
resumen, la relación de fuerzas en el lugar de trabajo ha cambiado
drásticamente, en detrimento del trabajo, los sindicatos y los órganos
democráticos y a favor del capital, las empresas multinacionales y las
entidades financieras.
A lo largo de unas pocas décadas, los intereses
capitalistas han conseguido abolir las principales normas que hicieron
posibles el Estado de bienestar y el modelo nórdico: la cooperación
monetaria internacional, el control de capitales, el control de
inversiones y otras regulaciones del mercado. En esta situación, la idea
de la colaboración social (es decir, la insistencia en los intereses
comunes como ideología frente al creciente conflicto de intereses que
tiene lugar en el mundo real) constituye una barrera a la lucha sindical
y política.
El principal reto a que se enfrenta la izquierda actualmente es el de
organizar la resistencia frente a esta evolución. Es la única manera de
hacer retroceder al populismo de derecha. Una vez más, debemos ser
capaces de construir un cielo sobre nuestra lucha, es decir,
perspectivas y visiones de una sociedad mejor, una sociedad con una
redistribución radical de la riqueza, en la que se ponga fin a la
explotación y las necesidades humanas constituyan la base del desarrollo
social.
No es cuestión de utilizar declaraciones, manifestaciones y
llamamientos a una cooperación tripartita que constantemente se vacía de
contenido. Es una cuestión de poder: poder económico y político. Esto
exigirá una movilización social masiva al estilo de cómo los sindicatos
construyeron su fuerza para conquistar poder e influencia a comienzos
del siglo pasado. (...)"
(Asbjørn
Wahl es asesor de la Campaña Noruega por el Estado de Bienestar.
Artículo publicado en noruego en el diario Klassekampen el 28 de enero y
en danés en el diario Dagbladet Arbejderen el 21 de febrero, en Viento sur, 23/03/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario