"Los votantes europeos se oponen cada vez más a la
inmigración y no confían en que la izquierda le ponga límites. En lugar
de desarrollar una política progresista, algunos partidos
socialdemócratas europeos han optado por asumir políticas migratorias
restrictivas. Pese a ello, la socialdemocracia todavía puede desarrollar
una estrategia racional en torno a la inmigración sin traicionar sus
valores.
La izquierda tradicional europea enfrenta una amenaza
de extinción. En menos de dos años, los partidos socialdemócratas del
continente sufrieron derrotas históricas en Francia, Países Bajos,
Alemania e Italia. En un continente donde la competencia entre partidos
de centroderecha y centroizquierda era lo habitual, el colapso de la
izquierda puede traer profundas consecuencias que exceden los intereses
particulares de los partidos.
La declinación de la izquierda tiene detrás de sí
muchos factores, entre ellos la disolución de la clase trabajadora
tradicional. Pero una de las razones más importantes es dura y simple:
los votantes europeos se oponen cada vez más a la inmigración, y no
confían en que la izquierda le ponga límites.
Frente a un ingreso sostenido de refugiados y migrantes (sobre todo
desde Medio Oriente y África), los votantes europeos han transformado
una serie de elecciones recientes en referendos populares sobre la
inmigración. Los movimientos populistas de derecha supieron explotar los
miedos de los votantes de clase obrera, convenciéndolos de que los
partidos laboristas tradicionales permitirán un ingreso prácticamente
irrestricto de inmigrantes. (...)
Las críticas resaltan un problema clave. Hasta cierto
punto, el cambio de los socialdemócratas en cuestiones migratorias es
una respuesta necesaria a demandas de los votantes. Tratar de limitar o
manejar las migraciones no es necesariamente racista o xenófobo, siempre
que las respuestas políticas sean moralmente aceptables.
Pero un cambio demasiado drástico puede ser
perjudicial para los partidos de centroizquierda en dificultades.
Evidentemente, no pueden copiar las crudas recetas nativistas de la
derecha radical, que no sólo serían económicamente contraproducentes,
sino que también atentarían contra los valores progresistas y generarían
el rechazo de simpatizantes cosmopolitas.
En vez de eso, los partidos de centroizquierda
europeos deben hallar un equilibrio entre la solidaridad nacional y la
internacional, con una triple estrategia que incluya límites efectivos a
la inmigración, énfasis en la integración y esfuerzos humanitarios para
aliviar el sufrimiento humano a gran escala.
Se debe evitar una
retórica incendiaria y ofrecer en cambio soluciones reales, previsoras y
moralmente sostenibles, que sin ser populistas, pueden sin duda ser
populares. (...)" (
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