"La aprobación del llamado “Decreto Dignidad” por
parte del gobierno italiano ha provocado furibundas reacciones en
diversos círculos políticos y empresariales. La multinacional alemana
Foodora abandona Italia. Lejos de toda prudencia, las principales
organizaciones patronales amenazan con despidos masivos.
El día de su
aprobación en el Senado, los representantes del Partido Demócrata
exhibieron carteles en los que podía leerse #ByeBye lavoro (“Adiós
trabajo”), lo que motivó que la presidenta de la cámara los llamara al
orden. Periodistas a sueldo de las finanzas han emprendido una campaña
sin precedentes contra el artífice de la norma, Luigi di Maio, el joven
ministro de Trabajo y vicepresidente del país transalpino.
Hasta los
sindicatos han manifestado su oposición al Decreto, aunque en este caso
por motivos muy distintos a los anteriores. Lo cierto es que el Decreto
Dignidad ha abierto un intenso debate en la sociedad italiana sobre los
parámetros que rigen las relaciones laborales y, más allá, sobre las
políticas sociales y económicas aplicadas en Europa desde la aprobación
del Tratado de Maastricht.
¿A qué viene tanto ruido? Empecemos por
contextualizar el Decreto Dignidad en la historia de la legislación
laboral italiana. Una historia, por cierto, que resultará familiar a los
lectores españoles.
Durante los últimos treinta años, las sucesivas
reformas laborales han desregulado el mercado de trabajo y han
generalizado la precariedad laboral: la Ley Treu (1997), la reforma
Biaggi-Maroni (2003), los denominados “bonos de trabajo” (2008), la Ley
Fornero sobre las pensiones (2012)… estas y otras normas fueron
construyendo un mercado laboral precario y desregulado en el que los
empresarios tienen por entero la sartén por el mango.
La culminación de
este proceso fueron las reformas acometidas por Matteo Renzi en los años
2014 y 2015, que implantaron el llamado “contrato único” (despido
libre) y la contratación temporal sin causa como formas ordinarias de
gestión de la mano de obra en las empresas. O sea, precariedad para
todos y en todas partes. (...)
Partiendo de esta base, no puede
negarse que el Decreto Dignidad constituye un punto de inflexión en las
políticas sociales aplicadas en Italia desde la irrupción del
neoliberalismo. Se dirá, con razón, que la norma no cuestiona el
paradigma dominante del mercado de trabajo y que serían necesarias
reformas mucho más profundas y ambiciosas. Así es. Pero ello no debería
impedirnos valorar en su justa medida el Decreto Dignidad.
Veamos sucintamente su
contenido. Para atajar la precariedad laboral, se reduce la duración
máxima de los contratos temporales de 36 a 24 meses y, todavía más
importante, se restablece el principio de causalidad en la contratación
temporal a partir del primer año de vigencia del contrato, de modo que
éste sólo podrá prorrogarse cuando existan circunstancias temporales y
objetivas que lo justifiquen.
Aún más, con afán evidentemente
disuasorio, se incrementa significativamente la indemnización por
despido de los contratos temporales y se penaliza el uso abusivo de los
mismos, aumentando la cotización adicional a la Seguridad Social en 0,5
puntos por cada prórroga del contrato.
Pero no sólo eso.
El Decreto
Dignidad establece también importantes restricciones a la
deslocalización empresarial, sancionando a las empresas que abandonen el
territorio italiano con la pérdida de las ayudas públicas vinculadas a
inversiones productivas que hayan recibido, e imponiendo fuertes multas
administrativas si la empresa se desplaza a países no pertenecientes a
la Unión Europea.
Aunque está por ver cuál es su eficacia, creemos que
se trata de una decisión valiente al menos por dos razones: primero,
porque supone un cuestionamiento de los principios que inspiran la
construcción neoliberal del mercado europeo, señalando el nudo de
problemas a los que muy pronto tendrá que enfrentarse el gobierno
italiano; y, segundo, porque fortalece la posición de poblaciones
laborales completas que hasta ahora asistían impotentes a la degradación
sistemática de sus condiciones de vida y trabajo para “hacer de Italia
un país competitivo” y “salvar los puestos de trabajo”.
Por último, pero no por ello
menos importante, el Decreto Dignidad aborda la prohibición de la
publicidad de las apuestas deportivas y juegos de azar, en la pretensión
de erradicar una lacra social que golpea sin piedad a las familias
italianas, especialmente a las más pobres y vulnerables.
Con la única
excepción de las loterías nacionales, la norma prohíbe cualquier clase
de publicidad relacionada con apuestas y juegos de azar, efectuada por
cualquier medio, incluyendo eventos deportivos, culturales o artísticos,
transmisiones de televisión y radio, prensa diaria y periódica,
publicaciones en general, vallas publicitarias e Internet.
La lucha
contra la ludopatía nunca ha sido fácil, tampoco en Italia, como
evidencian las muchas iniciativas fallidas que se emprendieron en el
pasado. Al proceder de este modo, el gobierno italiano está asumiendo la
defensa de las clases populares frente a grupos de presión poderosos e
influyentes que controlan los principales medios de comunicación a
través de gigantescas inversiones publicitarias.
En nuestra opinión, la importancia del Decreto
Dignidad no puede ser ignorada. El gobierno italiano parece ser el único
que ha tomado nota de la importante Resolución del Parlamento Europeo
aprobada el pasado 31 de mayo sobre la lucha contra la precariedad
laboral, en la que se insta a los Estados miembros a erradicar el empleo
precario y a promover el trabajo de calidad, seguro y bien remunerado.
Es posible que las medidas laborales del Decreto sean insuficientes,
pero rompen con el pasado reciente y transitan un nuevo camino. Las
medidas contra las deslocalizaciones apuntan a las empresas que en mayor
medida han explotado y precarizado el trabajo.
La lucha contra la
ludopatía implica la defensa efectiva de los más pobres y excluidos, de
las personas que sufren la crisis y lo han perdido todo. Guste o no
guste, el Decreto Dignidad constituye un notable esfuerzo por defender
al pueblo italiano contra los señores de las finanzas y de las
deslocalizaciones." (Manolo Monereo, Cuarto Poder, 05/09/18)
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