"(...) Diez años después de la caída
de Lehman Brothers, Estados Unidos está gobernado por un empresario
ultraliberal, machista, autoritario y xenófobo. ¿Cómo se explica esto?
La victoria sorpresiva de Donald Trump permite
entender mejor cambios estructurales previos en la política
estadounidense. En 2008, el presidente Bush no conseguía el apoyo de su
propio partido para dos medidas imprescindibles: por una parte, el
programa de rescate de los bancos y, por otra, el de Fannie Mae y
Freddie Mac, piezas centrales de la propiedad inmobiliaria de la clase
media, creadas en el New Deal.
Henry Paulson –entonces, secretario del Tesoro de
Bush– sabía que no era el momento de cuestionar estas instituciones,
pero no logró que el partido refrendara sus movimientos. Ese es el
momento en el que Trump se convirtió en una posibilidad cierta: la élite
de los republicanos perdería entonces el control de sus bases.
Los
acontecimientos se sucedieron con la radicalización de la derecha, el
surgimiento del ‘Tea Party’, las teorías de la conspiración contra el
presidente Obama –en las que Trump toma parte–, el bloqueo a los
presupuestos federales, la movilización de la Alt-Right… (...)
Quien impulsa aquellas
medidas, Henry Paulson, no era precisamente un socialista… ¿Hay una
facción ultra que intenta entonces una revolución desde la derecha?
No sé si Paulson había leído entonces El Manifiesto Comunista,
pero no creo que haya habido un mejor momento en la historia del
capitalismo global para retratar aquel pasaje de Marx como el encuentro
del Tesoro norteamericano del 13 de octubre de 2008: ¡aquel sí que era
el comité ejecutivo de las finanzas norteamericanas, con el secretario
del Tesoro como ex ejecutivo de Goldman Sachs! ¡Irónicamente es un
momento de extraordinaria transparencia de la estructura de poder
dominante! Si esa no es la mejor imagen del comité ejecutivo de la
burguesía marxista, no lo será nunca ninguna otra.
Me gusta lo que sugieres sobre la facción ultra desde
la derecha. No pondría una etiqueta, pese a que en parte es así: dicha
facción ha recibido mucha financiación de fuentes como los hermanos
Koch, por ejemplo; de dinero que se emplea para formar abogados y
economistas en la economía austríaca (ultraliberal), para tratar de
eliminar la discrecionalidad de las políticas monetarias de la Reserva
Federal con el legado teórico de John Taylor, etc.
Pero lo más importante es que en el comportamiento de
los republicanos hay una estrategia de politizar la idea del ‘big
government’ (el gobierno grande) desde distintas perspectivas, como la
de la etnia o raza, el partido, la religión, la redistribución de la
riqueza, etc. Esta derecha afirma luchar contra un Leviatán, un monstruo
estatal y administrativo comandado por un presidente negro, resultado
precisamente de la revolución de los derechos civiles de los años
sesenta; el despliegue de numerosas banderas ideológicas como las
mencionadas produce esta reacción de las diferentes facciones de la
derecha nacional, pero lo que está detrás de todo es esa lucha para
derrotar al gobierno grande.
Obama era un problema, pero también el déficit y la deuda pública. Y ahora que gobiernan lo han olvidado.
Siguen queriendo matar de hambre a la bestia. La
guerra contra el gobierno grande comienza reduciendo impuestos,
generando déficits para que surjan presiones políticas y se vean
abocados a recortes de gasto, y así, debilitar el gobierno federal.
Huyen de los superávit, porque estos ofrecen la posibilidad de hacer
algo útil con el dinero y, por tanto, gastar más, expandiendo el
gobierno; se trata de evitar eso a toda costa.
Después de Ronald Reagan y George W. Bush, esta es la
tercera vez que los republicanos lo hacen. Los déficits sirven como
herramienta estratégica: primero, la reducción de impuestos satisface al
partido y a sus donantes; después, los republicanos moderados, que
tienen mucha presión electoral, se opondrán a hacer recortes para
equilibrar el presupuesto. Lo más probable es que lo tengan que hacer
los demócratas después, cerrando el círculo...
¿Hay posibilidades de que surja un ‘Tea Party’ de izquierdas?
Esto se va a ver en próximas fechas: los Demócratas
Socialistas de América (DSA) han multiplicado por diez su militancia en
solo 18 meses; mucha gente de la generación de mi hija, de dieciocho
años, declara abiertamente formar parte de esta corriente.
En un Estado como Nueva York, como saben que los
demócratas tienen la victoria asegurada, han ejercido una enorme presión
para que el gobernador rinda cuentas sobre su política de género. Se
han percatado de que, tal y como están las cosas, las luchas locales son
importantísimas; y cuando digo local, se me debe entender bien, ya que
Nueva York es un estado mucho mayor que muchos de la Unión Europea, una
economía importantísima y una de las mayores ciudades del mundo.
El cómo se afrontan las políticas relativas a las
leyes laborales, los salarios, el bienestar o los derechos de las
mujeres tiene una enorme importancia para la izquierda; así es como las
políticas progresistas emergieron a finales del siglo XIX. No van a ser
nunca hegemónicos en todo el país, porque el sur es un mundo en sí
mismo, pero los Estados, que tienen muchas competencias, van a
constituir el próximo campo de batalla. (...)" (Entrevista a Adam Tooze, Andrés Villena, CTXT, 17/10/18)
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