"A partir de la victoria de Trump los medios de comunicación hegemónicos
han lanzado una avalancha de referencias al “proteccionismo económico”
del futuro gobierno imperial y en consecuencia al posible inicio de una
era de desglobalización.
En realidad la instalación de Trump no será la causa de esa desglobalización anunciada sino más bien el resultado de un proceso que dio su primer paso con la crisis financiera de 2008 y que se aceleró desde 2014 cuando el Imperio ingresó en un recorrido descendente irresistible.
Desde el punto de vista del comercio internacional la desglobalización viene avanzando desde hace aproximadamente un lustro. (...)
En realidad la instalación de Trump no será la causa de esa desglobalización anunciada sino más bien el resultado de un proceso que dio su primer paso con la crisis financiera de 2008 y que se aceleró desde 2014 cuando el Imperio ingresó en un recorrido descendente irresistible.
Desde el punto de vista del comercio internacional la desglobalización viene avanzando desde hace aproximadamente un lustro. (...)
La propaganda acerca de que las economías se internacionalizaban cada
vez más, condenadas a exportar porciones crecientes de su producción fue
desmentida por la realidad desde 2008 y ahora la globalización
comercial comienza a revertirse.
Pero las dos décadas de globalización acelerada fueron principalmente un
movimiento de financierización, de hegemonía total del parasitismo
financiero sobre el conjunto de la economía mundial, su centro motor se
encontraba en los Estados Unidos, extendiendo sus fortalezas hacia el
conjunto de Occidente y el socio oriental Japón.
Los llamados “productos
financieros derivados”, negocios especulativos altamente volátiles,
verdadero corazón del sistema, llegaban en el año 1999 a unos 80
billones (millones de millones) de dólares, aproximadamente dos veces y
media el Producto Bruto Mundial, luego esa masa se expandió
vertiginosamente y en 2008, un poco antes del desastre financiero tocaba
los 683 billones de dólares, casi 12 veces el Producto Bruto Mundial de
ese año.
Allí alcanzó su techo histórico, creció luego muy poco en
términos nominales de tal manera que hacia fines de 2013 llegaba a los
710 billones de dólares (9,3 veces el Producto Bruto Global de ese año),
fue el comienzo del desinfle ya que en diciembre de 2015 había caído a
490 billones (6,6 veces el Producto Bruto Global de 2015).
La oligarquía
financiera había entrado en declinación lo que acentuó su canibalismo
interno y sus tendencias depredadoras no solo en la periferia sino
también en el centro del sistema.
A esos procesos económicos se agregó una profunda crisis geopolítica, el
expansionismo político-militar del Imperio fue frenado en su principal
territorio de operaciones: Asia. Los dos rivales estratégicos de
Occidente: China y Rusia, estrecharon su alianza y fueron arrastrando
hacia su espacio a grandes, medianos y pequeños estados de la región:
desde India, hasta Irán, pasando por las naciones de Asia Central.
Los
recientes giros de Turquía y Filipinas alejándose de la influencia
norteamericana y acercándose al espacio chino-ruso marcan desde el Mar
Mediterráneo y desde el Océano Pacífico, en los dos extremos geográficos
de Eurasia, el declive de la dominación periférica del imperialismo
occidental. El fracaso estadounidense en Siria señala el principio del
fin de su omnipotencia militar.
Sin embargo la decadencia de Occidente no implica el seguro ascenso de
los capitalismos de estado ruso y chino como nuevos amos del mundo, la
crisis está llegando a China, su crecimiento se va desacelerando, Rusia
se encuentra en recesión, ambas potencias son afectadas por la
declinación de los mercados occidentales y de Japón, sus principales
clientes.
Tratan entonces de compensar esas pérdidas extendiendo sus negocios y
acuerdos políticos hacia la periferia, especialmente hacia el espacio
asiático. Tal vez el más ambicioso proyecto chino sea el de la “Nueva
Ruta de la Seda”, gigantesca masa de inversiones en infraestructura y
sistemas de transporte terrestre y acuático distribuidas en Asia
apuntando hacia la integración comercial del espacio eurasiático (...)
El problema es que todas esas economías que China busca integrar están
siendo golpeadas por la crisis, la caída de los precios de las materias
primas deprime al conjunto de la periferia, acorralan a Rusia, a Irán, a
las repúblicas centroasiáticas... mientras Europa declina.
La crisis es global, obedece a la dinámica del capitalismo como sistema planetario, a su degeneración parasitaria que degrada tanto a los países centrales como a los periféricos, emergentes o no. (...)
La crisis es global, obedece a la dinámica del capitalismo como sistema planetario, a su degeneración parasitaria que degrada tanto a los países centrales como a los periféricos, emergentes o no. (...)
Mientras tanto la desglobalización sigue su curso, las élites dominantes
del planeta buscan desesperadamente preservar sus posiciones, acentúan
sus disputas internas, empiezan a producir salvadores pragmáticos de
todo tipo.
Así es como ha irrumpido un personaje grotesco como Donald
Trump buscando combinar xenofobia, concentración de ingresos,
reindustrialización y recomposición del esquema geopolítico global. O
los neofascismos europeos emergentes y los ya instalados en América
Latina.
Se trata de tentativas ilusorias de recomposición de sistemas
decadentes profundizando al mismo tiempo el saqueo, dinámica parasitaria
ya vista a lo largo de la historia humana acompañando, acelerando las
declinaciones imperiales." (Jorge Beinstein, Alainet)
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