"Manuel Gómez Díaz es
ingeniero industrial. Actualmente estudia un máster y trabaja como
camarero en un bar de Sevilla. “Lo hago porque quiero, puedo permitirme
no hacerlo, pero hay gente que lo hace por necesidad y eso me da mucha
pena. Es una burrada que se trabaje sin descansos por una miseria”, denuncia. Ahora mismo está leyendo Maquiavelo.
“Es muy interesante para saber cómo son las relaciones de poder”, dice
mientras pone un café detrás de la barra.
“¿Cómo se dice cordero en
inglés?”, le pregunta un compañero que atiende a un hombre extranjero.
“Lamb”, responde diligente. Manuel, experto en automatismos, es uno de
esos jóvenes preparados que sirven copas cuando podrían estar creando.
“Tengo un pensamiento muy pragmático, me baso en las experiencias.
Cada
que vez que tengo que diseñar algo lo primero que me planteo es: ¿y
cuando falle a dónde vamos? Creo que nuestro sistema sindical no cuenta
con esas prevenciones. En otros Estados sí que existe, hay organismos de
inspección que funcionan de verdad”, expone con su camisa azul, aún de
uniforme, en la terraza de otro bar, donde trabaja su madre.
Cuando se inauguró la Expo, aún no había nacido. Tiene 23 años, nunca ha estado afiliado a ningún sindicato
ni tiene perspectivas de hacerlo. Considera que los sindicatos se han
transformado en empresas: “Donde hay un director, un jefe de publicidad o
de márketing… No son cooperativas ni organizaciones de gente que esté
remando hacia el mismo sitio.
Dentro del mismo sindicato hay gente que
tiene intereses por un lado e intereses por otro. No puedes entrar en un
sindicato que esté vendiendo, comercializando productos… Un sindicato
no está para ganar dinero, sino para ayudar”, afirma. Tampoco ve sensata
la actual organización: “Tiene que ser más directa, no tan jerárquica,
con cierto orden, pero que yo tenga potestad para poder decir que eso
está mal, que no que venga el representante sindical y me diga que no
hable”, prosigue.
En su discurso muestra una madurez impropia a los 23
años pero comprensible con su filosofía de vida: siempre busca el por
qué de las cosas. (...)
Para él, la sociedad necesita
un cambio de perspectiva, una “reconversión del pensamiento”. Desde la
lucha por el medio ambiente hasta la adaptación a las nuevas formas de
trabajo con nuevas tecnologías y robots. “Los robots no
tienen conciencia humana. No hay problema. Incluso evitarían que
mujeres y niños sigan cosiendo zapatos en condiciones infrahumanas”,
dice.
El problema está en saber defender de una forma efectiva los
derechos de los trabajadores:
“No creo, de todas formas, que sea un
problema solo de los sindicatos, que estén adormilados, que también. Es
un problema de instituciones. En otros países, tú echas media hora y
media hora que te pagan. Mira Suiza. ¿Por qué no me lo van a pagar, por
qué te voy a regalar mi tiempo si es lo más valioso que tengo hoy en
día? Me da igual que me pagues una hora más o menos, estoy aquí para
ahorrar, pero una hora de tiempo libre me soluciona mucho. Es tiempo
para estar con mi familia, para leer, para aprender…”. Su objetivo es
mejorar un poquito el mundo, porque dice que es muy cruel." (La Marea.com. 01/05/17)
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