5.10.24

Esteban Hernández: La pregunta no es qué decisión tomará el gobierno de Netanyahu, sino cuál es la posición estadounidense. Israel no puede ir a la guerra con Irán, sin el apoyo de Washington... Washington vive un vacío de poder antes de las elecciones... si EEUU se ve arrastrado a una confrontación cuyas dimensiones son poco previsibles, las consecuencias serían notables en todos los órdenes... en lo económico, y en especial para Europa, si Irán cierra el estrecho de Ormuz... Esta clase de conflictos no deseados siempre tienen un punto de inflexión a partir del cual las piezas empiezan a caer. Lo que no se detenga ahora, no podrá pararse después; los límites que no se pongan ahora, no se podrán poner después. EEUU parece seguir con la política de apoyo y contención cuando esta ya no es posible. O una u otra, pero no las dos a la vez. Elija lo que elija, será decisión de Washington, no de Netanyahu

 "Israel ha anunciado una respuesta muy dolorosa al ataque de Irán. De la magnitud de su contestación dependerá que el conflicto aumente e incluso que tome cuerpo como una guerra abierta con Teherán. Se hace difícil pensar en una reacción israelí que no lleve al recrudecimiento de las hostilidades. Se ha barajado un ataque a las instalaciones nucleares de Irán, pero es una acción que requeriría una necesaria ayuda estadounidense, y Washington afirma haberse negado. El bombardeo de las instalaciones petrolíferas iraníes llevaría a consecuencias económicas complicadas de solventar, como el encarecimiento del precio del petróleo en un momento electoral. Son opciones improbables, pero posibles. Una respuesta que cause la muerte de civiles induciría a Teherán a tomar represalias contundentes. No parece que haya una acción israelí que conlleve dolor que pueda contribuir a frenar los impulsos bélicos.

Tampoco parece que EEUU esté especialmente interesado en una contención efectiva. La diferencia entre las acciones y las declaraciones tras la masacre del 7 de octubre ha sido grande. Washington insistió en que estaría del lado de Israel y que apoyaría sus acciones, al mismo tiempo que desarrolló una labor diplomática incesante para que no existiera una escalada que acabase por extender el conflicto. Parecía que la intención era prestar la ayuda precisa a los propósitos israelíes y ganar tiempo para que Netanyahu fuese sustituido, de manera que se posibilitase una salida acordada a la guerra. No se tardó mucho en comprobar que ese camino no iba a ser posible. Se intentaron alcanzar treguas humanitarias, que fracasaron por la negativa del régimen de Netanyahu. Líbano está siendo invadido y la guerra de Gaza continúa. EEUU ha apoyado a Israel al mismo tiempo que ha intentado disuadir al eje liderado por Irán de que respondiera con contundencia para que la confrontación no se expandiera. La actividad diplomática ha sido incesante por parte del establishment de política exterior estadounidense liderado por Blinken, pero a menudo parecía que EEUU estaba jugando a poli bueno, poli malo.

De momento, y no hay señales de cambio, la ayuda a Israel continúa, y por más que declaren que no están interesados en una guerra, se están dando pasos en esa dirección. El equilibrio de apoyo y contención está llegando a su fin. Washington tendrá que adoptar pronto otra postura porque, si no es su intención ir a una confrontación mayor, puede verse arrastrado a ella.

"Terminar el trabajo"

Hay dos posiciones sobre este asunto en EEUU. Una de ellas la subrayó Netanyahu en un discurso a sus ciudadanos que tenía un destinatario principal, Washington. Afirmó que “Israel es el más estrecho aliado de EEUU y lucha por su vida, contra Irán y contra otros enemigos comunes”. Israel aportaba los soldados y la determinación, por lo que reclamaba que cesasen retenciones de armamento que la Casa Blanca había ordenado. Netanyahu recurrió para reforzar su argumento a la Historia: “Durante la Segunda Guerra Mundial, Churchill dijo a Estados Unidos: 'dadnos las herramientas, haremos el trabajo'. Y yo digo, dadnos las herramientas y terminaremos el trabajo mucho más rápido”

Esa es una de las posiciones, y tiene arraigo en ámbitos estadounidenses. Jared Kushner, yerno de Donald Trump, afirmó algo que mucha gente en Israel piensa: “La razón por la que las instalaciones nucleares iraníes no han sido destruidas, a pesar de los débiles sistemas de defensa aérea, es porque Hezbolá ha sido un arma cargada apuntando a Israel”. Puesto que Hezbolá ya no implica peligro, lo lógico sería intervenir militarmente contra Teherán: “Lo correcto ahora para Estados Unidos sería decirle a Israel que termine el trabajo. Es algo que debería haber hecho hace tiempo”.

La confrontación con Irán se basa en una idea nuclear: el choque es inevitable, lo que hay que elegir es el momento

Su posición se basa en la idea de que es mucho mejor enfrentarse ahora a Irán, cuando no cuenta con bombas atómicas, que hacerlo cuando esté bien preparado y haya podido construir su propio armamento nuclear. Es un tipo de lógica que está muy anclada en ámbitos de la estrategia militar: el choque es inevitable, lo que hay que elegir es el momento.

El contexto también ayuda. EEUU está inmerso en una competición creciente con China y Rusia e Irán son sus aliados. Pueden ser socios de conveniencia, pero a veces los matrimonios por interés terminan convirtiéndose en parejas que se aman. Si la presión sobre Rusia se ejerce de manera suficiente y la amenaza iraní desaparece fruto un conflicto bélico, China vería cómo sus dos socios quedan debilitados, lo que ayudaría a pacificar Oriente Medio en términos favorables a EEUU y a alejarlo de China, al tiempo que solucionaría el problema europeo. De esta manera, Pekín tendría muchos menos medios y territorios gracias a los cuales desarrollarse.

Es una manera de pensar que puede proporcionar ventaja si se identifica claramente el momento, pero que también implica serios riesgos. Ese enfoque estuvo a punto de provocar una guerra mundial en la crisis de los misiles de Cuba, y la idea de un ataque rápido y contundente, que haría que el conflicto durase poco, fue el motor que puso en marcha la I Guerra Mundial. Es una apuesta que a menudo sale mal. Hay parte del establishment de política exterior estadounidense, y esta es la otra postura de EEUU, que es consciente de los notables problemas en los que su país se puede ver inmerso, por lo que prefiere abordar el conflicto de Oriente Medio desde una solución pacífica y negociada. Netanyahu se ha negado a ello desde hace muchos años, como bien recuerda Ehud Olmert, el último primer ministro israelí que vio con simpatía los Acuerdos de Oslo.

La hora de elegir

Entre los republicanos hay más actores más dispuestos públicamente a acelerar contra Irán, entre los demócratas menos. Sin embargo, desde primeros de siglo, Oriente Medio ha sido una especie de imán para las posiciones más belicistas en Washington. Los resultados no han sido buenos, como se ha constatado en Irak, Afganistán, Libia y Siria. La creencia en que el poder militar podía resolver los problemas, y que una vez las invasiones se producían la misión quedaba resuelta, se ha revelado un notable error cuyas consecuencias perduran.

La primera pregunta en estas fechas no es qué decisión tomará el gobierno de Netanyahu, sino cuál es la posición estadounidense. Israel no puede ir a la guerra con Irán, un territorio mucho mayor, que cuenta con cerca de 90 millones de habitantes y con capacidades militares, sin el apoyo de Washington. La capacidad de Israel de arrastrar a EEUU hacia sus posturas ha sido mayor hasta la fecha que la de Washington a la hora de frenar el ímpetu israelí. Washington vive un vacío de poder antes de las elecciones del 5 de noviembre. Los dos candidatos han ofrecido un firme respaldo a Israel. Si el gobierno de Netanyahu decide acelerar y llevar a efecto una acción de represalia demasiado contundente, EEUU se verá arrastrado a una confrontación cuyas dimensiones son poco previsibles.

Estos conflictos no deseados tienen un punto de inflexión a partir del cual las piezas empiezan a caer. Ese momento ha llegado

Las consecuencias serían notables en todos los órdenes. Desde luego, en cuanto a la pérdida de vidas humanas. También en lo económico, y en especial para Europa, si Irán cierra el estrecho de Ormuz. Es probable que la opinión pública estadounidense cambiase su postura hacia Israel si hubiera soldados muertos en una guerra y los precios se elevasen, pero también es cierto que el sentir de los ciudadanos solo se manifiesta plenamente una vez que los conflictos terminan. Es probable también que, a medio plazo, los logros de una acción bélica no sean relevantes, tampoco para Israel. Una victoria militar supondría el apaciguamiento durante un tiempo, pero como ocurrió con guerras anteriores, pero parece poco probable que solucione los problemas o incluso que no los agrave para generaciones posteriores.

Todo este conjunto de dificultades lleva a que casi nadie en el establishment de política exterior de EEUU declare públicamente que está a favor de una guerra, pero lo cierto es que las probabilidades de que ocurra son cada vez mayores. Esta clase de conflictos no deseados siempre tienen un punto de inflexión a partir del cual las piezas empiezan a caer. Lo que no se detenga ahora, no podrá pararse después; los límites que no se pongan ahora, no se podrán poner después. EEUU parece seguir con la política de apoyo y contención cuando esta ya no es posible. O una u otra, pero no las dos a la vez. Elija lo que elija, será decisión de Washington, no de Netanyahu."              (Esteban Hernández, El Confidencial , 03/10/24)

No hay comentarios: