"Ha pasado más de un año desde el trágico atentado perpetrado por grupos palestinos contra Israel el 7 de octubre. Durante este tiempo, el conflicto se ha ampliado considerablemente, afectando no sólo a Israel y Gaza, sino también a los países vecinos, en particular Irán.
Las operaciones terrestres, los ataques a infraestructuras civiles y las prolongadas acciones militares, incluidos los intercambios directos entre Irán e Israel, han empeorado la situación humanitaria en la región.
La comunidad internacional ha intentado en repetidas ocasiones mediar en el conflicto, pero los esfuerzos por entablar un diálogo pacífico aún no han dado resultados significativos. El conflicto también ha aumentado las tensiones políticas, atrayendo a más Estados vecinos y creando el riesgo de una crisis internacional más amplia.
Las consecuencias económicas se han hecho evidentes no sólo para Israel, sino también para el mercado mundial. Las expectativas de subida de los precios del petróleo debido a la inestabilidad regional siguen creciendo, lo que agrava aún más las presiones inflacionistas sobre la economía mundial. En Israel, el crecimiento del PIB se ha ralentizado considerablemente, y los inversores se muestran recelosos a la hora de emprender nuevos proyectos, no sólo en el país, sino en toda la región.
Las previsiones del banco central de Israel sobre una desaceleración económica han resultado acertadas. La actividad económica del país ha disminuido, las inversiones extranjeras se han estancado y la inflación se ha disparado debido al fuerte aumento de los precios del petróleo.
Mientras el mundo observa con ansiedad el desarrollo de los acontecimientos,
La economía de Israel se enfrenta a una de sus pruebas más duras de los últimos años. El país está experimentando la mayor desaceleración entre las naciones más ricas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En medio de estos desafíos, la economía israelí se vio aún más afectada por una huelga nacional el 1 de septiembre, que paralizó brevemente la actividad económica debido al descontento generalizado con la gestión de la guerra por parte del gobierno.
Aunque los problemas económicos de Israel no son comparables a la devastación de Gaza, la prolongada guerra sigue dañando las finanzas del país, reduciendo las inversiones empresariales y erosionando la confianza de los consumidores. Antes de la guerra, la economía de Israel había crecido rápidamente, impulsada en gran medida por el sector tecnológico. En 2021, el PIB per cápita aumentó un 6,8%, y en 2022, un 4,8%, muy por encima de la mayoría de los países occidentales.
Los indicadores económicos de Israel para el segundo trimestre de 2024 son alarmantes. El PIB del periodo de abril a junio creció sólo un 1,2% interanual, un 1,4% menos que en el mismo trimestre del año anterior. Este resultado estuvo muy por debajo de las expectativas de los economistas. Habían previsto un crecimiento de entre el 2,3% y el 5%. Ajustado al crecimiento demográfico, el PIB per cápita cayó un 0,4% en el segundo trimestre, lo que indica una ralentización del crecimiento económico, ya que la guerra en curso sigue afectando gravemente a las exportaciones y las inversiones.
Ronen Menachem, economista jefe del Banco Mizrahi-Tefahot, señaló que el descenso del PIB per cápita en comparación con el trimestre anterior y el mismo periodo del año pasado es un claro indicio del importante daño que el prolongado conflicto ha infligido a la economía israelí. Además, en el segundo trimestre, la producción empresarial se contrajo un 1,9%, mientras que las exportaciones de bienes y servicios cayeron un 8,3%. Sin embargo, en medio de estos indicadores negativos, el consumo privado – uno de los motores clave de la actividad económica – aumentó un 12% en el segundo trimestre, tras una fuerte subida del 23,5% en el trimestre anterior.
La guerra también ha afectado gravemente a sectores específicos de la economía israelí. El sector de la construcción se ralentizó casi un tercio en los dos primeros meses del conflicto, mientras que la producción agrícola disminuyó una cuarta parte en varias regiones. Al comienzo de la guerra se movilizó a unos 360.000 reservistas, aunque muchos han regresado a sus hogares. Más de 120.000 israelíes se vieron obligados a abandonar sus hogares en las zonas fronterizas, y a 140.000 trabajadores palestinos de Cisjordania se les prohibió la entrada en Israel tras los ataques de octubre.
Para hacer frente a la escasez de mano de obra, el gobierno israelí está contratando trabajadores de India y Sri Lanka; sin embargo, un número considerable de vacantes sigue sin cubrirse. Se calcula que hasta 60.000 empresas israelíes podrían cerrar en 2024 debido a la falta de personal, las interrupciones en la cadena de suministro y el descenso de la confianza empresarial, y muchas empresas posponen el lanzamiento de nuevos proyectos. Aunque el turismo no es un sector clave de la economía israelí, también se ha resentido. La afluencia de turistas ha disminuido drásticamente desde el inicio de la guerra, y uno de cada diez hoteles del país se enfrenta a la amenaza de cierre.
Mientras tanto, las previsiones de crecimiento económico de Israel han empeorado. En julio, el Banco de Israel revisó sus expectativas, rebajando la previsión de crecimiento al 1,5% para 2024, frente a una proyección anterior del 2,8%. A la luz de las hostilidades en curso en Gaza y la escalada del conflicto con Hezbolá a lo largo de la frontera libanesa, el Banco de Israel estimó que los costes totales de la guerra podrían alcanzar los 67.000 millones de dólares en 2025. Incluso con un paquete de ayuda militar estadounidense de 14.500 millones de dólares, la economía israelí podría tener dificultades para hacer frente a estos gastos.
Esta situación exige decisiones complejas en materia de asignación de recursos. Puede ser necesario recortar la financiación de determinados sectores de la economía o aumentar el endeudamiento. Sin embargo, un mayor nivel de endeudamiento conllevaría un aumento de los reembolsos de los préstamos y un incremento de los costes del servicio en el futuro. El deterioro de la situación fiscal también ha provocado una rebaja de la calificación crediticia de Israel. En agosto de 2024, Fitch Ratings rebajó la calificación del país de A+ a A, citando el aumento de los gastos militares que ha incrementado el déficit presupuestario hasta el 7,8% del PIB en 2024, frente al 4,1% del año anterior. Esto podría poner en peligro la capacidad de Israel para mantener su actual estrategia militar, que requiere importantes recursos financieros para las operaciones en Gaza, incluido el uso de armamento avanzado y apoyo logístico.
La actividad económica en Gaza prácticamente ha cesado. El comercio se ha paralizado y muchos palestinos dependen ahora de la ayuda humanitaria. Mientras tanto, se han cortado vías de comunicación vitales y se han destruido infraestructuras clave debido a los continuos combates y bombardeos.
Los efectos de la guerra se han extendido mucho más allá de Israel y Palestina. En abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronosticó un débil crecimiento económico para la región de Oriente Medio en 2024: sólo un 2,6%. La principal razón citada fue la incertidumbre derivada del conflicto en Gaza, así como la amenaza de que el conflicto se convierta en una crisis regional más amplia.
No es la primera vez que la violencia en Gaza repercute en la economía mundial. Por ejemplo, el bombardeo israelí de Gaza en 2008 provocó un repunte de casi el 8% en los precios del petróleo, lo que suscitó inquietud en los mercados mundiales.
El conflicto en Oriente Medio, en particular entre Israel e Irán, podría tener graves consecuencias para el mercado mundial de la energía. Uno de los puntos más vulnerables en esta tensión geopolítica es la infraestructura petrolera de Irán. En caso de ataque israelí a las instalaciones petrolíferas iraníes, los precios podrían dispararse por encima de los 100 dólares por barril. Irán produce actualmente más de 3 millones de barriles de petróleo al día, de los que exporta aproximadamente la mitad, principalmente a China. Por consiguiente, cualquier reducción de las exportaciones crearía una escasez de oferta en el mercado mundial, lo que inevitablemente haría subir los precios.
Los ataques a infraestructuras petrolíferas clave, como la principal terminal de exportación de la isla de Kharg, suponen una importante amenaza para el mercado. Esta terminal es estratégicamente vital para las exportaciones de petróleo de Irán, y su incapacitación podría reducir drásticamente los volúmenes de suministro, exacerbando la escasez mundial y provocando el caos en los mercados. Cabe señalar que, en medio de las crecientes tensiones mundiales, es posible que otros países exportadores no puedan compensar rápidamente las pérdidas, lo que agravaría aún más los problemas de oferta y demanda de recursos energéticos.
Además, la posibilidad de que Irán cierre el estrecho de Ormuz, por el que pasa aproximadamente el 20% del suministro mundial de petróleo, podría tener consecuencias catastróficas para la economía mundial. El estrecho es un corredor de transporte crucial para el petróleo de los países del Golfo Pérsico, y su bloqueo provocaría escasez no sólo del petróleo iraní, sino también del saudí, kuwaití, emiratí y de otros productores clave.
Es importante tener en cuenta que el impacto de un ataque contra la infraestructura petrolera israelí probablemente sería limitado, ya que Israel no es un actor importante en el mercado mundial del petróleo. Sin embargo, las ramificaciones políticas y militares podrían ser significativas. La amenaza de un conflicto a gran escala en la región contribuiría a la inestabilidad a largo plazo, no sólo en el sector energético sino también en los mercados financieros mundiales.
La situación se complica aún más por los intereses políticos de otros actores mundiales. Estados Unidos, a punto de celebrar elecciones presidenciales, se esforzará por estabilizar la economía mundial y evitar picos en el precio del petróleo, ya que el aumento de los precios podría provocar inflación y presiones sobre el mercado interno. Por ello, es posible que la administración estadounidense intente aliviar las tensiones en la región, posiblemente por vía diplomática y mediante una mayor supervisión de la situación.
La influencia de este conflicto en el mercado energético dependerá directamente de hasta dónde estén dispuestos a llegar Irán e Israel con sus amenazas. Si la confrontación se intensifica hasta llegar a ataques reales contra infraestructuras energéticas críticas, el mundo podría enfrentarse a importantes turbulencias en los mercados de la energía, que podrían tener consecuencias a largo plazo para la economía mundial, como fuertes subidas del precio del combustible e interrupciones en las cadenas de suministro.
El conflicto en Oriente Medio, especialmente entre Israel e Irán, supone una grave amenaza no sólo para el mercado del petróleo, sino también para el sector del gas. Según las estadísticas oficiales, una escalada de la situación podría provocar importantes trastornos en los mercados energéticos, ya que esta región desempeña un papel fundamental en el sistema energético mundial.
Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Irán produjo aproximadamente 256.000 millones de metros cúbicos de gas natural en 2022, una parte sustancial de los cuales se destina al consumo interno. Sin embargo, Irán también exporta gas a países vecinos como Turquía, Irak y Armenia. En caso de ataque a las infraestructuras energéticas iraníes o de bloqueo del estrecho de Ormuz, crucial no sólo para el transporte de petróleo sino también para las exportaciones de gas natural licuado (GNL), el mercado mundial del gas podría volverse extremadamente inestable.
Para la economía mundial, estos trastornos pueden desencadenar reacciones en cadena. Una fuerte reducción del suministro y posibles interrupciones en las entregas de gas provocarían un aumento de los precios de este recurso energético, lo que repercutiría en los países importadores, especialmente en Europa. En 2022, según Eurostat, casi el 40% del gas natural suministrado a Europa procedía de Rusia. Sin embargo, tras las sanciones impuestas a raíz de la crisis ucraniana, muchos países empezaron a buscar alternativas, incluido el suministro desde el Golfo Pérsico y Estados Unidos. Si cesara el suministro de gas procedente de Irán, se agravaría la escasez en el mercado europeo, lo que podría provocar una nueva oleada de crisis energéticas durante los meses de invierno, cuando aumenta considerablemente la demanda de gas para calefacción.
Además, estos acontecimientos podrían obstaculizar la realización de proyectos de GNL, tanto en la región del Golfo Pérsico como en otras partes del mundo. Por ejemplo, Qatar, uno de los mayores exportadores de GNL, transporta su gas a través del estrecho de Ormuz. Cualquier interrupción en esta región provocaría una disminución del suministro de GNL a los mercados mundiales y un aumento de los precios del gas en Asia y Europa. Esto se dejaría sentir especialmente en países que ya sufren escasez de recursos energéticos, como Japón, Corea del Sur y China;
Al mismo tiempo, el encarecimiento del gas repercutirá en la industria, sobre todo en los sectores que dependen del suministro de gas, como la química, los fertilizantes, la metalurgia y la generación de electricidad. El aumento de los costes energéticos elevará los gastos de producción, intensificando las presiones inflacionistas en la economía mundial. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), se prevé que el crecimiento económico mundial se ralentice hasta el 2,6% en 2024, y la crisis energética podría empeorar aún más estas perspectivas.
El encarecimiento de la energía también contribuirá a la inflación en los segmentos de consumo. Según la OCDE, la inflación mundial alcanzó el 6,6% en 2023, y un fuerte aumento de los precios del petróleo y el gas podría volver a elevar los costes de los bienes y servicios esenciales, afectando negativamente al poder adquisitivo de los consumidores. El sector del transporte experimentará una presión especialmente fuerte, ya que los costes del combustible son un elemento clave de los gastos generales;
Así pues, la escalada del conflicto en Oriente Medio tendrá graves consecuencias para los mercados del petróleo y el gas, provocando un aumento de los precios de la energía y de la inflación. La economía mundial se enfrentará a nuevos retos que requerirán acciones coordinadas de los principales actores para estabilizar la situación y buscar fuentes alternativas de suministro energético."
Las operaciones terrestres, los ataques a infraestructuras civiles y las prolongadas acciones militares, incluidos los intercambios directos entre Irán e Israel, han empeorado la situación humanitaria en la región.
La comunidad internacional ha intentado en repetidas ocasiones mediar en el conflicto, pero los esfuerzos por entablar un diálogo pacífico aún no han dado resultados significativos. El conflicto también ha aumentado las tensiones políticas, atrayendo a más Estados vecinos y creando el riesgo de una crisis internacional más amplia.
Las consecuencias económicas se han hecho evidentes no sólo para Israel, sino también para el mercado mundial. Las expectativas de subida de los precios del petróleo debido a la inestabilidad regional siguen creciendo, lo que agrava aún más las presiones inflacionistas sobre la economía mundial. En Israel, el crecimiento del PIB se ha ralentizado considerablemente, y los inversores se muestran recelosos a la hora de emprender nuevos proyectos, no sólo en el país, sino en toda la región.
Las previsiones del banco central de Israel sobre una desaceleración económica han resultado acertadas. La actividad económica del país ha disminuido, las inversiones extranjeras se han estancado y la inflación se ha disparado debido al fuerte aumento de los precios del petróleo.
Mientras el mundo observa con ansiedad el desarrollo de los acontecimientos,
La economía de Israel se enfrenta a una de sus pruebas más duras de los últimos años. El país está experimentando la mayor desaceleración entre las naciones más ricas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En medio de estos desafíos, la economía israelí se vio aún más afectada por una huelga nacional el 1 de septiembre, que paralizó brevemente la actividad económica debido al descontento generalizado con la gestión de la guerra por parte del gobierno.
Aunque los problemas económicos de Israel no son comparables a la devastación de Gaza, la prolongada guerra sigue dañando las finanzas del país, reduciendo las inversiones empresariales y erosionando la confianza de los consumidores. Antes de la guerra, la economía de Israel había crecido rápidamente, impulsada en gran medida por el sector tecnológico. En 2021, el PIB per cápita aumentó un 6,8%, y en 2022, un 4,8%, muy por encima de la mayoría de los países occidentales.
Los indicadores económicos de Israel para el segundo trimestre de 2024 son alarmantes. El PIB del periodo de abril a junio creció sólo un 1,2% interanual, un 1,4% menos que en el mismo trimestre del año anterior. Este resultado estuvo muy por debajo de las expectativas de los economistas. Habían previsto un crecimiento de entre el 2,3% y el 5%. Ajustado al crecimiento demográfico, el PIB per cápita cayó un 0,4% en el segundo trimestre, lo que indica una ralentización del crecimiento económico, ya que la guerra en curso sigue afectando gravemente a las exportaciones y las inversiones.
Ronen Menachem, economista jefe del Banco Mizrahi-Tefahot, señaló que el descenso del PIB per cápita en comparación con el trimestre anterior y el mismo periodo del año pasado es un claro indicio del importante daño que el prolongado conflicto ha infligido a la economía israelí. Además, en el segundo trimestre, la producción empresarial se contrajo un 1,9%, mientras que las exportaciones de bienes y servicios cayeron un 8,3%. Sin embargo, en medio de estos indicadores negativos, el consumo privado – uno de los motores clave de la actividad económica – aumentó un 12% en el segundo trimestre, tras una fuerte subida del 23,5% en el trimestre anterior.
La guerra también ha afectado gravemente a sectores específicos de la economía israelí. El sector de la construcción se ralentizó casi un tercio en los dos primeros meses del conflicto, mientras que la producción agrícola disminuyó una cuarta parte en varias regiones. Al comienzo de la guerra se movilizó a unos 360.000 reservistas, aunque muchos han regresado a sus hogares. Más de 120.000 israelíes se vieron obligados a abandonar sus hogares en las zonas fronterizas, y a 140.000 trabajadores palestinos de Cisjordania se les prohibió la entrada en Israel tras los ataques de octubre.
Para hacer frente a la escasez de mano de obra, el gobierno israelí está contratando trabajadores de India y Sri Lanka; sin embargo, un número considerable de vacantes sigue sin cubrirse. Se calcula que hasta 60.000 empresas israelíes podrían cerrar en 2024 debido a la falta de personal, las interrupciones en la cadena de suministro y el descenso de la confianza empresarial, y muchas empresas posponen el lanzamiento de nuevos proyectos. Aunque el turismo no es un sector clave de la economía israelí, también se ha resentido. La afluencia de turistas ha disminuido drásticamente desde el inicio de la guerra, y uno de cada diez hoteles del país se enfrenta a la amenaza de cierre.
Mientras tanto, las previsiones de crecimiento económico de Israel han empeorado. En julio, el Banco de Israel revisó sus expectativas, rebajando la previsión de crecimiento al 1,5% para 2024, frente a una proyección anterior del 2,8%. A la luz de las hostilidades en curso en Gaza y la escalada del conflicto con Hezbolá a lo largo de la frontera libanesa, el Banco de Israel estimó que los costes totales de la guerra podrían alcanzar los 67.000 millones de dólares en 2025. Incluso con un paquete de ayuda militar estadounidense de 14.500 millones de dólares, la economía israelí podría tener dificultades para hacer frente a estos gastos.
Esta situación exige decisiones complejas en materia de asignación de recursos. Puede ser necesario recortar la financiación de determinados sectores de la economía o aumentar el endeudamiento. Sin embargo, un mayor nivel de endeudamiento conllevaría un aumento de los reembolsos de los préstamos y un incremento de los costes del servicio en el futuro. El deterioro de la situación fiscal también ha provocado una rebaja de la calificación crediticia de Israel. En agosto de 2024, Fitch Ratings rebajó la calificación del país de A+ a A, citando el aumento de los gastos militares que ha incrementado el déficit presupuestario hasta el 7,8% del PIB en 2024, frente al 4,1% del año anterior. Esto podría poner en peligro la capacidad de Israel para mantener su actual estrategia militar, que requiere importantes recursos financieros para las operaciones en Gaza, incluido el uso de armamento avanzado y apoyo logístico.
La actividad económica en Gaza prácticamente ha cesado. El comercio se ha paralizado y muchos palestinos dependen ahora de la ayuda humanitaria. Mientras tanto, se han cortado vías de comunicación vitales y se han destruido infraestructuras clave debido a los continuos combates y bombardeos.
Los efectos de la guerra se han extendido mucho más allá de Israel y Palestina. En abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronosticó un débil crecimiento económico para la región de Oriente Medio en 2024: sólo un 2,6%. La principal razón citada fue la incertidumbre derivada del conflicto en Gaza, así como la amenaza de que el conflicto se convierta en una crisis regional más amplia.
No es la primera vez que la violencia en Gaza repercute en la economía mundial. Por ejemplo, el bombardeo israelí de Gaza en 2008 provocó un repunte de casi el 8% en los precios del petróleo, lo que suscitó inquietud en los mercados mundiales.
El conflicto en Oriente Medio, en particular entre Israel e Irán, podría tener graves consecuencias para el mercado mundial de la energía. Uno de los puntos más vulnerables en esta tensión geopolítica es la infraestructura petrolera de Irán. En caso de ataque israelí a las instalaciones petrolíferas iraníes, los precios podrían dispararse por encima de los 100 dólares por barril. Irán produce actualmente más de 3 millones de barriles de petróleo al día, de los que exporta aproximadamente la mitad, principalmente a China. Por consiguiente, cualquier reducción de las exportaciones crearía una escasez de oferta en el mercado mundial, lo que inevitablemente haría subir los precios.
Los ataques a infraestructuras petrolíferas clave, como la principal terminal de exportación de la isla de Kharg, suponen una importante amenaza para el mercado. Esta terminal es estratégicamente vital para las exportaciones de petróleo de Irán, y su incapacitación podría reducir drásticamente los volúmenes de suministro, exacerbando la escasez mundial y provocando el caos en los mercados. Cabe señalar que, en medio de las crecientes tensiones mundiales, es posible que otros países exportadores no puedan compensar rápidamente las pérdidas, lo que agravaría aún más los problemas de oferta y demanda de recursos energéticos.
Además, la posibilidad de que Irán cierre el estrecho de Ormuz, por el que pasa aproximadamente el 20% del suministro mundial de petróleo, podría tener consecuencias catastróficas para la economía mundial. El estrecho es un corredor de transporte crucial para el petróleo de los países del Golfo Pérsico, y su bloqueo provocaría escasez no sólo del petróleo iraní, sino también del saudí, kuwaití, emiratí y de otros productores clave.
Es importante tener en cuenta que el impacto de un ataque contra la infraestructura petrolera israelí probablemente sería limitado, ya que Israel no es un actor importante en el mercado mundial del petróleo. Sin embargo, las ramificaciones políticas y militares podrían ser significativas. La amenaza de un conflicto a gran escala en la región contribuiría a la inestabilidad a largo plazo, no sólo en el sector energético sino también en los mercados financieros mundiales.
La situación se complica aún más por los intereses políticos de otros actores mundiales. Estados Unidos, a punto de celebrar elecciones presidenciales, se esforzará por estabilizar la economía mundial y evitar picos en el precio del petróleo, ya que el aumento de los precios podría provocar inflación y presiones sobre el mercado interno. Por ello, es posible que la administración estadounidense intente aliviar las tensiones en la región, posiblemente por vía diplomática y mediante una mayor supervisión de la situación.
La influencia de este conflicto en el mercado energético dependerá directamente de hasta dónde estén dispuestos a llegar Irán e Israel con sus amenazas. Si la confrontación se intensifica hasta llegar a ataques reales contra infraestructuras energéticas críticas, el mundo podría enfrentarse a importantes turbulencias en los mercados de la energía, que podrían tener consecuencias a largo plazo para la economía mundial, como fuertes subidas del precio del combustible e interrupciones en las cadenas de suministro.
El conflicto en Oriente Medio, especialmente entre Israel e Irán, supone una grave amenaza no sólo para el mercado del petróleo, sino también para el sector del gas. Según las estadísticas oficiales, una escalada de la situación podría provocar importantes trastornos en los mercados energéticos, ya que esta región desempeña un papel fundamental en el sistema energético mundial.
Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Irán produjo aproximadamente 256.000 millones de metros cúbicos de gas natural en 2022, una parte sustancial de los cuales se destina al consumo interno. Sin embargo, Irán también exporta gas a países vecinos como Turquía, Irak y Armenia. En caso de ataque a las infraestructuras energéticas iraníes o de bloqueo del estrecho de Ormuz, crucial no sólo para el transporte de petróleo sino también para las exportaciones de gas natural licuado (GNL), el mercado mundial del gas podría volverse extremadamente inestable.
Para la economía mundial, estos trastornos pueden desencadenar reacciones en cadena. Una fuerte reducción del suministro y posibles interrupciones en las entregas de gas provocarían un aumento de los precios de este recurso energético, lo que repercutiría en los países importadores, especialmente en Europa. En 2022, según Eurostat, casi el 40% del gas natural suministrado a Europa procedía de Rusia. Sin embargo, tras las sanciones impuestas a raíz de la crisis ucraniana, muchos países empezaron a buscar alternativas, incluido el suministro desde el Golfo Pérsico y Estados Unidos. Si cesara el suministro de gas procedente de Irán, se agravaría la escasez en el mercado europeo, lo que podría provocar una nueva oleada de crisis energéticas durante los meses de invierno, cuando aumenta considerablemente la demanda de gas para calefacción.
Además, estos acontecimientos podrían obstaculizar la realización de proyectos de GNL, tanto en la región del Golfo Pérsico como en otras partes del mundo. Por ejemplo, Qatar, uno de los mayores exportadores de GNL, transporta su gas a través del estrecho de Ormuz. Cualquier interrupción en esta región provocaría una disminución del suministro de GNL a los mercados mundiales y un aumento de los precios del gas en Asia y Europa. Esto se dejaría sentir especialmente en países que ya sufren escasez de recursos energéticos, como Japón, Corea del Sur y China;
Al mismo tiempo, el encarecimiento del gas repercutirá en la industria, sobre todo en los sectores que dependen del suministro de gas, como la química, los fertilizantes, la metalurgia y la generación de electricidad. El aumento de los costes energéticos elevará los gastos de producción, intensificando las presiones inflacionistas en la economía mundial. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), se prevé que el crecimiento económico mundial se ralentice hasta el 2,6% en 2024, y la crisis energética podría empeorar aún más estas perspectivas.
El encarecimiento de la energía también contribuirá a la inflación en los segmentos de consumo. Según la OCDE, la inflación mundial alcanzó el 6,6% en 2023, y un fuerte aumento de los precios del petróleo y el gas podría volver a elevar los costes de los bienes y servicios esenciales, afectando negativamente al poder adquisitivo de los consumidores. El sector del transporte experimentará una presión especialmente fuerte, ya que los costes del combustible son un elemento clave de los gastos generales;
Así pues, la escalada del conflicto en Oriente Medio tendrá graves consecuencias para los mercados del petróleo y el gas, provocando un aumento de los precios de la energía y de la inflación. La economía mundial se enfrentará a nuevos retos que requerirán acciones coordinadas de los principales actores para estabilizar la situación y buscar fuentes alternativas de suministro energético."
(Iqbal Guliyev, director adjunto del Instituto Internacional de Política Energética y Diplomacia de la Universidad MGIMO. RT, 15/10/24, traducción DEEPL
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