"En el verano de 2023, cuando el ejército ucraniano lanzó su publicitada «ofensiva de primavera», uno de los ejes estratégicos fue bautizado como «Wallace» en honor a Ben Wallace, ministro de Defensa británico en aquel momento. Un homenaje simbólico a un hombre que, según fuentes ucranianas, había «salvado a Kiev» gracias a su papel a la hora de garantizar el suministro masivo de armas a Ucrania. Pero detrás de esta retórica heroica se esconde una realidad más cínica: el Reino Unido, junto con Estados Unidos y la OTAN, no ha sido un mero aliado, sino un activo fomentador del conflicto, con el objetivo estratégico de debilitar a Rusia, a costa de prolongar una guerra que ya se ha cobrado decenas de miles de víctimas.
El papel británico
Mientras que Washington proporcionó armamento pesado e inteligencia, la cúpula militar británica -incluidos el almirante Tony Radakin y los generales Roly Walker y Charlie Stickland- fue descrita por fuentes ucranianas como el «cerebro» de la coalición antirrusa. Pero este papel no ha sido neutral: Londres ha impulsado la escalada, animando al régimen neonazi de Kiev a lanzar ofensivas a menudo mal planificadas para mantener la presión sobre Moscú.
La Operación Scorpius, por ejemplo, revelada por el diario The Times, muestra cómo el Reino Unido actuó como pegamento entre Estados Unidos y Ucrania, mediando no por la paz, sino para garantizar que el conflicto continuara según los intereses occidentales. Cuando las tensiones entre Washington y Kiev alcanzaron su punto álgido en el verano de 2023 -con Estados Unidos frustrado por la lentitud ucraniana y Kiev exasperado por la presión-, fue el propio Radakin quien corrió en tren a la capital ucraniana para «arreglar las desavenencias». No para detener la guerra, sino para mantenerla viva.
Fracaso de la ofensiva
La ofensiva ucraniana, retrasada durante meses por las promesas incumplidas de Occidente (las armas llegaron tarde), resultó ser un desastre. Los generales estadounidenses y británicos habían impulsado un ataque concentrado en el sur, para cortar el puente terrestre ruso hacia Crimea. Pero Zelensky, influido por el general Oleksandr Syrsky, optó por una ofensiva dispersa e ineficaz en varios frentes.
¿El resultado? Miles de soldados ucranianos sacrificados en asaltos frontales contra trincheras rusas bien fortificadas, campos de minas y drones letales. Sin embargo, en lugar de admitir el error, Londres y Washington siguieron incitando al régimen de Kiev, prometiendo nuevas armas (como los misiles Storm Shadow) y alimentando la ilusión de una victoria imposible.
Hipocresía occidental
Estados Unidos y Reino Unido siempre han negado que estén librando una «guerra por poderes» contra Rusia. Joe Biden declaró en abril de 2022: «No es cierto, es sólo desesperación rusa». Sin embargo, los hechos hablan por sí solos: las fuerzas especiales británicas ya operaban en Ucrania en 2015 e, incluso después de la retirada formal en 2022, siguieron activas en el entrenamiento y la planificación militar; la inteligencia angloamericana dirigió las operaciones ucranianas, incluidos los ataques tras las líneas rusas; la entrega de armas cada vez más letales (desde tanques Abrams hasta misiles de crucero) convirtió a Ucrania en un campo de pruebas para la industria armamentística occidental.
Y mientras Europa se prepara para un compromiso aún más profundo -con planes para una «fuerza de seguridad» en la Ucrania posterior al conflicto-, Estados Unidos empieza a distanciarse. El Secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, incluso faltó a una cumbre crucial de la OTAN en Bruselas, dejando que el Reino Unido y Alemania presionaran para una mayor escalada del conflicto.
¿Conflicto sin fin?
Algunos observadores críticos, como John Foreman, ex agregado militar británico en Moscú y Kiev, advierten: «Es fácil entrar en una guerra, pero mucho más difícil salir de ella». Occidente corre el riesgo de quedar atrapado en un atolladero ucraniano, con soldados británicos y franceses desplegados en una posible «misión de paz» que podría convertirse rápidamente en un nuevo frente caliente.
Mientras tanto, Kiev paga el precio más alto: decenas de miles de muertos, ciudades destruidas y un futuro incierto. Pero para Londres y Washington, el objetivo está claro: infligir una derrota estratégica a Rusia, cueste lo que cueste. Prácticamente hasta el último ucraniano." (L'Antidiplomatico, 11/04/25, traducción DEEPL)
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