5.7.25

La encuesta que señala el mayor problema de Sánchez y de la izquierda... Sánchez está jugando la carta del antiTrump europeo, que le funciona a nivel continental, pero que tiene una eficacia interna limitada... Una figura de la izquierda progresista, como Mariana Mazzucato, aseguraba haber disfrutado de una excelente conversación con Sánchez, y firmaba, junto con Carlos Cuerpo y los ministros de Brasil y Sudáfrica un artículo en defensa de la “cooperación multilateral y mecanismos de financiación justos"... Sánchez insistió que “Frente al repliegue, España ofrece refugio”... este programa podría tener sentido como dique frente a Trump en 2016, pero no ahora... la atención está puesta cada vez más en las condiciones de vida... Los marcos ideológicos están cambiando y cada vez más gente se aleja de la política, o se vuelve contra ella desde una posición insurgente, porque su vida cotidiana se aleja mucho de lo que entiende aceptable... La sensación de que la democracia no funciona, de que hace falta un impulso que los políticos no pueden dar porque son ineficaces, ineptos o corruptos, o de que hay demasiadas normas y hay que dejar las manos libres a los dirigentes, están aquí ya. Y todas ellas están atizadas por un mismo fuego, el de un declinante nivel de vida que afecta, de distintas maneras, a las diferentes clases sociales... Una reciente encuesta del CIS sobre desigualdades y tendencias sociales señala que, en este instante, el 59,5% de los españoles cree que hay un conflicto fuerte o muy fuerte entre pobres y ricos y el 66,7% asegura que ese conflicto es fuerte o muy fuerte entre empresarios y directivos y los trabajadores... La corrupción puede dañar algo al PSOE, pero su principal efecto es convertir en antisistema a cada vez un mayor número de personas. La política debería tomar conciencia de este clima, y la cesura que se ha generado en la legislatura es el momento idóneo (Esteban Hernández)

 "Este no es un momento de parálisis para los socialistas, aunque la sensación de desorientación que transmiten tras el ingreso de Cerdán en la cárcel sugiera lo contrario. La semana pasada fue el enfrentamiento con Trump a raíz del 5% de gasto en la OTAN, y en esta, la Cuarta Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, celebrada en Sevilla, le ha servido a Sánchez para trasladar un programa de política internacional. El sábado habrá Comité Federal del PSOE y el miércoles próximo tendrá lugar la comparecencia en el Congreso del presidente, con la corrupción como tema monográfico. En ambos se espera anuncio de novedades.

Para el PSOE no será suficiente con tomar medidas internas contra la corrupción. Para que el votante respalde a un partido hay mínimos indispensables, entre ellos el de no robar. Adoptar iniciativas para que la corrupción no tenga lugar, o al menos para hacerla mucho más difícil, no es un programa, sino un punto de partida indispensable. El PSOE puede ofrecer transparencia, mecanismos de purgación de conductas delictivas y demás, pero servirá únicamente para tapar vías de agua.

En realidad, los pronósticos señalan que los anuncios políticos de mayor calado tendrán lugar después de agosto. En primera instancia, porque ya habrán avanzado las causas judiciales que el PP tiene abiertas y los socialistas podrán contrarrestar las acusaciones que les formulen oponiendo los casos ajenos. En segundo lugar, si Sánchez pretende dar un giro al gobierno, aspira a aprobar presupuestos o trata de agitar políticamente el escenario, tendrá más sentido realizar anuncios después de las vacaciones: sus medidas contarán con mayor recorrido que en el verano, cuando la gente desconecta. Sin embargo, cualquier línea de acción no deja de ser provisional, porque todo está sujeto a acontecimientos poco predecibles, los derivados de lo que aflore en las causas judiciales.

Un dique frente a la nada

Sumar zanjó su reunión del martes con el PSOE acusando a sus socios de inmovilismo. Daban la sensación de estar poco preocupados por la situación que les afecta, como si pensaran que el contexto es manejable, aseguraban los de Díaz. Pecaban de exceso de confianza.

Quizá el PSOE solo quiso transmitir tranquilidad y proyectar la idea de que están más asentados de lo que parece, pero la actitud que trasladan señala que no se van a mover mucho del programa previsto, salvo en lo que se refiere a la corrupción.

Sánchez insistió en el comercio, la ciencia y la cooperación como instrumentos de progreso: "Frente al repliegue, España ofrece refugio"

Sánchez está jugando la carta del antiTrump europeo, que le funciona a nivel continental, pero que tiene una eficacia interna limitada. Esta misma semana ha vuelto a proponerse como dique frente a las tentaciones trumpistas en el plano internacional. En Sevilla insistió en el comercio, la ciencia y la cooperación como instrumentos de progreso y herramientas de justicia: “Frente al repliegue, España ofrece refugio”. Ofreció abrir en Madrid una Casa de las Naciones Unidas y configurar España como un hub multilateral. Según el presidente, “el multilateralismo basado en objetivos sigue siendo nuestro vehículo más eficaz para abordar los desafíos compartidos y crear las condiciones para una prosperidad sostenible”.

Una figura de la izquierda progresista, como Mariana Mazzucato, aseguraba haber disfrutado de una excelente conversación con Sánchez, y firmaba, junto con Carlos Cuerpo y los ministros de Brasil y Sudáfrica un artículo en defensa de la “cooperación multilateral basada en objetivos compartidos —los ODS— y mecanismos de financiación justos y transformadores que brinden a las naciones margen fiscal para construir seguridad económica, invirtiendo en resiliencia climática e infraestructura social”.

Insistir en este programa podría tener sentido como dique frente a Trump en 2016, pero no ahora, porque se fija una barrera en un lugar en el que el rival político ya no está. La derecha ha desplazado el campo de juego hacia otros lugares, al igual que lo ha movido el gobierno de EEUU, de manera que se está colocando un muro en el que no hay nadie al otro lado.

El nivel de vida

Al final del camino, más tarde o más temprano, España irá a unas elecciones generales en las que todo este ruido comenzará a aclararse. Ese es el horizonte, que unos y otros olvidan. La derecha vive en la burbuja de los ataques continuos y el de la inminencia de la caída de Sánchez. No hay señales de que el rumbo vaya a variar ahora, y ahí están los cambios en el PP para atestiguarlo. La izquierda vive en la burbuja de los tiempos pasados: ante un momento de ruptura en la legislatura, Sánchez ha decidido refugiarse en lo conocido. Es típico de los momentos de la desorientación. Habrá medidas en vivienda, y se aventuran algunos cambios de corte social, pero la magnitud de la pelea no se puede solventar, y lo vemos en el plano internacional, con tres o cuatro acciones tecnocráticas ligadas a las políticas públicas.

"La democracia no ha desaparecido porque a la gente le disgustara, sino porque se cansaron del desempleo y de la inseguridad"

La llegada de Trump ha cambiado muchas cosas en muchos sentidos. Y una de ellas es que la atención está puesta cada vez más en las condiciones de vida. El presidente estadounidense no podría haber llegado a la Casa Blanca por segunda vez sin haber impugnado de manera brutal los efectos de la globalización para el ciudadano común. Mamdani no podría haber triunfado en las primarias demócratas de Nueva York, ni haber levantado toda la polvareda en torno a su programa, sin poner el acento en el deficiente poder adquisitivo de los habitantes de la gran urbe global. Los marcos ideológicos están cambiando y cada vez más gente se aleja de la política, o se vuelve contra ella desde una posición insurgente, porque su vida cotidiana se aleja mucho de lo que entiende aceptable.

Estos días ha circulado en ámbitos de la izquierda estadounidense esta cita de Franklin Delano Roosevelt, pronunciada en un discurso radiofónico en 1938: “La democracia ha desaparecido en grandes naciones no porque a sus habitantes les disgustara, sino porque se cansaron del desempleo y la inseguridad, de ver a sus hijos pasar hambre mientras ellos permanecían impotentes ante la confusión y la debilidad del gobierno por falta de liderazgo. Finalmente, desesperados, optaron por sacrificar la libertad con la esperanza de conseguir algo para comer”.

El momento Biden

No es ese nuestro momento histórico, pero tiene mucho que ver con él. La sensación de que la democracia no funciona, de que hace falta un impulso que los políticos no pueden dar porque son ineficaces, ineptos o corruptos, o de que hay demasiadas normas y hay que dejar las manos libres a los dirigentes, están aquí ya. Y todas ellas están atizadas por un mismo fuego, el de un declinante nivel de vida que afecta, de distintas maneras, a las diferentes clases sociales. Los salarios suben escasamente mientras que el coste de la vida se dispara, el futuro no parece brillante y no hay grandes motivos para pensar que las cosas mejorarán. Los mensajes que se reciben hablan de la polarización y de una economía que funciona como un tiro. Es probable que las izquierdas, comenzando por el PSOE, estén viviendo su momento Biden y Harris y crean que el soporte de los números macroeconómicos les ofrece una posibilidad electoral. Es probable también que las derechas vendan que todos los problemas de España están causados por Sánchez, y que bastaría con sacarle de la Moncloa para que el panorama mejore. Ambas cosas ayudan a alejar a los españoles de la política.

Un 66,7% de los españoles asegura que hay un conflicto fuerte o muy fuerte entre los empresarios y directivos y los trabajadores

Una reciente encuesta del CIS sobre desigualdades y tendencias sociales señala que, en este instante, el 59,5% de los españoles cree que hay un conflicto fuerte o muy fuerte entre pobres y ricos y el 66,7% asegura que ese conflicto es fuerte o muy fuerte entre empresarios y directivos y los trabajadores. En esa misma encuesta se señala que el 65,5% de los españoles cree que, dentro de diez años, el conflicto entre pobres y ricos será fuerte o muy fuerte; el 67% afirma que habrá un enfrentamiento fuerte o muy fuerte entre directivos y trabajadores. El conflicto entre los nacidos en España y los inmigrantes lo estiman preocupante el 66,2% de los encuestados, pero para dentro de diez años el porcentaje se reduce hasta el 60,6%.

Este es un momento de insurgencia, de cambios políticos y sociales profundos, que en España está latente, todavía no manifestado en toda su extensión, pero está ahí. La corrupción puede dañar algo al PSOE, pero su principal efecto es convertir en antisistema a cada vez un mayor número de personas. La política debería tomar conciencia de este clima, y la cesura que se ha generado en la legislatura es el momento idóneo."

(Esteban Hernández , El Confidencial, 04/07/25)

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