26.7.25

Washington está ganando su guerra contra Europa y lo está haciendo sin necesidad de pelear en serio... La administración Trump está usando su guerra comercial global para promover en primer lugar los intereses de la industria tecnológica estadounidense. Un objetivo prioritario de Trump es desarrollar al máximo la presencia y la actividad de sus empresas tecnológicas en el extranjero, por motivos económicos, pero también geopolíticos. Es en ese ámbito donde Washington entiende que se juega la hegemonía del futuro... tmbién EEUU quiere mantener la moneda de reserva a toda costa. Para eso, necesita que sus fondos no encuentren límites e impedimentos, como regulaciones nacionales o regionales que frenen su expansión... ante esto, las élites europeas han elegido la sumisión estratégica como forma de no empeorar las cosas con un Trump desatado... Europa solo podría poner límites al desarrollo estadounidense si quisiera jugar a fondo la carta de la autonomía estratégica. Estamos muy lejos de que esa voluntad haya hecho acto de presencia... la fórmula de Draghi, la conversión del next generation en un mecanismo de financiación permanente con el que solucionar el trilema de la inversión en defensa y renovables, la sostenibilidad de la deuda y la preservación de la UE y del mercado interior, era la solución correcta. Nada de eso asoma por el horizonte (Esteban Hernández)

 "La administración Trump ha dado un golpe en la mesa en el orden internacional para rehacerlo en beneficio propio: en el orden militar, en el geopolítico, en el comercial, en el energético, en el tecnológico y en el financiero. Esta reorganización tiene un punto central, Asia-Pacífico, y un elemento prioritario: el establecimiento de nuevas relaciones con los socios y aliados en términos que satisfagan sus intereses. Washington afirma haber sido maltratado principalmente por los países de su órbita y quiere poner remedio al problema.

México y Canadá fueron los primeros en sentir la presión con los aranceles. EEUU ha anunciado acuerdos con el Reino Unido y Japón, y está cerca de llegar a un acuerdo con la UE. Las noticias que se han ido filtrando desde Bruselas señalan que los aranceles quedarían fijados en el 15 %, con salvedades en algunos sectores.

Si finalmente se concreta el acuerdo en ese porcentaje, habrá suspiros de alivio. Está cerca del 10 % ahora operativo y lejos del 30 % con el que Trump amenazaba. A pesar de todo, es un arancel lo suficientemente perjudicial para la Unión como para lamentarlo en lugar de celebrarlo, ya que generará dificultades serias en diferentes sectores.

Con todo, el problema no son tanto los aranceles, como la situación en la que quedaría la Unión. Si se eleva la mirada y se toma en consideración el conjunto de acciones estadounidenses, Washington está ganando su guerra contra Europa y lo está haciendo sin necesidad de pelear en serio.   

Lo que se obtiene a cambio de un 15%

La importancia de los aranceles no está solo en el porcentaje que se fije, sino en lo que se cede para evitar males mayores. Uno de los propósitos de EEUU es recuperar capacidades productivas en determinados ámbitos. El acuerdo con Japón ha conseguido que se reduzcan las barreras a productos agrícolas estadounidenses, como el arroz, pero también ha arrancado el compromiso de Tokio de invertir 550.000 millones de dólares en territorio estadounidense para construir cadenas de suministro resilientes en sectores clave. La Casa Blanca también ha negociado un fondo similar con Corea del Sur, un país que aspira a que los aranceles queden limitados al 15 %. Parece existir una tarifa estándar: Washington consigue lo que quiere de cada país a cambio de no pasar del 15 %.

Están por conocerse las exigencias de la administración Trump con Europa en ese sentido, pero ni siquiera serían necesarias. Hay empresas continentales que ya han iniciado procesos de relocalización en EEUU, en la medida en que perciben oportunidades de rentabilidad, o ventajas para no salir perjudicados en este sentido.

Las áreas prioritarias

Sin embargo, no es ahí donde Washington pone el foco. Su área prioritaria son las tecnológicas. La jefa de tecnología de la Comisión, Henna Virkkunen, aseguró que la regulación en ese ámbito está fuera de los límites de las negociaciones arancelarias con EEUU; es decir, que no utilizarían las amenazas regulatorias contra las tecnológicas para forzar mejores condiciones en la negociación. Los franceses apuntaron que podrían considerar medidas comerciales contra dicho sector si el diálogo se tuerce, como las restricciones a la publicidad en línea para las plataformas digitales, según aseguró el ministro de Industria francés, Marc Ferracci.

Son amenazas vanas, muy propias de los últimos años franceses. La administración Trump está usando su guerra comercial global para promover en primer lugar los intereses de la industria tecnológica estadounidense. Un objetivo prioritario de Trump es desarrollar al máximo la presencia y la actividad de sus empresas tecnológicas en el extranjero, por motivos económicos, pero también geopolíticos. Es en ese ámbito donde Washington entiende que se juega la hegemonía del futuro, con la inteligencia artificial de fondo. Es esencial, por tanto, cerrar la puerta al desarrollo exterior chino en ese terreno, pero también impedir la aparición de jugadores autónomos. La Casa Blanca pondrá toda la carne en el asador en la tecnología, y Europa solo podría poner límites al desarrollo estadounidense si quisiera jugar a fondo la carta de la autonomía estratégica. Estamos muy lejos de que esa voluntad haya hecho acto de presencia.

El otro ámbito relevante tiene que ver con el desarrollo del capital ligado al shadow banking, a los fondos de gestión pasiva, a los hedge funds y al 'private equity' en la esfera internacional. EEUU quiere mantener la moneda de reserva a toda costa, por más que el dólar pueda depreciarse, y buena parte de esa ventaja consiste en que su área financiera continúe siendo atractiva para el capital global. Para eso, necesita que sus fondos no encuentren límites e impedimentos, como regulaciones nacionales o regionales que frenen su expansión. Existen sectores en los que se esperan nuevas oportunidades de negocio, que van desde los centros de datos, la energía, la industria o la sanidad, de los que su esfera financiera espera réditos futuros. Este es otro ámbito prioritario para Washington. Por eso cada vez más se habla de acabar con regulaciones que impiden el crecimiento.

Lo que ya hemos visto.

Para ver el mapa completo, hay que recordar que la acción estadounidense tiene más ámbitos de acción. Su primer paso fue la amenaza de retirar del continente sus fuerzas militares: bastó con ser enunciada para que los países que forman parte de la OTAN se comprometieran a gastar recursos en defensa. El 5 % es asumible para algunos de ellos, como Polonia, los países bálticos o Alemania, e inasumible para todos los demás. Francia tiene una deuda elevada, y el anuncio casi simultáneo de una inversión de más de 60.000 millones en defensa realizado por Macron y los recortes al presupuesto de Bayrou, 44.000 millones, ha incrementado las tensiones políticas y sociales en el país. Irán en aumento. España afirmó que no llegaría al 5 %, e Italia, otro país endeudado, aseguró que sí lo haría. Es muy complicado que ambos se acerquen siquiera a ese porcentaje sin que los mercados financieros claven sus dientes en su deuda, amenaza que pende sobre Francia. Cumplir el programa de gasto en defensa arrojará una Unión más dividida aún entre el norte y el sur. Esa fue la salida de 2008, que no fue útil ni para Alemania. El resultado: más fragmentación, más desunión, más división política interna.

También había logrado sus propósitos Washington en el ámbito energético. Europa está ralentizando sus propósitos de descarbonización y otorgando un papel reforzado al petróleo, el gas y la energía nuclear, sino que fue obligada por la presión de Washington a desvincularse del gas ruso y a comprar gas estadounidense, más caro. Es relevante porque incide en la competitividad de la industria alemana, ya presionada, pero también por las dificultades que somete a varios países del este. Los intentos de acercamiento a Rusia de algunos de ellos, que se concreta en el crecimiento de opciones políticas trumpistas, se asienta también en una situación objetiva.

Hacerse los muertos

Estos dos elementos, sumados a los aranceles y a lo que Washington logre en cuanto a ausencia de regulación para el ámbito tecnológico y financiero, señalan el lugar en el que puede quedar Europa. Parte de la élite europea, a la que representa Draghi, es consciente de la debilidad que esta recomposición provoca en los países de la Unión. Su plan era un intento de salida sin necesidad de que la subordinación a los intereses de Washington fuera profunda. También hay expertos favorables a la autonomía estratégica europea que subrayan cómo la fórmula de Draghi, la conversión del next generation en un mecanismo de financiación permanente con el que solucionar el trilema de la inversión en defensa y renovables, la sostenibilidad de la deuda y la preservación de la UE y del mercado interior, era la solución correcta.

Nada de eso asoma por el horizonte. El plan parece ser, aseguran, que la inversión alemana en defensa y en infraestructuras tire del resto de países, y que cada Estado adecúe su camino a esta nueva dirección. Es un plan de dudoso resultado, pero es el que prefieren unas élites europeas que han elegido la sumisión estratégica como forma de no empeorar las cosas con un Trump desatado. Su táctica se parece demasiado a la que sugería James Carville a los demócratas estadounidenses: hacerse los muertos. Como Trump va a fracasar, hay que negociar en términos amables para no empeorar las cosas, y esperar a que su momento pase. También hay quienes repiten que la Unión se mueve lenta, pero acaba reaccionando: Europa atravesó una preocupante etapa de inacción en la crisis de 2008, pero finalmente llegó el momento whatever it takes. Nada apunta a que eso vaya a ocurrir. Es una mala señal interna, de cara a las poblaciones europeas, pero también externa, respecto de los países del Sur Global, donde nuestro prestigio ha quedado profundamente deteriorado."                   (Esteban Hernández , El Confidencial , 25/07/25)

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