"EEUU está rehaciendo el escenario económico con enorme rapidez. Por más que su presidente sea el centro de atención, lo que de verdad se están moviendo son las estructuras globales. La acción del gobierno estadounidense está transformando la economía en pocos meses, del mismo modo que ya lo ha hecho con la defensa o el comercio. El ‘Wall Street Journal’, a través de Greg Ip, su principal analista económico, afirma con tino que el país avanza hacia un capitalismo de Estado con características propias. Ese cambio causará muchos efectos, especialmente en Europa.
En apariencia, Trump se mueve entre acciones contradictorias. Ha puesto en marcha iniciativas que buscan reafirmar el poder del Estado, a menudo mediante una impronta personalista que lleva a sus críticos a temer por la democracia. La medida más evidente en ese sentido, por las formas y por el fondo, son los aranceles. Con ellos ha transformado las relaciones comerciales internacionales con el objetivo explícito de reforzar la cuota de poder de EEUU. Sin embargo, cuando ha tenido que decidir entre debilitar a su gran rival estratégico o debilitar a una gran empresa estadounidense, ha optado por una solución de compromiso: Nvidia y AMD venderán chips a China y seguirá beneficiándose de su demanda, pero Pekín pagará un arancel de un 15%. Es un momento más de esta guerra económica, tecnológica y diplomática que EEUU y China están llevando a cabo.
Sin embargo, en el frente económico interno, las señales que ha enviado no parecen ir en la dirección de asentar el poder estatal, sino de disminuirlo. El Big Beautiful Bill supone un recorte de enorme magnitud en los impuestos que pagan las grandes empresas. Las big tech son las principales beneficiadas. Alphabet conseguirá 18 000 millones de dólares con el ahorro fiscal, 15.670 millones irán a parar a Amazon, 12.450 millones para Microsoft y 11.000 millones de dólares para Meta.
Al mismo tiempo, las medidas dictadas por Trump están impulsando las recompras de acciones, justo eso que debería evitarse en un instante que se necesita inversión. Las grandes firmas continúan priorizando las exigencias de sus accionistas en lugar de la inversión productiva que EEUU precisa. Las normas dictadas por Trump favorecen ese flujo de capital hacia manos privadas.
Los 'hedge funds', el 'private equity' y el capital privado tendrán gran importancia en la economía estadounidense y en la europea
Trump también ha relajado sustancialmente medidas regulatorias. La Comisión de Bolsa y Valores (SEC) y la Oficina para la Protección Financiera del Consumidor (CFPB) han perdido peso. Además, la Reserva Federal ha flexibilizado las normas de capital que permitirán a las empresas financieras generar mayor apalancamiento. El capitalismo de Estado no permitiría acciones de este orden, ya que implican trasladar un mayor poder de decisión hacia las empresas privadas.
Para completar el mapa, el gobierno estadounidense está impulsando a los hedge funds, al private equity y al capital privado: son sectores que cada vez tienen mayor importancia en la economía estadounidense (y en la europea) y que tendrán un papel fundamental en los próximos años. Una medida muy significativa en este sentido fue la autorización para que los fondos de los que dependen los estadounidenses para cobrar su pensión puedan tener acceso a las inversiones no cotizadas. La prohibición tenía una justificación de seguridad. Los fondos de pensiones son fundamentales para el futuro de los estadounidenses, y por lo tanto no resultaba aconsejable que entrasen en sectores con un mayor riesgo. Lo usual era que invirtieran en acciones de compañías cotizadas. Con esta medida podrán participar en compras de empresas, préstamos a compañía e inversiones en infraestructura, entre otros ámbitos. Pero esta clase de apuestas son más arriesgadas, están sujetas a comisiones mayores y pueden generar problemas en un sector que necesita, ante todo previsibilidad. En todo caso, los hedge funds y el private equity tendrán acceso a las enormes cantidades que los fondos 401(k) gestionan.
La administración Trump está jugando muy a menudo con cartas neoliberales
La decisión de la administración estadounidense también permitía a los fondos de pensiones invertir en criptomonedas, lo que molestó especialmente a compañías como Blackstone. Es un aspecto importante en la medida en que subraya un elemento más de la pelea por los recursos entre el sector financiero y el tecnológico, últimamente habitual. Las empresas tecnológicas han irrumpido con fuerza, y han transformado buena parte de la economía tradicional, desde la venta física hasta el transporte de pasajeros, pasando por el alojamiento o la transmisión de información. Su entrada de lleno en las finanzas es cuestión de tiempo.
Todos estos elementos, puestos en fila, subrayan cómo la administración Trump está jugando con cartas neoliberales, como si gobernase George W. Trump: rebaja de impuestos, apoyo a los sectores financieros no regulados, impulso de nuevos activos.
Washington quiere mantener la hegemonía en tres ámbitos esenciales: armamento y seguridad, finanzas y tecnología
Sin embargo, hay algo más en las acciones del gobierno estadounidense, que entronca con los objetivos del capitalismo de Estado, aunque sea a su manera. Washington quiere mantener la hegemonía en tres ámbitos esenciales: armamento y seguridad, finanzas y tecnología. Fortalecer estos sectores implica también fuentes suficientes de provisión energética y cadenas de abastecimiento seguras para los productos y materias primas esenciales. Un nuevo equilibrio que favorezca estos propósitos está presente con los aranceles, más allá de que se recaude más o menos con ello y que se avance en la reindustrialización.
De fondo, está la inteligencia artificial, el sector estrella, el que Washington cree que definirá el futuro por sus aplicaciones en la guerra, en la seguridad y en la transformación productiva. Pero, para desarrollarla con éxito, se necesita infraestructura y, en especial, centros de datos, que requieren de mucha energía y agua. Cuando el gobierno estadounidense habla de infraestructura no se refiere a puentes y trenes; en primer lugar, está la inteligencia artificial.
Será un cambio liderado por el sector privado, no por instituciones público-privadas y tampoco por el Estado, pero sí instigado por este
Pero, para conseguir esos objetivos, se necesita capitalismo de Estado. Hace falta inversión, dirigir el capital hacia las metas concretas que una potencia hegemónica necesita. Sin un poder central fuerte, esos objetivos no pueden alcanzarse.
Este es el propósito último de las medidas económicas dictadas por Trump. Liberar capital con el objetivo de realizar las inversiones necesarias para mantener la hegemonía en el capitalismo occidental. En lugar de destinar a ellas dinero público, ha optado por rebajar los impuestos, fortalecer a las grandes empresas y al sector financiero y les ha señalado el camino tecnológico como espacio de futuro. Será un cambio liderado por el sector privado, no por instituciones público-privadas y tampoco por el Estado. Hay algunas señales de ese alineamiento, ya que los fondos de cobertura están dirigiendo cada vez más capital hacia la IA y el éxito de empresas como Palantir o Figma, que salió recientemente a bolsa y consiguió 60.000 millones de dólares de capitalización, está revitalizando el venture capital y el private equity centrado en la tecnología.
Este capitalismo de Estado, a lo Trump, dista mucho del modelo chino, pero también del europeo de la época fordista, cuando bancos nacionales, poder político e industria iban de la mano. No parece siquiera capitalismo de Estado. Pero lo es, a pesar de todo. Hay que Este es otro momento. La inspiración viene de otro lugar.
El 23 de noviembre de 1932 Carl Schmitt pronunció una conferencia ante más de 1500 personas en Dusseldorf. El público pertenecía a unas élites alemanas angustiadas por los tiempos. Su discurso, excelentemente analizado por Grégoire Chamayou en Du liberalisme autoritaire, llevó por título Estado fuerte, economía sana. Schmitt explicó a los asistentes que estaban equivocados al pronunciarse favorablemente respecto del Estado mínimo. Las instituciones estaban paralizadas por las múltiples exigencias que los diversos sectores de la sociedad formulaban a través de sus representantes electos. La sociedad demandaba demasiada presencia del Estado, lo que le hacía intervenir en demasiadas áreas y provocaba la pérdida de su autonomía.
Debía existir un intervencionismo liberal que no funcionara contra las leyes del mercado, sino a su favor
Una economía sana requería de un Estado poderoso que lo limpiase de los cuerpos extraños que lo parasitaban. Debía existir un intervencionismo liberal que no funcionara contra las leyes del mercado, sino a su favor. Si se pretendía liberar la economía y poner fin al intervencionismo estatal, a las cargas fiscales, al gasto público y a las leyes de protección laboral, solo podía hacerse desde un Estado fuerte.
Este es el capitalismo de Estado que Trump está imponiendo, el de un Estado que promueve el libre mercado mediante una acción política que lo libera de las constricciones y de las exigencias a las que está sometido. Todas sus medidas, destinadas a la liberación del capital, encajan en este marco. Desde esta perspectiva se puede entender también la sacudida geopolítica que ha causado. Porque, y lo señalo en El nuevo espíritu del mundo, esa perspectiva es también la que ha utilizado en el ámbito exterior: las organizaciones internacionales (ya fueran la ONU, el FMI o la OMC) estaban colapsando porque acogían las demandas excesivas de diferentes Estados y siempre en la línea de perjudicar a unos EEUU que veían reducida su autonomía. Un EEUU poderoso solo podría existir si se liberaba de las constricciones que esa arquitectura internacional le había impuesto. Desde que llegó al gobierno, y sus posiciones en defensa, comercio y energía lo han mostrado de manera nítida: ha utilizado favorablemente la fortaleza de su Estado para recomponer las relaciones con socios, aliados y enemigos.
El programa de Trump y los sectores que le apoyan no solo tiene ese aspecto de reconversión interna, sino que precisa de la acción externa para su expansión. Trump se está aplicando al máximo en ese objetivo. Es lo que está sufriendo Europa: Washington ha exigido mucha mayor inversión en defensa, ha impuesto aranceles y pretende que tanto sus empresas financieras como las tecnológicas tengan un acceso lo más amplio posible al mercado europeo. En este orden, la agenda de las firmas armamentísticas, de seguridad, financieras y tecnológicas coincide con la de Washington; las primeras pretenden conseguir más beneficios, el gobierno de EEUU quiere asegurarse la subordinación de la UE en esta época de confrontación con China."
( Esteban Hernández , El Confidencial , 13/08/25)
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