"La experiencia es de vital importancia en estos momentos de luchas comerciales, con el mundo revuelto tras el acceso al poder de Donald Trump en Estados Unidos. Rafael Dezcallar la tiene, como embajador español en China entre 2018 y 2024. Su carrera diplomática es amplia, como embajador en Alemania, en Etiopía, y destinado también en Rusia, Israel, Colombia, Cuba, Honduras y la Santa Sede. Es autor de diversos trabajos y libros, y acaba de publicar El ascenso de China, una mirada a la otra gran potencia (Deusto).
Su mensaje es claro. En esta entrevista con Letra Global sostiene que China está dispuesta a negociar, pero desde una posición firme, dura. “Para China la economía es política”, sostiene Dezcallar. Entiende el ex embajador que Estados Unidos ha asumido que el daño que estaba haciendo con la política de aranceles era insostenible, y constata: “Si a Trump le conviene negociar es porque China tiene cartas en la mano”.
Dezcallar defiende una posición muy difícil en estos momentos. Como buen diplomático, considera que a China hay que pedirle y exigirle determinadas cuestiones, pero también hay que brindarle al coloso asiático colaboración y un posible camino compartido. “El presidente del Gobierno tiene una gran oportunidad para pasar mensajes, para pedir una mayor apertura en su mercado interno y para ofrecer colaboración, sin ocultar lo que no se ve con buenos ojos”.
Se refiere el diplomático al viaje de Pedro Sánchez al país asiático, en el que se incluye una entrevista con Xi Jinping. Sánchez llega a China como una especie de gran embajador de la Unión Europea, en un momento de gran convulsión con la guerra de los aranceles que ha propiciado Trump.
“Yo participé en 2023 en el viaje del presidente del Gobierno a China, cuando se entrevistó con Ji Xinping, y fue muy productivo, con un intercambio muy importante de mensajes, sobre el mercado internacional y la guerra en Ucrania”, señala Dezcallar.
Pero ahora, ¿qué puede suceder? La posición firme de China frente a Trump no es nada sorprendente para este diplomático. “Para China la economía es política. Y no va a ceder de ningún modo si no ve un cambio en Estados Unidos. Creo, personalmente, que si Trump está cambiando es porque los daños están siendo muy altos. China está dispuesta a negociar, pero está a la espera de lo que haga Estados Unidos. A Trump le conviene negociar porque China tiene cartas en la mano. Para China, Estados Unidos se cree más fuerte de lo que es. Y China, por ejemplo, tiene un gran dominio de lo que se ha llamado tierras raras, que son muy importantes ahora en determinados procesos industriales”.
Esas “cartas en la mano”, sin embargo, también pueden hacer referencia a otra cuestión vital para Estados Unidos. Dezcallar no lo nombra de forma directa, pero cuando se le pregunta por la deuda pública de Estados Unidos en manos chinas –cerca de 760 mil millones de dólares—insiste en que China tiene distintas opciones.
¿Se equivocó Occidente con China cuando el país asiático accedió a la OMC (Organización Mundial del Comercio) en 2001?
La idea de fondo es que China debía haber caminado hacia una vía occidental, en la que la reclamación de derechos políticos hubiera sido una constante. No sucedió. “Hubo una visión occidental según la cual China podía caminar hacia la democracia. No ha pasado. Pero el país ha crecido mucho, y ha beneficiado a otros muchos países. Tal vez, es cierto, se podría haber negociado mejor, porque el mercado chino es más cerrado de lo que debería, y se ha producido una gran desigualdad en ese mercado internacional, con grandes exportaciones de China y menos importaciones”.
Abrir el mercado
El libro de Dezcallar explica esa evolución, con una lección que Occidente va asumiendo todavía de forma lenta. Para los chinos no hay valores universales. La democracia liberal, por tanto, es algo propio de Occidente, pero no tiene por qué ser algo adoptado por la gran mayoría del planeta. No, por lo menos, en el caso de China.
“Hay valores universales que debemos defender, porque otra cosa equivaldría a cargarse la Carta de Naciones Unidas. Tenemos una organización internacional que debemos defender. No hay valores relativos. En caso contrario, estaríamos inclinados hacia el poder de cada uno de los estados”, señala Dezcallar.
Entonces, el debate de fondo, al margen de las formas de Trump, puede estar justificado: la búsqueda de un mayor equilibro comercial. “Sin duda hay una cuestión de fondo, y es que China debe abrir más su mercado interior. Ahora el comercio mundial favorece mucho a China. Tiene cosas por corregir”.
La cuestión es que Occidente, o determinadas élites occidentales, se han beneficiado también de esa situación. Dezcallar no lo oculta. “Nos hemos beneficiado todos, pero hay que intentar corregir determinados desequilibrios. La Unión Europea, por ejemplo, tiene un déficit de 400.000 millones de euros con China. O España, que le vende a China menos del 20% de todo lo que le compra”.
¿Estamos, en realidad, en una tensión necesaria para llegar a un nuevo consenso, con nuevas cartas para todos?
“Entre China y Estados Unidos hay una rivalidad evidente, no sé si se llegará a un consenso, sí creo que se puede llegar a un nuevo modus vivendi, en el que ambos países se podrán entender”, asegura el diplomático.
Gran coalición
El llamado “modelo chino” fascina en Occidente, pero, al mismo tiempo, se rechaza con fuerza. Dezcallar cree que ese modelo no se seguirá, porque los valores de Occidente se quieren preservar con claridad. “Si queremos ese modelo chino, deberíamos saber que es aquel en el que el partido decide por ti. Significa que si llega una pandemia con origen en China, no se llevará a cabo una investigación, por ejemplo. O que habrá una represión sobre determinados colectivos, como los uigures”.
Sin embargo, hay lecciones que se deben aprender. China quiere otro modelo político y económico en el mundo que supere el orden impuesto tras la II Guerra Mundial. No se trata tanto, como señala Dezcallar, de que China mande en ese nuevo mundo, como que no lo haga Estados Unidos. “China asegura que su objetivo no es dominar el mundo, sino que no lo domine Estados Unidos, que Estados Unidos no imponga su modelo”.
Y Occidente, “España debería verse también apelada”, debe aprender a “planificar a largo plazo, más allá de los cortos ciclos electorales”. Es decir, aunar fuerzas entre los principales partidos políticos para atender retos que atañen al conjunto de la sociedad.
“En Alemania se acaba de hacer ahora, no veo por qué no se puede hacer en España”, señala Dezcallar en referencia a una gran coalición que en el caso español podría establecerse entre el PSOE y el PP."
(Manel Manchón , Crónica Global, 10/04/25)
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