31.7.25

El 27 de julio de 2025 pasará a la historia de la Unión Europea como un día negro. Porque es la fecha en la que firmó su capitulación económica ante Estados Unidos... vimos a la presidenta de la Comisión aceptar que Donald Trump la tratara como a una criada... Ha dado todo y no ha recibido nada a cambio... Es verdad que Washington ha concedido algunas exenciones, pero solo afectan a productos de los que los estadounidenses tienen absoluta necesidad, como l as máquinas holandesas ASML, que son las únicas del mundo capaces de producir chips electrónicos de última generación. ¿No se deberían haber utilizado esos productos tan esenciales para la economía estadounidense como palanca para forjar una relación de poder con Trump, como han hecho los chinos al amenazar a Estados Unidos con bloquear el acceso a sus tierras raras? Ahora, un producto manufacturado europeo—ya sea un automóvil alemán o un perfume francés— será un 25% más caro que a principios de este año en el mercado estadounidense. En cambio, los servicios digitales estadounidenses en el Viejo Continente (Google, Netflix, Amazon, etcétera), no se han encarecido lo más mínimo. Suerte para ellos... Von der Leyen se ha lanzado sin reparos por la pendiente de la sumisión económica. Ha prometido que los europeos comprarán a Estados Unidos energía por valor de 750.000 millones de dólares en tres años, y ha prometido 600.000 millones de inversiones europeas en Estados Unidos, al parecer durante su mandato... existe una enorme probabilidad de que Estados Unidos imponga sanciones en el caso de que la UE no cumpla estos compromisos (Renaud Girard)

 "El 27 de julio de 2025 pasará a la historia de la Unión Europea como un día negro. Porque es la fecha en la que firmó su capitulación económica ante Estados Unidos. En esta “negociación aduanera” y el “acuerdo” alcanzado queda de manifiesto hasta qué punto se ha sometido la Comisión Europea a los dictados del presidente estadounidense. Tanto en la forma como en el fondo.

En cuanto a la forma, vimos a la presidenta de la Comisión aceptar que Donald Trump la tratara como a una criada y salir del territorio de la Unión Europea para ir a uno de sus clubes de golf privados, que además está en el Reino Unido, el país que decidió hacer un corte de mangas a la UE en 2016 y que obtuvo de Estados Unidos un acuerdo aduanero más favorable. Creo que es la primera vez en la historia que la solemne bandera de Europa se izaba en un club de golf y de forma tan humillante. ¿Es consciente Ursula von der Leyen de que ocupa un puesto importante, que en otra época ocupó un hombre tan respetable como Jacques Delors? El remate más grotesco de este encuentro es la foto en la que se la ve levantando el pulgar con Trump y los hombres de su delegación.

No obstante, de buen grado se le podría perdonar a Von der Leyen ser tan complaciente en las formas si no se hubiera rendido por completo en el fondo.

La realidad es que la presidenta de la Comisión ha firmado un acuerdo desigual. Ha dado todo y no ha recibido nada a cambio.

Los aranceles impuestos por Estados Unidos a la UE van a pasar del 2% al 15%, sin reciprocidad alguna.

Es verdad que Washington ha concedido algunas exenciones, pero solo afectan a productos de los que los estadounidenses tienen absoluta necesidad, como l as máquinas holandesas ASML, que son las únicas del mundo capaces de producir chips electrónicos de última generación. ¿No se deberían haber utilizado esos productos tan esenciales para la economía estadounidense como palanca para forjar una relación de poder con Trump, como han hecho los chinos al amenazar a Estados Unidos con bloquear el acceso a sus tierras raras?

Trump siempre ha dicho que el dólar estaba sobrevalorado y que eso perjudicaba a las exportaciones de Estados Unidos. Desde que volvió al poder, el dólar ha bajado un 12,7% respecto al euro. Ahora, un producto manufacturado europeo—ya sea un automóvil alemán o un perfume francés— será un 25% más caro que a principios de este año en el mercado estadounidense. En cambio, los servicios digitales estadounidenses en el Viejo Continente (Google, Netflix, Amazon, etcétera), no se han encarecido lo más mínimo. Suerte para ellos.

Por desgracia para nosotros, Von der Leyen no se ha conformado con ayudar a Donald Trump a equilibrar su balanza comercial con la Unión Europea. Ha ido mucho más allá y se ha lanzado sin reparos por la pendiente de la sumisión económica. Ha prometido que los europeos comprarán a Estados Unidos energía por valor de 750.000 millones de dólares en tres años. Pero no nos ha explicado las consecuencias que eso tendrá para los objetivos de la UE en materia de soberanía energética, costes y descarbonización.

Lo extraordinario es que ha encontrado la manera de ir todavía más lejos. Ha prometido 600.000 millones de inversiones europeas en Estados Unidos, al parecer durante su mandato. ¿De verdad hacían falta 120 días de negociaciones para obtener un resultado tan lamentable?

Estas dos promesas que la presidenta de la Comisión ha hecho a Estados Unidos en nombre de la Unión Europea me suscitan dos preocupaciones.

La primera es la enorme probabilidad de que Estados Unidos imponga sanciones en el caso de que la UE no cumpla estos compromisos. El canciller de Alemania (país que vende muchos automóviles y bienes de equipo a Estados Unidos) se ha mostrado satisfecho por el acuerdo del club de golf Trump en Turnberry, porque dice que va a dar más estabilidad al comercio transatlántico. Es curioso que un hombre tan sensato como Merz no haya pensado en la posibilidad de una nueva andanada de sanciones estadounidenses. Y es todavía más curioso que la Comisión Europea no dedique sus esfuerzos, sobre todo, a animar a los inversores europeos a invertir en Europa.

Mi segunda preocupación es de carácter institucional. ¿Con qué derecho asume la señora Von der Leyen esos compromisos en nuestro nombre? ¿No está desbordando las competencias que le otorga el Tratado de Lisboa? ¿Quizá debería leerse durante las vacaciones los tratados europeos para volver a ejercer las responsabilidades que estrictamente le corresponden?

Francia ha condenado este acuerdo desigual. Más vale tarde que nunca. Pero ¿no habría sido preferible que el presidente de la República Francesa no hubiera hecho tanta campaña en 2024 para que se reeligiera a Von der Leyen y, sobre todo, que no hubiera cedido cuando ella se empeñó en destituir al comisario francés Thierry Breton, conocido por su defensa inflexible de los intereses europeos, en especial frente a los gigantes tecnológicos?"

(Renaud Girard , El País, 29/07/25) 

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