"En pleno debate sobre qué hacer para asegurar la sostenibilidad financiera del sistema nacional de salud, el anuncio de que Alemania iba a suprimir uno de los copagos
sanitarios existentes (el que grava con 10 euros al trimestre a quien
vaya a atención primaria, con algunos límites en función de la renta y
la patología) ha sido recibido por muchos en España como una prueba —más
bien una victoria— de que hay medidas a las que nunca se debe llegar.
La idea nunca ha sido propuesta como tal por el PP, PNV o CiU (aunque ha
habido comentarios acerca de cobrar por la parte hotelera de la hospitalización,
por ejemplo), por citar a los partidos conservadores que gestionan —o
van a hacerlo pronto— la sanidad en parte de España, y, por supuesto, es
rechazada de plano por los otros (PSOE o IU).
Pero es como una sombra
que se cierne sobre cada decisión, y que políticas como el euro por receta de Cataluña o Madrid hacen más verosímil.
Alemania, con copagos para casi todo, desde los medicamentos a la
hospitalización (10 euros por día), es el faro que anima a quienes
proponen estas medidas para reducir el consumo sanitario de los
ciudadanos (aunque no hayan conseguido tener un gasto menor por persona o
una menor frecuencia de consultas que España, por poner un país en el
extremo opuesto). Pero estas consideraciones quedan lejos de cómo se ha
vivido el anuncio en el país.
En la consulta del traumatólogo Carsten Schnurbus, en el centro de
Berlín, es obvia la unanimidad entre pacientes, facultativos y
asistentes: todos los afectados por el copago sanitario introducido en
2004 celebran que se termine el próximo 1 de enero. Schnurbus, que
comparte el piso donde pasa consulta con otros dos colegas berlineses,
explica tras su escritorio decorado con modelos de huesos y
articulaciones que el copago extendió entre los médicos “la sensación de
ser meros recaudadores para las mutuas” de seguros públicos.
Introducida por la coalición de socialdemócratas (SPD) y Verdes que
gobernó Alemania entre 1998 y 2005, esta forma de copago obliga a los
pacientes a abonar 10 euros por cada trimestre en el que requieran
atenciones médicas.
Las consultas tienen la obligación de cobrar la
cantidad y extender las correspondientes facturas. No es raro ver
carteles explicativos o hasta de disculpa en los recibidores o en las
salas de espera.
Buena parte de los médicos alemanes cree que la medida
minó la confianza de sus pacientes en ellos, al monetizar directamente
la atención sanitaria y al obligarlos, según explica Schnurbus, a
justificarse o incluso a discutir con ellos. Abajo, en la entrada del
edificio ocupado casi exclusivamente por médicos, los pacientes que
llegan celebran sin excepción el fin del copago.
Y aquí entra una de las debilidades del método, como recogen en
España desde el portavoz de Sanidad del PSOE, José Martínez Olmos, a la
Federación para la Defensa de la Sanidad Pública: que el gasto de la
burocracia sea mayor que el ahorro conseguido.
En la recepción de la
consulta, la asistente Stefanie Röske calcula en “alrededor de una hora
diaria” el tiempo que dedicaban a la administración del dinero “entre
hacer las facturas, hacer la contabilidad y llevarlo al banco antes de
que se acumule demasiado”. Cuando se implantó el copago en 2004
proliferaron las noticias de robos y atracos en algunas consultas de las
grandes ciudades.
Al ser a menudo pisos desprotegidos y permanentemente
abiertos al público, las consultas médicas se convirtieron en un
objetivo para pequeños delincuentes. Pero estas dificultades no han sido
el motivo de la supresión del copago, votada por unanimidad en el
Parlamento federal (Bundestag) este mismo mes.
Según la socióloga
Barbara Riedmüller-Seel, el fin del copago es “una maniobra
electoralista” de la canciller democristiana Angela Merkel ante los
comicios generales de 2013. Se la puede permitir porque, en realidad,
“no sirvió para nada”.
Riedmüller-Seel, que además de catedrático en la Universidad Libre de
Berlín ha sido diputada regional del SPD, explica que “la medida fue
enormemente impopular desde el principio”, pero salió adelante por la
aspiración “de disuadir a la gente de ir demasiado al médico”. En
Alemania, un enfermo puede visitar directamente a un especialista sin
tener que pasar antes por el médico de cabecera.
Los 10 euros por
trimestre pretendían que los alemanes se lo pensaran dos veces antes de
hacer visitas innecesarias o de cambiar de médico constantemente. Pero
“al final, los únicos que se lo pensaban dos veces eran los que menos
dinero tienen”, el pequeño porcentaje de gente para la que 10 euros
trimestrales representan una cantidad significativa.
El resto, pagaba a
regañadientes e iba al médico igual. A fin de cuentas, “la gente va
directamente al especialista porque la red de médicos de familia es
deficiente”, sobre todo en las grandes ciudades. (...)
El presidente del sindicato de enfermería Satse, Víctor Aznar Marcén, es
el más tajante. “Si el Ejecutivo de Angela Merkel, que es un férreo y
estricto defensor del control del gasto público y si ha decidido quitar
el copago y tener que poner de su bolsillo lo que hasta ahora pagaban
otros, es que tiene muy claro que esta medida no consigue los resultados
perseguidos”. (El País, 10/12/2012)
No hay comentarios:
Publicar un comentario