"A Díaz Ferrán, el ex-presidente de la patronal española recién detenido
por alzamiento de bienes y blanqueo de dinero, al menos le debe quedar
ese consuelo: esa fue su recomendación
cuando aún era presidente de la patronal y embajador del esfuerzo y la
honestidad empresarial frente a unos sindicatos –y, por extensión, unos
trabajadores- a los que implícitamente tachaba de avariciosos y vagos. (...)
Otra cosa es que esa receta sirva de algo para salir de la crisis. Los
que piensan como Díaz Ferrán y algunos más no tan a la derecha del
espectro ideológico dirán que sí; que como España no puede devaluar su
moneda para volverse competitiva tiene que hundir sus costes laborales y
controlar su inflación (lo que se llama una deflación interna) para
incrementar sus exportaciones y sustituir, así, la demanda interna de
los españoles por la demanda externa del resto del mundo.
Es decir, y
dicho en roman paladino, se trata de abaratar nuestros productos a costa
de empobrecer a nuestros trabajadores. De esta forma lograremos que en
el resto del mundo compren lo mismo a menor precio y así, además, las
empresas extranjeras se sentirán atraídas a invertir en España y a
explotar a sus trabajadores, bien disciplinados por el temor a perder el
trabajo en una economía con una tasa de desempleo del 25% porque,
aunque pueda sonar conservador, ya se sabe que es mejor un salario
menguante que ninguno. (...)
Pero tranquilos, no se
alarmen, que no van por ahí los tiros sino que vamos por el buen camino:
la disciplina del mercado nos está haciendo tremendamente atractivos
para la explotación a costa de empobrecer masivamente a la mayor parte
de la población, a los desempleados por razones evidentes y a los que
mantienen su puesto de trabajo por la vía de reducirles los salarios
hasta límites de supervivencia.
En efecto, los costes laborales en España han caído casi un 10% desde que se inició la crisis y la productividad ha aumentado en un 4%.
¿Qué bien, verdad? Pues sí, porque, al parecer, eso nos permite ser
“competitivos” o, lo que es lo mismo, explotables (y es que yo, llámenme
clásico si quieren, prefiero esta última expresión).
Sin embargo, detrás de
esa presunta competitividad se esconden otras realidades que no debemos
obviar. No podemos dejar de considerar que estamos siendo competitivos y
mucho más productivos gracias a que tenemos ya, según estimaciones de Eurostat, seis millones de desempleados que ni tienen trabajo ni en el año próximo, que también será de recesión, esperan tenerlo.
Pero también somos competitivos porque según datos recientes del Instituto Nacional de Estadística, en 2011 el 44% de los trabajadores españoles empleados por cuenta ajena o por cuenta propia era mileurista,
es decir, tenía ingresos mensuales brutos inferiores a 1.218 euros y la
cosa no pinta mucho mejor para el año que está a punto de concluir. (...)
Así no es de extrañar que, como se denuncia en este estudio de la Fundación 1º de Mayo,
más del 30% de las personas ocupadas de este país sean ya trabajadores
pobres (working poors), es decir, en estos momentos y en este país
trabajar no es sinónimo de bienestar o de inclusión social sino que es
perfectamente compatible con la pobreza. (...)
Lo que es curioso es que, a pesar de que los salarios estén cayendo de
esta manera tan abrupta y que, por tanto, ello se traduzca en un
crecimiento negativo del índice del coste laboral, tal y como recoge el
INE, la inflación esté aumentando de esta manera. (...)
O quizás no tan
sorprendente si entendemos que, al tiempo que los trabajadores son
sometidos a brutales ajustes salariales, laborales y sociales las
empresas (llámenlas el capital, si prefieren, en términos clásicos)
están aprovechando su situación de poder para incrementar sus
beneficios. ¿Que no me creen?
Pues basta con saber que, por primera vez en la historia económica de este país, los beneficios superan a los salarios en la distribución de la renta
o, si lo quieren más claro, este año pasado los asalariados
“contribuyeron” a la competitividad de este país perdiendo 26 mil
millones de euros mientras que los empresarios lo hicieron ganando 12
mil millones de euros.
Pareciera como si los beneficios no fueran,
también, una parte del precio y no se pudiera ser más “competitivo”
ajustando los márgenes de beneficios.
Dicho todo lo cual, qué
quieren que les diga: si para que el país sea más competitivo sus
trabajadores deben ser más pobres, casi mejor que emigremos a China, que
al menos allí esos dilemas los tienen más que resueltos." (La otra economía, 11/12/2012)
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