"De los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible que se deben alcanzar de aquí a 2030, eliminar el hambre solía considerarse el más factible. Pero tras la pandemia del COVID-19 y la invasión rusa de Ucrania, se han perdido 15 años de progreso en cuanto a mejorar el acceso a los alimentos. A pesar de que la producción agrícola global es más que suficiente para satisfacer las necesidades nutricionales del mundo, la inseguridad alimentaria es importante y está en aumento en todas partes, inclusive en los países ricos. Especialmente preocupantes son las alzas significativas del hambre en los países de más bajos ingresos.
Los incrementos de los precios de los alimentos son los responsables de esta reversión perjudicial. Peor aún, es probable que surjan más shocks como estos en tanto el cambio climático empeore y las tensiones geopolíticas aumenten. El G20, bajo la presidencia de Brasil este año y de Sudáfrica en 2025, debe diseñar un nuevo manual de estabilización para hacer frente a estos riesgos.
Si bien los precios de los alimentos han caído a nivel global respecto de sus picos de 2022, se han mantenido altos o siguieron aumentando en muchos países, y los aumentos más marcados muchas veces tienen lugar en las economías más pobres. Para septiembre de 2023, el índice de precios de alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura había caído alrededor del 11,5% con respecto al año anterior. Durante ese mismo período, los precios promedio de los alimentos en los países de bajos ingresos aumentaron el 30% -una situación alarmante, dado que la gente en estos países gasta el 30-60% de su ingreso disponible en comida.
Una razón importante para la inflación persistente en los precios de los alimentos en el Sur Global, a pesar de que los precios agrícolas se hayan enfriado en el mundo, es la depreciación de la moneda, que ha hecho que los alimentos y el combustible importados sean más caros. El ingreso de capital en los países en desarrollo después de la crisis financiera global de 2008, impulsado por un alivio cuantitativo en las economías avanzadas, se ha revertido en los últimos años, tras las alzas de las tasas de interés en Estados Unidos y Europa. Estas salidas de capital han debilitado a las monedas de los países en desarrollo, obligando a sus bancos centrales a aumentar las tasas de interés aún a riesgo de desatar una crisis económica. Al mismo tiempo, las alzas de las tasas de interés han generado costos altos para el pago de deuda, agotando las reservas de moneda extranjera de estos países y afectando su capacidad para pagar por alimentos importados.
La dependencia de los países en desarrollo de los mercados globales de materias primas y capital está minando sus esfuerzos por garantizar la seguridad alimentaria. Para contrarrestarlo, las economías avanzadas y en desarrollo deberían trabajar en conjunto para desarrollar estrategias internacionales destinadas a regular los mercados financieros y de materias primas y abordar los problemas de deuda soberana. Pero aun si este tipo de cooperación no existiera, los países en desarrollo pueden reducir los efectos destructivos de esta dependencia si forjan alianzas para acumular reservas de estabilización de materias primas esenciales y coordinar políticas de gestión de cuentas de capital.
Las reservas de estabilización públicas de ciertos productos -especialmente granos- pueden ayudar a prevenir las alzas de los precios, que afectan a los consumidores, y evitar colapsos de los precios, que afectan a los agricultores. Algunos países, entre ellos India y China, han utilizado reservas de estabilización durante mucho tiempo para permitir ese tipo de operaciones de mercado abierto contracíclicas, así como para garantizar suministros durante situaciones de emergencia. Otra ventaja de las reservas de estabilización es que les permiten a los gobiernos implementar políticas de contrataciones públicas que incentiven prácticas de cultivo sostenibles y la diversificación de cultivos.
Los países que carecen de espacio fiscal para tener reservas de estabilización sustanciales podrían trabajar con socios regionales para crear acopios conjuntos. Por ejemplo, Sudáfrica, al ser la economía más grande del continente, podría liderar una iniciativa regional de reservas de estabilización en coordinación con la Unión Africana.
Los países en desarrollo también deberían considerar la implementación de políticas macroprudenciales y de gestión de cuentas de capital para impedir una desestabilización de los flujos de capital. Estas políticas podrían incluir la estipulación de límites y períodos de permanencia mínima para la inversión extranjera en activos financieros locales, la imposición de requerimientos de reservas para los ingresos de capital y el uso de tasas impositivas diferenciales para las tenencias de activos nacionales y extranjeros. Los gobiernos del Sur Global utilizaron con éxito esta estrategia en los años 1990 y deberían volver a hacerlo.
Los bancos centrales de los países ricos han comenzado a recortar las tasas de interés, debido al enfriamiento de la inflación. El incremento anticipado de la liquidez global debería hacer que resulte más fácil introducir políticas de gestión de cuentas de capital, mientras que hacerlo ahora, cuando las condiciones financieras son más estrictas, amenaza con exacerbar la fuga de capitales. Asimismo, los países en desarrollo tienen menos probabilidades de enfrentar un contragolpe de los centros financieros globales si coordinan sus esfuerzos para gestionar las cuentas de capital, en lugar de hacerlo por cuenta propia. Por ser países de ingresos medios, Brasil y Sudáfrica están bien posicionados para liderar este esfuerzo.
Por último, se deben regular de manera más estricta los mercados de materias primas, de los cuales los más importantes están en Estados Unidos y Europa. Los gobiernos allí deberían exigir que todas las operaciones de materias primas se realicen en bolsas reguladas, con requerimientos estrictos de capital y margen y límites de posición para los operadores individuales. También deberían eliminar la “laguna jurídica de corredores de permutas financieras” a fin de restringir la especulación en los mercados de materias primas por parte de inversores sin ningún interés en los productores o en los consumidores.
Además de exigir este tipo de cambios de regulación financiera en las economías avanzadas, los países en desarrollo también deberían considerar intervenciones sistemáticas y coordinadas en los mercados de materias primas para complementar sus iniciativas de reservas de estabilización. Estas medidas desalentarían la actividad especulativa, reduciendo así la cantidad de reservas de granos exigidas para intervenir en el mercado físico.
Los países en desarrollo del G20 son plenamente conscientes de la seria amenaza que plantea la inseguridad alimentaria. Las sucesivas presidencias de Brasil y Sudáfrica ofrecen la oportunidad de traducir este entendimiento en una acción global."
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