"¿Qué mosca le picó a Emmanuel Macron? Debió ser como mínimo una mosca tse-tsé, un insecto bien venenoso que infectó sus conexiones neuronales. Se trata de una explicación figurada, pero no desentona con las hipótesis poco ortodoxas que se plantean algunos analistas. ¿El presidente francés quiere dejar gobernar a la extrema derecha y así evitar que Le Pen lo sustituya en el Elíseo en 2027? ¿Tiene a un agente ruso infiltrado entre sus asesores y este lo ha manipulado para que se haga el harakiri (político)? De lo que no hay ninguna duda es que Macron ha jugado con fuego. Y su coalición podría salir muy debilitada de su última maniobra.
Macron tomó una decisión el 9 de junio que marcará su segundo mandato. Ante el batacazo de su partido en las europeas –apenas el 14,6% de los votos, menos de la mitad que la extrema derecha de Marine Le Pen (31,4%)–, convocó elecciones legislativas anticipadas para el 30 de junio (primera vuelta) y el 7 de julio (segunda). La celebración de esos comicios tendrá lugar en el plazo más corto permitido por la ley. Apenas tres semanas de campaña bajo la amenaza de la llegada al poder de la ultraderechista Reagrupación Nacional (RN). Esta convocatoria ha supuesto un stress test (prueba de estrés) para una Quinta República francesa que desde hace años da síntomas de agotamiento.
Con un calendario tan ajustado, el dirigente centrista –cada vez más anclado en la derecha y la irresponsabilidad– confiaba en coger con el pie cambiado a sus adversarios. Así lo reconoció en una breve conversación con un empresario, pocas horas después de haber activado el botón rojo de los temerarios comicios. “¿Cómo va todo? ¿Muy duros estos últimos días?”, le preguntó ese patrón el 10 de junio durante un homenaje a los ejecutados por los nazis en Oradour-sur-Glane. “¡Para nada! Preparo esto desde hace semanas, estoy orgulloso de ello. Les he lanzado mi granada. A ver ahora cómo salen de esta”, fanfarroneó Macron en su respuesta, de la que se hizo eco el diario Le Monde.
La rápida reacción de la izquierda
Una semana después de haber lanzado su “granada”, esta va camino de estallarle en los morros al presidente. Los últimos sondeos pronostican un duro revés para la coalición macronista en la primera vuelta de las legislativas, en la que quedaría como tercera fuerza con el 18% de las papeletas, siete puntos menos que en 2022. Podría perder más de 100 diputados en la segunda vuelta. Siguiendo con la tendencia de las europeas, el favoritismo recae en el lepenismo (29,5%, diez puntos más), que cuenta con opciones de lograr un Gobierno de cohabitación con Jordan Bardella, de 28 años y mano derecha de Le Pen, como primer ministro. Pero sigue de cerca a esa opción la nueva alianza de la izquierda.
Con una intención de voto del 28,5% (tres puntos más que hace dos años), la composición del Frente Popular Ecológico y Social ha sido la noticia más destacada de un inicio vertiginoso de la campaña. Mientras las cámaras estaban puestas en el serial de Los Republicanos (LR, afines al PP) –la histórica formación conservadora se dirige hacia una escisión tras el pacto de su líder Éric Ciotti con la ultraderecha–, los representantes de la izquierda insumisa, de los socialistas, verdes y comunistas negociaron con pragmatismo esta alianza unitaria.
La Francia Insumisa conserva su rol de fuerza motriz (se presentará en 230 circunscripciones), pero gana peso el Partido Socialista (175). Se trata de una coalición frágil y sin un liderazgo claro. Jean-Luc Mélenchon ha dado un paso al lado para que viera la luz, a pesar de que no renuncia a convertirse en primer ministro. El Frente Popular Ecológico y Social tiene el mérito, sin embargo, de presentar un programa socio-ecologista radical y de ruptura con el neoliberalismo, reflejando la hegemonía de esas ideas en la izquierda gala.
“Esta coalición ha resultado posible por el miedo. Si no había una unión de las izquierdas, podía darse por descontada una victoria de RN”, explica a CTXT el politólogo Christophe Bouillaud, profesor en Sciences Po Grenoble. El Frente Popular se ha erigido en la principal alternativa a la xenofobia y el ultranacionalismo. Los principales sindicatos convocaron para el 16 de junio más de 200 manifestaciones contra la extrema derecha, con una participación prevista de unas 350.000 personas, según estimaciones gubernamentales.
La movilización en las urnas resultará clave para que las fuerzas progresistas impidan una mayoría absoluta de Le Pen. De momento, los estudios de opinión apuntan a una participación del 60%, superior a la de 2022. La proliferación de influencers pidiendo votar contra la ultraderecha, así como de futbolistas, como Ousmane Dembélé o Marcus Thuram, con mensajes parecidos, alimentan la esperanza de una mayor implicación de los jóvenes. Es una categoría de la población clave para las fuerzas progresistas. Por ejemplo, el 31% de los menores de 24 años votaron a la Francia Insumisa el 9 de junio, es decir, más del triple que la media nacional (10%).
El serial de la derecha republicana
Las legislativas del 7J se dirigen hacia un duelo entre la ultraderecha y la alianza progresista. El macronismo ha quedado descolocado, víctima del all-in de su propio líder. Hasta el punto de que algunos de sus dirigentes, como Aurélien Rousseau, que dimitió como ministro de Sanidad en diciembre a causa de una dura ley migratoria, formarán parte de las candidaturas del Frente Popular.
Salvo algunas decisiones puntuales, como el intento de Mélenchon de apartar algunos mediáticos diputados insumisos críticos con la falta de democracia interna en su partido, la cordura ha predominado en la última semana entre los dirigentes progresistas. En cambio, el despropósito se ha apoderado de la derecha macronista y la republicana. LR ha escenificado un culebrón para el recuerdo tras el pacto unilateral y secreto de su presidente, Éric Ciotti, con la extrema derecha. “Hasta el domingo por la noche, mantenía una puerta abierta a un acuerdo de gobierno con Macron. Pero cuando vio el resultado de Bardella, llamó a la extrema derecha”, explicó al diario local Nice-Matin uno de los asistentes parlamentarios de Ciotti, quien parece haber vendido el alma gaullista de su partido por un posible cargo ministerial.
Desde el presidente del Senado, Gérard Larcher, hasta la responsable del ejecutivo de la región de París, Valérie Pécresse, la gran mayoría de los barones conservadores se opusieron a ese acuerdo, que establece candidaturas conjuntas en unas 70 circunscripciones. Siguiendo una trama mejor que muchos de los capítulos de Baron Noir, los dirigentes de LR le quitaron el control de las redes sociales y del correo electrónico del partido. Y anunciaron la destitución de Ciotti.
Aunque organizaron hasta dos reuniones para ratificar esa defenestración, el Tribunal de París la invalidó el viernes por la tarde. Tomó esa decisión teniendo en cuenta los estatutos del partido. Según ellos, el buró político solo puede convocarlo el presidente. “LR ha vivido una especie de 1 de octubre de 2016 del PSOE, pero todavía más rápido. El partido queda en mal lugar ante los votantes”, explica el politólogo Jaime Coulbois, experto en comportamientos electorales y formado en la Universidad de Burdeos.
LR bajaría del 10% al 7%, según los últimos sondeos. Se dirige, sobre todo, a una escisión, en la que probablemente resultarán mayoritarios los opositores a Ciotti y contrarios a pactar con Le Pen. La principal baza de la derecha republicana es su implantación local, mucho más que las siglas de un partido decadente. Más de dos tercios de sus diputados (de un total de 61) han condenado el acuerdo. Y apenas una representante en la Cámara Baja, aparte del mismo Ciotti, lo ha defendido en público.
“Macron está muy mal aconsejado”
“Aunque sus dirigentes hagan discursos vehementes y pongan el grito en el cielo, la realidad es que muchos de sus votantes ya se habían ido hacía tiempo a otras formaciones (lepenismo y macronismo)”, afirma Virginie Martin, profesora en la Kedge Business School. El pacto entre Bardella y Ciotti, según esta analista política, puede conllevar efectos contraproducentes para la extrema derecha: “Si este episodio tragicómico se alarga y marca toda la campaña, no será del todo positivo para RN”, que hizo del rechazo de las élites uno de sus reclamos.
Aquello que realmente interesa a Le Pen no son los pactos desde la primera vuelta, sino normalizar la imagen de su partido y desactivar posibles cordones sanitarios de los votantes. En caso de una segunda vuelta entre un aspirante de RN y otro del Frente Popular, “votaré evidentemente” para la ultraderecha, dijo François-Xavier Bellamy, candidato de LR en las europeas, en las que solo logró el 7% de los votos. Otros dirigentes conservadores desautorizaron esas declaraciones, aunque se conformaron con decir que se abstendrían. Es decir, no votarían a la izquierda para evitar una mayoría de la extrema derecha. Una posición que también comparten una parte de los macronistas.
“Desde el domingo por la noche (…) han caído las máscaras”, defendió Macron el 12 de junio en una rueda de prensa. A ella asistieron numerosos ministros, con rostro muy serio, casi de funeral. Con la convocatoria de la campaña relámpago, el presidente cogió con el pie cambiado a su propio espacio. Llevaba semanas reflexionando sobre esa posibilidad, pero en secreto, sin haber avisado al primer ministro, Gabriel Attal, ni a la presidenta de la Asamblea, Yaël Braun-Pivet.
“Ha impulsado unas elecciones anticipadas en un momento en que las intenciones de voto de su partido son extremadamente bajas. Esto debería haber evitado que se lanzara a una aventura de este estilo”, sostiene Bouillaud. “Creo que está muy mal aconsejado”, añade refiriéndose a sus consejeros en el Elíseo. Se trata de personajes de poca monta y amantes de las “jugadas maestras”, como Jonathan Guémas o el experiodista Bruno Roger-Petit. Desconocidos para la mayoría de los franceses, influyeron en una decisión que acerca a la ultraderecha al poder.
“Como decía De Gaulle, las circunstancias dictan las decisiones. Razonar siempre de la misma manera es sinónimo de una política menor”, dijo Roger-Petit en una rueda de prensa telefónica para explicar los comicios anticipados. Macron los convocó con la esperanza de que haya una reacción en la sociedad que pide orden ante “los extremos (ultraderecha e izquierda)”. Confía en que se reproduzca lo sucedido en las legislativas de junio de 1968, cuando el gaullismo obtuvo una amplia mayoría absoluta pocas semanas después de la revuelta de mayo. Pero Macron no es De Gaulle. Creyéndose que actuaba como el padre de la Quinta República, en realidad lo hizo como un pirómano. Y corrió el riesgo de acelerar la crisis de régimen en Francia." ( Enric Bonet , CTXT, 15/06/2024)
No hay comentarios:
Publicar un comentario