"Las economías del libre comercio se alían frente a la subida de
aranceles y las represalias de la Administración Trump, y Europa toma el
mando de las operaciones. La UE apuesta por alianzas globales.
La
última, reciente, es la que acaba de iniciar negociaciones con Australia
para suscribir un tratado de libre comercio que compense el freno a sus
flujos de inversión y de exportaciones hacia el mercado estadounidense,
el mayor del mundo. Pero sobre la mesa, la Comisión Europea tiene más
de una docena de deliberaciones iniciadas con otras latitudes del
planeta, en diversas fases de conversaciones. (...)
El inicio del diálogo con Australia es muy significativo en este
sentido. Europa es ya el segundo socio más importante del mercado
austral, después de China, que también ha lanzado el señuelo de un
acuerdo comercial a Bruselas. Y si el pacto australiano se formalizase,
como no se descarta, incluyendo también a Nueva Zelanda, el PIB europeo
sumaría casi 5.000 millones de euros (4.900 millones, exactamente) su
tamaño en 2030, según estimaciones del Ejecutivo comunitario. La parte
central de las deliberaciones incluyen el comercio de coches,
maquinaria, equipamientos electrónicos y productos químicos y
metalúrgicos.
Pero hay más. Hasta nueve en tramitación. Aunque la contestación social ante este formato de alianzas es creciente
Organizaciones sociales, ecologistas y de consumidores han emprendido manifiestos en la práctica totalidad de socios de la Unión después del éxito de la campaña contra el Tratado Transatlántico, con EEUU, y contra el suscrito con Canadá, CETA, que entró en vigor en septiembre de 2017, pese a que no ha sido, todavía en la actualidad, ratificado por el conjunto de parlamentos nacionales.
En España, está pendiente un recurso sobre su constitucionalidad, registrado en el Congreso de los Diputados. El nuevo ejecutivo italiano también plantea dudas. Al igual que el Tribunal de Justicia de la UE, que ha entrado a analizar si el modelo de arbitraje incluido en el CETA es compatible con el derecho comunitario. (...)
Pero hay más. Hasta nueve en tramitación. Aunque la contestación social ante este formato de alianzas es creciente
Organizaciones sociales, ecologistas y de consumidores han emprendido manifiestos en la práctica totalidad de socios de la Unión después del éxito de la campaña contra el Tratado Transatlántico, con EEUU, y contra el suscrito con Canadá, CETA, que entró en vigor en septiembre de 2017, pese a que no ha sido, todavía en la actualidad, ratificado por el conjunto de parlamentos nacionales.
En España, está pendiente un recurso sobre su constitucionalidad, registrado en el Congreso de los Diputados. El nuevo ejecutivo italiano también plantea dudas. Al igual que el Tribunal de Justicia de la UE, que ha entrado a analizar si el modelo de arbitraje incluido en el CETA es compatible con el derecho comunitario. (...)
La instauración del proteccionismo en EEUU ha herido de muerte la
alianza transatlántica. De hecho, en un artículo de la prestigiosa
publicación Foreign Policy, James Traub, habla bien a las claras
de que el entramado político-institucional y el económico-financiero
entre los espacios de democracia occidental por antonomasia ha suscrito
su acta de defunción. RIP: 1945-2018 dice en su artículo. (...)
“Prepararse para lo peor”. La frase surge de boca de la jefa de la
diplomacia canadiense, Chrystia Freeland, semanas después de la tensa
reunión del G-7 en Quebec. Pero es un sentir general en el servicio
diplomático canadiense. La afrenta retórica de Donald Trump contra su
homólogo del norte, Justin Trudeau, ha dado al traste con cualquier
intento inmediato de restablecer los lazos bilaterales (...)
En términos similares se expresa Colin Robertson, ex diplomático y
responsable del Instituto Canadiense de Asuntos Globales. “El daño ya
está hecho, es de magnitud y proseguirá durante el futuro”. Canadá es el
primer socio comercial de EEUU, con un volumen de intercambio de
mercancías y servicios de 673.900 millones de dólares. Un reciente
estudio de CD Howe Institute valora en más de 6.000 puestos de trabajo y
una pérdida de tres décimas del PIB el efecto del incremento
arancelarios sobre el acero y el aluminio para la economía canadiense.
Mientras que la réplica de Ottawa de aplicar tarifas adicionales a productos estadounidenses como el whisky, la soja o bienes industriales de diferentes sectores, por valor de 16.700 millones de dólares, se cobrará 22.700 empleos, aunque sólo un recorte del 0,02% del PIB, a EEUU.
Trump “ha descubierto un arma, la guerra comercial, que está usando en su máxima expresión, como un elemento de destrucción masiva, como el gran artefacto de beligerancia para impulsar su política de American, first”, escribe Lawrence Herman, antiguo diplomático y ahora consultor de comercio internacional, para quien la equivocación del presidente americano es que “su idea estratégica hará a EEUU menos dependiente, pero, en realidad traslada el mensaje de que ha dejado de ser un socio fiable, incluso a sus más próximos aliados”.
La opinión canadiense, además, se ha trasladado al resto de socios de EEUU, que ya se plantean actuar contra los intereses empresariales de EEUU. Una declaración de intenciones que están trasladando a la sede de la OMC, la institución global defensora del libre comercio, donde podría perfilarse acciones conjuntas. Algunos expertos hablan ya de un impuesto Trump sobre activos estadounidenses en el exterior.
Mientras que la réplica de Ottawa de aplicar tarifas adicionales a productos estadounidenses como el whisky, la soja o bienes industriales de diferentes sectores, por valor de 16.700 millones de dólares, se cobrará 22.700 empleos, aunque sólo un recorte del 0,02% del PIB, a EEUU.
Trump “ha descubierto un arma, la guerra comercial, que está usando en su máxima expresión, como un elemento de destrucción masiva, como el gran artefacto de beligerancia para impulsar su política de American, first”, escribe Lawrence Herman, antiguo diplomático y ahora consultor de comercio internacional, para quien la equivocación del presidente americano es que “su idea estratégica hará a EEUU menos dependiente, pero, en realidad traslada el mensaje de que ha dejado de ser un socio fiable, incluso a sus más próximos aliados”.
La opinión canadiense, además, se ha trasladado al resto de socios de EEUU, que ya se plantean actuar contra los intereses empresariales de EEUU. Una declaración de intenciones que están trasladando a la sede de la OMC, la institución global defensora del libre comercio, donde podría perfilarse acciones conjuntas. Algunos expertos hablan ya de un impuesto Trump sobre activos estadounidenses en el exterior.
Freeland incide en
la idea: la preeminencia económica de una nación “no es eterna” y
generalmente sucede por errores estratégicos de sus gobernantes. Y EEUU
se equivoca tratando de renovar el orden internacional por su cuenta y
sin cooperación con sus aliados tradicionales, explicaba la ministra de
Exteriores en Foreign Policy Magazine. (...)
A la espera de alguna señal conciliadora por parte de Washington, Canadá
-igual que México- ya se preparan para un escenario post-Nafta. Ambos
países se han lanzado a sellar nuevas alianzas comerciales, conscientes
de que el Nafta está ya en la sala de cuidados paliativos. (...)
Entre las iniciativas más sorprendentes que tiene Canadá encima de la
mesa, y que baraja con cierto rigor, es unirse al bloque europeo. Trump,
dicen en Ottawa, ha dejado las puertas abiertas a cualquier movimiento
geo-estratégico. Así lo advierte el senador estadounidense, Ben Sasse,
republicano por Nebraska, crítico con la táctica comercial de Trump.
Se
trataría -admite- de consolidar una de las rutas tradicionales de
comercio canadiense y de aprovechar una oportunidad histórica. “Con un
poco de imaginación, las garantías de éxito de este juego serían casi
plenas”. Para Canadá, sería como reemplazar de un plumazo a EEUU y tener
acceso inmediato a más consumidores que el de EEUU. (...)
De repente, en cuestión de meses, los más sólidos amigos de EEUU han
pasado a ser acérrimos enemigos, se quejan. Hasta el punto de que el
G-7, el cónclave donde se dirime el orden mundial, pasa por su crisis
más grave desde su nacimiento, en 1975. Este repentino aislamiento de
EEUU no ha gustado a las filas republicanas. (...)
El Nafta genera industrias multimillonarias en la mayoría de los estados
americanos por sus facilidades empresariales y sus ventajas
comerciales. En sus 24 años de funcionamiento hasta 33 estados del país
han llegado a vender más bienes y servicios a Canadá que al resto de
EEUU. (...)
El objetivo ineludible de la afrenta comercial de Donald Trump no son
sus aliados. Por mucho que sus socios geoestratégicos -Canadá, México y
la UE- contribuyan de forma nítida al déficit comercial estadounidense.
El enemigo declarado de la Casa Blanca es China. De hecho, la guerra no
ha sido oficialmente declarada hasta que, el 5 de junio, Washington
oficializó la entrada en vigor de la primera lista de productos
represaliados chinos. (...)
La Administración Trump, a través de su representante comercial, Robert
Lighthizer, insiste en que el comienzo de las hostilidades partió de
Pekín. Con su agresiva política comercial hacia los EEUU. Pero su
postura de elevar aranceles a importaciones chinas por valor de otros
200.000 millones de dólares es atizar demasiado el fuego.
Porque China
abastece el 8% de las materias que demanda del exterior la industria
americana, según datos del International Trade Center. En 2017, EEUU
compró a China mercancías por 505.000 millones de dólares. Si la mitad
reciben aranceles adicionales, bienes como la ropa o los productos
electrónicos repercutirán en el precio final de los consumidores
americanos, alertan en este think-tank. Pero las consecuencias pueden
ser aún mayores.
Conglomerados como General Electric pidieron a Washington que quitara de la lista de bienes chinos 34 materiales electrónicos que juzga esenciales para mantener su ritmo de producción. Sin éxito. Bien es cierto que la lista sobre la que puede contraatacar Pekín es muy inferior -en 2017 compró a EEUU por valor de 130.000 millones de dólares-, pero puede jugar la carta regulatoria de impedir que firmas estadounidenses entren en el accionariado de empresas chinas de sectores estratégicos." (Diego Herranz, Público, 13/07/18)
Conglomerados como General Electric pidieron a Washington que quitara de la lista de bienes chinos 34 materiales electrónicos que juzga esenciales para mantener su ritmo de producción. Sin éxito. Bien es cierto que la lista sobre la que puede contraatacar Pekín es muy inferior -en 2017 compró a EEUU por valor de 130.000 millones de dólares-, pero puede jugar la carta regulatoria de impedir que firmas estadounidenses entren en el accionariado de empresas chinas de sectores estratégicos." (Diego Herranz, Público, 13/07/18)
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