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28.7.24

La derecha antisistema, contra Felipe VI... La ultraderecha acabará haciendo que hasta la izquierda republicana parezca garante del orden monárquico... que alguien considere —desde las filas de la derecha— que el monarca debía hacer algo para impedir la ley de amnistía es la derivada última de un clima inducido de gravedad y deslegitimación institucionalEl republicanismo ultra es hoy más peligroso para la permanencia de la monarquía que los partidos independentistas o el tándem Sumar-Podemos

 "La ultraderecha acabará haciendo que hasta la izquierda republicana parezca garante del orden monárquico. A algunas voces, como Alvise Pérez y demás afines a su ideología, no les sentó bien que Felipe VI cumpla su función de sancionar la ley de amnistía al procés. La Corona se ha vuelto así incómoda para quienes quizás la sentían suya. Se demuestra que los antisistema no están hoy en esa izquierda que llegó a hablar de “régimen del 78″, sino del lado de la derecha de corte republicano.

Basta observar la evolución de los llamados “enemigos de España”, independentistas y Podemos, para ver que no suponen ya ninguna amenaza al orden constitucional. Los primeros, que venían de montar un referéndum ilegal, hacen hoy llamamientos a que la Justicia española les aplique la amnistía. Los segundos, que impugnaban la Transición, se volvieron establishment con su entrada al Gobierno. En definitiva, hasta los socios de Pedro Sánchez más combativos con el statu quo se han ido dando cuenta de que, frente al auge de las pulsiones reaccionarias, mantener lo que hay supone en estos momentos la mayor salvaguarda de nuestros derechos y libertades. Lo asumió Pablo Iglesias, en relación con la Constitución en 2019. “Con todos sus defectos y con todos sus límites, contiene una serie de artículos que son la mejor vacuna y el mejor cinturón de seguridad para proteger a las mayorías sociales del auge de la extrema derecha”, afirmó; eran los tiempos en que incluso recitaba el texto constitucional.

La Constitución de 1978 se está resignificando, aunque sea por vía pragmática, entre sus hasta ahora detractores dentro del bloque de izquierdas y plurinacional. Y con ella, curiosamente, también lo hace la Corona. En esta turbulenta y presente España de tentaciones reaccionarias entre algunos, el mero hecho de que el monarca cumpla con la neutralidad y el papel que le otorga la Constitución da sentido a la existencia de dicha institución en democracia. Lo contrario, habría incurrido en una acción de parte: oponerse a las decisiones de los poderes emanados del Parlamento y del Ejecutivo de Sánchez.

Sin embargo, que alguien considere —desde las filas de la derecha— que el monarca debía hacer algo para impedir la ley de amnistía es la derivada última de un clima inducido de gravedad y deslegitimación institucional. Alberto Núñez Feijóo lo ha podido notar esta semana: la ultraderecha seguirá viendo como una derrota la renovación del Poder Judicial porque ninguna institución del Estado les acabará pareciendo suficiente si no sirve de moneda de cambio para pagar sus fobias contra la izquierda o la política territorial de Sánchez.

Aunque los climas de opinión en la propia ultraderecha no son todos iguales. De un lado, se aprecian las facciones más antisistema, que esperaban un “gesto” del monarca y se han dedicado a descalificarlo, por ejemplo, en manifestaciones como la de Ferraz. Del otro, están los que saben que el problema no es el Rey, porque este no decide qué firmar: culpan de forma realista al PP y Vox, que no sumaron suficiente en las urnas como para haber impedido una mayoría de la izquierda y sus socios.

A la postre, la derecha republicana es hoy más peligrosa para la permanencia de la monarquía que partidos independentistas como ERC, Junts, Bildu o el tándem Sumar-Podemos. Primero, porque de estos ya se espera que sean antimonárquicos, a diferencia de la derecha patriotera. Segundo, porque las afrentas del independentismo van de capa caída: cuando el Rey visita Barcelona ya no se encuentra la misma afluencia de afines a la ruptura increpándole que en 2017. Por su parte, la “república plurinacional” de Podemos se ha vuelto un constructo populista, folclórico, vendiendo a los ciudadanos que con otra jefatura de Estado se solucionarán sus problemas sociales y económicos, cuando nada tiene que ver lo uno con lo otro. El mismo PSOE se mantiene como pilar de la institución frente a sus socios plurinacionales, tanto en la oposición como en el Gobierno. Alfredo Pérez Rubalcaba contribuyó a que el Grupo Socialista apoyara la transición monárquica entre el rey Juan Carlos I y Felipe VI. Es Sánchez quien estaba en La Moncloa cuando el monarca emérito se marchó de España, pero el presidente nada notificó a Unidas Podemos, en un gesto de discreción institucional. En cambio, la ultraderecha ha podido asistir a la normalización de exabruptos emitidos desde el centroderecha sobre la función de la Corona: Isabel Díaz Ayuso fue la primera en sugerir eso de que cómo iban a involucrar al Rey en la firma de los indultos, usando su amplio altavoz.

Con todo, la izquierda a la izquierda del PSOE acusa el coste electoral de su entrada de lleno al sistema, al no ser una fuerza realista de choque como en 2015. La ultraderecha ha conseguido así parte de su objetivo sistémico último: que el statu quo sea percibido como el mejor escenario por parte de las fuerzas de progreso, tal que conservar se vuelva lo más revolucionario en la actualidad. Aunque de tanto discurso reaccionario, algunos han acabado por romper la baraja, poniendo en jaque hasta la figura misma del monarca Felipe VI. Menuda paradoja: la derecha republicana y antisistema es casi el único cuestionamiento verdadero que recibe la Corona en España hoy. Por pocos que sumen, ya es alarmante que provengan de ese espacio."                    (Estefanía Molina , El País, 28/06/24)

19.6.24

Daniel Bernabé: el décimo aniversario de la coronación de Felipe VI. Ese rey, nadie parece querer recordarlo, que llegó al trono bajo la indiferencia de las calles de Madrid... Hoy, no tengo dudas, la coronación sería un éxito de público. Felipe VI tuvo su 23F en octubre de 2017. Si aquel choque de trenes con los independentistas catalanes valió para algo fue para asentar a un nuevo rey... Juan Carlos se volvió como una corona de madera, un símbolo inservible para las funciones que tenía encomendadas. Felipe VI es perfectamente consciente de que la monarquía, en España, existe no sólo porque lo ponga en la Constitución, sino porque es útil a una serie de intereses de clase. La cuestión es que en esta década, aun realizando un papel funcional y discreto, ha recibido toques de atención de los sectores más exacerbados de las derechas. Los más notables han venido de Vox, que de una forma desacomplejada ha intentado trasladarle la responsabilidad de la aprobación de alguna ley, sugiriendo que podía negarse a firmarla... De ahí que el público más zorrocotroco entre los ultras haya cargado contra Felipe VI sin contemplaciones en más de una ocasión. En el acoso a Ferraz, por ejemplo, no eran inusuales los cánticos que tachaban al actual monarca de traidor y masón. Con la reina Letizia, machismo mediante, la cosa ya se disparaba a límites demenciales... están convencidos de que esta señora forma parte de algún culto satánico... No es de extrañar que Letizia, a la que se intuye entre sus cualidades el olfato y la inteligencia, haya tenido gestos de simpatía con Pedro Sánchez en público. Sabe que si su hija tiene posibilidades de reinar en algún momento necesita contar con el apoyo del PSOE. Las otras dos opciones son que lo haga bajo una democracia sometida a una involución reaccionaria o que deje de reinar... Y no debe de ser agradable pensar en un futuro con algo parecido a Abascal y algo parecido a Ayuso convirtiendo la capital en algo parecido a Ankara, Varsovia o Budapest

 "En las oficinas el asunto del poder es algo que suele estar muy claro. En los rascacielos existe la planta noble, en esa planta, un despacho más grande que el del resto. Una estancia con muebles en maderas oscuras, las mejores vistas a la ciudad y suelo enmoquetado, que en ocasiones da para la práctica del golpe corto de golf. El conjunto se completa con una placa sobre la mesa, indicando nombre y cargo.

Allí se sabe quién manda. Nadie, atendiendo al escenario, puede tener dudas. Toda esta representación del poder es el trasunto empresarial de la corona. Un objeto precioso que se coloca en la cabeza a los monarcas para indicar al resto su posición. El poder requiere de símbolos para facilitar su función: que nadie ponga en duda quién lo encarna.

Los despachos son grandes y lujosos y las coronas están confeccionadas en oro y piedras preciosas porque necesitan transformar la idea de poder en algo material y nada mejor para conseguirlo que lo suntuoso. Se podrían fabricar coronas de madera pero el resultado no sería el mismo entre sus súbditos: algo que puede tener todo el mundo no es digno para representar la particularidad.

Les cuento todo esto, en primer lugar, por el décimo aniversario de la coronación de Felipe VI. Ese rey, nadie parece querer recordarlo, que llegó al trono bajo la indiferencia de las calles de Madrid, que apenas arroparon al Rolls Royce en su trayecto del Palacio de Oriente al Congreso de los Diputados. Algo ha cambiado el proceso tras dos siglos de revoluciones: al menos el monarca ahora hereda en la sede de la soberanía popular.

Hoy, no tengo dudas, la coronación sería un éxito de público. Felipe VI tuvo su 23F en octubre de 2017. Si aquel choque de trenes con los independentistas catalanes valió para algo fue para asentar a un nuevo rey que, hasta entonces, tan sólo cargaba con el despropósito paterno. Miren, otra cosa más que tienen que agradecer las derechas a Puigdemont.

A Juan Carlos, que durante años había gozado de la aquiescencia de los medios, le abdicaron con dos portadas. De repente, de campechano pasó a impresentable, y eso, en medio de una crisis sin precedentes, con el paro rozando los seis millones, los recortes haciendo estragos y la corrupción extendida como una mancha de aceite, duque de Palma incluido, no le hizo gracia a nadie.

Juan Carlos se volvió un personaje tan disruptivo que empezó a poner en riesgo el papel de la monarquía, que no es otro que el de representar el poder. Cometió el error de pensar que él mismo era el poder y que por tanto sus actos siempre quedarían impunes, un error común a muchos mandatarios, un error que es fácil cometer cuando legalmente eres inviolable.

Pero no. El poder es otra cosa. Juan Carlos podía pertenecer a la realeza, pero el poder real pertenecía a otros. Un rey ejerce el poder por delegación. Constitucionalmente porque la soberanía nacional que emana del pueblo se sustantiva en el Estado, figura de la que ostenta su jefatura. En términos más concretos porque a quien manda en el mundo del dinero no le está de más que exista un parapeto regio.

Si las cosas fallan, y todo empezó a fallar de manera ostensible la pasada década, siempre se puede cambiar a un rey por otro. Simbolizar una nueva etapa para que todo siga como siempre cuando las aguas se calmen. Sobre todo si el rey saliente, o sea, Juan Carlos, había dejado de ser un parapeto y se había convertido en una figura demasiado incómoda e incontrolable. Lo de Botswana no sucedió tan sólo una vez.

Juan Carlos se volvió como una corona de madera, un símbolo inservible para las funciones que tenía encomendadas. Felipe VI es perfectamente consciente de que la monarquía, en España, existe no sólo porque lo ponga en la Constitución, sino porque es útil a una serie de intereses de clase. La cuestión es que en esta década, aun realizando un papel funcional y discreto, ha recibido toques de atención de los sectores más exacerbados de las derechas.

Los más notables han venido de Vox, que de una forma desacomplejada ha intentado trasladarle la responsabilidad de la aprobación de alguna ley, sugiriendo que podía negarse a firmarla, hecho del todo improbable bajo cualquier lectura constitucional. En Vox saben que piden un imposible, pero marcan el terreno, miden hasta dónde pueden llegar. La reacción nunca descansa en sus ensayos más turbios.

De ahí que el público más zorrocotroco entre los ultras haya cargado contra Felipe VI sin contemplaciones en más de una ocasión. En el acoso a Ferraz, por ejemplo, no eran inusuales los cánticos que tachaban al actual monarca de traidor y masón. Con la reina Letizia, machismo mediante, la cosa ya se disparaba a límites demenciales. Al parecer, no me pregunten por qué, están convencidos de que esta señora forma parte de algún culto satánico.

No es de extrañar que Letizia, a la que se intuye entre sus cualidades el olfato y la inteligencia, haya tenido gestos de simpatía con Pedro Sánchez en público. Sabe que si su hija tiene posibilidades de reinar en algún momento necesita contar con el apoyo del PSOE. Las otras dos opciones son que lo haga bajo una democracia sometida a una involución reaccionaria o que deje de reinar. A Alfonso XIII lo de coaligarse con Primo de Rivera bien no le fue.

A la monarquía se le supone el amor hacia España y, supongo, también el cariño hacia sus hijos. Y no debe de ser agradable pensar en un futuro con algo parecido a Abascal y algo parecido a Ayuso convirtiendo la capital en algo parecido a Ankara, Varsovia o Budapest. A la señora que se sienta en Sol también se le ocurrió darle un toque de atención a Felipe VI, tras una de esas romerías que se montan en Colón. Fue el 13 de junio de 2021. A mí no se me olvida.

Como tampoco aquel aforismo atribuido a Mao: “El poder habla por la boca del fusil”. El poder político surge del cañón de un arma, dijo al comienzo de la Guerra Civil china, en agosto de 1927. Acertó de lleno. Cuando todo se pone en cuestión, los propietarios pasan de los símbolos al plomo. De eso no nos libraremos nunca. No está de más recordarlo por feo que resulte. "                 (Daniel Bernabé, InfoLibre, 18/06/24)

 

"(...) Tras ese fiasco, el Gobierno español enmudeció y fue incapaz de reaccionar. 

Por un momento pareció que podía crearse en Cataluña una dualidad de poderes si el Govern presidido por Carles Puigdemont se decidía a llevar a cabo aquello que había prometido: la proclamación inmediata de los resultados del referéndum, la declaración de independencia y la ocupación del territorio.

El 3 de octubre de 2017 supuso un antes y un después. Por la mañana, el “paro de país”, organizado por la Administración de la Generalitat y el entramado social y político del independentismo, pareció que podía inclinar la correlación de fuerzas a favor de la secesión. Pero, por la noche, todo cambió. En un contundente discurso televisivo, Felipe VI llamó a todos los poderes del Estado a poner fin a la intentona secesionista, dio garantías a los españoles de que el orden constitucional no se rompería, y tranquilizó a muchísimos catalanes que se sentían huérfanos y temían que lo peor era posible.

A menudo, se afirma que Felipe VI tuvo poca sensibilidad con Cataluña, que debería haber mediado, que tomó partido, que su discurso fue muy duro, etcétera. Pues no, el Rey hizo lo que debía: defender el orden constitucional y denunciar la deslealtad de los políticos de la Generalitat. Pero también se dirigió específicamente a los catalanes no independentistas, a la mayoría, y nos prometió que no íbamos a sentirnos solos, desamparados o abandonados. La reacción constitucionalista en las calles el 8 de octubre no se hubiera producido con la fuerza que tuvo sin el discurso del monarca. Y por ello muchos le estaremos siempre agradecidos. Pasará a la historia como el hecho más importante de su primera década como jefe de Estado.

Posteriormente, Felipe VI ha llevado una política de gestos en Cataluña perseverante e inteligente. Se ha esforzado particularmente por ser también el Rey de los catalanes. Durante los años siguientes casi no podía venir sin que hubiera actos de protesta, y tanto la entonces alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, como los sucesivos presidentes de la Generalitat, Quim Torra y Pere Aragonès, le negaron el saludo. Hoy la situación prácticamente se ha normalizado, aunque persiste el desaire en Girona. El Rey viaja a Cataluña sin mayores problemas para asistir a todo tipo de encuentros, sobre todo económicos, y Jaume Collboni lo primero que hizo como alcalde fue reunirse en audiencia oficial con el jefe de Estado. Aunque la investidura de Salvador Illa sigue en el aire, nadie duda de que llegado el caso también lo hará.

En el haber de Felipe VI tiene haber superado la crisis de legitimidad que sufría la Corona en 2014, haber demostrado valentía ante la mayor crisis de la democracia española en 2017 (...)"                 (Joaquim Coll, Crónica Global, 19/06/24)

14.6.24

Vox compra a Alvise su discurso contra Felipe VI y desata un terremoto en la ultraderecha... La formación de Abascal ha reclamado por primera vez al monarca que de una "respuesta" contra la amnistía por ser parte de su "deber"... Su portavoz en la Cámara Baja, Pepa Millán, pidió una "respuesta" a todas las instituciones, incluida la Casa Real, contra el texto por ser parte de su deber constitucional. "Deben defender la unidad nacional, la integridad territorial y la igualdad de los españoles ante la ley", sostuvo... el mensaje de Millán pone de manifiesto un cambio de discurso frente al seguidismo hacia la monarquía que imperaba hasta ahora y cuyo caldo de cultivo comenzó en la investidura de Pedro Sánchez del pasado año

"Dios, Patria y Rey. El discurso de la derecha española en España no se explica sin esos tres elementos. Y el Partido Popular y Vox lo han cumplido, hasta la fecha, al pie de la letra. No se cuestiona la religión católica —de hecho, se ensalzan sus valores frente a los de otras religiones que según su discurso quieren imponer la suya en toda Europa—, ni la indivisibilidad de España —frente a unos "enemigos" claramente identificados con las fuerzas independentistas— y tampoco la monarquía —de la que se reproducen sus bondades, incluso las de Juan Carlos I pese a los múltiples escándalos que le han rodeado tras su abdicación—. Sin embargo, parece que uno de esos pilares no es ya tan sólido, al menos para la extrema derecha, que esta semana ha situado en la diana al rey Felipe VI a cuenta de la amnistía. Su portavoz en la Cámara Baja, Pepa Millán, pidió una "respuesta" a todas las instituciones, incluida la Casa Real, contra el texto por ser parte de su deber constitucional. "Deben defender la unidad nacional, la integridad territorial y la igualdad de los españoles ante la ley", sostuvo.

Aunque Millán reconoció que el monarca no podía negarse a firmar la ley, como así ocurrió, sostuvo que al hacerlo se "deslegitimaba" el discurso que el propio Felipe VI pronunció el 3 de octubre de 2017 tras la declaración unilateral de independencia en Catalunya. Sin embargo, culpó al Gobierno por "obligarle" al firmar el texto": "Al rey no se le puede pedir una cosa que no puede hacer", zanjó. Esas palabras han generado un terremoto dentro de Vox y algunos dirigentes territoriales de la formación, como su líder en Palma de Mallorca, Fulgencio Coll, defendieron públicamente en sus redes que "don Felipe no tenía otra opción" pese a "lo que opinan algunos": "Ahora más que nunca hemos de dar el apoyo a un Rey ejemplar, pieza clave del sistema democrático", sostuvo, en un mensaje dirigido a la dirección de su partido. El antecesor de Millán en el cargo, Iván Espinosa de los Monteros, fuera ya de la política institucional, se pronunció también y pidió no meter al rey en política: "Sería un grave error", afirmó en declaraciones a la Cadena Cope. "Nada le gustaría más a la izquierda que nos empezáramos a pelear nosotros. El rey tiene la obligación de firmar", dijo, al tiempo que reivindicaba la Corona como "de las pocas instituciones que defienden la unidad de la nación".

Pese a las críticas generadas, también por parte de la derecha mediática —aunque hay otras cabeceras más minoritarias que sí respaldan la postura de Vox—, el mensaje de Millán pone de manifiesto un cambio de discurso frente al seguidismo hacia la monarquía que imperaba hasta ahora y cuyo caldo de cultivo comenzó en la investidura de Pedro Sánchez del pasado año, cuando en los foros de extrema derecha se extendió una profunda decepción con el monarca por proponer al socialista como candidato tras el fracaso del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Es más, en las manifestaciones convocadas durante esos meses contra la amnistía, se podían leer pancartas como "Felipe VI, cómplice del golpe de Estado. A las urnas, a la democracia y a la voluntad de los españoles o "Felipe VI cobarde. Se vende España por cinco votos". En una de las protestas en las que más se puso de manifiesto esa crítica contra el rey fue la organizada por Societat Civil Catalana, a la que acudió la plana mayor de la derecha con Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal a la cabeza. Un cartel contra el rey Felipe VI, en una manifestación contra la amnistía en Barcelona.

Una de las voces que más defendió esa tesis, con bulos de por medio, fue Luis Alvise Pérez, recién elegido eurodiputado en las elecciones del pasado domingo, Su candidatura, Se Acabó la Fiesta (SALF), fue la sorpresa de la noche al obtener tres escaños. Y Alvise no ha dejado pasar la oportunidad para repetir ese discurso, acusando al rey de no "cumplir con su tarea constitucional": "La pregunta obvia de todos los españoles es para qué cojones sirve el rey. Y si no sirve para nada, ni siquiera para la única función que tiene, ¿por qué tenemos que dedicar diez millones de euros al año en que viva en la Zarzuela?", se preguntó, en una entrevista compartida en su canal de Telegram. A su juicio, lo de debería haber hecho el monarca es no firmar la ley, disolver las Cortes Generales y abdicar: "Si no hace eso, yo seré el primer antimonárquico de este país", zanjó.
Vox vuelve a tender puentes con Alvise y defiende que es su "aliado" contra Sánchez

Durante la campaña electoral, la dirección de Vox evitó mencionar a Alvise, conscientes del daño que podría hacer como finalmente ocurrió. Su candidatura obtuvo 800 mil votos y, aunque desde las filas del partido de Abascal defienden que solo les ha "quitado" 100 mil, lo cierto es que no lograron sobrepasar la barrera del 10% a diferencia de lo que ocurrió en las generales del año pasado, donde obtuvieron más del 12% de los votos. En la formación ultra conocen bien al líder de SALF, ya que colaboró tanto con ellos como con el PP de Pablo Casado, después de su época como asesor del exdirigente de Ciudadanos, Toni Cantó. Los puentes se rompieron en pandemia, cuando buscó devaluar el apoyo del diputado Juan Luis Steegman a la campaña de vacunación acusándole de haber cobrado "sumas millonarias de las farmacéuticas".

Ahora, sin embargo, le vuelven a tender la mano. Así lo hizo el candidato de Vox a las europeas y mano derecha de Abascal, Jorge Buxadé, el lunes pasado al asegurar que si los tres diputados de SALF se integran en su familia europea, la de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), les recibirá "con un abrazo". Buxadé señaló que en la noche electoral se produjeron contactos entre ambas partes y anticipó que esas conversaciones se seguirían produciendo en los días posteriores. La versión de Alvise es distinta. En su canal de Telegram admitió que intentó hablar con Abascal "para felicitarle por decoro y educación", que el líder de Vox no le devolvió la llamada y que tampoco hubo contacto alguno con Buxadé. "Ha mentido", escribió. En su cuenta de Instagram también se hizo eco de ello y recordó que Abascal le apartó pese a considerarlo el "mejor analista que había conocido en su vida".

Por su parte, la líder de Vox en Madrid, Rocío Monasterio, aseguró que para ella Alvise es "un aliado" y no "un adversario", incidiendo en que ambos forman parte del mismo bloque que quiere "echar a Sánchez de la Moncloa y a todos sus secuaces comunistas": "Yo me alegro de que todos los partidos que no sean de izquierdas ganen escaños, para mí es una alegría”, afirmó. En campaña electoral el líder de SALF se reunió con el marido de Monasterio y exdirigente de Vox Espinosa de los Monteros. "No he pactado nada con Iván Espinosa de los Monteros, quien es un gran amigo con quien disfruto conversar y con el que quedé únicamente para charlar desayunando y ponernos al día de la vida", justificó tras publicarse las imágenes juntos, una publicación en la que cargó contra Abascal por definirlo como "una creación del PSOE".

"A Vox le va a pasar lo mismo con Alvise que al PP con ellos". Así de contundente se muestra el politólogo y consultor en comunicación política, Eduardo Bayón, sobre el fenómeno de SALF. Bayón atribuye a "la amenaza electoral y aumento de la competición" el hecho de que el partido de Abascal se haya visto a modificar su estrategia, cuestionando por primera vez el papel de la monarquía. "Van a estar muy condicionados a lo que haga Alvise, porque el 50% de los votantes de SALF procedían de Vox. Es más fresco, más radical y emergente", explica en conversación con infoLibre. A su juicio, el agitador va a ser un competidor que les va a hacer daño porque "en apariencia puede tener un electorado más transversal" al ser "menos ideológico": "Vox va a sufrir mucho en la toma de decisiones estratégicas y va a haber cambios de posicionamientos bruscos", anticipa.

Bayón achaca a múltiples factores la situación del partido de Abascal. "Su época expansiva ya ha terminado, ahora en lo que estaba es en la de estabilización y de entrada en los gobiernos autonómicos. A esa fase se le han sumado todas las disputas y los cambios de los dirigentes nacionales", prosigue. El experto cita, entre otras, la salida de Espinosa de los Monteros, de Macarena Olona o la pérdida de peso de Javier Órtega Smith. "Aunque no haya habido un cambio de liderazgo, sí ha habido un cambio de los dirigentes que lo sostienen" analiza. Así, cree que además de las discrepancias internas, Vox va a estar "muy condicionado por la amenaza de Alvise" y también por la fortaleza del PP.

El analista se fija en los datos y destaca el hecho de que Vox haya quedado por debajo del 10%, lo que a la larga podría perjudicar al bloque de la derecha en unas eventuales generales. Además, Bayón también señala que hay un elemento que "excede" a la propia batalla entre las distintas fuerzas contrarias a Sánchez y que interpela directamente a la sociedad. "Tenemos a los marginados de la transición condicionando la vida política del país. Al final el colapso del sistema del 78 está viniendo por ahí y no por la democracia radical del 15M".                      (Marta Monforte, InfoLibre, 13/06/24)

3.2.24

Fuerte apoyo de Felipe VI a Palestina: "La tragedia que vive Gaza está estremeciendo la conciencia de la Humanidad"... españoles y portugueses se desmarcan de la tolerancia occidental para con el genocidio palestino

 "El Rey ha pedido este jueves "un alto el fuego duradero en Gaza" en la tradicional recepción al cuerpo diplomático, integrado por los embajadores de Estados y organizaciones internacionales acreditados en España. 

Esta es la tercera vez que Felipe Vi se refiere al conflicto de Oriente Próximo desde que, el pasado 7 de octubre, se inició la actual escalada de violencia  con el ataque terrorista de Hamás, pero es la primera ocasión en que el jefe del Estado reclama "un alto el fuego duradero", una opción que rechazan de plano Israel y sus principales aliados, como Estados Unidos.

 "La tragedia que vive Gaza está estremeciendo la conciencia de la Humanidad, como también lo hizo el execrable atentado terrorista que sufrió Israel el pasado 7 de octubre, y que merece nuestra más enérgica condena", ha dicho el Rey. 

"Los rehenes deben ser inmediatamente liberados. Y debe facilitarse al máximo el acceso humanitario para atender a la población palestina de Gaza y establecer un alto el fuego duradero", ha añadido. 

A su vez, como lo ha planteado el pasado 11 de enero ha defendido la creación "dos Estados, Israel y Palestina; con garantías de seguridad mutuas, plena independencia y fronteras reconocidas".

Felipe VI, flanqueado por la Reina, ha pronunciado estas palabras en el Salón del Trono del Palacio Real ante más de un centenar de embajadores, incluidos los de Palestina, Husni Abdelwahed, e Israel, Rodica Radian-Gordon, quien regresó a Madrid a principios de enero, tras ser llamada a consultas el 30 de noviembre del año pasado por la postura del Gobierno español ante los bombardeos de Gaza. 

No han asistido los embajadores de China y Argelia, ya que aún no han presentado sus cartas credenciales al Rey; aunque este último, Abdelfetah Daghmoum, se incorporó en diciembre a un puesto que llevaba 19 meses vacante, poniendo fin así a una prolonga crisis diplomática."            (LPO, 31/01/24)

23.1.24

Objetivo: domar al Rey... los que mandan quieren más poder y están dispuesto a conseguirlo cueste lo que cueste... Las derechas, aquí y en todas partes, quieren más poder, mayor libertad para sus negocios y, sobre todo, usar a fondo el Estado para cambiar a la sociedad y fortalecer su poder de clase. Es el modelo Madrid... Lo que hay detrás, a mi juicio, de esta ofensiva mediática en las redes es erosionar al Rey para embridarlo, domarlo, debilitarlo para que juegue un papel central en la restauración y el cambio de régimen en país (Manolo Monereo)

 "Estas cosas siempre me interesaron poco; más bien, nada. Las cuitas amatorias de los Borbones son hereditarias, como la Corona. Esta vez es distinto. Llevamos meses viviendo en dos mundos enfrentados y paralelos. El primero, el oficial: entronización de la heredera, cantos, loas y alabanzas mil a la monarquía y a los ejemplares reyes. Nos hemos enterado de todo lo que hace la princesa Leonor hasta el mínimo detalle y, faltaba más, de sus posibles pretendientes. La prensa oficiosa del corazón nos llenó de titulares rimbombantes. La clase política y la prensa seria acompañó con entusiasmo la operación. Estabilidad, continuidad e institución reforzada.

Había, sin embargo, otro mundo que tomaba las redes, que hablaba de escándalos amorosos que tenían como referente principal a la reina Leticia, a la plebeya esposa del Rey Felipe VI. Ana Pardo de Vera nos avisó de un libro que iba a salir pronto de Jaime Peñafiel donde se daban datos de diversas y recurrentes infidelidades de la reina. Aparecía un personaje singular: Jaime Ignacio del Burgo como actor y delator de unas actividades que dejarían a Don Juan atónito y apesadumbrado, un español de bien nunca hablaría en público de su amante y menos si esta está casada. Todo es decadencia y deshonor.

Sigamos. Estos dos mundos entraron en conflicto. Uno siguió con su estrategia como si nada pasara; eso sí, los grandes medios (los serios y los del corazón) hicieron todo lo posible por ocultar lo que se movía en las redes y apoyar a una monarquía acosada y acusada. El otro, el paralelo, a lo suyo. Hablando cada vez más alto y fuerte de las infidelidades y dando supuestas informaciones que tenían siempre a Don Jaime como delator e intérprete principal. Como diría el castizo: los Borbones son así y hay que asumirlos tal como son. El Rey emérito nos ha dado lecciones muy precisas de un estilo de ejercer la jefatura del Estado y, sobre todo, de la infinita capacidad de los medios y de la clase política para camuflarlo y marginar a los que se atrevieron a cuestionarlo.

Hay muchas hipótesis. Un rey destronado, apartado vergonzosamente del país dispuesto a saldar cuentas con una nuera ingrata y usurpadora; un periodista palaciego despechado; un amante vengativo con afanes de notoriedad. Todo parece posible; sin embargo, creo que hay algo más que tiene que ver con la coyuntura política, más precisamente con la crisis de Régimen presente, con mayor o menor fuerza, desde la crisis del año 9 de este siglo. Lo que ha cambiado, adelanto, es que esta, la crisis política, tenía como causa y efecto un impulso plebeyo, democrático y que ahora está claramente marcada por la revuelta de las elites; los que mandan quieren más poder y están dispuesto a conseguirlo cueste lo que cueste.

El papel del Rey es muy importante para una estrategia restauradora. En el imaginario reconstruido por las derechas unificadas Dios, Patria, Rey se ha ido organizando en torno a una versión singular de la Constitución del 78 consistente en apropiarse de ella y, a la vez, desnaturalizarla. No están de acuerdo con elementos sustanciales de la misma, pero la defienden con fiereza para convertirla en un símbolo cada vez más desconectado de una realidad que debería ordenar y dirigir; mientras, se va consolidando una «constitución material» a la medida de los poderes reales y de su (creciente) influencia en los aparatos e instituciones del Estado.

Se trata, en definitiva, de fortalecer y de privilegiar el núcleo duro del texto constitucional, a saber, el «principio monárquico». No es solo teoría. Esto se hizo visible en el discurso del Rey del 3 de octubre del 2017. Ahí terminó algo y empezó otra cosa. Terminó el ciclo de la renovación democrática y comenzó el proceso de restauración aún inacabado. Felipe VI llamó a las fuerzas vivas, a los que tienen los resortes del poder, a los sujetos básicos y fue escuchado; fue entendido y seguido; más allá y más acá del Gobierno de Rajoy, más allá de las derechas existentes y comprendido por una parte significativa del PSOE. La autonomización y el activismo de los aparatos e instituciones del Estado se hizo muy visible. La batalla sigue abierta hasta hoy.

Ahora las derechas están a la ofensiva. Digirieron mal la derrota electoral y se preparan para una guerra de desgate. El gobierno tiene demasiados frentes abiertos, no gestiona bien los conflictos y sigue sin un proyecto de país visible, capaz de ser compartido y de suscitar compromiso. Lo suyo es seguir, mantenerse, haciendo del miedo a la derecha el eje de la cohesión de su gobierno y de instrumento de vertebración de su contradictoria mayoría. Sánchez sigue el consejo de Andreotti: lo que desgasta es la oposición.

Las derechas, aquí y en todas partes, quieren más poder, mayor libertad para sus negocios y, sobre todo, usar a fondo el Estado para cambiar a la sociedad y fortalecer su poder de clase. Es el modelo Madrid. El miedo cambia de bando y está donde siempre, en las clases subalternas, a las que hay que acostumbrarlas a venderse en las condiciones fijadas por el capital y poner fin de una vez por todas a la cultura de los derechos sindicales y sociales; para eso hace falta una derrota política, cultural estratégica. La condición previa: liquidar el poder social y sindical de las clases trabajadoras, romper los vínculos con los territorios, dividir y diluir lo que queda de la autonomía política de los sectores obreros más conscientes.

Lo que hay detrás, a mi juicio, de esta ofensiva mediática en las redes es erosionar al Rey para embridarlo, domarlo, debilitarlo para que juegue un papel central en la restauración y el cambio de régimen en país. Convertirlo es custodio y defensor de la Constitución, en su intérprete supremo. La transición: una democracia militante que limite el pluralismo político y que excluya a los extremos de la vida pública. No hay que engañarse demasiado, el verdadero objetivo es el de siempre: poner fin al siglo de la revolución, desintegrar a los trabajadores como sujeto político y norteamericanizar la vida pública. Todo está ya muy avanzado. Georgia Meloni representa como nadie esta Europa subordinada y sin proyecto."             (Manolo Monereo , El Viejo Topo, 23/01/24)