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6.9.25

German Foreing Policy: ¿Adónde conduce esta locura? Rheinmetall abre la mayor fábrica de municiones de Alemania, con el objetivo de alcanzar a los principales fabricantes de armas del mundo... el grupo también está considerando la venta de aquellas fábricas del sector civil que no pueden ser utilizadas para la producción de armas... Los planes de expansión de Rheinmetall incluyen la construcción de nuevas fábricas tanto en Alemania como en otros países europeos... Para financiar esta rápida remilitarización, el gobierno —al menos según los planes financieros actuales— tendrá que aumentar el presupuesto nacional a más de 572.000 millones de euros para 2029, con un aumento adicional de 126.000 millones ... Mientras el gobierno alemán estudia drásticos recortes en el estado del bienestar para financiar su rearme, la represión contra los opositores a la guerra se ha intensificado... Merz declaró "No me dejaré disuadir por quienes dicen que estamos desmantelando y recortando el estado de bienestar, ni por lo que venga después"... y Klingbeil, presidente federal del SPD, se ha sumado al ataque verbal contra los que dependen de la asistencia social: nadie puede ahora salirse con la suya "echándose a dormir y sin hacer nada", afirma con énfasis... sin embargo, Klingbeil dice que no basta con simplemente "ahorrar 30.000 millones mediante recortes en el estado de bienestar"; más bien, "las personas con patrimonios e ingresos muy elevados" también deberían "aportar su parte"... La advertencia del poeta Tuchosky: “No debemos ni podemos seguir así”. Todos nosotros, todos nosotros, hemos visto a dónde lleva esa locura

 "Rheinmetall acaba de inaugurar la fábrica de municiones más grande de Alemania. La empresa puede esperar contratos de armamento por valor de cientos de miles de millones y aspira a alcanzar a los mayores fabricantes de armas del mundo. La nueva fábrica de armas en Unterlüß fue inaugurada hoy, miércoles, en presencia del ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, el ministro de Finanzas, Lars Klingbeil, y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. De cara al futuro, Rheinmetall planea aumentar su producción a 350.000 proyectiles de artillería al año. Con el auge continuo de los negocios, el consejero delegado de Rheinmetall, Armin Papperger, prevé que su empresa obtenga contratos de armamento por valor de hasta 300.000 millones de euros para 2030. Papperger prevé unas ventas del grupo de hasta 50.000 millones de euros para 2030. Este nivel solo lo alcanzan actualmente los dos mayores fabricantes de armas del mundo, Lockheed Martin y RTX (ambos con sede en Estados Unidos). Mientras el gobierno alemán estudia drásticos recortes en el estado del bienestar para financiar su rearme, la represión contra los opositores a la guerra se ha intensificado. Se ha abierto en Colonia un "campamento antibélico", concretamente con el lema "¡Desarmen Rheinmetall!". Las autoridades intentaron prohibir la iniciativa por hacer un llamamiento a una "Guerra contra la Guerra", un lema que proviene de un poema de Kurt Tucholsky publicado en 1919.

"Campeón mundial de armamentos"

Rheinmetall, el mayor fabricante de armas de Alemania, ha sido hasta ahora el principal beneficiario del programa masivo de rearme lanzado por el Gobierno Federal en 2022 y que ahora se está intensificando a una escala sin precedentes. La facturación de la empresa se registró en 6.400 millones de euros en 2022. Tras alcanzar ya los 9.800 millones de euros en 2024, las ventas podrían ascender a entre 40.000 y 50.000 millones de euros para 2030, según el consejero delegado Armin Papperger. Esto impulsaría a la empresa a la liga de los principales fabricantes de armas a nivel mundial. Los dos mayores contratistas de defensa del mundo, Lockheed Martin y RTX (ambos con sede en EE. UU.), generaron ingresos de alrededor de 61.000 y 41.000 millones de dólares estadounidenses respectivamente en 2023. Rheinmetall está acortando distancias, encaminándose a convertirse en "un campeón mundial de la defensa", como Papperger afirmó sin rodeos a principios de agosto. [1] El volumen de pedidos ya registrados en la cartera de la empresa fabricante de armas con sede en Düsseldorf está aumentando constantemente. Según las propias cifras de la empresa, los pedidos de municiones alcanzan actualmente un nivel récord de 63.000 millones de euros. Las únicas operaciones con bajo rendimiento en la cartera del grupo se encuentran en su división civil. Rheinmetall cuenta con una importante división de suministro para la industria automotriz que en el pasado sirvió para compensar las recurrentes debilidades comerciales en el sector de defensa. Ahora, sin embargo, Rheinmetall está reconvirtiendo algunas de sus plantas de producción civil a fines militares. De hecho, el grupo también está considerando la venta de aquellas fábricas del sector civil que no pueden ser utilizadas para la producción de armas.

La segunda fábrica de municiones más grande de Europa.

La planta de Rheinmetall en Unterlüß, donde hoy miércoles se inauguró la nueva fábrica de municiones, se convertirá pronto en la mayor planta de producción del grupo, con una plantilla de alrededor de 3.200 personas. El grupo Rheinmetall emplea actualmente a alrededor de 40.000 personas en 174 instalaciones de producción ubicadas en más de treinta países. Se prevé que esta cifra aumente a alrededor de 70.000 empleados en los próximos dos o tres años. En Unterlüß, Rheinmetall fabrica todo tipo de municiones, así como componentes clave para el carro de combate Leopard 2, el obús blindado 2000 y el vehículo de combate de infantería Puma. La planta también ha participado en el desarrollo del nuevo carro de combate Panther KF51, concebido como el sucesor del Leopard 2. [2] Para finales de año, la fábrica de municiones modernizada ya estará produciendo decenas de miles de proyectiles de artillería de calibre 155 de la OTAN, y tiene previsto aumentar su producción anual a alrededor de 350.000 unidades para 2027. Esta cifra quintuplica la producción total de Rheinmetall en 2022 (70.000 unidades). A nivel internacional, es la segunda fábrica de municiones más grande del grupo, siendo la mayor Rheinmetall Expal Munitions, con sede en España, que produce hasta 450.000 proyectiles de artillería al año. Con la ayuda de sus numerosas fábricas en Italia, Sudáfrica y Estados Unidos, entre otros lugares, Rheinmetall pretende producir un total de 1,5 millones de proyectiles de 155 milímetros al año para 2027.

 Pedidos por valor de hasta 300.000 millones de euros

Los planes de expansión de Rheinmetall incluyen la construcción de nuevas fábricas tanto en Alemania como en otros países europeos, por ejemplo, en Hungría y Lituania, donde la producción comenzará en 2026, y en Ucrania y Bulgaria, donde, como se informó a principios de esta semana, Papperger invertirá más de 1.000 millones de euros para construir una fábrica de municiones y la mayor planta de pólvora de Europa, respectivamente. [3] Papperger explica la magnitud del negocio de municiones señalando que los países de la OTAN están obligados oficialmente a mantener reservas de municiones para treinta días de guerra: “Solo para treinta días, nosotros [la Bundeswehr alemana, ed.] necesitamos alrededor de 300 proyectiles por día y por arma.” Con 5.000 cañones, eso son 45 millones de proyectiles de artillería”. [4] Y no solo se está incrementando masivamente la producción de municiones. Rheinmetall —al igual que toda la industria armamentística— espera que la demanda de armas y equipo militar en los países de la OTAN en toda Europa aumente drásticamente este año, tras el compromiso del 5% del PIB asumido en la reciente cumbre de la OTAN. Esta tendencia se observará, por supuesto, con mayor intensidad en Alemania, que dispone del mayor margen para financiar una enorme ola de rearme gracias a su nueva facilidad de endeudamiento. Papperger predice un "potencial de pedidos de hasta 300.000 millones de euros para 2030" para todo el grupo Rheinmetall. [5]

Presupuestos récord y déficit de financiación

Los planes del gobierno alemán para aumentar drásticamente el presupuesto de defensa, necesarios para alcanzar este nivel de gasto militar, son bien conocidos. La asignación presupuestaria de la Bundeswehr para este año se ha incrementado en aproximadamente un 20% respecto al año pasado, alcanzando los 62.400 millones de euros; a esta cifra se suman los aproximadamente 24.000 millones de euros procedentes del llamado "fondo especial". Según los planes presupuestarios para 2026, el gasto en defensa ascenderá a un total de 82.700 millones de euros, más otros 25.500 millones de euros procedentes del fondo especial. En 2027, último año para la utilización del "fondo especial", se prevé que el presupuesto de defensa alcance los 93.400 millones de euros. Luego, en 2028, el desvío de recursos hacia el ámbito militar se disparará hasta un gasto de casi 136.500 millones de euros y, en 2029, alcanzará la asombrosa cifra de 152.800 millones de euros. [6] Y estas cifras aún no incluyen el gasto previsto para infraestructuras de relevancia militar, que se espera que ascienda a aproximadamente 70.000 millones de euros anuales para 2029. Para financiar esta rápida remilitarización, el gobierno —al menos según los planes financieros actuales— tendrá que aumentar el presupuesto nacional a más de 572.000 millones de euros para 2029. La partida destinada a fines militares representará el 26,7 por ciento de este volumen. [7] Para financiar esto, se prevé un endeudamiento neto adicional de 126.900 millones de euros para 2029, lo que supone un aumento de más de la mitad respecto a la cifra de endeudamiento de 2025 (81.800 millones de euros). Sin embargo, el ministro de Finanzas, Lars Klingbeil (SPD), afirma que sigue previendo un déficit de financiación enorme y cada vez mayor: 34.000 millones en 2027, 64.000 millones en 2028 y 74.000 millones en 2029. [8]

Desmantelando el estado del bienestar

En Berlín, el debate se está intensificando sobre los drásticos recortes presupuestarios necesarios para llevar a cabo los planes de rearme sin precedentes del gobierno. El canciller Friedrich Merz anunció a finales de la semana pasada que “el estado del bienestar tal como lo conocemos hoy ya no es económicamente sostenible”. Los drásticos recortes, denominados "reformas", eran inevitables: "No me dejaré disuadir por quienes dicen que estamos desmantelando y recortando el estado de bienestar, ni por lo que venga después", declaró Merz. [9] El secretario general de la CDU, Carsten Linnemann, pidió un "cambio de paradigma" en una época en la que "el estado del bienestar se ha vuelto insostenible". En los círculos gubernamentales se habla mucho de un "otoño de reformas", algo que el vicecanciller Klingbeil, que también es presidente federal del SPD, no cuestiona en principio. Klingbeil se ha sumado al ataque verbal contra los que dependen de la asistencia social: nadie puede ahora salirse con la suya "echándose a dormir y sin hacer nada", afirma con énfasis. El gobierno debe “abordar los sistemas de seguridad social”. A diferencia de sus socios de coalición de la CDU/CSU, sin embargo, Klingbeil dice que no basta con simplemente "ahorrar 30.000 millones mediante recortes en el estado de bienestar"; más bien, "las personas con patrimonios e ingresos muy elevados" también deberían "aportar su parte". [10]

 "Guerra a la guerra"

Si bien el gobierno federal está preparando el terreno para "desmantelar y recortar el estado del bienestar" (Merz), la creciente represión estatal se dirige contra quienes protestan por los cientos de miles de millones de euros que se destinan a la remilitarización. Los activistas que organizaban un "campamento antibélico" en Colonia bajo el lema "¡Desmantelemos Rheinmetall – Contra la exportación de armas, el rearme militar y la guerra!" tuvieron que defender legalmente su derecho constitucional de reunión. Las autoridades policiales intentaron prohibir la iniciativa, argumentando que el lema de la misma, "¡Guerra a la guerra!", implicaba el uso de "medios bélicos". [11] ¿Creían las autoridades que los activistas conducirían tanques desde Colonia hasta la vecina Düsseldorf y dispararían contra la sede central del grupo Rheinmetall? Finalmente, la impugnación legal del campamento tuvo éxito cuando el Tribunal Superior Administrativo de Renania del Norte-Westfalia revocó la sentencia inicial. De hecho, “Guerra contra la guerra” es el título de un poema escrito en 1919 por el escritor y activista antibélico Kurt Tucholsky. En él, Tucholsky describió el horror de las trincheras (“sangre, huesos aplastados y barro”) así como su arrepentimiento por la falta de resistencia (“nadie se atrevía a rebelarse”). La advertencia de Tuchosky: “No debemos ni podemos seguir así”. Todos nosotros, todos nosotros, hemos visto a dónde lleva esa locura."

(German Foreing policy.com, 27/08/25, traducción DEEPL, notas en el original)

3.9.25

El BCE reconoce el impacto del aumento del gasto militar sobre la deuda... “Se prevé que los niveles de deuda y los costes de los intereses aumenten, lo que lastrará las finanzas públicas más allá del corto y medio plazo. (…) Los niveles de deuda soberana podrían volver a aumentar, ya que el aumento del gasto en defensa y los posibles paquetes de estímulo adicionales se financiarán en gran medida con deuda adicional”, admitió el BCE... Y explicó el mecanismo por el que sucederá: “Dado el vencimiento medio relativamente largo de la nueva deuda soberana, es probable que la refinanciación de la deuda que vence a tipos muy bajos antes de 2022 en las condiciones actuales del mercado, junto con la emisión necesaria para financiar el gasto adicional, aumente los pagos de intereses en relación con el PIB en los próximos años”... la presidenta de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), Cristina Herrero, ha dejado claro que el gasto militar computa como déficit y deuda: “En términos presupuestarios,10.000 millones de gasto en defensa son 10.000 millones de déficit y deuda por mucha reestructuración que se haga. (…) O se suben los ingresos o se baja otro gasto. De eso no hay duda”... el guerrerismo de Europa dispara la deuda pública y ataca el estado del bienestar (Fátima Martín)

 "El Banco Central Europeo (BCE) ha reconocido el impacto que el aumento del gasto militar por parte de los países miembros de la Unión Europea (UE) tendrá sobre la deuda, los intereses y las arcas públicas. Incluso se hace eco de los planes para derivar hacia la defensa fondos actualmente destinados a otros fines.

“Se prevé que los niveles de deuda y los costes de los intereses aumenten, lo que lastrará las finanzas públicas más allá del corto y medio plazo. (…) Los niveles de deuda soberana podrían volver a aumentar, ya que el aumento del gasto en defensa y los posibles paquetes de estímulo adicionales se financiarán en gran medida con deuda adicional”, admitió el BCE en el Financial Stability Review del pasado mes de mayo [1]

Y explicó el mecanismo por el que sucederá: “Dado el vencimiento medio relativamente largo de la nueva deuda soberana, es probable que la refinanciación de la deuda que vence a tipos muy bajos antes de 2022 en las condiciones actuales del mercado, junto con la emisión necesaria para financiar el gasto adicional, aumente los pagos de intereses en relación con el PIB en los próximos años” [2].

El plan para rearmar Europa sugiere “reutilizar partes del presupuesto actual de la UE”

En el epígrafe destinado al Entorno macrofinanciero y crediticio, el BCE insiste en que los aumentos del gasto en defensa tendrán un impacto significativo en los presupuestos, lo que requerirá un mayor margen fiscal. Para implementar ese mayor margen fiscal, el informe señala las propuestas previstas por la Comisión Europea en su plan para rearmar Europa [3]: activar la cláusula nacional de escape del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y desembolsar préstamos procedentes de nuevos empréstitos conjuntos mediante el instrumento de Acción Seguridad para Europa (SAFE). Además, el plan sugiere “reutilizar partes del presupuesto actual de la UE”.

El Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), que recoge un aumento sin precedentes del gasto militar mundial en 2024 hasta los 2,7 billones de dólares encabezado por Europa y Oriente Medio, advierte que a medida que los gobiernos priorizan cada vez más la seguridad militar, a menudo en detrimento de otras partidas presupuestarias, las consecuencias económicas y sociales podrían tener un impacto significativo en las sociedades durante los próximos años [4].

En 2024, todos los países europeos, salvo Malta, aumentaron su gasto militar

Según los datos que maneja el SIPRI, el año pasado, en toda Europa, incluyendo Rusia, el gasto militar aumentó un 17%, alcanzando los 693.000 millones de dólares, y fue el principal responsable del incremento global en 2024. Con la guerra de Ucrania en su tercer año, el gasto militar continuó creciendo en todo el continente, superando el nivel registrado al final de la Guerra Fría. Todos los países europeos, salvo Malta, aumentaron su gasto militar en 2024.

En Alemania, el gasto militar creció un 28%, hasta los 88.500 millones de dólares, lo que la convirtió en el país con mayor gasto de Europa Central y Occidental (por primera vez desde la reunificación) y en el cuarto del mundo. El gasto de Polonia aumentó un 31%, alcanzando los 38.000 millones de dólares, lo que representó el 4,2% de su PIB. Francia incrementó su gasto en un 6,1%, hasta los 64.700 millones, situándose en el noveno puesto a nivel mundial. Suecia aumentó su gasto militar un 34%, alcanzando los 12.000 millones de dólares. “Europa ha entrado en una etapa de gasto militar elevado y creciente que probablemente se prolongue durante los próximos años”, prevé el SIPRI.

En lo que respecta específicamente a la Unión Europea (UE), el propio Parlamento Europeo documenta lo que denomina “el refuerzo de la seguridad en la UE”. Dicho refuerzo se traduce en que el gasto en defensa entre los Estados miembros de la UE aumentó más de un 30% entre 2021 y 2024, alcanzando una cifra estimada de 326.000 millones de euros en 2024. Esto equivale al 1,9% del PIB de la UE. El gasto ha ido aumentando de forma constante desde 2014, cuando era de 147.000 millones de euros.

La Comisión Europea, a la altura del mes de marzo, estimaba que el plan para rearmar Europa podría movilizar 800.000 millones de euros [5]. Esto fue tres meses antes de la Cumbre de la OTAN en La Haya, donde, tras las presiones de Trump, los países miembros se comprometieron a aumentar su inversión anual en defensa hasta el 5% del PIB para 2035 [6].

El aumento del gasto militar de los miembros europeos de la OTAN no se traduce necesariamente en una mayor autonomía respecto a EEUU, según el SIPRI

Las investigaciones del SIPRI también ofrecen datos del gasto militar de los países miembros de la OTAN. En concreto, los miembros europeos de la OTAN gastaron en conjunto 454.000 millones de dólares, lo que representa el 30% del total de la Alianza. Desde el SIPRI consideran que el rápido incremento del gasto entre los miembros europeos de la OTAN se debió principalmente a la amenaza de Rusia y a la preocupación por un posible retraimiento de EEUU dentro de la Alianza. Ahora bien, incrementar el gasto no se traduce necesariamente en una capacidad militar significativamente mayor ni en una mayor autonomía respecto a Estados Unidos. “Se trata de objetivos mucho más complejos”, advierten.

Parte de esa complejidad se puede observar en el hecho de que el fondo estadounidense BlackRock, el mayor gestor de activos del mundo, es uno de los grandes beneficiados del rearme de Europa. De hecho, los mismos fondos de inversión norteamericanos operan en las grandes empresas militares tanto de EEUU como de la UE, donde comparten accionariado con los propios estados [7].

La OCDE reclama a la UE que el gasto en defensa no se financie con deuda y advierte de la necesidad de recortar en otras partidas o subir los impuestos

Además del Banco Central Europeo, no son pocos los organismos que admiten el impacto del aumento del gasto militar sobre las arcas públicas. Recientemente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) instó a la Unión Europea a analizar el impacto del aumento del gasto en defensa en relación con la sostenibilidad de la deuda pública, dado el desafiante momento internacional. Y, en su línea, recomendó “acometer reformas significativas” [8].

Por su parte, la OCDE ha reclamado a la UE que el gasto en defensa no se financie con deuda y ha advertido de la posible necesidad de hacer recortes en otras partidas o subir los impuestos, especialmente en los países con menor margen fiscal [9].

A nivel doméstico, la presidenta de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), Cristina Herrero, ha dejado claro que el gasto militar computa como déficit y deuda: “En términos presupuestarios,10.000 millones de gasto en defensa son 10.000 millones de déficit y deuda por mucha reestructuración que se haga. (…) O se suben los ingresos o se baja otro gasto. De eso no hay duda”, ha aseverado [10]. Cabe recordar lo dicho desde estas líneas: el guerrerismo de Europa dispara la deuda pública y ataca el estado del bienestar [11]."           (Fátima Martín, CADTM, 02/09/25, notas en el original)

2.9.25

Diego fusaro: Diecinueve países europeos, incluida Italia, han solicitado préstamos para comprar armas... Esta es una noticia surrealista... Hasta ahora, Europa se había limitado a malgastar fondos públicos en la compra de armas, y eso ya era un asunto serio. Ahora va más allá y revela que no hay límite para lo peor: literalmente se está endeudando para comprar armas y, por lo tanto, para fomentar la guerra... en el periódico turinés "La Stampa", leemos que Europa sigue comprando armas y que "los niños aprenderán a usar drones". ¿Es esta la idea de Europa que subyace al proyecto tecnocrático de la Unión Europea? ¿Acaso no se nos aseguró que una Europa unida nos protegería del regreso de la guerra? En lugar de destinar el dinero a la educación y la sanidad públicas, al estado del bienestar y a proyectos dignos, Europa se endeuda en nombre de la guerra imperialista... Nunca nos hemos cansado de repetirlo: la Unión Europea no es la realización de la idea de Europa, sino su perversa negación. Por lo tanto, quienes realmente aman a Europa y su historia deben hoy estar a la vanguardia de la crítica firme a la Unión Europea, un tren que se precipita hacia el abismo, un templo vacío que santifica la guerra y el capitalismo financiero

"Nos enteramos por el periódico "Sole 24 Ore", el "Observador Romano" de la globalización neoliberal, que diecinueve países europeos, incluida Italia, han solicitado préstamos para comprar armas.

Esta es una noticia surrealista que merece un comentario rápido. Hasta ahora, Europa se había limitado a malgastar fondos públicos en la compra de armas, y eso ya era un asunto serio. Ahora va más allá y revela que no hay límite para lo peor: literalmente se está endeudando para comprar armas y, por lo tanto, para fomentar la guerra. Además, en el periódico turinés "La Stampa", leemos que Europa sigue comprando armas y que "los niños aprenderán a usar drones". ¿Es esta la idea de Europa que subyace al proyecto tecnocrático de la Unión Europea? ¿Acaso no se nos aseguró que una Europa unida nos protegería del regreso de la guerra? En lugar de destinar el dinero a la educación y la sanidad públicas, al estado del bienestar y a proyectos dignos, Europa se endeuda en nombre de la guerra imperialista, siempre legitimada como una guerra humanitaria y defensiva, según el demencial plan Rearmar Europa, concebido por la vestal de los mercados sin Estado, Ursula von der Leyen.

Además, Europa hace todo lo posible por provocar a la Rusia de Putin y llevarla a la guerra, fingiendo, sin embargo, que es la propia Rusia la que busca el conflicto con Europa: pura hipocresía y propaganda, sin duda. Nunca nos hemos cansado de repetirlo: la Unión Europea no es la realización de la idea de Europa, sino su perversa negación. Por lo tanto, quienes realmente aman a Europa y su historia deben hoy estar a la vanguardia de la crítica firme a la Unión Europea, un tren que se precipita hacia el abismo, un templo vacío que santifica la guerra y el capitalismo financiero."

(Diego Fusaro, La casa de mi tía, 02/10/25, fuente Diego Fusaro )

Alemania quiere apoyar a Ucrania recortando el gasto social, y desmantelando el estado del bienestar... Merz declaró recientemente que “el estado del bienestar que tenemos hoy ya no se puede financiar con lo que producimos en la economía”. Por esta razón, abogó por un reajuste de la política social... A pesar de la falta de estabilidad económica y la supuesta imposibilidad de mantener el gasto social como se ha hecho desde la década de 1930, Merz advirtió el 29 de agosto de que el conflicto en Ucrania podría prolongarse durante mucho tiempo, razón por la cual los aliados de Kiev están preparados para mantener su ayuda... el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha llevado a los europeos a un callejón sin salida, ya que no están dispuestos a dejar de apoyar a Ucrania pero carecen de fondos para sostener el conflicto. Esto ha llevado a Europa a acelerar significativamente su proceso de reducción del gasto social en los últimos meses... Europa pretende mantener su antigua supremacía y desempeñar un papel más destacado, para lo cual el elemento de defensa resulta actualmente esencial... Muchos creen que la capacidad militar está estrechamente ligada a la supremacía económica, razón por la cual, ante la desaceleración, resulta crucial reactivar los principales motores de la economía europea, particularmente Alemania. Sin embargo, invertir en el ejército no es particularmente productivo y no contribuye al crecimiento significativo de la misma manera que lo haría invertir en nuevas tecnologías. El gasto militar perjudica el crecimiento económico... Las declaraciones de Merz se refieren a cómo Alemania puede servir como punta de lanza para desmantelar los sistemas de jubilación, pensiones y salud en otros países europeos (Ahmed Adel)

 "Al recortar el gasto social, la Unión Europea, especialmente Alemania, pretende liberar recursos para aumentar su presupuesto de defensa y romper el estancamiento en el que se encuentra por apoyar a Ucrania en su conflicto con Rusia, lo que ha puesto de manifiesto su debilidad militar. Con la inflación alemana aumentando un 2,1% en agosto, una cifra superior a la esperada y que supera las previsiones del 2% de los analistas encuestados por Reuters, y el desempleo subiendo a 3,025 millones de personas en agosto, hasta una tasa del 6,4%, el canciller alemán Friedrich Merz sigue priorizando Ucrania por encima de abordar los numerosos problemas internos de su país.

Merz declaró recientemente que “el estado del bienestar que tenemos hoy ya no se puede financiar con lo que producimos en la economía”. Por esta razón, abogó por un reajuste de la política social.

Las declaraciones del líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) se producen en un momento de marcada desaceleración económica en Alemania, con una caída del PIB del 0,3% en el segundo trimestre de 2025. Eso es tres veces más de lo esperado. Durante el mismo período, las ventas de las empresas industriales del país cayeron un 2,1%, mientras que las exportaciones, especialmente a Estados Unidos y China, están disminuyendo. Además, desde 2019, el número de trabajadores ha disminuido en casi 250.000, lo que ha provocado un descenso del 4,3% en la tasa de empleo.

A pesar de la falta de estabilidad económica y la supuesta imposibilidad de mantener el gasto social como se ha hecho desde la década de 1930, Merz advirtió el 29 de agosto de que el conflicto en Ucrania podría prolongarse durante mucho tiempo, razón por la cual los aliados de Kiev están preparados para mantener su ayuda.

“[El conflicto] podría durar aún muchos meses.” Estamos preparados para ello", declaró la canciller alemana, acompañada por el presidente francés, Emmanuel Macron.

Merz dijo esto a pesar de que la vulnerabilidad militar del bloque se había hecho evidente, debido a que Europa había destinado muy poco presupuesto a la defensa desde el final de la Segunda Guerra Mundial, recayendo la carga económica principalmente en Estados Unidos. Esto permitió a los europeos mantener acuerdos de seguridad contra lo que era, en aquel entonces, la Unión Soviética, y la Rusia actual, a un costo mínimo.

En general, la postura europea desde el inicio del conflicto en Ucrania ha sido la de apoyar firmemente a Kiev —con recursos, ayuda, armas y otros suministros— para supuestamente contrarrestar la influencia rusa en Europa. Esto ocurrió en un momento en que la administración Biden estaba enviando grandes sumas de dinero tanto a la OTAN como a Kiev. Sin embargo, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca cambió radicalmente la situación, ya que los republicanos, desde su campaña presidencial, han exigido que Europa se haga cargo de su defensa.

Esto ha llevado a los europeos a un callejón sin salida, ya que no están dispuestos a dejar de apoyar a Ucrania pero carecen de fondos para sostener el conflicto. Esto ha llevado a Europa a acelerar significativamente su proceso de reducción del gasto social en los últimos meses, como una forma de intentar salir del atolladero que ha creado.

 En este sentido, Europa pretende mantener su antigua supremacía y desempeñar un papel más destacado, para lo cual el elemento de defensa resulta actualmente esencial, especialmente debido a la presión de Trump. El objetivo de la UE es recuperar su autonomía política y económica, objetivo que hasta ahora no ha logrado. Por eso, la razón de ser aquí es invertir más en la industria de defensa.

Entre las propuestas que se están debatiendo en Europa se encuentra la creación de una nueva organización militar en la que Estados Unidos no tendría cabida. Desde 2022 se ha destinado un fondo especial de 100.000 millones de euros para fomentar la idea de independencia de Estados Unidos en materia de defensa. También existen debates en Alemania y Francia para impulsar la producción de aviones de combate y de drones.

En última instancia, lo que están haciendo es invertir en la industria armamentística. Para lograr sus objetivos, la histórica política del Estado del bienestar europeo está empezando a ser socavada. Las declaraciones de Merz se refieren a cómo Alemania puede servir como punta de lanza para desmantelar los sistemas de jubilación, pensiones y salud en otros países europeos.

Además, en tiempos de incertidumbre arancelaria debido a las políticas de Trump, Alemania y Francia, entre otros, buscan diversificar sus economías impulsando sus industrias militares más allá de los mercados tradicionales. Muchos creen que la capacidad militar está estrechamente ligada a la supremacía económica, razón por la cual, ante la desaceleración, resulta crucial reactivar los principales motores de la economía europea, particularmente Alemania. Sin embargo, invertir en el ejército no es particularmente productivo y no contribuye al crecimiento significativo de la misma manera que lo haría invertir en nuevas tecnologías. El gasto militar perjudica el crecimiento económico, y es especialmente perjudicial para el crecimiento económico de los países más ricos, ya que solo contribuye a la destrucción, una destrucción que Alemania evidentemente quiere que se mantenga en Ucrania."

Ahmed Adel , Global Research, 02/10/25, traducción Quillbot)

29.8.25

Diego Fusaro: Alemania reintroduce el servicio militar... el mito infundado de que «la Unión Europea nos protege del regreso de la guerra» finalmente se ha desmoronado... la Unión Europea las fomenta, ¿de qué otra manera podemos interpretar el descabellado plan de rearme de Europa, implementado por la señora Von der Leyen? La Unión Europea actual, un tren que se precipita hacia el abismo, conducido por destructores sin mente ni corazón... la Unión Europea no debe reformarse, como insisten las buenas almas del europeísmo superficial; la Unión Europea debe desmantelarse y, en su lugar, debemos esforzarnos por crear una Europa de pueblos y naciones, en la que los estados nacionales soberanos coexistan en solidaridad sin borrar sus diferencias culturales y lingüísticas y persiguiendo firmemente el ideal de paz y democracia

 "Leemos en los periódicos nacionales e internacionales más leídos, y sobre todo en los más vendidos, que Berlín está restableciendo el servicio militar obligatorio. Se está reintroduciendo de forma no obligatoria, cabe decir; sin embargo, que esta repentina, aunque no inesperada, reintroducción parece decididamente significativa. En Italia también se lleva tiempo hablando de reintroducir el servicio militar obligatorio, y creo que algo similar se está debatiendo en muchos otros países europeos. Así, el mito infundado de que «la Unión Europea nos protege del regreso de la guerra» finalmente se ha desmoronado. Como incluso los niños deberían haber aprendido fácilmente, la Unión Europea no nos protege de las guerras, sino que las fomenta: ¿de qué otra manera podemos interpretar el descabellado plan de rearme de Europa, implementado por la señora Von der Leyen, vestal de los mercados sin Estado y sacerdotisa del turbocapitalismo sin fronteras? 

La Unión Europea hace todo lo posible para provocar un conflicto con Rusia, solo para luego hacer creer que la propia Rusia quería atacar a Europa, tal y como llevan repitiendo desde hace tiempo los hierofantes del nuevo orden mental, siempre con el objetivo de completar el equilibrio de poder. 

Lo llevamos repitiendo años y queremos volver a enfatizarlo ahora: la Unión Europea no debe reformarse, como insisten las buenas almas del europeísmo superficial; la Unión Europea debe desmantelarse y, en su lugar, debemos esforzarnos por crear una Europa de pueblos y naciones, una Europa internacionalista y solidaria, en la que los estados nacionales soberanos coexistan en solidaridad sin borrar sus diferencias culturales y lingüísticas y persiguiendo firmemente el ideal de paz y democracia. Todo lo contrario, por lo tanto, de la Unión Europea actual, un tren que se precipita hacia el abismo, conducido por destructores sin mente ni corazón."                               

(Diego Fusaro, La casa de mi tía, 29/08/25, fuente Diego Fusaro )

16.8.25

Francia como síntoma: rearme, recortes sociales y guerra de clases... lo que pase en Francia condicionará en buena medida lo que terminará sucediendo en el resto de Europa... Macron anunciaba, en los acostumbrados tonos patrióticos, que el presupuesto de defensa para 2027 sería de 64.000 millones... Entre las supuestas amenazas que justifican tal derroche de recursos públicos, habría un totum revolutum que incluye el expansionismo ruso, el yihadismo internacional, las ambiciones chinas, el cambio climático y la creciente posibilidad de una crisis alimentaria global, así como la proliferación de flujos migratorios que estos últimos podrían acarrear. Es decir, que las amenazas están por todas partes y en ningún sitio en concreto, en coherencia con el principio de la fortaleza Europa, de ese jardín que hay que defender a toda costa ante el avance de la jungla, del otro bárbaro... Pero, ¿cómo van a pagar los países europeos las cantidades astronómicas de dinero que se requieren? El primer ministro François Bayrou anunciaba la necesidad –no menos patriótica, claro– de sacrificios y un recorte de 44.000 millones de euros para el próximo año, lo que supondría congelar todas las partidas de la Administración del Estado excepto las dedicadas al pago de la deuda y al presupuesto militar... Entre las medidas anticipadas se encuentran la eliminación de empleo público, la congelación de sueldos públicos, prestaciones sociales y pensiones, la supresión de días festivos (para “reconciliar los franceses con el trabajo”, en palabras del propio Bayrou) y la privatización de servicios esenciales... a partir de ahora la extrema derecha puede convertirse perfectamente en la alternativa preferente a las fuerzas liberales más clásicas... a la izquierda lo único que le queda es oponerse frontalmente a la guerra a la que quieren arrastrarnos, oponerse a las políticas austericidas y antisociales que conllevará el aumento del gasto militar y volver a acompañar a la gente a la calle. No le queda otra que plantear de nuevo la gran alternativa sistémica a un capitalismo que avanza irremediablemente hacia el abismo y nos arrastra con él (Xavier Vall Ontiveros)

 "Hace algunas semanas, el impresentable que ocupa la Casa Blanca filtró un mensaje de Mark Rutte, Secretario General de la OTAN y, a la postre, uno de sus más fervientes aduladores. En dicho mensaje, Rutte felicitaba a Trump por el ataque estadounidense contra Irán y le anunciaba que la Cumbre de la OTAN de la Haya, celebrada el día 25 de junio, sería un éxito para sus aspiraciones: “Europa va a pagar a lo GRANDE, como debería, y será tu victoria.” La cumbre fue, en efecto, un éxito para los aparentemente erráticos designios de la administración Trump, ya que todos los países miembros (con la excepción del estado español, que de momento se mantiene al margen, a pesar de las amenazas de daddy Trump) se comprometieron a aumentar el gasto militar hasta el 5% del PIB. Aunque la situación económica de los países europeos (y sus finanzas) dista mucho de ser boyante, no hubo expresión de reticencia alguna. Mark Rutte mostró a las mil maravillas hasta dónde puede llegar el arte de la genuflexión; el resto de la tropa atlantista no se quedó atrás, aunque sin caer en tal esperpento.

Pero dejemos este ejercicio de autohumillación para los anales de los hechos “históricos” ridículos y grotescos. El llamado Occidente Colectivo se conjuró pues en su apuesta por la guerra y su capo se felicitó por el negocio que dicha apuesta supondrá para la industria militar estadounidense (puesto que gran parte del futuro gasto en armamento recaerá en ella). El reciente cónclave transatlántico vino a ratificar, pues, la línea de actuación de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, que ya había establecido como objetivo movilizar 800.000 millones de euros para este fin. Recuerden: Europa pagará A LO GRANDE para proseguir con una escalada militar que puede llevarla al abismo.

El reciente acuerdo entre la UE y EEUU del 27 de julio, que pone fin al amago de guerra comercial decretada por Trump contra sus vasallos, da algunas pistas más sobre la dependencia y sumisión que caracteriza la relación entre socios transatlánticos y sobre los motivos reales del rearme y la militarización: los países europeos se comprometen a comprar masivamente productos energéticos y tecnológicos estadounidenses (básicamente gas licuado, petroleo, energía nuclear y semiconductores) por valor de 750.000 millones de dólares a lo largo de los próximos tres años, así como a invertir un mínimo de 600.000 millones de dólares en los EEUU, incluyendo dentro de este paquete compras masivas de material militar para alimentar el rearme de Europa dictado por la OTAN. La administración estadounidense siempre puede utilizar otra amenaza de guerra comercial para, cual espada de Damocles, asegurarse de que se cumple con lo exigido.

Es especialmente interesarse fijarse en como se concreta esta hoja de ruta suicida en Francia, puesto que se trata de un país que posee cierta capacidad de disuasión nuclear y ha abanderado, como mínimo en el discurso, el principio de autonomía estratégica europea. Es por eso que lo que pase en Francia condicionará en buena medida lo que terminará sucediendo en el resto de Europa. Según el plan de rearme actualmente vigente en Francia, se prevé que, partiendo de los 32.000 millones de euros gastados en el año 2017, el estado invierta 55.500 millones en defensa en el año 2025, y siga aumentando el gasto hasta alcanzar los 67.000 millones en el año 2030.i Mucho antes del acto de sumisión europea (y posible suicidio colectivo) de la Haya, la Asamblea Nacional francesa ya había votado, el 7 de junio de 2023, la Ley de Programación Militar (LPM) 2024-2030, que proyectaba un gasto de 413.000 millones de euros en defensa para todo el período. Cabe señalar que el texto fue aprobado abrumadoramente, con solo 87 votos en contra, los de La France Insoumise (LFI) y el PCF, frente a los 408 a favor, los de la mayoría presidencial y la extrema derecha. Los socialistas y los ecologistas se abstuvieron,ii aunque su abstención puede interpretarse claramente como un consentimiento. Deseosos como están de contribuir a la prosperidad del negocio de la guerra, socialistas y ecologistas tienen que moderar sus pulsiones belicistas por no tener la hegemonía dentro de un electorado popular de izquierdas tradicionalmente hostil a los ardores guerreros.

La LPM se apoya en la supuesta necesidad de reforzar la soberanía nacional y la autonomía estratégica europea, sin mencionar en ningún caso las imposiciones de los EEUU a través de su brazo armado en Europa, la OTAN. Cabe señalar que las fuerzas políticas francesas, especialmente el campo presidencial, son bastante reticentes a reconocer la relación de vasallaje que mantiene su país con EEUU, escudándose en una retórica chovinista que parece más un simulacro y una farsa que un discurso que refleje la realidad actual. Entre las supuestas amenazas que menciona el documento, y que justifican tal derroche de recursos públicos, habría un totum revolutum que incluye el expansionismo ruso, el yihadismo internacional, las ambiciones chinas, el cambio climático y la creciente posibilidad de una crisis alimentaria global, así como la proliferación de flujos migratorios que estos últimos podrían acarrear.iii Es decir, que las amenazas están por todas partes y en ningún sitio en concreto, en coherencia con el principio de la fortaleza Europa, de ese jardín que hay que defender a toda costa ante el avance de la jungla, del otro bárbaro.

No obstante, a pesar del aumento vertiginoso del gasto en armamento y según las cuentas de la LPM, para 2025 la previsión de dicho gasto ‘solo’ conllevará el equivalente al 2,2% del PIB francés, muy lejos del dichoso 5% exigido. Está claro, pues, que las proyecciones de la ley aprobada hace a penas dos años se quedarán totalmente cortas ante las nuevas exigencias de gasto armamentístico y escalada militarista promovidos por la OTAN. Es por ello que Macron anunciaba, poco antes del 14 de julio y en los acostumbrados tonos patrióticos, que el presupuesto de defensa para 2027 sería de 64.000 millones, acelerando así los incrementos previstos por la LPM. Metido en el papel de Napoleón, pero sin carisma ni capacidad estratégica alguna, Macron recitó su proclama belicista, amparándose siempre en la necesidad de defenderse de una supuesta amenaza inminente, más teórica que real: “Ya no hay frente ni retaguardia; los conflictos son multifacéticos”, dijo. “No basta con aspirar a porcentajes presupuestarios, sino a lo que nos eleva y nos une, una forma de alma, de determinación. Para ser libres en este mundo, debemos ser temidos; para ser temidos, debemos ser poderosos.”iv Quizá por eso en África subsahariana echan a los militares franceses a patadas…

Las declaraciones de Macron constituyen una auténtica declaración de intenciones. Solo que, si vamos más allá de una retórica que raya en lo ridículo, Francia ya no cuenta para nada a nivel internacional y el papel diplomático independiente del que presumía fue sacrificado en aras de su sumisión total a la OTAN a partir de 2009, cuando Nicolas Sarkozy volvió a meter al país galo en la estructura militar de la Alianza Atlántica.

Pero, ¿cómo van a pagar los países europeos las cantidades astronómicas de dinero que se requieren? ¿Qué sentido tiene derrochar tal cantidad de dinero en tanques, armas convencionales y otros cachivaches militares, si el supuesto enemigo a las puertas es una potencia nuclear con miles de cabezas nucleares y misiles hipersónicos que, en caso de que estallara una Tercera Guerra Mundial que de momento se encuentra en sus tanteos preliminares, borrarían cualquier rastro de civilización? Dejemos esa segunda pregunta para expertos en misterios irresolubles y centrémonos en la primera. La solución más obvia son los recortes presupuestarios y las políticas antisociales.

En efecto, pocos días después del arranque patriótico del presidente, con la resaca de una Fiesta Nacional que conmemora un levantamiento popular revolucionario y no una guerra suicida contra Rusia (que por cierto, supuso en su día el principio del fin del Imperio napoleónico), el primer ministro François Bayrou anunciaba la necesidad –no menos patriótica, claro– de sacrificios y recortes. A pesar de que lobistas y opinadores belicistas (en Francia se les llama va-t-en-guerre) han jurado que una cosa no tiene que ver con la otra y que los países europeos podrán gastar dinero a raudales en armarse hasta los dientes sin por ello poner en peligro lo que queda del estado de bienestar, el primero en caer como fruta madura ha sido Francia, uno de los pocos países europeos que cuenta con cierta capacidad industrial para producir armamento avanzado.

Bayrou justificaba con tonos apocalípticos la imperiosa necesidad de un recorte presupuestario de 44.000 millones de euros para el próximo año, lo que supondría congelar todas las partidas de la Administración del Estado excepto las dedicadas al pago de la deuda y al presupuesto militar. Según Bayrou, “todo el mundo deberá participar en el esfuerzo y es ridículo pensar que una categoría social u otra pueda cargar ella sola con el peso”. Aunque mencionó de forma difusa una contribución de solidaridad para las grandes fortunas, sin concretar nada, eso significa que pagarán sobre todo los de siempre. Entre las medidas anticipadas se encuentran la eliminación de empleo público (se reemplazarán solo uno de cada tres funcionarios jubilados), la limitación presupuestaria de unas instituciones locales que están ya al límite, la congelación de sueldos públicos, prestaciones sociales y pensiones, la supresión de días festivos (para “reconciliar los franceses con el trabajo”, en palabras del propio Bayrou) y la privatización de servicios esenciales.

Bayrou cuenta con obtener el apoyo de los socialistas, que están trabajando duro para absorber lo que queda del Nuevo Frente Popular, marginando a La France Insoumise (LFI), y a la vez para pescar en el río revuelto de un macronismo en descomposición. Los golpes bajos de los socialistas contra los insumisos, sus teóricos grandes aliados en el Nuevo Frente Popular, se han ido repitiendo ya desde el día después de las elecciones legislativas del año pasado. Por supuesto, los socialistas son víctimas del autoengaño cuando piensan que pueden volver a articular una opción de centroizquierda que cuente con el beneplácito de las élites capitalistas francesas para frenar un posible ascenso de la extrema derecha al poder. Parece factible, ya que se trataría de volver a situar en el mapa político una opción de orden que seguiría las grandes líneas del liberalismo económico con alguna que otra medida cosmética de índole social, totalmente aceptable para la clase capitalista. Además, teniendo en cuenta que el mandato de Macron expira en 2027 y que éste ha logrado ejercer un fuerte liderazgo personal en el espacio liberal, a pesar de ser un completo mediocre y de las limitaciones de la plataforma política que lo apoya —lo que dice mucho del estado de descomposición de la política francesa—, no es imposible que el PSF logre volver a atraer hacia su seno a antiguos socialistas que en 2017 abandonaron el barco a la deriva de François Hollande y subieron al buque macronista para salvarse del naufragio. Cuestión de pocos escrúpulos y aún menos principios…

Sin embargo, el tiempo del idilio consensual entre las élites capitalistas y el centroizquierda socialdemócrata ha pasado ya a la historia. Cada vez más, la clase capitalista – ya no solo los pequeño-burgueses provincianos, sino los propios gerifaltes de la Medef (la patronal francesa) –, mira con buenos ojos una posible subida al poder de la extrema derecha del Rassemblement National (RN), especialmente si Marine Le Pen no se puede presentar a las elecciones presidenciales de 2027 y el candidato termina siendo Jonathan Bardella, libre de la carga de la herencia del siniestro Jean-Marie Le Pen, más joven y sobre todo más business-friendly. La posibilidad de una nueva alternancia en el poder está servida, aunque a partir de ahora la extrema derecha puede convertirse perfectamente en la alternativa preferente a las fuerzas liberales más clásicas, sobre todo cuando estas acumulen desgaste y estén en proceso de recomposición. El caso de Italia, uno de los miembros fundadores de la CEE, antecesora de la UE, muestra a la perfección que la extrema derecha puede llegar al poder en estados centrales del sistema institucional europeo y que puede ser normalizada por las fuerzas liberales hegemónicas, quienes pactan sin rubor alguno con ella y aceptan buena parte de su argumentario. La única condición que encuentra la extrema derecha para entrar en el selecto club de las fuerzas institucionales del sistema político liberal es que deje a un lado sus discursos fascistas más estridentes y acepte incondicionalmente el atlantismo y las reglas de gestión neoliberal por las que se rige la UE.

El gran consenso hegemónico liberal-socialdemocrata forjado tras la Segunda Guerra Mundial terminó hace ya mucho tiempo. A la izquierda no le queda más alternativa que desbordar el actual sistema institucional, pero parece no haberse dado cuenta de ello. Lo único que le queda es oponerse frontalmente a la guerra a la que quieren arrastrarnos, oponerse a las políticas austericidas y antisociales que conllevará el aumento del gasto militar y volver a acompañar a la gente a la calle. No le queda otra que plantear de nuevo la gran alternativa sistémica a un capitalismo que avanza irremediablemente hacia el abismo y nos arrastra con él. Francia puede marcar el camino en uno u otro sentido y cabe tener en cuenta una suerte de dualismo que encontramos a lo largo de su historia, especialmente marcada por la fecundidad de las luchas de sus clases populares y por la crueldad de sus élites políticas y económicas. Puede ser la toma de la Bastilla y la Convención Republicana, o Termidor y el Directorio; puede ser la Comuna de París, o la tropa reaccionaria de Versalles arrasando y asesinando en masa a los y las communards; puede ser la heroica Resistencia partisana, o el colaboracionismo y el régimen fascista de Vichy; puede ser la revolución o la reacción. Puede ser el inicio de un cambio de dirección, si la respuesta se organiza en la calle, o puede certificar la política de muerte del capitalismo en Europa —un terreno sumamente fértil para la extrema derecha—, si dicha respuesta fracasa." 

Xavier Vall Ontiveros  , Rebelión, 16/08/2025, notas en el original)

1.8.25

Después de Sánchez, ¿qué? El fin del gobierno de Sánchez puede ser el fin de la izquierda en nuestro país... ¿Hay un plan alternativo para revertir la situación? ¿Resistir por resistir? El escenario europeo e internacional no invita al optimismo. La palabra clave es militarización de la política y de la sociedad, rearme general, incremento de la deuda pública y cuestionamiento a fondo de lo que va quedando del Estado Social... hace falta entender cuatro asuntos: el agotamiento histórico de lo que fue el 15M y el fracaso de Podemos... el secesionismo catalán y el surgimiento de un nacionalismo español de masas entorno a Vox... las derechas mayoritarias en la sociedad y en la política, y el gobierno a la defensiva y sin proyecto... unos poderes facticos que han decidido poner fin a este gobierno para entran en una nueva etapa... Estamos, aquí y ahora, ante un proceso destituyente... ¿Por qué los poderes facticos han decido poner fin al gobierno de Pedro Sánchez? Los que mandan han decido que hace falta alinearse con una UE en proceso, el enésimo, de refundación y giro radical, insisto, hacia la militarización; ese es el dato políticamente relevante y que marcará la fase, porque es necesario y urgente un giro radical hacia la derecha, cumplir las directivas que vienen de arriba (OTAN, UE, EEUU), imponer políticas de austeridad para garantizar el rearme y, sobre todo, reducir el gasto social. A mi juicio, este gobierno de VOX y del PP buscará limitar el poder contractual de las clases populares, debilitar aún más el papel de los sindicatos y acelerar la deconstrucción del Estado Social... Trump, Meloni, Abascal ganan fuerza, obtienen votos por oponerse a las consecuencias de las políticas neoliberales y, paradoja de las paradojas, que ellos defienden mucho más allá que los (neo)liberales. Ellos, las derechas extremas, son el recambio necesario de esta UE dirigida por la OTAN... O el gobierno pasa a lo ofensiva en los temas centrales (guerra, rearme, derechos sociales y laborales, democratización del poder judicial) o pasar a la oposición... hay que dar una señal clara de que se está por otra cosa y que se afrontan los retos de frente, con coraje y con firmeza (Manolo Monereo)

"Parece que la mayoría de gobierno y aquellos que lo apoyan se han tranquilizado; Pedro Sánchez, cada vez más demacrado, resiste y no habrá elecciones. Tezanos sabe su oficio: ir a las urnas ahora es dar el gobierno a las derechas unificadas. Todo menos eso, se repite una y otra vez. La pregunta hay que hacerla: ¿hay un plan alternativo para revertir la situación? ¿Resistir por resistir? ¿El tiempo todo lo cura? No sabemos las dimensiones de la corrupción y hasta qué punto el PSOE está implicado; también desconocemos si algunos de los procesados “colaborará” con la fiscalía y delatará a posibles cómplices. Todo está muy abierto. Feijóo actúa con fiereza, mordiendo a una presa que cree, ¡por fin!, abatible. Abascal a lo suyo: apostando al medio plazo y, sobre todo, intentando crear un espacio político propio autónomo de la “derechita cobarde”. Hay una pequeña luz en el túnel: el ínclito Montoro ha sido procesado. Resistencia ante unos telediarios cada vez más adversos.       

Pensar al ritmo de los medios, dejarse mover por un día a día cada vez volátil, no tener criterios claros para la fase política que vivimos es ir derechos a la derrota. No hay estrategia y se va por detrás de los acontecimientos, que, a su vez, los gobiernan los juzgados. Esto ya lo conocimos con el PSOE y con el PP. Tiempo, ¿para qué? El escenario europeo e internacional no invita al optimismo. La palabra clave es militarización de la política y de la sociedad, rearme general, incremento de la deuda pública y cuestionamiento a fondo de lo que va quedando del Estado Social. Putin como enemigo está funcionando bien, hasta muy bien; las élites dirigentes siguen pensando que es una buena cobertura para legitimar una mayor centralización del poder en una Unión Europea dirigida políticamente por la OTAN, reconvertir el viejo aparato productivo del núcleo central dominado por Alemania y, sobre todo, alinearse más que nunca con unos EEUU que exigen apremiantemente el pago inmediato del coste de su protección pasada, presente y futura. Nada es gratis.

No hace mucho, Wolfgang Mönchau hablaba, en otro contexto, de la importancia de tener estrategia clara y poner a su servicio una táctica adecuada, de no dejarse gobernar por una agenda impuesta por las varias oposiciones. Desde la izquierda alemana, Michael Brie reclamaba un debate estratégico ante un cambio de época. De eso se trata. Y del fin, digámoslo con franqueza, del ciclo político del gobierno de Pedro Sánchez. Hay que hacerse las preguntas adecuadas: ¿qué quedará del PSOE? ¿Qué quedará de lo poco que hay ya a su izquierda? ¿Cómo afrontar la reconstrucción de un proyecto alternativo de poder y de sociedad en las condiciones de una larga, agotadora y compleja travesía del desierto? Ahora se juega a verlas venir dirigidos y al lado del superviviente Sánchez. Todo menos elecciones. Ganar tiempo, ¿para qué? El debate hay que abrirlo ahora. El problema es claro y distinto: el fin del gobierno de Sánchez puede ser el fin de la izquierda en nuestro país. Se puede vivir sin izquierda; miremos a nuestro alrededor.

Para entender lo que pasa hace falta entender cuatro asuntos que andan sueltos y que conviene volverlos a relacionar. Primero, el agotamiento histórico de lo que fue el 15M y el fracaso de Podemos como alternativa al bipartidismo. Segundo, el secesionismo catalán y el surgimiento de un nacionalismo español de masas entorno a Vox. Tercero, las derechas mayoritarias en la sociedad y en la política, y el gobierno a la defensiva y sin proyecto. Cuarto, unos poderes facticos que han decidido poner fin a este gobierno para entran en una nueva etapa. Son cuatro cuestiones, dos del reciente pasado que determinan, en gran medida, el presente y dos sobrevenidas que lo cambian. Siempre se puede afinar más. ¿Qué las une? La crisis de régimen. Se puede decir que eso ya pasó; no lo creo, sigue ahí, pero en otra clave. Dicho de otra forma, ya no viene por la izquierda, por la defensa y desarrollo de la democracia, ahora viene por la derecha, por el cambio de la Constitución real y por la restricción de las libertades públicas y los derechos sociales. Estamos, aquí y ahora, ante un proceso destituyente y mientras, lo que queda de la izquierda, mirando al cielo y rogando a los dioses que Pedro Sánchez dure. No parece mucho.

El régimen del 78 lleva cambiando desde hace tiempo y dentro de poco, cambiará más. Está pasando en todas partes, en todos los Estados. La Unión Europea juega su papel hacia dentro (derogando el constitucionalismo social e imponiendo un liberalismo cada vez más autoritario) y hacia afuera (militarizándose y profundizando en la dependencia de los EEUU). Es curioso, tanto hablar de Europa y blandir el europeísmo como arma, para no relacionar, en lo concreto, la UE y sus políticas, y la crisis de las democracias constitucionales en los Estados individualmente considerados. Con la erosión y la desintegración de la soberanía popular las democracias realmente existentes se convierten en “comunidades autónomas” de una forma de dominio (la Unión Europea) esencialmente autoritaria, firmemente controlada por los grandes poderes corporativos financieros y cada vez más subalterna de un Occidente colectivo dirigido por Donald Trump. Para (re)comenzar hay mirar la realidad tal como es y no confundir deseos con realidades.

Hay que ir al fondo: ¿por qué los poderes facticos han decido poner fin al gobierno de Pedro Sánchez? La respuesta inmediata: porque no están de acuerdo con sus políticas. No hablo del tema de la corrupción; para los que mandan y no se presentan a las elecciones, la corrupción es funcional a sus intereses y la vienen practicando desde siempre. Periódicamente sus medios, siempre sus medios, la hacen emerger y consiguen intervenir decisivamente en la vida pública. El negocio es completo: comprando a los políticos consiguen amplios beneficios, neutralizan a los partidos críticos con el sistema de poder y, maravilla, ponen de manifiesto ante las clases populares que la política es corrupta por definición; que todos son iguales y que lo mejor es el sálvese quien pueda. Idea central: en la política no hay salvación y en la acción colectiva, menos. Rizando el rizo: ¿por qué no votar a los ricos? ¿Por qué no votar a los señoritos? ¿Por qué no votar a los que ya tienen poder? Ellos se corrompen, sí, sin duda, pero al menos hacen algo. El “Estado de Obras” dejó poso cultural y siempre vuelve cuando la política, la de verdad, como ética de lo colectivo, como autodeterminación democrática y programa, entra en crisis.

El asunto, parece claro: los que mandan han decido que Pedro Sánchez ya ha cumplido su papel y que hace falta alinearse con una UE en proceso, el enésimo, de refundación y giro radical, insisto, hacia la militarización; ese es el dato políticamente relevante y que marcará la fase. No hay que engañarse ni engañar. No echan al gobierno de coalición porque haya realizado políticas que democraticen sustancialmente las relaciones sociales de poder, que modifiquen en sentido progresivo el modelo productivo dominante, que promoviera los derechos de las mayorías sociales o una redistribución real de la renta y la riqueza del país. Ellos, los que mandan, saben que no es así. Lo echan porque es necesario y urgente un giro radical hacia la derecha, cumplir las directivas que vienen de arriba (OTAN, UE, EEUU), imponer políticas de austeridad para garantizar el rearme y, sobre todo, reducir el gasto social. A mi juicio, este gobierno de VOX y del PP buscará limitar el poder contractual de las clases populares, debilitar aún más el papel de los sindicatos y acelerar la deconstrucción del Estado Social. VOX, desde el gobierno o desde la oposición, le dará un sesgo especial; a saber, profundizar desde el gobierno la batalla cultural desde posiciones nacional-católicas, promover y ejercer un fuerte “liberalismo autoritario” combinado, como siempre, con nacionalismo español de consumo interno y dependencia, clara y nítida, de la UE y, sobre todo, de EEUU y de la OTAN. Georgia Meloni, enseña mucho.

Siempre se olvida un dato esencial. El neoliberalismo fue y es una (contra)revolución de masas contra las conquistas históricas de las clases trabajadoras. Su objetivo conseguir que su modelo económico y de poder fuese irreversible. Lo lograron en todas partes. Lo que viene ahora es otra cosa, una forma de liberalismo fuertemente autoritario que pretende cancelar a las clases trabajadoras como sujeto político y cultural, poner fin al conflicto social y a los derechos laborales en la empresa. El nuevo régimen que llega se parecerá mucho a una “democracia militante” que prohíba las fuerzas extremistas y que deje a Santiago Abascal la definición de lo que es o debería ser una democracia puesta al día.

El “soberanismo” de las derechas duras es postizo: oponerse a los efectos y defender fanáticamente las causas. Trump, Meloni, Abascal ganan fuerza, obtienen votos por oponerse a las consecuencias de las políticas neoliberales y, paradoja de las paradojas, que ellos defienden mucho más allá que los (neo)liberales. Ellos, las derechas extremas, son el recambio necesario de esta UE dirigida por la OTAN. Los llamados federalistas europeos no acaban de entender (el PSOE el primero) que ellos legitiman una “Europa otra” que conduce inevitablemente a gobiernos “pro Trump”. ¿Quién mejor que ellos para representarlo?

Vuelvo al principio. Sigo debatiendo mucho sobre el gobierno de Sánchez en estos días. Escucho el mismo discurso: Sánchez es fundamental y debe continuar sí o sí; todo menos elecciones. ¿Tiene algún plan? No parece. ¿Pasará a la ofensiva? No está claro. Lo de Montoro , creen que le da un poco de oxígeno, se gana tiempo. ¿Tiempo para hacer qué cosa? No podemos ir por separado a las elecciones, sería una tragedia. Los más realistas, apuestan por aprovechar este tiempo para construir algo. Hay coincidencia en el diagnóstico: por abajo hay cada vez menos organización, menos militancia y los vínculos sociales se están perdiendo. La economía de la organización es debilísima y lo único, que nos queda –poco- es los medios de comunicación ligados a la acción de gobierno.

Hay que tomar decisiones. O el gobierno pasa a lo ofensiva en los temas centrales (guerra, rearme, derechos sociales y laborales, democratización del poder judicial) o mejor dejarlo ya y pasar a la oposición. No es fácil, pero hay que dar una señal clara de que se está por otra cosa y que se afrontan los retos de frente, con coraje y con firmeza. No se trata de dejar caer al gobierno sino de defender una propuesta coherente y, lo fundamental, dedicar todas las energías de las que se disponen en la construcción de un programa alternativo. Es el momento, luego será demasiado tarde. ¿Construir sobre la derrota? ¿Se lo imaginan?

El ¿qué hacer? es ahora dramático. El problema más complejo es afrontar un cambio de época que obliga a un nuevo comienzo, a la fundación de un entero proyecto histórico y, a la vez, responder a las necesidades, urgentes y decisivas, de un fin de ciclo político español marcado por la debilidad, la fragmentación y la carencia de ideas. Algunos piensan que no hay mimbres. No lo creo. La primera tarea será poner fin a la resignación, romper con la consciencia de que no hay alternativa y que estamos condenados, una vez más, a perder.

Hace una semana Héctor Illueca hablaba de construir un “tercer espacio” político frente al bibloquismo partidista dominante. Hay mucha verdad en ello. Ahora es el momento de la autonomía, de la unidad y de la diferenciación, de la construcción de un nuevo sujeto político, de un espacio democrático-socialista, republicano y plebeyo. En su centro: un programa para la acción consciente, colectivamente organizado y una propuesta unitaria solvente. Las batallas que no se dan se pierden siempre. Seguimos."

¿Cómo coexistir con Rusia? En algún momento, Occidente tendrá que dejar de lado los gestos airados, la indignación hipócrita y las demandas ridículas, y empezar a pensar cómo convivir con Rusia. Y será en sus propios términos. ¿Qué otra opción hay? Occidente se enfrenta a una Rusia mucho más poderosa, enfadada y potencialmente vengativa, que ha sacrificado vidas y dinero en la búsqueda de lo que considera sus intereses de seguridad fundamentales... La última posibilidad —o más bien incertidumbre— es el grado en que los rusos estén dispuestos a reanudar las relaciones normales tras el fin de la guerra... Los rusos serán la potencia militar dominante en Europa, Occidente será incapaz de ofrecer una resistencia militar seria, y Estados Unidos quedará efectivamente fuera de juego. Esto no significa que los rusos quieran expandirse militarmente hacia Occidente, aunque creo que es seguro asumir que lo harán en casos específicos si creen que es esencial para su seguridad... Lo que está en juego aquí no es la futura división territorial de Ucrania, ni las circunstancias exactas del fin de la guerra allí. Se trata de la configuración política y militar de Europa para los próximos 25-50 años, y de asegurar la dominación rusa de Europa de tal manera que no pueda surgir ninguna amenaza futura. No puedo pretender psicoanalizar el carácter ruso, pero después de lo que han vivido durante muchas generaciones, es probable que estén dispuestos a recurrir a medidas extremas si creen que es necesario... Si se acepta el análisis anterior, las incertidumbres restantes se reducen esencialmente a dos tipos. Una es el grado en que los líderes occidentales pueden aceptar realmente una posición de inferioridad militar, y la vulnerabilidad política que conlleva, no como una posibilidad teórica, sino como una realidad con la que convivir. El segundo es el efecto sobre instituciones europeas como la OTAN y la UE, que probablemente será terminal, pero cuya desaparición puede ser desordenada e incluso violenta (Aurelien)

 "En los últimos uno o dos años he escrito varios ensayos intentando vislumbrar con dificultad el mundo posterior a Ucrania, incluyendo uno sobre las consecuencias políticas de la derrota y otro sobre la dificultad y las consecuencias de una "victoria" rusa. He sido muy crítico con la incapacidad de Occidente para comprender y reaccionar ante lo que está sucediendo, pero no he dicho mucho sobre qué opciones podrían seguir estando prácticamente abiertas para Occidente, y especialmente para Europa, cuando llegue el momento de empezar a recoger los pedazos y limpiar la sangre.

Ahora, por supuesto, todos recordamos el viejo cliché de que predecir es difícil, especialmente el futuro. Pero hoy, en lugar de hacer predicciones, voy a proponer un enfoque estructurado a este problema que puede ayudar a reducir un poco la incertidumbre final. El primer paso es dividir todos los factores relevantes en

Cosas que ya han sucedido o que pueden considerarse como tales.

Cosas cuyo esquema general de desarrollo es bastante claro, pero sobre las que cabe debatir exactamente cómo podrían resultar.

Todo lo demás.

Si reflexionamos detenidamente sobre las dos primeras categorías, en principio podemos reducir el resto a proporciones más manejables. Una vez hecho esto, podemos analizar el margen de maniobra que realmente puede tener Occidente, y quizás identificar algunas posibilidades realistas.

¿Dónde estamos ahora? Yo diría que hay al menos cuatro cosas que debemos considerar fijas. Algunos de ellos podrían sorprender a algunos de ustedes.

El primero es el tamaño y el poderío del ejército ruso, y la base industrial y científica que lo sustenta. En pocas palabras (y para repetirlo una vez más), en un momento en que Occidente abandonó en gran medida su capacidad para la guerra terrestre/aérea con armamento pesado, los rusos mantuvieron la suya. No hay nada mágico en estas decisiones: la tradición rusa es la de la guerra terrestre, y tienen importantes fronteras terrestres. Esto significaba que mantenían un ejército considerable y también el servicio militar obligatorio para producir un gran número de soldados entrenados. Su equipo estaba optimizado para el tipo de guerras que esperaban librar, y la estructura y la doctrina de su ejército (aunque este es un tema complejo) se mantuvieron mucho más cerca del modelo de la Guerra Fría que las de Occidente. Su industria de defensa permaneció bajo control estatal, y en general el país mantuvo su tradicional énfasis en la ciencia, la tecnología y la ingeniería. También ha trabajado duro para lograr la mayor independencia estratégica posible. Además, es un país grande y diverso, con comunicaciones terrestres con gran parte del mundo e impresionantes yacimientos de materias primas. Entre otras cosas.

 Nada de esto va a cambiar. Eso significa que la dominación militar rusa sobre Occidente no es una amenaza futura, ni un peligro que deba evitarse, sino una realidad presente, y por razones que veremos en un momento, es improbable que cambie en un plazo útil. Ahora, como en ensayos anteriores, quiero subrayar la diferencia entre sistemas de armas y capacidad real. Los sistemas de armas por sí solos son inútiles si no te permiten hacer lo que quieres hacer. Por lo tanto, la cuestión real es si los sistemas de armas de que dispone un ejército le permiten llevar a cabo las tareas que se le encomiendan. Por lo tanto, la capacidad marítima (y especialmente submarina) de Occidente es muy buena, y probablemente superior a la de Rusia. Pero no hay perspectivas evidentes de un conflicto marítimo con Rusia. Del mismo modo, los sistemas nucleares occidentales, aunque posiblemente menos modernos que los de Rusia, son ciertamente adecuados, pero los sistemas nucleares no se enfrentan entre sí, y al menos por el momento no hay señales de que las naciones estén lo suficientemente locas como para involucrarse en una guerra nuclear. Si observamos las tareas reales que se les podrían encomendar a los militares, los rusos tienen una capacidad mucho mayor para llevar a cabo sus tareas que nosotros.

Tampoco es útil comparar directamente el rendimiento del equipo ruso y el occidental, como suelen hacer los aficionados a temas militares. Es probable que al menos algunos aviones de combate occidentales sean superiores a algunos aviones de combate rusos, pero eso debe ajustarse primero en función del número y las capacidades del armamento principal, y luego verse en el contexto de las operaciones reales, que no se tratan de justas caballerescas entre aviones individuales, sino más bien del control del espacio aéreo. Actualmente, los rusos pueden controlar el espacio aéreo de manera mucho más eficaz que Occidente, mediante el uso de misiles en lugar de aviones de combate. Lo mismo se aplica a las comparaciones entre tanques, otro tema recurrente entre los aficionados a temas militares. (El combate entre tanques en Ucrania ha sido extremadamente raro).

El segundo es la infraestructura política, militar e intelectual que sustenta la capacidad militar. Esto es un poco más complicado, así que tengan paciencia. La guerra en Ucrania la libran alrededor de 700.000 a 800.000 soldados rusos, con una considerable infraestructura administrativa, logística y de mando en la retaguardia, con capacidad para reemplazar las bajas y reparar lo que no se puede reparar en el campo de batalla, desplegar equipos nuevos y modificados, tratar a los heridos graves, organizar el flujo incesante de personal y logística en ambas direcciones, reclutar, entrenar, desplegar y dar de baja a un gran número de efectivos, desarrollar y adquirir nuevos equipos y modificaciones y mejoras, adaptar la doctrina y las tácticas, recopilar información de inteligencia sobre el enemigo y planificar futuras operaciones y elaborar planes de contingencia. Entre otras cosas. Una guerra de este tipo también requiere una dirección estratégica y operativa de alto nivel, así como una estrecha integración con los servicios de inteligencia y el servicio diplomático.

Actualmente, en Occidente no existe ni de lejos una infraestructura de este tipo. Incluso si un hada mágica concediera a las naciones occidentales diez veces la cantidad de equipo de guerra de alta intensidad que poseen actualmente, e incluso si las oficinas de reclutamiento se vieran desbordadas por oleadas de voluntarios, no existiría la infraestructura para convertir todo eso en fuerzas desplegables, y mucho menos para mantenerlas. Rusia recluta aproximadamente 300.000 conscriptos al año en dos tandas, y recientemente ha estado reclutando entre 30.000 y 40.000 voluntarios al mes. En contraste, el Reino Unido recluta entre 12.000 y 15.000 militares al año, y Estados Unidos entre 50.000 y 60.000. Estas dos situaciones simplemente no son comparables, y por supuesto, los rusos tienen una sola infraestructura, mientras que Occidente tiene docenas. Los rusos también cuentan con líneas de suministro bien establecidas y ensayadas que se dirigen hacia el oeste, hacia cualquier posible conflicto. Occidente ya no tiene nada que se parezca a eso.

Los rusos también poseen la doctrina, el entrenamiento y la experiencia para comandar un gran número de tropas en lo que se denomina el nivel operativo de la guerra, que se refiere a la planificación y los conceptos militares de alto nivel diseñados para lograr el objetivo político estratégico. Los rusos, discípulos de Clausewitz, siempre han sido buenos en esto. Una forma de entenderlo en la práctica es considerar que hay generales rusos en Ucrania al mando de fuerzas del tamaño de todo el ejército alemán, y que a su vez reportan a un oficial con responsabilidades de nivel aún superior. No creo que haya información fiable sobre el número de tropas en Ucrania ni sobre las órdenes de batalla rusas, pero basta con decir que los rusos están operando a una escala y con una complejidad que ningún ejército occidental sabría cómo hacer, incluso si las tropas y el equipo aparecieran de repente. Además, los ejércitos occidentales tendrían que desarrollar estas capacidades organizativas e intelectuales de forma colectiva, mientras que los rusos, por definición, son una sola fuerza que hace lo mismo. Esto no va a cambiar.

 Saber cómo hacerlo en teoría es solo una parte, por supuesto: también se necesita la experiencia práctica de maniobrar y combatir fuerzas masivas, algo que los rusos tienen y Occidente no. Occidente puede seguir estudiando la teoría en sus academias militares, pero la brecha entre la teoría y la práctica es la razón por la que los ejércitos cometen errores cuando comienza la guerra. Los alemanes cometieron errores en Polonia en 1939 y aprendieron de ellos. Los rusos cometieron errores en Finlandia en 1940 y aprendieron de ellos. A los ejércitos de 1914 les llevó quizás un año comprender la naturaleza de la guerra que estaban librando, y un par de años más empezar a encontrar respuestas a los problemas que planteaba. Podían hacerlo porque contaban con la población y la base militar e industrial necesarias para resistir a largo plazo. Occidente hoy no lo hace. Los rusos cometieron varios errores en los primeros meses de la guerra de Ucrania, pero tenían la capacidad de aprender de ellos y realizar cambios y mejoras. Occidente no. Se encuentra atrapado en una situación de círculo vicioso: la única manera de adquirir experiencia en este nivel de guerra es practicándola, pero practicarla destruiría las fuerzas que Occidente posee actualmente, sin posibilidad de reemplazarlas. Esto no va a cambiar.

El tercero es la naturaleza de la geografía. Rusia es un país enorme con comunicaciones terrestres a la mayoría de las partes del mundo. En caso de conflicto con cualquier estado miembro de la OTAN, puede movilizar rápidamente fuerzas a donde sean necesarias, a lo largo de líneas de comunicación interiores seguras y en gran medida libres de la amenaza de ataque. También dispone del espacio necesario para concentrar grandes fuerzas con fines de intimidación, aunque no necesariamente para combatir. Esto no va a cambiar. Las fuerzas occidentales están dispersas por todas partes: piensen por un momento en los desafíos logísticos y de otro tipo que supone trasladar fuerzas españolas a Rumanía o fuerzas italianas a los países bálticos, a largas distancias, principalmente por mar y con la amenaza constante de ataque. Una brigada simbólica en Polonia durante un periodo de tiempo es una cosa. Todo el ejército francés acampado en los campos de Estonia es algo completamente diferente. Además, Rusia puede mantener fuerzas muy numerosas en las fronteras de la OTAN durante el tiempo que desee. La OTAN no puede hacer lo contrario. Por extensión, la dispersión geográfica implica debilidad política. Los miembros de la OTAN, desde Portugal hasta Islandia y Turquía, constreñidos por la geografía y con fronteras con Rusia que nunca fueron planeadas, ahora tienen pocos intereses comunes. Compuesta en su mayoría por países pequeños con fuerzas militares muy limitadas, y sujeta al principio de que a medida que el número aumenta aritméticamente, el potencial de desunión aumenta geométricamente, la OTAN es una alianza que recientemente se ha fragmentado aún más de lo que ya estaba. Esto no va a cambiar.

Estados Unidos ya no tiene fuerzas de combate terrestre importantes en Europa. Dispone de una sola división blindada en Estados Unidos que, en teoría, podría alcanzar su capacidad operativa y ser enviada a través del Atlántico, pero eso llevaría meses o incluso años, y no hay dónde desplegarla. Hay aviones estadounidenses en Europa y podrían reforzarse hasta cierto punto en caso de crisis, pero es difícil ver cómo podrían ser efectivos contra el tipo de defensa aérea estratificada que posee Rusia. En cualquier caso, la idea del despliegue avanzado de unidades militares durante la Guerra Fría era que, en caso de crisis o guerra, serían reforzadas por reservas movilizadas. Incluso si existieran tales reservas (lo cual es difícil de imaginar), no existe la infraestructura administrativa y física para llevarlas a donde se necesitarían. En caso de crisis, Rusia podría movilizar a su ejército y trasladar unidades con bastante rapidez utilizando sus líneas de comunicación internas. Pero imagínese, por un momento, intentar llamar y enviar a cientos de miles de reservistas de Francia y Alemania a Rumanía, con todo su equipo. Todo esto explica por qué los cálculos simplistas del tamaño total de las fuerzas militares occidentales y rusas son completamente erróneos. Además, es fácil ver que una crisis política en Suecia y algunos ruidos amenazantes procedentes de Rusia podrían provocar movimientos masivos y costosos de tropas hacia el norte para responder a temores que, al final, resultan ser exageradamente infundados. Hay un límite al número de veces que la OTAN puede jugar a este juego, mientras que Rusia, con sus líneas de comunicación internas, puede seguir jugando durante algún tiempo. Nada de lo anterior va a cambiar.

 Finalmente, hay cambios permanentes en la tecnología militar. Ahora bien, con "permanente" no quiero decir que la tecnología vaya a permanecer igual para siempre, ni que vaya a ser tan importante como lo es actualmente para siempre; quiero decir que ya ha sido inventada y, por lo tanto, estará disponible de forma permanente. Hay dos tecnologías en particular que son importantes aquí. El primero se conoce convencionalmente como "drones", pero es más complicado que eso. Varias tecnologías diferentes, combinadas, permiten que vehículos aéreos autónomos pero conectados y controlados remotamente ataquen objetivos con gran precisión a distancias que van desde uno o dos kilómetros hasta varios cientos de kilómetros más allá de la línea del frente, y esta distancia aumenta constantemente. Los drones pequeños y baratos pueden ser guiados manualmente hasta sus objetivos. Los drones de mayor alcance pueden enviarse de forma independiente, utilizar sus sensores para detectar y atacar objetivos en un orden programado, y compartir datos de objetivos con otros drones o aeronaves. Los drones pueden utilizarse para patrullas y reconocimiento, para atacar a otros drones y para confundir las defensas enemigas. Esto tiene dos consecuencias principales.

Una de ellas es que el campo de batalla se vuelve mucho más transparente. El factor sorpresa, aunque no imposible, se ha vuelto mucho más difícil, excepto a bajo nivel y en circunstancias especiales como el ataque ucraniano a Kursk. Las concentraciones de fuerzas se pueden detectar rápidamente, y esta capacidad (mediante infrarrojos, por ejemplo) está mejorando constantemente. La otra es que los drones también han producido una revolución en la precisión. Los rusos ahora los están utilizando, en coordinación con misiles, para atacar objetivos muy precisos muy por detrás de la línea del frente, cumpliendo así finalmente los sueños de los entusiastas del poder aéreo de hace cien años. En la Segunda Guerra Mundial, la precisión de los bombardeos simplemente no era suficiente para desarmar a un país desde el aire: hoy en día, con los drones, se está llegando a ese punto.

El resultado de estos dos factores favorece, en principio, a la defensa, ya que es el atacante quien tiene que moverse y exponerse. Sospecho que no soy el primero en haber observado, hace varios años, que el campo de batalla en Ucrania se parece mucho al frente occidental de la Primera Guerra Mundial. En esa época, el problema para el atacante era cruzar el terreno abierto entre las líneas del frente de ambos bandos antes de que el defensor pudiera salir, establecer sus defensas y traer refuerzos. El alambre de púas y otras fortificaciones dificultaron aún más la tarea del atacante. Las soluciones que se encontraron —barreras móviles, vehículos blindados, tácticas de infiltración— tienen sus análogos en la actualidad, pero, incluso al final de la guerra, el papel del atacante seguía siendo el más difícil. Tenga en cuenta, sin embargo, que solo estamos hablando del nivel táctico, y solo de un defensor en una posición preparada con fortificaciones. El hecho de que las fuerzas de la OTAN se hayan desplegado rápidamente en Finlandia, aunque pueda ser una defensa estratégica, no les otorga ninguna ventaja especial. De hecho, los drones de reconocimiento en red pueden proporcionar una ventaja que todo atacante siempre ha deseado: saber qué ataques están teniendo éxito y, por lo tanto, deben reforzarse, y cuáles están fracasando. Actualmente, los rusos tienen una ventaja significativa en estas tecnologías, y cuentan con la ventaja de que el intercambio de datos dentro de una sola fuerza es mucho más fácil que el intercambio de datos entre muchas. Eso no va a cambiar.

La segunda tecnología es la de misiles de alta precisión y muy alta velocidad. Esta es un área en la que los rusos se han especializado desde finales de la década de 1940 (se llevaron consigo a muchos científicos y gran parte de la tecnología del programa alemán V2) y han continuado desarrollándola, así como las tecnologías de defensa antimisiles asociadas. Occidente no ha hecho tanto hincapié en los misiles, prefiriendo los aviones tripulados para ambos fines. El resultado es que Rusia posee hoy un arsenal de misiles de gran precisión que pueden ser lanzados desde tierra, desde barcos o desde aviones, y utilizados conjuntamente con drones. Occidente tiene una capacidad limitada contra algunos de estos misiles, pero parece que los rusos han logrado superar un umbral tecnológico en la producción de misiles contra los que, en principio, no es posible defenderse, debido a la velocidad con la que llegan.

Puede que en algún momento hipotético del futuro, utilizando tecnologías aún no concebidas, sea posible destruir estos misiles en la cantidad necesaria para repeler un ataque serio, pero a efectos prácticos la situación no va a cambiar. Al igual que los drones, estos misiles son ahora extremadamente precisos, y el efecto de cualquier misil sobre su objetivo depende en gran medida de esta precisión, ya que la potencia de la ojiva explosiva disminuye muy rápidamente con la distancia. Por lo tanto, en algunas circunstancias, los misiles modernos de alta velocidad y alta precisión pueden lograr efectos que en el pasado solo podían lograrse con armas nucleares tácticas. Esto significa que se pueden llevar a cabo ataques de alta precisión a distancias de cientos de kilómetros, utilizando misiles que, en principio, son imposibles de interceptar. Esto proporcionará a los países, por fin, las capacidades con las que soñaban los defensores de los bombarderos tripulados en la década de 1920. Es una tecnología (en realidad, una serie de tecnologías) que no se puede desinventar y que tendrá un enfoque transformador en el combate y en la gestión de crisis.

Centrémonos en elementos del futuro sobre los que existe una duda legítima acerca de lo que podría ocurrir. Una de ellas es la tenue y casi mística creencia en la idea del rearme occidental. Ya he hecho algunos comentarios despectivos sobre esta posibilidad, y he dedicado varios ensayos a explicar por qué no se volverá a instaurar el servicio militar obligatorio y, por lo tanto, por qué las fuerzas armadas occidentales nunca podrán ser sustancialmente mayores de lo que son ahora. No voy a pasar por todo eso otra vez. Solo voy a mencionar un par de puntos donde hay margen legítimo para el desacuerdo, aunque no mucho. El primero es el efecto práctico, si lo hay, de los anuncios de grandes aumentos en el gasto de defensa por parte de algunas potencias occidentales. Aquí, el punto más obvio es que solo se puede comprar lo que está disponible para comprar. Parece darse por sentado que este dinero se gastará en equipamiento, o más coloquialmente, en "armas", pero las armas no sirven de nada sin personas capacitadas para usarlas.

Y las "armas" requieren apoyo, y el apoyo requiere más gente. Si alguna vez has visto transportar un carro de combate principal, sabrás que se desplaza sobre un remolque enorme, conducido por alguien con la formación y la experiencia necesarias para maniobrar sesenta toneladas de tanque y diez toneladas de vehículo sin chocar contra nada. También se necesita a esas personas, y de hecho, a pesar de todas las especulaciones sobre miles de millones de esta o aquella moneda, nadie ha podido explicar cómo las personas que actualmente no están motivadas para unirse al ejército de repente se motivarán, y en un número muy elevado. Supongo que la intención es endosar el problema a una consultora de reclutamiento. Pero la realidad es que "únete a la Bundeswehr, recibe entrenamiento y pasa el resto de tu servicio sentado en un campo en Polonia, emborrachándote por la noche y peleando contra pandillas de skinheads polacos" no va a funcionar como eslogan de reclutamiento. De hecho, no hay razón para suponer que las fuerzas occidentales puedan aumentar sustancialmente su tamaño, independientemente de la cantidad de dinero que se gaste, y hay muchas razones para pensar que no lo harán. Y sin reservas, los ejércitos occidentales serán instituciones frágiles, aniquiladas tras unos pocos días de combate.

La segunda posibilidad es que, de alguna manera, y con suficientes incentivos financieros, la tecnología occidental pudiera producir equipos en la cantidad y con la calidad necesarias para abordar el desequilibrio actual. Ahora bien, esto depende, por supuesto, de la capacidad de reclutar o alistar personal militar en cantidades que ahora solo se pueden soñar, y acabamos de ver lo difícil que es. Pero, ¿podría ser cierto, no obstante, que el aumento masivo de la demanda de servicios militares prometido recientemente pudiera convertirse de alguna manera en al menos un modesto aumento general de la capacidad?

 Lo primero que hay que decir es que probablemente podrías conseguir una cobertura razonablemente completa de tu estructura actual mediante la compra de servicios. Los incentivos financieros pueden lograr cierto efecto, al parecer, aunque solo sea porque se ha demostrado que los desincentivos financieros, como los bajos salarios, producen el efecto contrario. Así que un aumento significativo de los salarios probablemente atraería a más solicitantes, aunque no necesariamente a los adecuados. Existen toda una serie de posibles trucos que se pueden aplicar, dependiendo del país, desde la educación universitaria gratuita hasta permitir que sirvan exconvictos, pasando por eliminar la nacionalidad u otros obstáculos, y finalmente, simplemente bajar los estándares de salud y forma física para la admisión, basándose en que, con suficiente esfuerzo, casi cualquiera puede llegar a estar lo suficientemente en forma para servir. Digo "casi" porque los reclutas con diabetes o Covid persistente (entre muchos otros ejemplos) pueden ser simplemente demasiado difíciles de poner al nivel requerido.

Así que, en la práctica, completar las plantillas de los ejércitos occidentales hasta sus niveles actuales previstos puede ser lo máximo a lo que se pueda aspirar, y esto actuaría como una especie de verificación de la realidad de máximo nivel sobre lo que se puede lograr, incluso con cantidades ingentes de dinero. Se podrían imponer obligaciones rigurosas a los reservistas para sacar a unas cuantas personas más del sistema en caso de necesidad. Y eso es todo. Pero, ¿seguro que se puede comprar el equipo? Después de todo, ¿cuanto más pagas, más recibes, no?

Bueno, hasta cierto punto. Existen ciertos equipos relativamente sencillos de operar (vehículos logísticos, por ejemplo) cuyos repuestos podrían mantenerse en reserva para casos de averías y acciones enemigas en tiempo de guerra, ya que los reservistas llamados a filas podrían conducirlos, o bien se podrían movilizar conductores civiles mediante legislación de emergencia. Del mismo modo, si pierdes un tanque porque un dron le destroza la oruga o falla el motor, tener un tanque de reserva podría ser una buena idea. A continuación, se pasa a los niveles de existencias: munición, por supuesto, pero también consumibles para vehículos, orugas de repuesto para tanques y, naturalmente, drones. La disponibilidad de aeronaves nunca es del 100%, y la posibilidad de desplegar algunas de las que se mantienen en reserva ayudaría a mantener las cifras. Pero, una vez más, el dinero solo puede comprar hasta cierto punto.

El problema es que el mundo no es una tienda de Amazon, y el dinero no puede crear capacidad, ni mano de obra cualificada, ni mucho menos materias primas, donde no las hay. Un informe reciente de la Comisión Europea señaló la preocupante alta proporción de materiales importados en el armamento europeo, que abarca desde componentes explosivos hasta aceros y aleaciones especiales, pasando por subconjuntos electrónicos. Europa depende totalmente de las importaciones para 19 materiales críticos utilizados en la producción de equipos de defensa, y el proveedor más importante es China. Lo más preocupante es que Europa importa relativamente pocas materias primas genuinas extraídas de la tierra para bienes de defensa: en muchos casos, importa materiales procesados y semielaborados, compuestos a su vez de aleaciones, materiales compuestos, etc., procedentes de diferentes países. Teóricamente sería posible, a un coste enorme, crear nuevas industrias enteras en los países occidentales (EE. UU. se encuentra en una situación igualmente mala) para producir, por ejemplo, materias primas semielaboradas. Pero ninguna cantidad de dinero puede proporcionar a Occidente los depósitos minerales de los que carece y que son susceptibles a todo tipo de perturbaciones imaginables, tanto naturales como políticas.

 Hace mucho tiempo que pasaron los días en que las empresas de defensa "fabricaban" equipos de defensa. Hoy en día, las empresas de defensa se describen mejor como "integradoras de sistemas", que toman subsistemas, sistemas de navegación y control, armas y sistemas de control de fuego, entre otros, y los integran en un sistema funcional que cambia gradualmente con el tiempo a medida que se actualizan los componentes. Esto genera múltiples puntos únicos de fallo, y no necesariamente por razones maliciosas. Por ejemplo, un fabricante de conjuntos de trenes de aterrizaje puede estar ya trabajando a plena capacidad para abastecer a clientes de todo el mundo.

La defensa se ha convertido en víctima del neoliberalismo de mercado. Se ha subcontratado, externalizado y deslocalizado tanto que el ensamblaje de sistemas de armas se ha convertido en un asunto de complejidad vertiginosa que involucra a numerosos proveedores y países. Y como hemos visto, no son necesariamente las importaciones principales las que más importan, sino el proveedor de materias primas al subcontratista del subcontratista, y en algunos casos, los integradores de sistemas de defensa pueden ni siquiera saber quién es. Garantizar las cadenas de suministro, no solo de equipos, sino también de repuestos y municiones, ya es de por sí bastante difícil. Ampliar masivamente el requisito lo hace exponencialmente más difícil.

Todo esto puede parecer extraño. ¿No se benefician los contratistas de defensa de las guerras y el rearme? ¿No se pelearán entre ellos por los jugosos nuevos contratos? Bueno, hasta cierto punto, cuando se trata de aprovechar la capacidad excedente con una producción incremental. Pero incluso entonces, mientras que durante la Guerra Fría las empresas de defensa a menudo estaban nacionalizadas o dependían en gran medida de las ventas al gobierno, ahora están regidas por la obsesión psicótica y omnipresente con los beneficios de los próximos tres meses. La dirección podría decidir que incluso los esfuerzos modestos para contratar personal adicional, reactivar las líneas de producción y buscar en todo el mundo mayores suministros de subconjuntos y componentes no se justifican ante los accionistas. Las empresas de defensa obtienen sus beneficios de largos periodos de paz, cuando la demanda es estable, la producción se puede predecir con años de antelación y las modificaciones planificadas se realizan con regularidad. Después de todo, no hay nada más rentable que vender repuestos para un año entero de un equipo que ya lleva veinte años en servicio. Las inversiones especulativas en nuevas fábricas, la capacitación de nueva mano de obra, la búsqueda de nuevas fuentes de suministro y el desarrollo de nuevas tecnologías para productos que tal vez nunca funcionen y nunca se compren son un veneno absoluto para las gerencias actuales, obsesionadas con los MBA.

 La tercera posibilidad es la de un repentino brote de unidad y determinación entre las potencias occidentales ante una Rusia renaciente, y un sistema de planificación capaz de convertir esa voluntad política en iniciativas lógicas y coordinadas. Incluso sugerir tal cosa, quizás, es invitar al ridículo, a la luz de la confusión, el desorden, el pánico, el amateurismo y la ignorancia de la última década, por no mencionar la falta de cualquier visión de futuro, por superficial y controvertida que sea. Como he sugerido, la única política que une a Occidente en este momento es la fe ciega y la negativa a contemplar la realidad, con la esperanza de que, de alguna manera, puedan escapar de las consecuencias de sus errores acumulados en el trato con Rusia desde el fin de la Guerra Fría. Cuando esa última esperanza desaparece, el resultado más probable no es una sombría determinación colectiva de sobrevivir, sino más bien una frenética lucha por el poder en la que nación se enfrentará a nación, político a político y experto a experto, todos buscando exculparse y encontrar a alguien a quien culpar. El mundo, digamos, en 2026, estará tan lejos de lo que los gobiernos occidentales son capaces de comprender y gestionar, que el resultado será una parálisis institucional y una especie de crisis nerviosa colectiva. Oh, habrá declaraciones altisonantes de desafío y llamamientos a la unidad y la determinación, pero estos sentimientos irán dirigidos al público occidental, y no a Rusia, que no les prestará atención porque no están respaldados por nada.

La última posibilidad —o más bien incertidumbre— es el grado en que los rusos estén dispuestos a reanudar las relaciones normales tras el fin de la guerra. Curiosamente, en algunos círculos parece existir la creencia de que los rusos vendrán a Occidente con una actitud de humildad, si no de sumisión, pidiendo perdón y buscando la readmisión en el Sistema Internacional (™). No puedo imaginar de dónde provienen esas creencias. Los rusos serán la potencia militar dominante en Europa, Occidente será incapaz de ofrecer una resistencia militar seria, y Estados Unidos quedará efectivamente fuera de juego. Esto no significa que los rusos quieran expandirse militarmente hacia Occidente, aunque creo que es seguro asumir que lo harán en casos específicos si creen que es esencial para su seguridad. (Incluso los comentaristas más antioccidentales y prorrusos, creo, tienden demasiado a dar a los rusos el beneficio de la duda en estos casos.) Lo que está en juego aquí no es la futura división territorial de Ucrania, ni las circunstancias exactas del fin de la guerra allí. Se trata de la configuración política y militar de Europa para los próximos 25-50 años, y de asegurar la dominación rusa de Europa de tal manera que no pueda surgir ninguna amenaza futura. No puedo pretender psicoanalizar el carácter ruso, pero después de lo que han vivido durante muchas generaciones, es probable que estén dispuestos a recurrir a medidas extremas si creen que es necesario. Históricamente, los rusos han preferido el poder duro al poder blando: en la formulación de Maquiavelo, prefieren ser temidos a ser amados, si esas son las únicas dos opciones.

En cierta medida, la conducta rusa estará influenciada por consideraciones de política internacional más amplias. No considerarán importante causar una impresión favorable en Occidente, pero prestarán cierta atención a las naciones BRICS y otras, para evitar parecer una amenaza o una nueva potencia imperialista emergente. Buscarán fortalecer su influencia en la Asamblea General de la ONU y en diversas organizaciones internacionales, así como en la Unión Africana y la ASEAN, no porque consideren que esas organizaciones sean particularmente importantes en sí mismas, sino como una forma de extender su poder e influencia a nivel internacional.

Si acepta el análisis anterior, las incertidumbres restantes se reducen esencialmente a dos tipos. Una es el grado en que los líderes occidentales pueden aceptar realmente una posición de inferioridad militar, y la vulnerabilidad política que conlleva, no como una posibilidad teórica, sino como una realidad con la que convivir. El segundo es el efecto sobre instituciones europeas como la OTAN y la UE, que probablemente será terminal, pero cuya desaparición puede ser desordenada e incluso violenta. Tras generaciones predicando e instruyendo al mundo sobre lo que debería hacer, es comprensible que preocupe que el sistema político occidental simplemente se desmorone ante tales presiones.

 En algún momento, Occidente tendrá que dejar de lado los gestos airados, la indignación hipócrita y las demandas ridículas, y empezar a pensar cómo convivir con Rusia. Y será en sus propios términos. ¿Qué otra opción hay? Occidente se enfrenta a una Rusia mucho más poderosa, enfadada y potencialmente vengativa, que ha sacrificado vidas y dinero en la búsqueda de lo que considera sus intereses de seguridad fundamentales. Estas actitudes perdurarán mucho tiempo, y debemos empezar a tenerlas en cuenta ahora. Eso significa, como he sugerido, una política discreta y no conflictiva hacia Rusia, orientada a la preservación de la soberanía nacional y la independencia política en la medida de lo posible.

También reequilibrará el poder militar dentro de Occidente a favor de Gran Bretaña y Francia, como las dos únicas potencias nucleares europeas. Países como Alemania y Polonia que buscan expandir sus fuerzas convencionales están perdiendo el tiempo y el dinero más allá de un punto muy limitado. En el pasado, existía un argumento razonable de que los países pequeños con ejércitos competentes podían imponer un coste al invasor desproporcionado a cualquier beneficio que este pudiera obtener. Eso ya no es cierto. Las fuerzas armadas de esos dos países, incluyendo cuarteles generales, zonas de concentración, puertos militares, aeródromos y depósitos de suministros y reparación, podrían ser desmanteladas por misiles de largo alcance en cuestión de horas, sin posibilidad de respuesta. Teóricamente, los drones rusos podrían perseguir y destruir todos y cada uno de los tanques y vehículos blindados de la Bundeswehr o del ejército polaco sin posibilidad de represalias.

Por lo tanto, las consecuencias probables incluyen una reorganización masiva de las cartas en Occidente y un retorno a las políticas de defensa nacional y a las alianzas ad hoc. Es probable que algunos de los miembros más nuevos de la OTAN y la UE simplemente sean abandonados a su suerte: de todos modos, no se puede hacer nada por ellos. Sin duda, no es una perspectiva agradable para algunos, pero es algo en lo que deberíamos empezar a pensar ahora. ¿Cuál es exactamente la alternativa?"

(Aurelien , blog, 30/07/25, traducción Quillbot)

28.7.25

The New York Times: Por qué España se niega a gstar más en seguridad... España fue el único aliado de la OTAN que no se comprometió a un gran aumento en sus gastos militares. Está lejos de Rusia, y su preocupación por los programas sociales es otro motivo mayor... “Deberían invertir ese dinero en servicios sociales, vivienda, en todo lo que la gente de España necesita”... “Tendremos que dejar nuestros hogares si aumentan el gasto en defensa al 5 por ciento”, dijo Abascal, de 86 años... Aumentarlo al 5 por ciento supondría el cierre de hospitales, el cierre de escuelas, desaparecerían programas sociales esenciales... “Sería poner en peligro el futuro de una generación, o de varias generaciones, porque decidimos fabricar más armas”... y Trump goza de una gran antipatía en España. Eso facilita que Sánchez se oponga al presidente estadounidense... “¿Qué tipo de seguridad queremos? ¿Seguridad militar? ¿Seguridad humana? ¿Seguridad ecológica o económica? Ese es un debate que la sociedad tiene que tener”

 "María del Carmen Abascal ya estaba frustrada por la falta de viviendas asequibles en España, donde el aumento del alquiler podría obligarla a abandonar el piso de Madrid en el que vive desde hace 69 años.

Entonces se enteró de los planes del gobierno de aumentar el gasto militar este año en más de 12.000 millones de dólares. Y si la OTAN lograra lo que quiere, sería mucho más.

“Deberían invertir ese dinero en servicios sociales, vivienda, en todo lo que la gente de España necesita”, dijo Abascal, con los labios fruncidos de indignación durante una entrevista reciente en uno de los últimos barrios obreros del centro de Madrid, donde los precios de la vivienda se están disparando.

Quizá en ningún otro lugar de Europa el tira y afloja entre gastar más en prioridades internas o en defensa haya irritado tanto a un gobierno como en España.

Dividida entre la amenaza rusa que se cierne sobre Europa y las necesidades de vivienda, salud y educación, España ha intentado repartir la diferencia. Fue el único país de la alianza que se negó abiertamente a aceptar el mes pasado gastar hasta el 5 por ciento de su producto interno bruto durante la próxima década en defensa, como exige el presidente Donald Trump.

El drástico aumento del gasto, al que se comprometieron el resto de los 32 países miembros de la OTAN, aliviaría la dependencia europea de Estados Unidos en materia de seguridad. Pero para España supondría casi duplicar su presupuesto anual de defensa, estimado en 73.800 millones de dólares, con la consiguiente merma de fondos para programas sociales.

Abascal dice que su pensión mensual ya no puede cubrir su alquiler, que se cuadruplicó con creces cuando un banco de inversión internacional compró su edificio de apartamentos hace años. La mayoría de sus vecinos de toda la vida se mudaron, incapaces de permitirse viviendas que ahora se venden principalmente a expatriados ricos o turistas.

“Tendremos que dejar nuestros hogares si aumentan el gasto en defensa al 5 por ciento”, dijo Abascal, de 86 años. “Estaremos perdidos”.

Durante mucho tiempo, España se ha mostrado recelosa a la hora de reforzar su ejército, todavía su sociedad está afectada por la dictadura militar de Francisco Franco, que duró décadas y terminó con su muerte en 1975. Tiene el gasto militar más bajo de todos los países de la OTAN, según los últimos datos disponibles.

Y la guerra de Ucrania parece estar a un continente de distancia. En las calles de Madrid apenas preocupa, aunque España desplegó soldados para ayudar a proteger el flanco oriental de la OTAN tras la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia en 2022.

Pero las exigencias de Trump, unidas a la preocupación generalizada de Europa por Rusia, han hecho que el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, tenga que buscar un equilibrio.

Según su plan, España aumentará el gasto en defensa hasta el 2,1 por ciento de su renta nacional, “ni más ni menos”, dijo Sánchez antes de reunirse con otros líderes de la OTAN el mes pasado. Trump respondió amenazando con castigar a España a través de los acuerdos comerciales estadounidenses, aunque no dio detalles.

El compromiso de España asciende a unos 38.900 millones de dólares en 2025, y es solo ligeramente superior a lo que los aliados de la OTAN habían acordado invertir anualmente hace más de una década.

Sin embargo, es unos 12.200 millones de dólares más de lo que España gastó en defensa el año pasado, un aumento que ha frustrado a los miembros del gobierno de coalición política de izquierda de Sánchez, quienes quieren más dinero para los servicios públicos.

“Nuestra presencia en el gobierno es para desarrollar la agenda social”, dijo Sira Rego, política de izquierda y ministra de Juventud e Infancia de España. “Sería una contradicción si tuviéramos que elegir entre eso y aumentar el gasto en defensa por las decisiones de Trump”.

Rego forma parte del gabinete de Sánchez, pero no de su Partido Socialista Obrero Español, y se opuso al incremento del gasto en defensa. Aumentarlo al 5 por ciento, dijo, es impensable “si queremos salvar nuestro Estado del bienestar”.

“Eso supondría el cierre de hospitales, el cierre de escuelas, desaparecerían programas sociales esenciales”, dijo Rego. “Sería poner en peligro el futuro de una generación, o de varias generaciones, porque decidimos fabricar más armas”.

Sánchez no puede permitirse perder muchos apoyos dentro de su frágil coalición de gobierno. Su legitimidad política ya está en entredicho por un escándalo de corrupción en el que están implicados sus colaboradores, que la oposición conservadora española está ansiosa por explotar.

A través de su oficina, Sánchez declinó ser entrevistado.

Según una encuesta reciente del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, Trump goza de una gran antipatía en España. Eso facilita que Sánchez se oponga al presidente estadounidense.

Sin embargo, la unidad de la OTAN desempeña un papel en la seguridad de España.

Durante generaciones, España y Marruecos se han enfrentado por los derechos territoriales de dos pequeñas ciudades costeras del norte de África, Ceuta y Melilla. Marruecos ha exigido durante mucho tiempo su custodia y ha calificado la reivindicación española de las ciudades de vestigio del colonialismo. España se ha negado, afirmando que forman parte de su territorio desde hace siglos.

La Unión Europea reconoce la soberanía de España sobre las ciudades y las considera parte de su territorio. Aunque la disputa no muestra signos de estallar, los funcionarios dijeron que la OTAN podría verse obligada a proteger Ceuta y Melilla, si fuera necesario, porque la alianza militar se ha comprometido a defender “cada pulgada” de los territorios de sus miembros.

Algunos funcionarios españoles están preocupados por la posibilidad de que Trump se ponga del lado de Marruecos en cualquier disputa entre los países porque formaba parte de un acuerdo que alcanzó durante su primer mandato para normalizar las relaciones entre las naciones de mayoría árabe e Israel.

“Con Ceuta y Melilla, si pasara algo allí, habría un debate abierto para abordar su defensa, en términos militares, en términos políticos”, dijo el senador Fernando Adolfo Gutiérrez Díaz de Otazu, un general retirado y político conservador que lidera la delegación española en la asamblea parlamentaria de la OTAN. “De eso va la OTAN”.

Criticó a Sánchez por eludir el acuerdo de la OTAN de aumentar el gasto al 5 por ciento, sobre todo ahora que Europa quiere depender menos de Estados Unidos.

“Si quieres ser autónomo”, dijo Gutiérrez, “tienes que pagar la cuenta”.

Mientras España debate el gasto en seguridad, su industria de defensa ha crecido.

Los ingresos de la industria ascendieron a unos 8600 millones de dólares en 2023, los últimos datos disponibles, un aumento de casi el 9 por ciento respecto al año anterior, según la Asociación Española de Empresas Tecnológicas de Defensa, Seguridad, Aeronáutica y Espacio. Vehículos de combate, aviones de transporte militar, radares y sistemas antitanque son algunos de los productos españoles más exigidos.

Más de 22.000 personas trabajan para los productores españoles de defensa, y se espera que los 12.200 millones adicionales en gasto militar que propuso Sánchez creen más puestos de trabajo. Alrededor de un tercio del aumento financiará tecnología, incluida la ciberseguridad y los satélites.

“Nos va a dar mucho trabajo”, dijo Ángel Escribano, presidente del Grupo Indra, el gigante tecnológico y de defensa de España.

Funcionarios actuales y anteriores del gobierno no quisieron discutir si gastar el 2,1 por ciento del PIB sería suficiente para que España cumpliera los objetivos de capacidad militar de la OTAN.

En cualquier caso, es seguro que el gasto militar aumentará, desviando dinero de los programas de bienestar social, dijo Julio Rodríguez, exjefe de Defensa de España. Ahora es miembro de un partido político de izquierda.

“¿Qué tipo de seguridad queremos?”, preguntó. “¿Seguridad militar? ¿Seguridad humana? ¿Seguridad ecológica o económica? Ese es un debate que la sociedad tiene que tener”.

La crisis de la vivienda en Madrid ha atizado las protestas para proteger a los inquilinos. Con la ayuda de un sindicato de inquilinos, Abascal, la pensionista, lleva casi cinco años luchando en los tribunales contra una orden de desalojo.

Hasta que se resuelva el recurso final, dijo, se niega a marcharse.

“No tengo adónde irme”, dijo. “¿Qué hago? ¿Me voy a la mitad del campo a sembrar zanahorias?”." 

(Lara Jakes y